[Col}– Tiziana y Dorothy se fueron a buscar el Futuro / Susana Tibaldi

29-09-14

Acomodó su valija verde para viajar lejos. Verde, como las plumas de los loros que amó, como las hojas de los pinos que nunca caen. El telegrama decía Suecia, y ella vivía en el último país del cono sur. Allí donde el planeta se cae como derritiéndose.

Eran unos años jóvenes aquéllos….. y contar ahora que había telegramas, comunicaciones por cables que corrían bajo el océano, y se estudiaba en libros de papel, los vuelven terroríficamente viejos, aburridos, pero el aburrimiento real es la parte más inútil e insoportable pero también la más cierta de la vida. Al menos de la de ella, que fijó siempre sus metas prioritarias en huir de su sino del aburrimiento.

Desde hablar con los loros en su infancia, a estudiar informática o deambular por los aeropuertos, todo lo hizo para escapar de ese vacío. Me atrevería a decir que era intensa, extraña, y, a veces, simplemente una persona común más de los habitantes de la Tierra. Nadie especial, según con quien me tomara la tarea de compararla.

Imaginándola salir a los 12 años de un pueblo polvoroso del otro lado del Valle de Punilla, sola, con un portafolio de cuero marrón con libros de Emile Zolá, rumbo a un convento de semiclausura donde estudiar secundaria, para insertarse en una sociedad, no frívola pero si cerradamente conservadora donde aún el no escrito mandato era casarse con un primogénito, ser fértil y decorar una casa con cortinas de boile suizo. Y al verla hoy caminando por una calle de Estocolmo, diría que al menos una pizca de Destino trajo en sus células.

Podría haber nacido en otoño, bajo el signo de Tauro, pragmática y previsible, si su padre nunca hubiera regresado de Bologna. Podría haber tenido la alegría de los ribereños, si su madre nunca hubiera salido de la Mesopotamia. Pero resultó silenciosa y distante al nacer en primavera, aprisionada entre las estribaciones de las sierras, mirando correr los arroyos al fondo de los riscos de Los Gigantes, oscuros y helados como sus pupilas, que de tan frías ardían a veces y quemaban.

La valija verde era de cuero, insoportablemente pesada, grande, sin ningún sentido práctico, y a lo largo de todo ese año fue como arrastrar el Uritorco hasta casi el Polo Norte.

El Uritorco es una montaña que se eleva a 40 Km de su pueblo, pero es una montaña tan imponente que determina el Valle entero. Está repleta de duendes, de luces extrañas de extraterrestres, y algunos aseguran que allí está el Quinto Portal hacia otra dimensión.

Precisamente eso eligió ella para transportar en su inmersión al mundo de los vikingos: una valija verde cargada de abrigos y libros, de peso superlativo para sus fuerzas, que aún hoy, 22 años más tarde, aparece en sus sueños como pesadilla. La valija verde con el Uritorco adentro fue un objeto que deseó con fervor no haber llevado nunca.

La veo frágil —con su inmunodeficiencia congénita comiéndole las fuerzas que sólo su carácter mantenía—, avanzar hacia el puerto para embarcarse a Finlandia.

Viajar es un arte milenario. Tal vez el primero que intentamos cuando bajamos desde los árboles y llegamos a las praderas. Entendiendo que todo lo superfluo había que perderlo, dejamos los largos rabos para poder pararnos y aliviarnos y correr. Luego construimos guaridas en cuevas, para rápido abandonarlas. El sino de nómadas, de migratorios, de especie sin raíces, nos sigue acompañando.

¿Por qué ella cargó con aquella valija verde tan absurda como un ancla? ¿Qué extraño fue el instante en el cual tomó esa decisión, tan alejada del sino de su especie?

El Servicio de Tllink Silja va de Estocolmo (Suecia) a Helsinki (Finlandia). Abordarlo y llegar al diminuto camarote por los estrechos pasillo fue una experiencia innecesaria de tan penosa, pero aún le faltaba subir hasta 100 Kms. antes del Círculo Polar Ártico para sumergirse en la Aurora Boreal.

De Helsinki a Tornio

Y allá fueron ella y su valija verde que, a medida que avanzaban juntas, la valija era más pesada que el Uritorco y el Aconcagua. Por momentos temía que alcanzara el peso de todos los Andes y, por fin, ella tomara la decisión de dejarla en una estación de trenes o de autobús. No, esto no estaba en la lista de lo posible.

