En el hospital, un señor esperaba que saliera el doctor para saber cómo estaba su esposa. Cuando al fin salió el doctor, le dijo que la señora estaba muy grave, y tanto que, de por de vida, tendría él que ponerle en la boca todos los alimentos, y bien licuados, porque ella no podría mover las manos. Además, tendría que ponerle pañales para sus necesidades, le tendría que cambiar de ropa, bañarla, curarla diariamente, pagar un fisioterapeuta, etc.
El marido se puso a llorar, y el doctor agregó:
—Estaba bromeando, hombre. ¡Ya se murió!
