[Drog}> Entrevista con el científico que sabe por qué surge el amor. «Estamos predestinados para un tipo de persona»

28-11-2025

Carlos M. Padrón

Creo que este artículo se habla mucho de amor, pero sin distinguirlo del ‘enamoramiento’, fenómeno al que he llamado drogramor y por eso he resaltado en rojo la única mención a ‘droga’ que hay en el artículo.

Y echo de menos la mención a la posibilidad de escapar a esa droga aun cuando nos tenga sometidos, como hice en el caso real que describo en “Cómo zafarse del drogamor. Un caso verídico”.

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26-11-2025

Paula Corroto

El científico que sabe por qué surge el amor: «Estamos predestinados para un tipo de persona»

El doctor en Genética y Biología Celular, Miguel Pita, publica ‘El cerebro enamorado’, en el que explica las claves bioquímicas de lo que sucede cuando nos enamoramos y cuando llega la ruptura. En resumen: no existe libre albedrío

El científico Miguel Pita. (Carlos Givaja)

Enamorarse es un proceso bioquímico en el que suceden muchas cosas. Es complejo. Y para nosotros es incontrolable. Apenas decidimos nada. Ni de quién ni cómo ni cuándo nos enamoramos.

 Así lo cuenta el doctor en Genética y Biología Molecular, Miguel Pita,  (Madrid, 1976) en el libro ‘El cerebro enamorado’, un atractivo ensayo que, como el mismo dice al principio, está en las antípodas de la autoayuda. No, esto va de ciencia y no es ningún manual para el amor ni para el desamor. Pero entiendes mucho de lo que a todos nos ha pasado alguna vez.

Pita lo consigue porque aterriza una serie de dinámicas neuronales y moleculares que son complicadas. Aquí son las hormonas y los neurotransmisores (dopamina, oxitocina, serotonina, etc.) los que provocan el baile de Íñigo y Raquel, la historia ficticia a través de la que se sirve el científico para explicarnos esta cosa tan rara del amor.

Rara porque, además, es única en los humanos. A nosotros, en esto de enamorarnos sólo se nos acercan los topillos. Y es una cosa tan complicada como bonita: consigue poner a dos personas desconocidas e independientes a hacer algo a la vez. Y eso sólo lo logra el amor… O las uvas de Nochevieja.

PREGUNTA (P). Una de las cuestiones claves del enamoramiento es que lo sufrimos, lo vivimos o lo disfrutamos los humanos y eso nos diferencia mucho de los animales. De hecho, prácticamente sólo a los topillos les pasa lo mismo y crean parejas afectivas. Muchas veces humanizamos a los animales pero, precisamente en esto del enamoramiento, somos completamente distintos.

RESPUESTA (R). Por un lado, tenemos muchas cosas en común con los animales porque a veces no reparamos en que otros animales también establecen parejas y vínculos afectivos y sufren cuando no están con su pareja, pero claramente hay una parte del amor romántico humano que nos hace únicos porque en nuestro caso trasciende bastante más allá.

La prueba de ello, por ejemplo, es que podemos enamorarnos de parejas que no conocemos, como puede ser una estrella de cine, y que nosotros además profundizamos en la relación hasta unos niveles que sólo son accesibles para un cerebro muy desarrollado con el que, por ejemplo, podemos hacer planes de futuro.

P. Hay algo que está muy presente en el libro y que condiciona bastante el enamoramiento, que es el placer anticipatorio, es decir, el placer que nos da pensar en algo que creemos que va a suceder. Por ejemplo, la cita que vamos a tener con alguien amado. Ahora bien, no sé si es bueno o un poco una maldición porque “nos obliga” a buscar ese placer.

R. Efectivamente, a pesar de ser un placer, se le puede encontrar un lado un poquito perverso. De nuevo, es una capacidad singular de nuestra especie la de disfrutar con la imaginación o anticipando un placer que está por venir. Pero, es verdad, a la vez tiene dos aristas un poco perversas.

En primer lugar, que se agota cuando lo logramos. El estímulo que antes nos producía placer anticipado, de repente no lo produce. Y, en segundo lugar, es que nos arrastra a una búsqueda permanente de estímulos que lo producen y que necesitan ser renovados.