Entre sus muchas características extrañas —las mismas que la llevaron a pararse frente a la Iglesia Ortodoxa del año 1686 en Tornio, a rezar una oración en español—, ella transporta un amor desordenado, casi inhumano, por sus cosas, a las que incorpora primero a su vida, y luego terminan siendo una prolongación de su cuerpo. Abandonar la valija verde era cortarse una pierna, o tal vez las dos. Allí, en Tornio, a no recuerdo cuántos grados de temperatura, conocí este rasgo de ella: seguirían zigzagueando ambas, o ambas quedarían allí, sobre la nieve, abrazadas, deslumbrados los ojos con los días y las noches unidos en una sola luz incandescente.

En cada ciudad repetía el mismo rito: agregaba una calcomanía nueva a su valija verde.

Las unía un amor-odio descontrolado, pero, como Julio César frente al Rubicón, sus suertes estaban echadas juntas para siempre. Se habían unido en un instante de absoluta insensatez, comunes en ella, y no había más salida que avanzar aín sabiendo que todos los caminos vuelven al mismo punto.

Por eso, cuando vi a «Dorothy», gigante, blanca, brillante, de encantador y liviano plástico, con las calcomanías ya incorporadas, recordé la valija verde… y la frase con la cual Karl Marx completa el pensamiento de Hegel sobre la repetición inexorable de la Historia diciendo : «que primero se presenta como tragedia, y luego se repite como farsa» (comedia). Le hubiera gustado a ella que le tocara esta segunda parte, que ahora vivirá Tiziana.

Dorothy, a diferencia de la Valija Verde, que en paz descanse, tiene cuatro ruedas, el invento más valioso del siglo XXI para una especie nómada.

Cuatro ruedas que, desde hoy, deslizarán a Dorothy y a su amada nieta Tiziana, en un bellísimo baile por senderos cruzados descubriendo el mismo planeta. Todo en general es igual, pero en los detalles, nada se repite.

Por el prisma de sus lágrimas las vio caminar hacia «Pajas Blancas», el Aeropuerto Córdoba. Ella encendió la radio, y la voz de Rony Vargas ofreció acompañarla para que doliera menos la realidad.

El futuro, como las cartas de la baraja que aguardan en el mazo, tiene la belleza posible de lo desconocido. Y en este septiembre, Tiziana y Dorothy se fueron a buscarlo.

Música: https://www.youtube.com/watch?v=Yn1i67UcgS8

Susana Tibaldi
Córdoba (Argentina)

[LE}– Origen de dichos y expresiones: Del tiempo de Maricastaña

23/09/2014

Mónica Arrizabalaga

Una brava gallega del s. XIV que lideró una revuelta contra el obispo de Lugo dio origen al refrán «¡Si se nos ha vuelto el tiempo de Maricastaña, cuando hablaban las calabazas (…)!», decía el licenciado de «El casamiento engañoso» de Miguel de Cervantes.

Ya a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, cuando el autor de El Quijote escribió sus «Novelas ejemplares», los tiempos de Maricastaña era una frase hecha con la que remontarse a una antiquísima época diluida en el recuerdo que quizá nunca existió… ¿O quizá sí?

El diccionario de la Lengua Española la presentaba hasta hace unos años como «personaje proverbial, símbolo de antigüedad muy remota», pero cada vez son más los investigadores que sostienen que «María Castaña» o «María Castiñeira» fue real y vivió en Galicia hace seis siglos, concretamente en el coto de Cereixa, en lo que sería el actual concejo de Puebla del Brollón (Lugo).

La «España Sagrada» del Padre Manuel Risco la menciona en el tratado 77 (Cap. I, pág. 126) por un documento del siglo XIV que se conserva en la catedral de Lugo: «El 18 de junio de 1386 María Castaña, mujer de Martín Cego, Gonzalo Cego y Alfonso Cego, confiesan haber hecho muchas injurias a la Iglesia de Lugo, y haber matado a Francisco Fernández, mayordomo del Obispo. Para satisfacción de estos delitos, hicieron donación a la Catedral de todas las heredades que tenían en el coto de Cereixa y se obligaron a pagar mil maravedíes de la moneda usual».

