En un convento, la madre superiora encontró sobre el piano un profiláctico completamente desenrollado.
Reunió a todas las monjas y preguntó quién era la responsable de esto. Una monjita humildemente respondió:
― Yo fui, Madre.
― ¿Y por qué lo hizo, hermana?
― Yo venía caminando y encontré un paquetito que parecía no tener dueño ― contestó la hermanita―. Entonces lo tomé y al abrirlo vi que tenía escrito: «Abra, desenrolle y coloque sobre el órgano.», y, como no tenemos órgano, lo coloqué sobre el piano.
