[*FP}– La sed, un angustioso tormento que casi me cuesta la vida

06-11-13

Carlos M. Padrón

Lo que dice el artículo que copio abajo, no hace falta que me lo cuenten porque, lamentablemente, casi muero de sed —o tratando de llegar a donde había agua— en la odisea que sufrí según conté en detalle en Agonía en La Caldera.

En mi desesperación —agravada hasta la tortura por el hecho de que yo sí podía ver, y hasta escuchar, el agua límpida y cantarina a la que no podía llegar porque de ella me separaba un precipicio—, pensé en beber mi orina, pero mi cuerpo estaba ya tan seco que ni siquiera pude orinar.

Sólo dos veces, que yo recuerde, he estado tan cerca de morir: ésta, ocurrida el 06/07/1956, y el 16/04/1966 cuando un loco del volante perdió el control de su carro y lo chocó de frente —ver en este artículo el capítulo «Primer contacto con IBM» contra el carro mío que, conmigo al volante, estaba parado frente a un semáforo en rojo.

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31/10/2013

Pablo Pazos

Morir de sed, una cuenta atrás en la que el cuerpo falla en cadena. Difícil imaginar un tormento más angustioso.

Sin líquidos, una persona aguanta 15 horas en un entorno extremo, y 3 días en condiciones normales, pues el corazón bombea con dificultad y se produce un shock circulatorio.

La explicación es de José Luis Zamorano, director del departamento de fisiología de la Universidad Complutense de Madrid.

El profesor Zamorano hace hincapié en que «el agua es una sustancia fundamental para la vida. Forma parte de la vida misma. Es consustancial al propio organismo».

No en vano, de nuestro volumen corporal, más del 60% es agua. Elemento clave y en complejo equilibrio: a lo largo de un día nuestro cuerpo hace acopio, pero también se encarga de eliminarla. Entra en el organismo en bebidas y alimentos (en torno a un litro y medio). Sale a través de la orina, el sudor y la piel.

Fallo en cadena

Deshidratarse implica romper ese equilibrio, y el balance se vuelve negativo.

  • El riñón se ve obligado a trabajar con menos agua, por lo que la orina está más concentrada.
  • Las células, acostumbradas a una determinada concentración de sales, empiezan a enviar líquido a la periferia, con las consiguientes lesiones en miocardio y cerebro.
  • Las vías aéreas se resecan, y surge la sensación de escozor.
  • Los ojos se hunden
  • Las respiraciones se vuelven cortas y jadeantes
  • La piel queda plegada, pierde su elasticidad.
  • El sistema circulatorio también se ve comprometido: un adulto de unos 70 kilos tiene entre 4 y 4 litros y medio de sangre en el cuerpo; si esa cantidad baja a 3 litros, la situación se considera severa.

«Si perdemos líquido, baja la presión arterial y el corazón funciona peor. La presión de llenado cardíaco disminuye, el corazón no se llena por completo, de forma que se contrae con más debilidad. Es un círculo vicioso: se contrae menos, envía menos sangre, y así sucesivamente. Una espiral que puede terminar en shock circulatorio. Se pierde el conocimiento, la circulación fracasa, la sangre no llega al cerebro, y se produce la muerte»,

detalla el experto en fisiología.

Una sensación desesperada

«La sed es diferente al hambre. La sed conduce a una situación desesperada, porque uno es consciente del estado en que se encuentra. Si una persona deja de comer, llega un momento en que su estado de debilidad es tal que ni siquiera percibe la falta de alimento. Pero la falta de líquido es peor, pues el organismo envía avisos constantes, la persona empieza a desvariar y sólo piensa en beber, y cualquier líquido, incluso la propia orina»,

describe el profesor Zamorano.

No faltan los ejemplos a este respecto. Este mismo 2013 se conoció el caso de un joven olvidado durante 5 días en una celda, que tuvo que recurrir a esta solución desesperada.

La misma que permitió sobrevivir a una pareja de ancianos en Roma en 2001, o a nueve pescadores filipinos que en 2011 pasaron casi dos semanas a la deriva, en una balsa.

Sin embargo, no es necesario que se dé una situación excepcional para que una persona pueda sufrir una deshidratación severa.

Dos son los grupos de edad más sensibles: niños y ancianos. Los primeros porque no han adquirido la capacidad para sentir sed. Los segundos, porque la han perdido, pues una persona mayor puede deshidratarse durante semanas sin que quienes esté a su alrededor se den cuenta. Un drama tan terrible como una agonía en el desierto.

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[LE}– ‘Hacerse a la idea’ no es lo mismo que ‘hacerse una idea’

06/11/2013

La expresión hacerse a la idea de algo significa ‘aceptarlo’ o ‘familiarizarse con cierta idea’, mientras que hacerse una idea de algo es ‘imaginárselo o formarse concepto al respecto’.

En los medios de comunicación es frecuente ver un uso inadecuado de hacerse a la idea en frases como

  • «La existencia de numerosas casas de dos plantas, y de hasta 250 metros cuadrados, permite hacerse a la idea del poderío económico de este minúsculo pueblo» o
  • «Después de ocho jornadas, uno puede hacerse a la idea del equipo tipo que más le gusta al entrenador».

En esos casos, y ya que lo que se quiere expresar es que uno puede imaginar el poderío económico del pueblo o los gustos del entrenador, lo apropiado habría sido escribir

  • «La existencia de numerosas casas de dos plantas y de hasta 250 metros cuadrados permite hacerse una idea del poderío económico de este minúsculo pueblo» y
  • «Después de ocho jornadas, uno puede hacerse una idea del equipo tipo que más le gusta al entrenador».

En cambio, esa expresión sí resulta adecuada en frases como

  • «A los ciclistas aún les cuesta hacerse a la idea de que esto se acaba y de que su equipo desaparecerá la próxima temporada»,

ya que en ese caso lo que se quiere decir es que a los ciclistas aún les cuesta aceptar la desaparición del equipo.

El Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, añade una tercera forma, hacerse idea o hacerse la idea, con el significado de ‘formarse un propósito’, como en

  • «Ya me he hecho idea de visitarle mañana».

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