Dice ella:
—Quiero estar contigo el resto de mi vida.
Replica él:
—¡A mí no me amenaces!
Cortesía de Charo Bodega
Dice ella:
—Quiero estar contigo el resto de mi vida.
Replica él:
—¡A mí no me amenaces!
Cortesía de Charo Bodega
El Paso. Comienzan las obras para la conservación del Pino de la Virgen
Con una edad cercana a los 800 años, este ejemplar, declarado Bien de Interés Cultural, es el pino canario (Pinus canariensis) más antiguo del mundo, y el árbol más antiguo de Canarias.
10/03/2018
David Sanz
En abril regresa a La Palma esta pieza de la legendaria embarcación La Verdad, que se hundió en el Caribe en 1899 y conservaba un ciudadano estadounidense.
La historia naval de La Palma tuvo una de sus épocas más gloriosas en el último tercio del siglo XIX. No en vano, durante esa época la isla vivió un renacer económico y social a la par que artístico e intelectual, que se ha dado en llamar el Siglo de Oro de La Palma.
No fue ajeno a este movimiento la recuperación del comercio americano, especialmente con Cuba, lo que provocó a su vez una etapa de esplendor de la construcción naval en la isla de La Palma. Costumbres que se han ensamblado en la cultura isleña como el tabaco o el punto cubano, que tienen su origen en aquellos movimientos migratorios.
En el siglo XIX, La Palma tuvo una intensa emigración golondrina, de braceros que iban a Cuba a trabajar en la zafra del azúcar, volviendo a la Isla al carecer de intención de arraigo. La intensidad de aquellos movimientos anuales hizo que en la Isla se desarrollase una intensa actividad naval, tanto de construcción de veleros para el transporte de personas y mercancías a ambos lados del océano, como de casas consignatarias que explotaron hábilmente este mercado.
El asentamiento desde finales del siglo XVIII de la familia Arozena en Santa Cruz de La Palma dotó a la isla de una saga de constructores navales que desarrollaron una intensa actividad de carpintería de ribera, llegando a botar barcos de más de 500 toneladas.
Una de las embarcaciones que adquirieron mayor fama en aquellos años fue el bergantín de tres palos La Verdad, botado en la rada de Santa Cruz de La Palma en 1873, con setecientas toneladas y una eslora de cuarenta metros. Su diseño fue obra de Sebastián Arozena Lemos, posiblemente el más aventajado constructor naval que ha dado La Palma. Este bricbarca fue encargada por la sociedad Juan Yanes e Hijos, para dar servicio a la línea con el Caribe y América.
La Verdad fue realmente célebre en la época, ya que llegó a hacer el trayecto entre La Palma y La Habana en 18 días. Pero los tiempos de gloria de este velero acabaron en 1899 en la costa de Bermuda, cuando la nave embarrancó en un bajo y se fue a pique. Pero la historia de aquel velero, al que un poema escrito en Cuba lo calificó como La Reina de Los Mares, no acabó ahí. Se salvó su tripulación, la mercancía (pipas de aguardiente) y parte del equipamiento de la nave.
Entre los supervivientes al naufragio estaba la campana de La Verdad, de casi 40 centímetros de altura, forjada en bronce con su nombre y fecha de botadura grabados. Esa campana volvió de la niebla de la historia de la mano de Thomas Cox, un abogado y marino estadounidense, quien la compró en un anticuario en 1979 y la ha mantenido desde entonces en su poder.
A lo largo de las últimas décadas, Thomas Cox, ciudadano estadounidense que vive en Portland, en el estado de Maine, en la costa este estadounidense, le ha intrigado el origen de la campana, de la que sólo tenía un nombre en castellano y una fecha. Finalmente, en el Museo Peabody Essex, de Massachusetts, halló la respuesta al encontrar el nombre de La Verdad entre los barcos asegurados por la compañía británica Lloyds.
En ese momento, Thomas Cox concibió su plan de devolver la campana a su lugar de origen. Enterado de que un barco de época, el galeón Andalucía, atracaría en 2015 en Portland, contactó con la Fundación Nao Victoria, propietaria de la embarcación, para devolver la campana a un museo marítimo en Canarias.
Al saltar la historia a internet, desde el Museo Naval de La Palma se contactó con Thomas Cox para abrirle la puerta de la isla de origen de la campana y ofrecerle un nuevo hogar en esta institución museística.
Desde hace dos años y desde la costa estadounidense, la campana de La Verdad ha iniciado la singladura final de vuelta a su isla natal, 120 años después del naufragio que acabó con aquel magnífico bergantín. Así, a partir del próximo mes de abril, la campana La Verdad vuelve a La Palma para formar parte de la colección del Museo Naval de Santa Cruz. Llegará a bordo de una réplica de la carabela Santa María de Colón, que ha construido la Fundación Nao Victoria en Huelva con motivo del 525 aniversario del viaje del Descubrimiento.
La campana se convertirá en una de las piezas destacadas de la colección del Museo que alberga el Barco de la Virgen, la reproducción insular de la carabela colombina, obra además de Armando Yanes, sucesor de aquella casa consignataria Hijos de Juan Yanes que encargó en las postrimerías del siglo XIX la construcción de La Verdad.
