10-07-2023
Carlos M. Padrón
Pocos lo conocen por ese nombre, pues entre los muchachos de nuestra época le hemos llamado siempre Pancho, y desde que fue mayor lo llamaron Berto.
Cuando ayer, domingo 09-07-2023, sufriera en la playa del Puerto de Tazacorte un paro cardiorrespiratorio, fue trasladado al Hospital General de La Palma donde falleció a las 2 de la tarde de ese mismo día, triste noticia que pronto supimos por llamada de su esposa Eyilda.
Desde que éramos quinceañeros (nacimos el mismo año) Berto y yo fuimos amigos, y juntos vivimos varias correrías y anécdotas. Ya de vuelta yo en Canarias, nos vimos con frecuencia en visitas a nuestros domicilios o en comidas o celebraciones de cumpleaños.
Alto, delgado, tiposo y guapo resultaba atractivo para las muchachas de El Paso que entre ellas lo llamaban “El sheriff”
Su sentido del humor era tan proverbial como su timidez. Cuando contaba algo que sonara a chisme, solía usar una frase que, según me dijo, era propia de un viejo “filósofo” de su barrio: “Lo digo como me lo dijeron; si miento es por boca de otro”.
A comienzos de 1957, atravesando La Cumbre Nueva, que recorre la isla de norte a sur como si fuera su columna vertebral, Berto y yo fuimos caminando desde El Paso a Breña Alta a ver los desastres que una tromba marina había causado en sólo una noche. Pernoctamos en La Breña, en casa de mi familia y, al día siguiente y siempre caminando, continuamos a Santa Cruz de La Palma donde el atractivo y timidez de Berto dieron lugar a una frase lapidaria.
Cuando bajábamos por la acera de una calle, y por la contraria subía una muchacha de muy buen ver, ésta, sin disimulo alguno, clavó sus ojos en Berto. Pero como él evitó la mirada, cuando ya la muchacha hubo pasado detuve a Berto tomándolo por un brazo y, bastante molesto, le dije:
—¿Cómo es posible que hayas tratado así a esa muchacha? ¿¡No se te ocurrió hacer otra cosa!?
Su respuesta, sin inmutarse, dicha sin alterar su marcha y con la sonrisa pícara que adoptaba casi siempre, fue:
—Me miró, la miré; nada me dijo, nada le dije.
Y los fines de semana del verano de ese año 1957 decidimos ir a Tazacorte a “enregar” (término que usaba él para referirse a pasear dando vueltas dentro de un mismo recinto, como una plaza) con muchachas de ese pueblo, pues nos resultaban más extrovertidas que las de El Paso. Tanto él como yo conseguimos, cada uno, una que nos gustaba, aunque la relación durara sólo ese verano.
Eyilda, Berto, Chepina y yo en enero de 2019, en el 80° cumpleaños de Berto
Desde hace años comenzó a sufrir de varias afecciones, pero después de haber cruzado bromas por teléfono con él hace muy pocos días, la noticia de su inesperada muerte ha sido más dura para mí.
Buena persona y mejor amigo, fue el único hijo varón que tuvieron sus padres y, tal vez por añoranza de no haber tenido hermanos, varias veces le escuché decir que, si de él dependiera, no tendría un solo hijo, sino más de uno. Y vaya si lo logró: tuvo seis.
Desde aquí hago llegar nuestro pésame para todos ellos y sus descendientes, y en especial para nuestra amiga Eyilda.
Que descanses en paz, querido amigo Berto.
