Santa Cruz de La Palma, enero 20, 2013
Un rato de conversación con Fernando López te deja sin defensas.
Su discurso y, sobre todo, su vida, desmontan cualquier dogmatismo acomodaticio construido para afrontar la realidad.
Su existencia es profética, ahora incluso más que nunca, en un contexto occidental en el que la crisis ha puesto patas arriba todas las seguridades de nuestro mundo, o de esta “selva”, que es como al jesuita palmero, que vive con los indígenas en plena Amazonía, le gusta llamar también a este otro lado del Atlántico.
El jesuita palmero durante una celebración de los indios yanomamis, con quienes comparte su vida. / DA
Compartió el destino de los pueblos inundables y del basural de Paraguay, país al que llegó en 1985, en plena dictadura de Stroessner, donde encontró una Iglesia “plantada” ante el terror impuesto por el tirano.
También acompañó, bajo los puentes de las urbes brasileñas, a los meninos da rua (los niños de la calle), y ahora lleva más de una década con los indígenas de la selva amazónica.
“Dios me dio muchas facilidades para hacer lo que hago; me costaría mucho más insertarme en la selva de Madrid. Y hay que hacerlo, porque una selva sin la otra no tiene solución; si aquello se rompe, nos cargamos el planeta”, comenta.
Un licenciado en Física por la Universidad de Sevilla, con una fuerte proyección intelectual, decidió hace veintiocho años responder al interrogante que le asaltaba desde su adolescencia por las calles de Santa Cruz de La Palma, la capital palmera.
“Una pregunta que, con quince años, le hacía yo a mis papás, era si es una cuestión de suerte este asunto de nacer en una familia que tiene condiciones, o en otra que no. Si fuese así, Dios es injusto, pero si no es así, la pregunta que Dios nos invita a hacernos es de qué lado nos queremos poner”.
Y cuando terminó la carrera lo vio claro y decidió situarse en los márgenes, con los olvidados y desheredados de la Tierra. Una opción por los pobres que los jesuitas se han marcado como “preferencial” en sus estatutos, y que Fernando López ha llevado al límite, que es donde también Ignacio de Loyola quería que se situaran sus seguidores.
Ahora pasa unos meses en La Palma, acompañando a sus padres, y se ha encontrado con la realidad socioeconómica que padece Europa con la crisis.
“Aquí hay mucha gente pasándolo mal, es verdad, pero ¡qué bueno que la crisis llegó!, porque eso significa, de forma clara, que el sistema no da más de sí. Hasta ahora, aquí vivían en esta burbuja a base de pisar los últimos 500 años el despegue del Sur. En algo nos hemos equivocado, hermano”, sentenció.
Giro epistemológico
Para Fernando López, esta situación está contribuyendo a generar una especie de “conciencia global, que me llena de esperanza”. “No vivo la crisis como desengaño, sino qué bueno que está tocando fondo el sistema, porque hay que parir una nueva historia. En estos tiempos fuertes nos tenemos que embarazar y soñar una nueva historia, empujar y parirla, y no dejar que un puñado de gente, los que controlan el sistema financiero, sigan imponiendo su lógica”, argumentó entre sorbos de mate.
Una forma de estar en el mundo que asegura haber aprendido con los pueblos americanos.
“¿Cómo es posible que 20.000 indios se enfrenten con empresas madereras y consigan ganar, después de que les ha costado la vida de líderes asesinados, mujeres violadas y pueblos quemados? ¿Qué tienen ellos que a nosotros se nos ha cortado? ¿Por qué ellos se plantan así, pero nosotros estamos tan acomodados en un sistema donde la democracia todavía está por inventar?”,
se pregunta.
En este sentido, expresó su temor cuando ve que la gente se queja de que los políticos no resuelven las cosas.
“¿Queremos un modo paternalista, donde la solución venga de arriba? No, estamos equivocados; tiene que venir de abajo, de tus opciones de vida. Los pueblos indígenas no esperan en sus aldeas a que los gobiernos le solucionen los problemas”,
añadió.
Pintan el cuerpo del jesuita antes de la celebración de un ritual. / DA
Insurgencia
El jesuita palmero tiene claro que “lo que hay que promover en Occidente es la insurgencia; y aquí soy profundamente no violento. Por ninguna cosa estoy dispuesto a matar”.
En esta línea, recordó que las propuestas más insurgentes que se han planteado en la América de los últimos cincuenta años vienen de los movimientos indígenas: Chiapas, los gobiernos de Ecuador y Bolivia, los mapuches en Chile.