Nos tiene en una evolución o en un cambio casi continuo y, además, a distintas personas con distintas intensidades. Hay gente a la que esto afecta más que a otras personas y les tiene renovando sus inquietudes con un ritmo frenético.

P. Esto nos lleva directamente también a hablar del amor como adicción y otra vez en sentido positivo, pero también en el negativo. Porque puede ser como una droga… mala.

R. Sí, efectivamente, de nuevo el amor, que es algo que tenemos idealizado, tiene un lado doloroso. En este sentido, las adicciones se aprovechan de mecanismos como el del amor. Si queremos escribir un relato amoroso optimista sólo hablaremos del lado bueno, pero también estás expuesto a los peores momentos porque cuando estás con tu pareja sientes placer, pero cuando se aleja sientes ansiedad y dolor.

Así que sí, el amor, como una buena adicción, juega con esas dos cartas para mantenernos lo más cerca posible de nuestra pareja.

P. ¿Qué pasa en determinados cerebros que caen en esas relaciones en las que se les da estas migajitas de placer, pero luego viene la frustración? Es decir, migaja de placer, frustración, migaja de placer, frustración, dolor, y sin embargo, no se quiere cortar.

R. Es que el placer anticipado es muy adictivo. Si una situación nos produce placer anticipado, la buscamos recurrentemente. Pero todo lo que produce placer anticipado no lo produce de una manera continuada porque para ser placer anticipado tiene que ser puntual. Es justo lo que hemos hablado, ese lado perverso que tiene este tipo de placer.

P. Entrando un poco en materia, en el libro lo que cuentas desde el principio es que, cuando nos enamoramos, el cerebro comienza a cambiar y nos convertimos en otras personas.

R.Hasta cierto punto sí, aunque esto nos pasa constantemente. En nuestro cuerpo no debe quedar ni una sola célula de cuando éramos pequeños, estamos constantemente renovándonos. Pero nunca hay una renovación en el cerebro tan drástica como la que ocurre durante el enamoramiento.

En el cerebro hay una renovación muy drástica en la etapa de la adolescencia, el niño que uno es con 10 años es una persona distinta del adulto que es con 18, pero claro es muy progresiva.

Pero un cambio que realmente nos convierta en otras personas de la noche a la mañana no podemos encontrarlo más que en el amor o en un accidente cerebrovascular, que también a veces ha ocurrido, pero ahí estaríamos hablando de un proceso inesperado y accidental. En el amor es algo que no se sabe cuándo va a llegar pero que, antes o después, nos va a llegar.

P.  Pues vamos a entrar en la función que tienen las hormonas que están todo el rato pululando por este libro cuando surge el amor, como la dopamina, la oxitocina, la serotonina… Leyéndolo me surgió la pregunta de si al final son ellas las que realmente manejan nuestras vidas o tenemos algo de control. Quiero decir, ¿me enamoro porque es inevitable, porque las hormonas lo han querido?

R. Las hormonas y los neurotransmisores son las mismas moléculas, pero se definen de distinta manera y probablemente son los compuestos más determinantes en nuestro comportamiento.

Cuando cambian producen efectos en nuestra conducta a los que nosotros no tenemos acceso consciente. Así que sí, nuestro yo consciente es víctima de los efectos que tienen los cambios hormonales y neurológicos, eso es irremediable.

P. O sea que, verdaderamente, en el amor no hay libre albedrío. Nadie elige de quién ni cuándo ni cómo se enamora.

R. Yo creo que el amor es uno de los temas en los que es más fácil aceptar por cualquiera que no existe libre albedrío. Uno no sale por la calle y dice yo creo que esta semana me voy a enamorar, no lo decide y de hecho es una de esas situaciones en las que no tenemos un control consciente de lo que nos ocurre, pero a nadie parece molestarle. Porque lo encontramos interesante y utilizamos un lenguaje común, mágico que evidentemente se escapa completamente a nuestro control voluntario.

Nadie se enamora de quien decide enamorarse ni muchísimo menos, tanto es así que muchas veces nos enamoramos de personas que nunca serían las que elegiríamos con nuestra voluntad consciente.

