[*Otros}– Artevigua, el templo perdido de los Canarios

22/Abr/14

Ana Santana

Se trata de una cueva, situada en la que probablemente fue comarca aborigen de Artevigua (Las Palmas).

Esta cueva puede revelar un insospechado conocimiento astronómico por parte de los antiguos Canarios ya que, además de marcar equinoccios y solsticios, en su interior la luz recrea imágenes relacionadas con la fecundidad.

De acuerdo a la hipótesis del arqueólogo Julio Cuenca, que ha investigado esta zona desde la década de los 90 del siglo XX, esta cueva fue utilizada como templo, y además de su orientación astronómica, la luz crea en su interior un relato mitológico de fecundidad del que no hay ejemplos similares a nivel mundial.

 

«Es como un proyector de imágenes de una cultura desaparecida», señala Julio Cuenca en una entrevista, pues a lo largo de seis meses la luz crea en la pared de la cueva imágenes con forma fálica que se acercan a los grabados de las paredes, cubiertas de triángulos púbicos femeninos.

Con el paso de los meses la proyección solar va cubriendo estos triángulos, y según se aproxima el solsticio de verano y llega el otoño, las imágenes se transforman en una mujer embarazada y finalmente, en una semilla, asegura el investigador.

Es la primera vez que el arqueólogo ha encontrado algo parecido y, en su opinión, esta cueva puede suponer un punto de inflexión respecto a las teorías que tienen por primitivos a los antiguos habitantes de las islas pues, por el contrario, apunta a unos conocimientos astronómicos «impresionantes».

La cueva fue localizada por Julio Cuenca, entonces conservador jefe del Museo Canario y especializado en la investigación de santuarios de montaña de los antiguos Canarios, cuando copiaba grabados en la cercana cueva de Los Candiles, en Artenara.

Es en este municipio donde el arqueólogo sitúa Artevigua, una localidad importante de los aborígenes cuyo topónimo desapareció en el siglo XVIII, previsiblemente por el afán de la Iglesia por castellanizar los nombres usados por los antiguos Canarios.

Sin embargo, Artevigua tuvo algún tipo de relevancia puesto que se cita en las actas del Cabildo catedral como uno de los lugares en los que más grano se recolectaba para el diezmo a la Iglesia.

Julio Cuenca, que fue inspector de Patrimonio Histórico de la comunidad autónoma, explica que el lugar constituye uno de los mayores poblados de cuevas aborígenes reutilizados posteriormente por los actuales habitantes de la isla.

Por ello, la cueva, a la que el investigador atribuye un uso como templo, se había utilizado como pajero y se había abandonado en los años 40 por desprendimientos.

En la zona hay unas 21 cuevas que se habían usado para vivienda o para el ganado y, de ellas, dos son muy extensas.

Al entrar en las mayores, Cuenca vio que las paredes estaban cubiertas de grabados en forma de triángulos púbicos femeninos y, además, en una en concreto, una cúpula de unos cinco metros de altura «como nunca había visto».

La cúpula contiene una especie de túnel orientado al naciente donde entra la luz solar con un evidente significado astronómico, y la primera vez que Cuenca observó en ella el solsticio de verano, en 2009, fue «espectacular» ver cómo el Sol entraba y se proyectaba en el fondo, en un recorrido de dos horas sobre los grabados.

La luz solar entra en la cueva a partir del equinoccio de primavera y es perceptible en su interior durante unas dos horas diarias desde marzo a septiembre, algo inusual en una construcción orientada astronómicamente.

Pero además de marcar con absoluta precisión los equinoccios y los solsticios —algo fundamental para la agricultura—, Cuenca se encontró con la sorpresa de que la Luna llena en el solsticio de invierno crea una imagen en la pared.

«Hay ranuras en el conducto hacia el exterior por donde entra la luz, y eso hace sutiles cambios en las figuras, que logran montar una película, una secuencia de imágenes que puede ser un diseño preestablecido por los sacerdotes-astrónomos, los faycanes, y plantea un salto cualitativo impresionante sobre estos pueblos de los que se piensa como primitivos», puntualiza el arqueólogo

Fuente

Cortesía de Mary Carmen Barbuzano

[*Otros}– ¿Qué ocurrió realmente en el Barranco de Godínez, en Los Realejos, en Tenerife?

