Era un hombre, un pobre anciano,
quien a una puerta llamó,
y al mancebo que la abrió,
con ansia tendió la mano.
Mas aquel joven villano,
al mendigo despreció,
y la puerta le cerró,
murmurando, ¡el inhumano!
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La noche tendió su velo.
La nieve a copos caía,
y a la luz del nuevo día,
frente a la puerto, en el suelo,
al abrir, de frío yerto,
¡vio el hijo a su padre muerto!