P. Esto me lleva a preguntarte por una cosa que también me ha llamado mucho la atención y es que señalas (también hay otros estudios que lo han probado) que existe una especie de retrato robot de nuestra persona ideal, que es una idea como muy platónica, en nuestro cerebro. Y ésa es de la que nos enamoramos cuando la encontramos.

R. Sí, esto es algo realmente fascinante, porque de alguna manera estamos predispuestos a enamorarnos de determinado tipo de persona. Lo que pasa es que ese tipo de persona va cambiando; se va constituyendo a lo largo de la vida y, además, es un retrato robot que está lleno de artículos que no son sólo el aspecto físico.

Puede haber cosas que tengan que ver con sensaciones que nos producen en base a olores, en base a comportamientos, en base a expresiones. Es una lista de artículos a la que no tenemos acceso consciente, porque, si no, la conoceríamos y podríamos enumerarla, pero no sabemos cómo es, ni qué artículos tiene, ni acceder a ella, está en la caja negra del cerebro.

Es perfectamente inconsciente e involuntaria y, además, es cambiante, es mutable de una etapa de tu vida a otra.

P. Otra cosa importante del libro: para enamorarnos tenemos que estar en predisposición de enamorarnos (y esto tampoco es consciente).

R. Sí, es importante que no sólo tiene que aparecer la persona con los requisitos ideales, sino que además nosotros tenemos que estar en un estado fisiológico óptimo, hormonalmente óptimo.

Por ejemplo, nosotros no sabemos cómo es nuestra lista de la persona ideal, pero si aparece una persona que cumple los elementos de la lista una semana después de una ruptura o una enfermedad, pues a lo mejor pasa de largo.

P. ¿Por qué hay personas que son más enamoradizas que otras? ¿Tienen más retratos robots, tienen más tipos de personas ideales que otras?

R. En realidad es muy difícil saber por qué unas personas son más enamoradizas que otras, pero hay un tipo de persona muy enamoradiza, de los varios que puede haber, que en realidad lo que le pasa es que quiere vivir permanentemente, de nuevo y de manera inconsciente, en la renovación del placer anticipado.

Cuando pasa esa época en la que la relación con tu pareja es eufórica y se empieza a estabilizar se encuentran insatisfechos con el placer consumado.

Ése es un tipo de persona muy enamoradiza que cuando ya alcanza la madurez amorosa opina que ése es un motivo para renovar la pareja.

P. Pero luego hay personas que siempre están en pareja, o sea no con la misma, sino que sus rupturas son cortitas y enseguida renuevan el amor.

R. Hay personas por nuestra propia variabilidad, tanto genética como neurológica, que se inclinan a aprovechar mucho una etapa u otra del amor. Mientras una mayoría transitamos por las distintas etapas, hay otras que se aferran a un cierto tipo de amor más que otro.

En el libro hay un relato cronológico por el que muchos discurrimos con naturalidad, y a lo mejor vivimos todo el ciclo tres veces en la vida, no intensamente la etapa del placer anticipado que es la del amor romántico, mientras que otras personas se aferran mucho a esa etapa en concreto.

P. Según el libro, según la ciencia, enamorarse es muy difícil dos, tres, cuatro veces en la vida. Sin embargo, según la cultura (las películas, los libros, las canciones) parece algo muy fácil que sucede todo el rato, y no sé si es una contradicción que genera mucha frustración en nuestra sociedad.

R. Yo creo que no está claro si es muy fácil o muy difícil, pero es verdad que lo que hace el ser humano son muchos ensayos a lo largo de la vida de acceder a parejas. Hay una etapa muy larga de nuestra juventud en la que estamos muy expuestos a que se den las circunstancias para enamorarnos.

Después es más anecdótico, pero nada te impide enamorarte con setenta, con ochenta, con noventa o con lo que sea, pero en la juventud es muy raro no enamorarse más de una vez, con lo cual no es un evento súper frecuente, como, por ejemplo, alimentarnos, que lo hacemos varias veces al día, pero también le dedicamos mucha energía a ello en una etapa muy singular de la vida.