17 de Sept. de 2013

Claudio Hernández

A principios de los años ’70, un jadeo desconcertante congregó a miles de personas en torno a una cueva del lugar.

Pocos meses después, ya en 1971, hacía erupción el volcán Teneguía, pero aún hoy, más de cuarenta años después, nadie ha podido descifrar el misterio de El Bicho del Realejo.

 

Un camarero que trabajaba en un hotel del Puerto de la Cruz, y que cada día bajaba, andando, por un sendero del barranco de Godínez, en el municipio limítrofe de Los Realejos, escuchó extraños y potentes jadeos en una cueva del lugar. Y, asustado, dio aviso a la Guardia Civil del Puerto de la Cruz.

El sargento-comandante del puesto se desplazó al lugar, en compañía de un número de la Benemérita, y efectivamente escuchó los jadeos en la cueva, que sólo se producían en el silencio de la noche.

Creyendo que era una pareja haciendo el amor, vivo Franco, con aquel descaro, el sargento, pistola en mano, conminó a los amantes a que salieran con los brazos en alto. Pero allí no se movió nadie, y los jadeos continuaban.

A partir de ahí se organizaban marchas diarias hacia el lugar. Miles y miles de personas, llegadas de todas partes de la isla, se concentraban en torno a la cueva a escuchar los extraños ruidos.

La Guardia Civil montó un dispositivo especial para canalizar el tráfico, pero nada podía contener a aquella multitud. Unos hablaban de apariciones divinas, y otros, más prosaicos, de amantes que cobijaban en el fragor de la noche.

Algunos osados, como Gilberto Hernández, alias “el Orejas”, un personaje del Puerto de la Cruz al que todo el mundo conocía, quiso cazar por su cuenta al dragón embravecido, y organizó un safari para atraparlo, con escopetas, focos y una patrulla de exploradores.

Fue disuadido por el sargento de la Benemérita, que le dijo que el Bicho era cosa suya.

Hay una anécdota al respecto, protagonizada por Ávalos, un pintor catalán que siempre pintaba la misma vista del muelle portuense, con tal éxito que vendió miles de cuadros iguales.

Ávalos, un hombre muy bajito, atraído por el misterio del Bicho, se trasladó arriba para pintarlo, con tan mala suerte que sufrió un apretón y hubo de retirarse a un lugar cercano a la cueva para defecar.

En ese mismo instante, Gilberto “el Orejas” y sus fieles iban a abrir fuego contra el supuesto Bicho, por lo que Ávalos, con los pantalones caídos, gritó, alzándose sobre sus cuclillas: “¡Gilberto, Gilberto!, no soy el Bicho, soy Ávalos, el pintor, ¿no me reconoces?”.

Tras un par de meses de peregrinaciones al lugar (la gente arrasó las plantaciones del barranco, y un listo montó un kiosco con el que se forró), los jadeos cesaron. Algunos atribuyeron el caso a la respiración de pardelas dentro de la cueva, que haría de altavoz. Pero yo, que escuché aquellos gemidos, les aseguro que allí había algo muy raro y nunca se averiguó qué era.

Pocos meses después hizo explosión el volcán Teneguía, en La Palma. El geólogo y catedrático Telesforo Bravo indicó que no había relación entre uno y otro fenómeno, pero la duda quedó en el aire.

¿Qué originaba aquellos jadeos? ¿un animal, un hombre, un extraño fenómeno natural? Nunca se supo. Lo cierto es que, hace más de cuarenta años, en Los Realejos se pudo escuchar un extraño ruido desde dentro de una cueva.

Cuando la Guardia Civil, con sus “naranjeros” en ristre, pudo entrar en ella —los agentes tenían miedo— no hallaron nada. Sólo unos huesos extraños que nadie se ocupó de analizar. Eran otros tiempos.

