[*Opino}– Otra perla de los ‘doctos, estudiosos y respetuosos’ periodistas

17-02-15

Carlos M. Padrón

Casos como los del artículo que copio abajo no dejan de impactarme y llenarme de incredulidad porque, ¿dónde tienen la lógica, o los estudios del idioma español, o el respeto por el público lector, los «profesionales» que cometen estos errores, de quienes cabe suponer que son periodistas y, por tanto, el idioma es su principal herramienta de trabajo?

Carlos Andrés Pérez, el famoso CAP, quien fuera presidente de Venezuela, usó una vez la expresión autosuicidio, y por ello fue objeto de muchas burlas, pero él no era periodista sino político, y, salvo pocas excepciones, de éstos, como es archisabido, no se puede esperar ni educación superior —a veces ni media— ni cultura.

~~~

17/02/2015

La expresión autoatribuirse algo resulta redundante, ya que en este caso tanto el elemento compositivo auto- como el pronombre se cumplen la misma función: indicar que la acción de atribuir recae sobre el propio sujeto.

No obstante, en los medios de comunicación es frecuente leer frases como

  • «El grupo se autoatribuyó los atentados»,
  • «La Sala Tercera del Tribunal Supremo se autoatribuye la potestad de exigir que el indulto se motive» o
  • «La Junta acusa a la jueza de autoatribuirse competencias».

En todos esos casos habría sido preferible optar por el verbo atribuirse sin necesidad de añadirle el prefijo auto-:

  • «El grupo se atribuyó los atentados»,
  • «La Sala Tercera del Tribunal Supremo se atribuye la potestad de exigir que el indulto se motive» y
  • «La Junta acusa a la jueza de atribuirse competencias».

El elemento compositivo auto- sí que es preciso para completar el sentido de la expresión en el sustantivo autoatribución, que no va acompañado del pronombre se: «Critican la autoatribución de poderes por parte del alcalde».

Fuente

[Hum}– Una buena excusa, y muy actual

En la tarde, a la salida de su oficina y en medio de un gran aguacero, un empresario que vuelve a su casa en su auto ve en la parada de autobuses a una bella mujer. Detiene el auto frente a ella y le dice:

—Llueve a cántaros, ¿la llevo?

—Ah, bueno, gracias—, responde ella entrando al auto.

Al llegar al edificio donde vive, ella lo invita a entrar:

— Con este frío, ¿no quiere usted tomarse un cafecito, un whisky, o algo a lo que yo pueda invitarle?

—No, gracias, debo llegar temprano a casa.

—Pero ha sido usted tan gentil; ¡suba siquiera un ratito!

Ante tan amable petición, él sube. Una vez en el apartamento, ella le sirve un buen coñac, y va luego a su dormitorio, del que retorna arreglada y perfumada, dejando entrever un cuerpo bellísimo bajo una sugestiva bata.

Beben algunos tragos, oyen música, charlan, ríen, toman confianza y, como tenía que ocurrir, se van a la cama, hacen lo mejor que ahí se hace, y luego caen dormidos.

A las 6 de la mañana siguiente, él se despierta y, preocupadísimo, exclama:

—¡Qué bruto! Me quedé dormido. Y ahora, ¿qué hago?

Medita, toma el teléfono, marca el número de su casa y, tan pronto le responde su mujer, grita:

—MARIANA, ¡NO PAGUES EL RESCATE! ¡HE LOGRADO ESCAPAR!

Cortesía de Eva Matute