P. Lo que es evidente es que se tienen muchas más relaciones sexuales que enamoramientos porque se tienen sin estar enamorado o enamorada. Y si en las dos hay placer, ¿qué diferencia hay entre el amor y el sexo (cerebralmente hablando)?

R. El amor es un tipo de relación más avanzada que el sexo. El sexo es un tipo de relación afectiva-sentimental de impacto más bajo que el amor, pero mientras que puede haber sexo sin amor, es muy difícil creer que puede haber amor sin sexo.

Porque puede haber enamoramiento, pero, para consumar el enamoramiento, cuando ya es recíproco, hay relaciones físicas. Nadie quiere que en el amor no haya relaciones físicas. La especie humana, cuando se enamora, quiere que haya esos encuentros físicos, quiere contacto y, para que el enamoramiento alcance su cumbre, tiene que haber contacto físico; sin embargo, el contacto físico per se puede producir placer y que éste llame a las puertas del amor, pero no implica enamorarse, es decir, es una escala placentera mucho más baja y una escala de complejidad mental mucho más baja. Es un apego transitorio que puede durar horas y luego deshacerse, o puede abrir las puertas a que eso evolucione, eso depende de la situación.

 P. Las relaciones físicas con una persona de la cual estás enamorada, ¿se desean (inconscientemente) por una cuestión reproductiva o puede ser meramente placentera?

R. Los humanos todo lo hacemos por placer. La observación empírica nos ha explicado que, cuando tienes relaciones sexuales, puede acabar dando lugar a descendencia, pero eso no es evidente, es decir, el primer humano no sabía eso porque no es inmediato, entonces a nosotros la moneda con la que el cerebro nos paga es simplemente placer, punto.

Y si pensamos en otras especies, un animal mamífero cualquiera, un toro y una vaca que se aparean, se buscan por placer, no para tener descendencia. Pues nosotros, exactamente igual.

Otra cosa es que sepamos manejar la situación a nuestro antojo y podamos decidir que eso va a llevar asociado descendencia o no. El sexo nos da placer y eso ha sido útil para que nosotros tengamos descendencia, igual que comer nos da placer y ha sido útil para que nosotros sobrevivamos, es una razón evolutiva, pero la motivación humana es muchísimo más prosaica, nuestras motivaciones son siempre placenteras.

Es decir, es una más de esas estrategias de nuestro cerebro de que si lo hacemos nos premia con placer y si no lo hacemos nos premia con malestar.

P. Por cierto, ahora que hablas de malestar, ¿por qué muchas veces después del orgasmo, que es un estallido gigante de placer, hay tristeza o una sensación de bajón?

R. Porque hay una renovación muy grande de la neuroquímica, entonces hay una desaparición de la euforia. Esta desaparición a veces crea una sensación de vacío, es decir, va asociada a otro tipo de placer, a un placer calmado.

Pero lo que hay es un apagón de la euforia. Es como si tú haces una fiesta en tu casa y, cuando se va todo el mundo, dices, qué bien me lo he pasado, pero hay un vacío y esa sensación a veces se puede interpretar en el cerebro como tristeza, incluso arropado por un placer consumado, es decir, disfrutando a gusto. Es simplemente una instantánea sensación de pérdida de algo.

P. Antes hablábamos un poco del tema de la adicción y, comparando las adicciones y el amor, yo quería preguntarte también qué ocurre con las obsesiones. ¿Qué sucede en el cerebro cuando se da un salto hacia ese lado oscuro y ya no es amor sino obsesión?

R. La homeostasis o la regulación de la neurofisiología es muy dedicada y hay muchas moléculas en juego y cuando de algo hay un cierto desequilibrio de dosis los resultados tienden a ser exacerbados. Hay gente que en cualquiera de las etapas del amor las vive con un despliegue de comportamientos que parece patológico.

Hay que tener en cuenta que la forma constitutiva de funcionar durante el amor es obsesionarte con tu pareja, es decir, es ecualizar las señales que entran en tu cerebro sobre tu pareja para darle prevalencia. Imagínate que a eso le aumentas un poco la dosis, enseguida sale algo que tiende a la aberración. En un enamoramiento sano y natural nuestra obsesión ya de por sí es grande, por lo que por poco que la exacerbes ya va a resultar levemente aberrante.

