Carlos M. Padrón
Lo descrito en el artículo que copio abajo me hizo recordar lo ocurrido con Tara, una muchacha que fue compañera de clase de mi hija cuando vivíamos en Chappaqua (New York)
Algunos años después fuimos de vacaciones a Vermont e invitamos a Tara a venir con nosotros. Durante el viaje por carretera, yo, que iba manejando, noté que mi hija Alicia y Tara estaban enfrascadas en una media discusión, y de pronto Tara me tocó el hombro y me dijo:
—Sr. Padrón, ¿es verdad que en Venezuela hay que estudiar Matemáticas aunque uno no quiera?
—Sí, Tara, es verdad —fue mi respuesta—. La educación básica no es electiva, y tienes que estudiar lo que te guste y lo que no.
La inmediata respuesta de Tara, marcada por la ira y el asombro, fue ésta:
—¡¿Qué clase de dictadura es ésa?!
Entonces entendí por qué en USA iba la Educación como iba, y ahora me ha servido para entender por qué va como va.
El mismo artículo me ha hecho recordar también los varios posts aquí publicados en los que se menciona el rechazo que en España hay a la búsqueda de la excelencia, al sacrificio y al trabajo, aunque no sea arduo.
¿Varias reválidas? ¿Tres idiomas? ¿Presión familiar y escolar tan fuerte que los niños apenas saben desenvolverse socialmente? ¡Qué horror! ¿Y entonces, cómo van a alcanzar la popularidad, eso que tanto se ansía en USA?
Ante esto sospecho que los estudiantes de y en Singapur no andan buscando la frívola meta de ser el más popular de su clase, o de jugar bien a algún deporte para que les den una beca y poder convertirse en «estudiantes profesionales».
¿Por qué criticar las clases privadas? Si con ellas se logra que quienes las reciben puedan alcanzar las metas fijadas por el sistema, bienvenidas sean.
Supongo, además, que en Singapur la competencia entre alumnos será intensa.
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08/12/2013
Carmen Calvo
La clave del éxito educativo de Singapur en Pisa: Todo se juega en la escuela primaria
Es en la escuela primaria, al empezar la educación obligatoria, que es pública, cuando los niños se juegan su futuro académico y profesional.
Mérito, esfuerzo, bilingüismo, presión familiar y segregación en función de los resultados académicos son las claves que explican los excelentes resultados obtenidos por Singapur en el informe PISA 2012 (Programme for International Student Assessment).
Durante seis cursos lectivos, desde los 6 hasta los 12 años, los alumnos aprenden inglés, idioma oficial del país, además de su lengua materna (tamil, mandarín o malayo), matemáticas, ciencias, humanidades y artes.
Al finalizar este periodo, los niños se enfrentan al «Primary School Leaving Examination», una especie de reválida que evaluará sus conocimientos de lenguas, matemáticas y ciencias.
A pesar de que casi el 98% de los niños superan el examen, los estudiantes necesitan conseguir una nota alta que les permitirá elegir el centro donde cursarán sus estudios de educación secundaria.
Las 160 escuelas figuran clasificadas en un ranking, siendo la Raffles Institution, para niñas o para niños, una de las más prestigiosas, ya que de ella salen los principales líderes del país.
La nota en el examen sirve también para dividir a los niños en tres grupos: avanzado, normal y técnico. Los grupos son permeables, por lo que los estudiantes pueden pasar de un nivel a otro según su progreso académico.
Los alumnos continúan con las asignaturas de primaria a las que se añade una tercera lengua, a elegir entre japonés, coreano, francés, alemán o español, idioma optativo a partir del próximo curso escolar.
Después de los estudios secundarios, que duran entre cuatro o cinco años según el nivel, los alumnos pasan una nueva reválida para continuar estudios preuniversitarios o de formación profesional.
«La educación en Singapur consigue la excelencia a costa del estudiante», declara a ABC José Daniel García, profesor e investigador pedagógico residente en el país. «La presión familiar y escolar es tan fuerte que los niños apenas saben desenvolverse socialmente», asegura.
Profesores con sueldo de ingeniero
Sólo los mejores estudiantes pueden acceder al Instituto Nacional de Educación donde se forma al profesorado, una profesión prestigiosa con un salario similar al de un ingeniero, unos 35.000 euros anuales, que se complementa con bonificaciones y beneficios en función del ranking que consiga la escuela, de los resultados de los alumnos y de la antigüedad.
Los cursos empiezan en enero, se dividen en dos semestres, con diez semanas de vacaciones, y las horas lectivas diarias son cinco para primaria y seis para secundaria.
Sin embargo, la mayoría de las familias recurren a las clases privadas para que los niños consigan los niveles de exigencia requeridos. Esto ha provocado un intenso debate en la opinión pública, ya que las familias con mayor poder adquisitivo pueden pagar más y mejores profesores privados para sus hijos, lo que altera el principio de igualdad de oportunidades de la escuela pública.
Singapur destina un 20% de su presupuesto anual a educación, unos 7.000 millones de euros en 2013, aproximadamente un 3% de su PIB.