Fuente

Cortesía de Roberto González Rodríguez

[*Otros}– Planes para descubrir Lanzarote (Canarias)

20/07/2013

Lanzarote forma parte del archipiélago Canario, que está localizado en el Atlántico, y es la Comunidad Autónoma más alejada de la Península.

Cuenta con rincones naturales impensables, y una mezcla de colores única: el azul del mar, el verde de sus palmeras y el negro de su tierra.

He aquí una lista de lo más destacado en esta isla.

Los Jameos del Agua

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Los Jameos del Agua impactan al visitante. Se trata de un lugar especial porque se ha convertido en una obra de arte natural y también artística.

En su momento, supuso la primera intervención en Lanzarote del reconocido artista Canario César Manrique.

Los Jameos del Agua, forman parte de un gigantesco tubo volcánico que se adentra en el Atlántico y, además, son el mejor punto de partida para conocer la costa norte de la isla de Lanzarote.

En el mismo punto kilométrico de la carretera LZ-1 en dirección norte, hay una indicación que señala: a la derecha, los Jameos del Agua, y a la izquierda, la Cueva de los Verdes. ¿Qué hacer?

Las dos cuevas merecen una visita, pero los Jameos deben ser la primera opción. Aquí fue donde el artista César Manrique inició su estrecha relación con la naturaleza de la isla.

Un jameo es la parte de un tubo volcánico cuyo techo se ha derrumbado. De esta forma, se abre un gran orificio sobre el terreno. El origen de los Jameos del Agua está en el cercano Monte Corona.

Hace 5.000 años era un volcán que estalló y el río de lava que originó se precipitó hacia el Atlántico. Un tramo de sus casi siete kilómetros es la Cueva de los Verdes, y otro son los Jameos. Incluso hay un tercero, el Túnel de la Atlántida, que penetra más de un kilómetro en el mar.

El Mirador del Río

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El famoso y reconocido artista César Manrique ha sido quien mejor ha sabido respetar la esencia de Lanzarote y conjugarla con el arte y la estética. En el Mirador del Río, mezcló como nunca el binomio arte y naturaleza.

Esta obra ofrece actualmente una vista privilegiada sobre la isla de La Graciosa y todo el archipiélago Chinijo, permitiendo que el visitante se integre con el paisaje. Pero, además, el propio mirador es en sí mismo una pequeña obra de arte natural.

En esta ocasión, el río no es tal, sino que se trata del brazo del océano Atlántico que separa Lanzarote del archipiélago Chinijo. Es un parque natural formado por las islas de La Graciosa (la única habitada), Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste.

No hay mejor panorámica sobre Chinijo que el Mirador del Río. Se encuentra ubicado en lo más alto del Risco de Famara, a 400 metros sobre el océano, que se extiende a sus pies. Esta estratégica ubicación no es casualidad: el mirador ocupa lo que en su día fue el emplazamiento de una batería de artillería levantada en 1898, durante la guerra de Cuba y Filipinas, por miedo a un hipotético ataque de la Marina de Estados Unidos.

El Mirador del Río se inauguró en 1973 como uno de los primeros reclamos de turismo sostenible en Lanzarote. César Manrique, con la ayuda de Eduardo Cáceres y Jesús Soto, optó por excavar la zona, que había sido de uso militar, construir el nuevo edificio y, después, taparlo todo de nuevo con un manto de piedra volcánica.

Las mejores playas

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En el extremo sur de la isla, Playa del Papagayo es quizás la preferida por los lanzaroteños. Son siete kilómetros de calas situadas entre roquedales y peñascos. Después, se puede completar el viaje con una visita a otra maravilla de la naturaleza: el Parque Nacional de Timanfaya.

Playa Grande, en el animado Puerto del Carmen se ha convertido, con el paso de los años, en una de las zonas turísticas más importantes de Lanzarote. Para muchos viajeros, Puerto del Carmen y sus playas, entre las que destaca Playa Grande, son el primer contacto con la isla. Ésta es una opción ideal para aquéllos que gusten disfrutar de unos días de sol y mar, rodeados de servicios y comodidades.