P. Por cierto, en el libro hablas de una pareja, hombre-mujer, pero te centras más en el hombre. ¿Existen diferencias en el enamoramiento entre hombres y mujeres?

R. En el libro al final tuve que ir inclinándome más hacia un personaje, me pareció más honesto para poder opinar o dibujarlo con un poquito más de base por mi experiencia.

Hay ciertas diferencias entre los sexos, pero no es uno de los comportamientos en los que las diferencias son más notables, es decir, todo lo que se relata en el libro que es la bioquímica básica del enamoramiento es común en hombres y mujeres.

Sí que es verdad que las mujeres tienden a apoyarse más durante la etapa del amor maduro en el placer producido por la oxitocina, y los varones por otra hormona, otro neurotransmisor, que es la vasopresina, pero hacen funciones muy parecidas.

P. Te lo preguntaba por si se dan en la primera etapa más exaltación en el hombre o en la mujer por estar con la persona amada.

R. Las diferencias individuales son más grandes que las diferencias que hay entre los sexos. Es decir, puede haber más diferencia entre un hombre y otro hombre, una mujer y otra mujer de lo que encontramos entre hombres y mujeres.

Y, dentro de que hay notables diferencias individuales, los que cambian mucho de pareja o los que tienen una pareja muy estable, son diferencias individuales que existen en el amor, pero dentro de que a todos nos afecta y todos pasamos por las mismas etapas.

El enamoramiento lo vivimos todos de una manera muy parecida. Somos súper dispares los seres humanos. Nuestro cerebro es muy plástico, pero estamos todos sometidos a pasar por los mismos problemas. En lo básico somos muy parecidos.

P. Llegando ya al momento final del libro surgen dos caminos tras el amor romántico, eufórico. Uno es el amor estable, maduro y que puede durar, y otro es la separación. También es cuando aparecen estas moléculas del malestar cuando uno ya va notando que la cosa no funciona, no fluye. El tomar un camino hacia el amor reposado, maduro, estable o separarse y que aparezcan estas moléculas que nos incomodan, ¿es azaroso? ¿Es algo, como enamorarse, también inevitable?

R. Hay un componente de azar grande, pero generalmente las rupturas surgen porque el placer recibido, sea anticipado o sea consumado, para uno de los miembros es insuficiente. Eso abre las puertas a que empiecen los problemas.

Hay gente para la que, cuando el placer anticipado no decae, como comentábamos antes, ya encuentra que necesita renovar esa situación. Y hay gente a la que, con el paso del tiempo, el placer consumado le resulta insuficientemente satisfactorio. Y ahí es donde se abren la mayoría de las brechas.

P. Y reenamorar, es decir, reactivar eso cuando se está en caída es prácticamente imposible.

R. Cuando se cierran ciertas puertas biológicas es muy difícil volver a abrirlas. No es imposible, pero es cuando uno se encuentra en la situación más adversa.

P.Como cuentas en el libro, cuando se produce el enamoramiento surge todo este cambio en el cerebro, estas reformas, un nuevo andamiaje… Imagino que en el desamor hasta que todo eso se desmonta en el cerebro… Por eso se tarda un tiempo en volver a recuperarse.

R. Sí, el cerebro y las células en general, pero, en este caso, las neuronas están muy acostumbradas a montar y desmontar receptores. Es algo que ocurre de manera completamente natural en muy distintas partes de nuestro cuerpo.

Pero superar el desamor lo que requiere es exactamente eso, es decir, recuperar el estado previo de disposición fisiológica, de cómo estaban las células antes. Eso requiere que las neuronas se den cuenta de que están dejando de recibir una señal o recibiéndola demasiado.

P. Es decir, aunque nosotros ya lo sepamos y estemos sufriendo, nuestro cerebro se tiene que enterar de que ya no le quieren. Y eso tarda.

R. Sí. Cuando ya pasa mucho tiempo en el cual las neuronas están recibiendo esas señales que se traducen en nuestras sensaciones de malestar, empiezan a retirar receptores para que no sea tan constante, tan persistente, esa señal de malestar que están recibiendo.