María Castaña «tomó parte activa en las luchas que los plebeyos libraban contra los señores feudales que querían despojarlos de sus tierras», según el autor argentino Héctor Zimmerman («Tres mil historias»), y «en una de esas guerras fue acusada de intentar dar muerte al mayordomo de un obispo —otros afirman que al propio obispo de Lugo—, con la ayuda de su marido y de sus dos cuñados».

También el «Episcopologio Lucense», de Amador López Valcárcel, menciona a comerciantes, artesanos y hacendados de la parroquia de Lugo «enfrentados al señorío episcopal, provocando episodios de especial violencia como los ocurridos en los siglos XIV y XV y que han pasado a la leyenda local a través de figuras como la popular María Castaña».

Una calle en Lugo

A mediados de los años 80, el entonces alcalde de Lugo, Vicente Quiroga, bautizó una calle con el nombre de esta brava gallega que se enfrentó al obispo Pedro López de Aguiar, pero se encontró con el rechazo de los vecinos.

«Fueron a protestar diciendo que la suya era una calle muy digna», recuerda Isidoro Rodríguez Pérez, que se encontraba entonces en el Ayuntamiento y que, intrigado, comenzó a indagar en la historia de María Castaña. «Me parecía increíble que los lucenses no conociéramos la historia de esta mujer», dice a ABC este investigador de cultura popular lucense.

En 1993 formó un grupo, junto a otros interesados en el folklore popular, llamado «María Castaña» para reivindicar esta figura histórica, y descubrió cómo el dicho llegó a Latinoamérica ya con los primeros españoles. «Debió de ser un acontecimiento muy importante este levantamiento que se produjo en Lugo para que ya en la colonización traspasase las fronteras», considera.

Recientes investigaciones sobre María Castaña apuntan la posibilidad de que no fueran los abusivos tributos del obispo los que motivaran su levantamiento. «Parece ser que era una cuestión territorial», indica Rodríguez. María Castaña apoyaba, según esta teoría, las aspiraciones portuguesas sobre esas tierras frente a Juan I de Castilla, a quien apoyaba López de Aguiar. «Cuando el obispo llegó a un acuerdo con el rey portugués, María Castaña quedó desamparada y la revuelta fracasó», continúa el investigador.

Lugo cuenta desde el año 2000 con una calle dedicada a María Castaña aunque el Diccionario de Seres Míticos gallegos aún sostiene que es un personaje ficticio basado en la leyenda celta «The Battle of the Birds» (La batalla de los pájaros) que protagoniza Auburn Mary (María de color castaño, en su traducción literal).

«También es posible que ese nombre sea tan genérico como el de Maritornes, Marizápalos, Marisabidilla, Marimacho y, por supuesto, como el de María Sarmiento, tan delgaducha y desmembrada que fue a mear y se la llevó el viento», señalaba Jaime Campmany en 1993 en ABC.

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que desde los tiempos de Maricastaña ha llovido… y mucho.

Fuente

[Hum}– Padre gallego

María dejó a su hijo de dos años bajo al cuidado de su marido, Paco, y padre de la criatura, aunque Paco no sabía nada de cuidados de menores. Ella le dijo:

—Paco, cuida al niño y trata de estar muy pendiente, que amaneció con una fuerte diarrea. Sobre la cuna te dejo los pañales, para cuando él los requiera. Tengo que ir a la escuela a retirar el dinero de mi salario, ir luego al banco y después al supermercado, así que llegaré tarde.

—Ala, ve con Dios, mujer, que yo me hago cargo—, le respondió Paco.

María tardó más de lo previsto, y cuando caía la noche y llegó de vuelta al hogar vio que al niño le colgaba una descomunal bolsa de la cintura para abajo, y el pañal que tenía puesto estaba a reventar porque Paco no había cambiado ni un solo pañal en todo el tiempo que María estuvo fuera. Molesta, ella le reclamó:

—Ostias, Paco, ¡no le cambiaste el pañal al chaval!

Muy tranquilo, Paco contestó:

—Bueno, mujer, yo revisé la etiqueta del pañal y vi que muy claramente dice ‘Capacidad 9 kilos’,… ¡y todavía no descarga ni siquiera 3 kilos!