A los pies de montañas de fuego

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La isla canaria de Lanzarote conjuga naturaleza y ocio, modernos equipamientos y arquitectura tradicional.

César Manrique, el artista más universal de la isla, imprimió su huella imperecedera en los espacios de gran belleza y espectacularidad, esculpiendo la abrupta naturaleza de un paisaje eminentemente volcánico.

Ésta, la isla más oriental de Las Canarias, tiene la autosuficiencia de saberse, más que especial, única. Sus impresionantes paisajes volcánicos, a veces emulando la cara oculta de la luna, otras como lenguas de fuego congeladas en movimiento, convierten la ínsula en un prodigio de la naturaleza sin parangón.

César Manrique, el artista de Lanzarote

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La isla de Lanzarote aún llora la pérdida de su más fiel amante. Se han cumplido ya quince años desde que el artista César Manrique posó su mirada por última vez en la tranquila belleza de esta isla Canaria.

César se mantiene vivo, no sólo en el recuerdo de quienes tuvieron la fortuna de tratarle, sino en las numerosas obras en la ínsula, como un inconmensurable legado.

«Muchas veces la pintura se me queda limitada a medidas establecidas por limitados espacios. Por esta razón, la aplicación de toda la imaginación-arte la traslado a la monumentalidad en contacto con la Naturaleza»,

son palabras del célebre César Manrique, artista que, en su búsqueda de la libertad creadora, encontró en su Lanzarote natal inspiración y aliada.

Sus creaciones, en dispares parajes, comparten la energía y belleza de los paisajes a los que se suma.

El Parque Nacional de Timanfaya

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Lanzarote es una de las islas más antiguas del archipiélago Canario, y resume el paisaje volcánico como ninguna de las otras.

Hay un lugar en Las Canarias en el que uno puede disfrutar de lo más parecido a un paseo por la superficie lunar que pueda imaginarse. Hay que dejarse hechizar por sus abruptos parajes volcánicos y experimentar una visita de fantasía que uno querrá repetir una y otra vez.

Esta apariencia lunar, con abundancia de cráteres, barrancos y valles de lava solidificada, tiene su máxima expresión al oeste de la isla, en el Parque Nacional de Timanfaya, más de 5.000 hectáreas de ancestral tierra de volcanes. Todo un muestrario que concentra el ecosistema de una isla declarada Reserva de la Biosfera.

El vino de Lanzarote

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Los exploradores europeos de los siglos XVIII y XIX que llegaban a Lanzarote se quedaban boquiabiertos al entrar en camello por el paraje de La Geria.

Hoy, tres siglos después, el que visita este paisaje agrario siente la misma sensación de asombro que los antiguos trotamundos.

El barón Alexander von Humboldt (1769-1859), el naturalista más importante que ha visitado Canarias, hablaba de espectáculo imponente.

La creación del sistema de cultivo para la vid con la arena volcánica —lapilli— que ha dado lugar a este paisaje antrópico tan original, es una muestra de ello.

La puerta de entrada por el pueblo de Uga, al sur de la isla, por donde se inicia la ruta es, sin duda, la más impresionante, con un marco incomparable al fondo, el Parque Nacional de Timanfaya y el Parque Natural de Los Volcanes.

El sereno de la noche, conocido en Lanzarote como la tarosa, hace brillar la arena negra volcánica, y se aprecia la irregular geometría que forman los miles de arcos de piedra que configuran los cortavientos individualizados para cada planta.

Siguiendo por la LZ-30, que cruza La Geria, se encuentran higueras y árboles frutales, asociados también al cultivo de la vid. En el paseo por la zona se aprecia cómo las vides están plantadas en el fondo de agujeros amplios de hasta 5 metros de diámetro y una profundidad de 1 a 2 metros. Las raíces de la vid penetran en las capas donde encuentran alguna humedad.

Hoy, el paisaje de La Geria está siendo transformado para permitir el uso de medios mecánicos, pues la tradicional forma semicircular de la vendimia sólo era posible mediante un proceso manual.

Fuente: ABC