Y eso es precisamente lo que necesitamos que ocurra para superar un desamor. Es decir, tiempo para que las neuronas se enteren de que estás pasando demasiado tiempo incómodo. Por eso se dice, y es perfectamente cierto, que el desamor se cura con tiempo.

Y luego hay otra cosa muy importante que también se dice en la cultura popular y que es lógico, y es que se cura con distracción. Es muy difícil, porque es muy persistente y, además, la incomodidad se está sintiendo en un centro de placer, por lo que es doloroso, pero si conseguimos poner nuestra atención en otra cosa, el tiempo de desmontar la señal de incomodidad se nos va a hacer más corto.

P. Para terminar, Miguel, normalmente se dice que el cerebro apenas ha cambiado en los siglos, milenios que llevamos en este mundo. ¿El amor tampoco, el enamoramiento? ¿Los prehistóricos se enamoraban igual que nosotros?

R. Yo creo que ha habido una leve progresión. Una leve evolución continua que lo ha cambiado sutilmente. El enamoramiento, tal cual lo conocemos, es característico del sapiens sapiens cuando ya tenía las capacidades que tenemos ahora. No creo que tenga millones de años, sino cientos de miles como mucho.

Es decir, creo que no se puede hablar de un amor como el nuestro si no se tiene, por ejemplo, dominio del lenguaje que permite la creación de ideas abstractas y proyección de futuro. Los homínidos más primitivos probablemente tuviesen una proyección de futuro muy limitada.

¿Cuándo surge el amor? Yo no lo sé y creo que no podemos hacer más que aventurarnos a decir algo que puede ser equivocado porque nadie debe saberlo. Pero cuando ya los restos fósiles y arqueológicos nos indican una cierta sofisticación de creaciones de grandes grupos, de conflicto entre grupos, relaciones intragrupales, ahí es cuando se ve que ya el ser humano era realmente tan sofisticado como ahora y podía hacer ese tipo de planes, establecer ese tipo de comunicación abstracta que está muy asociada a la autodiferencia del amor humano del vínculo de otros animales.

P. Y para terminar, ¿es el amor lo que nos hace ser monógamos? Aunque ahora mismo ya se hable de todo tipo de relaciones…

R. Sí, yo creo que nosotros, que durante largas etapas de nuestra vida somos monógamos sociales, lo somos por el enamoramiento.

Lo que es realmente singular del enamoramiento es que es un mecanismo para mantener muy cerca un cuerpo de otro, un ser independiente de otro. Y eso es lo que más se parece a una relación monógama posible.

P. Sí, y además hay una cosa que dices en el libro que me parece muy bonita y no somos conscientes de ella, y es que el amor pone a dos personas de acuerdo para hacer algo a la vez. Con lo difícil que es eso para casi todo. El amor o las uvas de Nochevieja.

R. Claro. Eso es muy difícil. Por eso tiene que ser tan poderoso el amor, porque, si no, qué difícil es coordinar las intenciones de dos seres independientes que tienen distintas voluntades. Para sincronizarlos necesitamos que tengan una atracción fortísima.

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14-02-2023

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Entender el amor ha sido un reto desde siempre para poetas, artistas, filósofos y místicos. Desde ahora, también lo es para la neurobiología

Es un reto, muy especialmente, para la persona anónima que en su vivencia particular se enfrenta de cara, y muchas veces indefensa, al temido y a la vez soñado enamoramiento. Recientemente la Ciencia, especialmente la neurobiología, se ha dejado seducir por la complejidad de este reto, aportando desde su enfoque amplios y novedosos conceptos.

La neurobióloga y antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers en Estados Unidos, es una de estos científicos centrados en desvelar los misterios del enamoramiento desde la perspectiva biológica.

En sus investigaciones se han podido ir definiendo algunos de los procesos de activación cerebral, los perfiles de neurotransmisores y las rutas cerebrales involucradas en el fenómeno del amor de pareja.

Según la Dra. Fisher, podríamos diferenciar tres períodos en este proceso: la etapa de la atracción sexual, la del amor romántico y la del apego, sin que necesariamente tengan que ir en este orden.