Un viaje de 120 años, siempre a vela, para devolver La Verdad a su hogar, una peripecia que sólo es posible en una isla como La Palma, donde tradición e historia se anudan como un buen cabo marinero.
Muere monseñor Elías Yanes, el obispo del diálogo y la reconciliación
Fue uno de los primeros obispos que propuso un «Pacto de Estado» educativo. Hijo de una familia de modestos campesinos, nació en la Villa de Mazo (La Palma) el 16 de febrero de 1928.
08-03-2018
La palabra feminismo no es un antónimo de machismo.
En los medios de comunicación no es infrecuente encontrar frases en las que esos dos términos se usan como opuestos: «Afirma que no es machista ni feminista, sino que busca el equilibrio».
Según el Diccionario Académico, feminismo es el ‘principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre’ y el ‘movimiento que lucha por la realización’ de esa igualdad.
Por su parte, la misma obra define machismo como ‘actitud de prepotencia de los varones respecto a las mujeres’ y ‘forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón’.
Como puede apreciarse en las definiciones, no se trata de dos términos equiparables, ya que, mientras que el feminismo es la búsqueda de la igualdad entre sexos, el machismo supone una preponderancia del varón.
Para cubrir ese hueco semántico, el de una palabra que aluda a una defensa de la superioridad de la mujer sobre el varón, se emplea en ocasiones el término hembrismo.
Se trata de una voz correctamente formada y que se emplea en ocasiones como par lingüístico de machismo. Sin embargo, mientras que machismo designa tanto una actitud como una estructura social históricamente asentada, el hembrismo no se define como un sistema con existencia real, sino meramente como la actitud particular de algunas personas que abogan por la prevalencia de las mujeres sobre los hombres.
No obstante, muchos colectivos rechazan el término, pues entienden que se emplea de forma peyorativa para atacar los postulados feministas y que designa una realidad que no existe.
Conviene subrayar que la voz hembrismo, que está adquiriendo ese significado en los últimos tiempos, tiene otro menos usual y restringido a los campos de la psicología y la sociología. En concreto, algunos especialistas emplean esa voz para aludir a una exagerada actitud de sumisión, pasividad y resignación frente al hombre.
¡La que se va a liar cuando Dios quiera jubilarse y le digan que sólo cotizó seis días!
Cortesía de Charo Bodega
07-03-2018
El verbo requerir, con el significado de ‘necesitar algo’, se utiliza normalmente sin la preposición de («requerir algo»), aunque se está extendiendo su uso, también válido, con de («requerir de algo»).
En los medios de comunicación pueden verse frases como
Como señala el Diccionario Panhispánico de Dudas, requerir es un verbo transitivo cuando tiene el significado de ‘necesitar algo’. Sin embargo, si va seguido de la preposición de pasa a ser intransitivo. El origen de este doble uso está en la analogía que se establece con el verbo necesitar, que admite ambas opciones.
De esta manera, los tres casos anteriores son válidos.
—¿Y qué llevarás puesto? ¿Cómo te voy a reconocer?
—Verás entrar a un tipo y dirás “¡Dios, que no sea ése!”. Pues ése.
Cortesía de Charo Bodega
08-03-2018
En el artículo que copio abajo se señala que «como la palabra sharía incluye una secuencia consonántica ajena al español —el dígrafo sh— lo apropiado es escribirla en cursiva».
¿No se dice que el idioma es algo vivo, que cambia constantemente, y que tiende a enriquecerse? Entonces, si en él no existe el dígrafo sh, ¿por qué darle la espalda y no aceptarlo, cuando, para enriquecer el idioma, deberia aceptarse e incluirse como un sonido nuevo? ¿Qué hay de malo en eseo?
Tal vez sea por aquello de que «el aparato fonador de los españoles no está preparado…». Pues por ese camino nunca lo estará.
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28-02-2018
‘Sharía’, con tilde y en cursiva
La transcripción sharía, en cursiva y con acento en la i, es la recomendada para aludir a la ley islámica.
En los medios de comunicación no es raro encontrarse con esta voz escrita de multitud de formas:
Este término ha sido incorporado al Diccionario Académico en su versión 23.1, de 2017, con el significado de ‘ley religiosa islámica reguladora de todos los aspectos públicos y privados de la vida, y cuyo seguimiento se considera que conduce a la salvación’. Se trata de un nombre común que no necesita mayúscula.
Dado que sharía no es una voz tomada directamente de otra lengua, sino una transcripción a partir de un alfabeto no latino, se recomienda acentuarla si se desea preservar la pronunciación original, aunque también es válida la forma sin tilde, que se pronunciaría con la primera a tónica, en lugar de la i: sharia.
Por otra parte, como incluye una secuencia consonántica ajena al español —el dígrafo sh— lo apropiado es escribirla en cursiva o, si no se dispone de este tipo de letra, entre comillas.
Así, en los ejemplos anteriores habría sido más adecuado
«No veía ninguna contradicción entre defender la libertad y vivir de acuerdo con los principios de la sharía»,
«Las mujeres añaden un grito por el fin de la sharía» y
«Tracia: la única región de Grecia que aplica la sharía».
También puede optarse por ley islámica, variante preferible a ley musulmana, pues esta última voz remite con más precisión a los seguidores del islam.