“¿Qué tienen ellos que a nosotros nos falta? Necesitamos profecía, que levantemos la cabeza por encima de las nubes grises del sistema, que entendamos que la historia no se acabó y que no podemos esperar a que los de arriba pongan la solución, que vendrá cuando tú y yo nos posicionamos y nos la juguemos”,
propuso López.
Indígenas
En esta visión global ha sido decisiva su introducción en el camino chamánico, que empezó con los guaraníes, en Paraguay, y continuó con los yanomamis.
“Comienzo, con 52 años que tengo, en estos últimos años amazónicos, a poder vivir algo que el mundo occidental no me enseñó, y que me coloca en una relación de sacralidad con el entorno”, explicó el jesuita, que ha entrado a fondo en la cultura indígena en ese diálogo interreligioso que fomenta la Compañía de Jesús.
Fernando López sostiene que “esta sabiduría relacional”, donde la realidad está estrechamente conectada como una tela de araña, “en Occidente nos la hemos cargado”.
“Tenemos que sabernos cuidar, dejar de ser depredadores y pasar a ser cuidadores de algo tan misterioso como es la vida, las relaciones, el universo, Dios. Si en Occidente no somos capaces de recuperar el sentido mistérico de la realidad, estamos perdidos”.
En este encuentro con el otro es cuando se produce esa quiebra epistemológica por la que aboga para Occidente.
“¡Cuánta vergüenza he pasado cuando en los pueblos indígenas me preguntan por qué somos así! He sentido vergüenza de ser occidental, blanco y de ojos azules. Un chamán indígena respeta el agua, y no se le ocurre mear donde va a beber; otros echan mercurio en los ríos”.
El buen vivir
El buen vivir —o Sumak kawsay, en quichua ecuatoriano—, de donde se adoptó este principio que promovieron los foros sociales y hoy recogen las constituciones de Bolivia y Ecuador, desmonta el sistema de valores de Occidente, edificado sobre el modelo de progreso y desarrollo indefinido, gestado bajo la luz de la Ilustración.
“Los occidentales dicen que quieren vivir mejor, mientras otros vivirán peor; nosotros queremos buen vivir para todos”, explica López, quien sostiene que el reto de la sociedad actual, entendida desde el punto de vista global, está en cómo construir esta “trama de reciprocidad”.
Defiende además que el paradigma del buen vivir introduce, junto con los Derechos Humanos, “los derechos ambientales y los derechos cósmicos”. “Tenemos que sabernos parte de la telaraña de una vida profundamente frágil, que hay que saber cuidar”.
A juicio de López, un referente para tener esa mirada global sobre la realidad son los pueblos indígenas de Amazonía. “Mientras no aceptemos que los pueblos indígenas son semillas de solución a los problemas que tenemos, no avanzaremos. A lo largo de su historia, Occidente ha aportado cosas buenas que hay que conservar, pero que no se piense que tales cosas son solución”.
Fuente: Diario de Avisos
Cortesía de Juan Antonio Pino Capote
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COMENTARIOS
Estela
También desde el punto de vista de conocer un poco más de estas culturas, y precisamente sobre este tema, la Casa de las Américas, en Cuba, en su “Programa de estudios sobre culturas originarias de América”, tiene entre sus objetivos trazar una red de colaboradores, espacios de reflexión y núcleos intelectuales en sus comunidades.
La institución, con el programa creado en 2011, realiza acciones encaminadas a conocer de esas culturas en un momento histórico de gran importancia para ellas. Entre los principales encuentros organizados en torno al tema en los cuales ha estado representada Casa de las Américas, están el Encuentro de la Nación Guaraní, en Paraguay, y el Congreso José María Arguedas, de los pueblos quechuas de hoy, con sede en la milenaria ciudad peruana del Cuzco.
Estela
Pienso que es una reflexión profunda que marca muy bien nuestros tiempos, en los que los de abajo han despertado y han decidido buscar una solución a este mundo, que está de cabezas, decir ‘basta de atropellos, y abusos’, y luchar por lo que es de ellos, su tierra, sus recursos, su propia naturaleza.
Olga Mazza
¡QUÉ BELLO ARTÍCULO! ESTÁ EN CADA UNO DE NOSOTROS REVERTIR ESA SITUACIÓN DE AHOGO QUE ESTÁN SUFRIENDO PUEBLOS ENTEROS.