En forma muy sucinta y a grandes rasgos, podríamos decir que en la primera etapa compartimos las mismas rutas que se activan en el apareamiento de los animales. Esta atracción sexual estaría estrechamente vinculada con las hormonas sexuales (estrógenos y testosterona), que aumentarían tanto el impulso de búsqueda de la pareja, como el deseo sexual.

El aumento de estas hormonas produce también sensaciones de bienestar, buen ánimo, optimismo y productividad; en el caso contrario, si las cosas no han salido bien, ansiedad, obsesión y depresión.

Por otra parte se aumenta la secreción de catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) neurotransmisores del estrés, que serían los responsables de las sensaciones de estar en alerta y por lo tanto más atentos, más despiertos, para «atrapar» a esa pareja. Al tiempo que aumenta la frecuencia cardiaca, aumentan los glóbulos rojos, la presión arterial, la capacidad muscular y la dilatación de la pupila, entre otros signos y síntomas.

Otro fenómeno reseñable, también mediado por la activación del hipocampo cerebral, sería la disminución de la serotonina. La serotonina es un neurotransmisor que podríamos describir como “estabilizador del humor”, que al estar más bajo en el lóbulo frontal, nos explicaría comportamientos poco racionales y alocados. En pocas palabras, ese amor “ciego” que no atiende a razones ni conveniencias.

En la segunda etapa, la del amor romántico, se activan otras áreas cerebrales que se pueden superponer a las activas en la primera etapa. En la atracción sexual el impulso de búsqueda no necesariamente está limitado a una sola persona, pero en el paso hacia el amor romántico suele asentarse el proceso en una sola pareja.  Según el antropólogo Eibl-Eibesfeldt, en sus investigaciones, en 853 culturas el 90% de las parejas son monógamas, y aunque en el 44% de esas culturas se permite la poligamia solo un 10% la ejerce.

Por esto podríamos afirmar que la monogamia es la modalidad predominante entre los seres humanos. Sin embargo existe un un sector de la población que se queda en la etapa de la atracción sexual sin decantarse por una única pareja. También puede pasar que las parejas no evolucionen en estas etapas a la misma velocidad o que no estén coordinadas en el proceso y esto fomentaría el cambio de parejas.

Esta segunda etapa activa es lo que denominamos el “circuito del amor”, es decir: circuitos de recompensa y placer vinculados con la reproducción y con otros centros de regulación de lo instintivo y la supervivencia. En esta etapa es protagonista la dopamina, neurotransmisor involucrado en las adicciones. En lenguaje común sería como la “anfetamina” que aumenta la atención hacia esa única persona, creando así la dependencia y la obsesión. Por lo que si llegase a faltar esa pareja se desencadenaría un pequeño “síndrome de abstinencia”.

Asimismo, se mantiene la noradrenalina con todo su cortejo de agitación y la serotonina continua baja reforzando pensamientos obsesivos y repetitivos. Esta etapa suele durar un año y medio y suele pasar espontáneamente a la siguiente, ya que todos estos cambios químicos no pueden permanecer tanto tiempo en el cerebro. De hecho, muchas separaciones ocurren precisamente al finalizar este periodo, ya que muchas personas interpretan el nivel alto de dopamina como la “llama del amor” y su baja natural el fin del amor.

En la tercera etapa caen los niveles de dopamina, por lo que baja la obsesión y empiezan a activarse otras áreas en el sistema límbico, especialmente vinculados con la serenidad y la calma. Los neurotransmisores involucrados son la oxitocina y la vasopresina. La oxitocina predomina en las mujeres y está asociada a los sentimientos de confianza, empatía y vínculo: aumenta su producción en el orgasmo femenino, durante el parto y la lactancia.

La vasopresina, por el contrario, predomina en el hombre y produce efectos similares de apego, ternura, unión emocional, sensación de apoyo y descanso asociados a la pareja. En esta etapa también se liberan endorfinas, otros neurotransmisores que ayudan a mitigar el dolor y a desencadenar sensaciones de satisfacción y bienestar.

