Un anciano judío es internado en el sanatorio «La Pequeña Compañía». Una monja, que era la superiora, le pregunta:
—¿Quién se hará responsable del pago de las facturas y gastos que requiera su internado?
El judío anciano piensa un instante y dice:
—La única persona allegada a mí es una hermana vieja y solterona que se convirtió al cristianismo y ahora es monja
—¡Un momento! —replica la superiora—. Nosotras no somos solteronas, ¡¡¡estamos casadas con Cristo!!!
—Bueno —concluye el anciano judío—, en ese caso, ¡¡¡envíenle la cuenta a mi cuñado!!!
