04-06-2025
Carlos M. Padrón
Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres son ficticios.
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Candelaria y Amelia eran dos vecinas que, aunque sus casas estaban no muy distantes, sí lo estaban lo suficiente para que el habla entre estas vecinas tuviera que ser a gritos. Aún así, la practicaban a diario porque Candelaria, cuya vivienda estaba más alta que la de Amelia, sabía a qué hora salía Amelia a barrer su patio, y entonces Candelaria salía al suyo para intercambiar, a gritos con Amelia, las novedades del día.
En uno de estos intercambios, que escuchaban todos los vecinos, Candelaria, un tanto excitada, le dijo a su vecina:
—Amelia, ¡ya mi hija fue a París!
En el lenguaje represivo de la época, esto quería decir que su hija había tenido la primera regla.
Y, para rematar, Amelia añadió:
—Y la cabra me dio ayer más de dos litros de leche. ¡Esta cabra mía es una eminencia!