Esta etapa se alarga en el tiempo y puede reactivar en forma cíclica las otras etapas. Sin embargo, si no se ha producido esta unión emocional profunda para el momento de los cambios en los neurotransmisores, la relación puede enfriarse y desencadenar separaciones.

Esta ventana hacia el entendimiento neurobioquímico del comportamiento humano es apasionante y aporta claves interesantísimas en nuestra búsqueda de la salud y la felicidad, sin embargo la clave del éxito en el amor probablemente trascienda este conocimiento y nos obligue a seguir trabajando y esforzándonos, hombres y mujeres, en el entendimiento mutuo.

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[Drog}> Qué le hace el amor a tu cerebro

31/12/2022

Qué le hace el amor a tu cerebro

Hay muchos tipos, pues amamos a la persona con la que compartimos nuestra vida pero también a nuestros amigos, y cada uno de ellos produce algo en nuestro interior

Cualquiera conoce la sensación: pulso acelerado, mariposas en el estómago, sentirse especialmente consciente de uno mismo delante de la persona elegida para evitar cometer alguna tontería, pensar todo el rato en ella y, por supuesto, una extraña euforia que no te deja comer, dormir o pensar.

Es el amor, quien lo probó lo sabe, y además de golpear a nuestro corazón también hace otras cosas en nuestro cuerpo.

Resulta que enamorarse se corresponde con la liberación de sustancias químicas cerebrales clave de ciertas regiones del cerebro, y una de ellas es el hipotálamo.

Según informa ‘Live Science’, esta región multifuncional del tamaño de una almendra en lo profundo del cerebro libera la hormona oxitocina, también conocida como ‘hormona del amor’, que promueve la vinculación y se libera en otras ocasiones como durante el parto, la lactancia o los orgasmos.

Pero quizá es importante aclarar antes qué entendemos por amor, si tenemos en cuenta que los griegos tenían seis palabras para los diferentes tipos: desde la pasión sexual a la amistad o un profundo cariño por la humanidad.

Probablemente estaban más acertados, teniendo en cuenta que no todo el amor se ve igual en el cerebro y los diferentes tipos de amor, como el amor romántico, el vínculo de los padres o el afecto de amigo a amigo, son bastante distintos.

Aunque eso sí: todos estos sentimientos involucran el mismo químico cerebral hasta cierto punto, no todos provienen de las mismas neuronas o células nerviosas en el cerebro.

Por ejemplo, el amor romántico proviene de las neuronas magnocelulares o más grandes del hipotálamo, mientras que otras formas de amor, como el afecto por la pandilla, provienen de las neuronas parvocelulares o más pequeñas.

Y una reciente investigación publicada en ‘Neuron Journal’ reveló otra razón por la que el amor romántico abruma los sentidos: enamorarse libera de 60.000 a 85.000 moléculas de oxitocina en las neuronas magnocelulares. Esto es significativamente más que en las neuronas más pequeñas, que liberan de 7000 a 10 000 moléculas.

Una vez liberadas, las moléculas de oxitocina del amor romántico y del amor vinculante actúan de manera diferente. Cuando la oxitocina sale de las neuronas magnocelulares (las células de oxitocina del amor romántico), ingresa al torrente sanguíneo y al líquido cefalorraquídeo circulante.

Dondequiera que se encuentren células que tienen receptores de oxitocina (glándulas suprarrenales, útero, senos y cerebro), se unen y activa esos receptores.

La respuesta del receptor varía según el órgano, pero incluye la lactancia, la supresión de la respuesta al estrés y los sentimientos de amor, incluido el apego y la euforia.

En definitiva, un gran amor inunda todo el cerebro y nos hace ver el mundo de color rosa y a la persona que es nuestra media naranja como el individuo perfecto.

Pero cuando estás con un grupo de amigos se libera una cantidad mucho menor de oxitocina, porque necesitamos juzgar con mayor objetividad si la pandilla nos cubrirá las espaldas.

Cuando la oxitocina sale de las neuronas parvocelulares (las células de oxitocina del amor platónico), sólo se envía a sinapsis específicas en el cerebro y no baña el cerebro ni ingresa al torrente sanguíneo.

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