22-08-2012
Carlos M. Padrón
Esto del espíritu de trabajo que caracteriza a los más de los españoles, sobre todo cuando están en España, es ya un tema recurrente.
Se ha tratado en varios artículos de este blog que han recibido comentarios corroborando la aversión que por el trabajo sienten esos españoles, y poniendo ejemplos puntuales. Están, además, los excelentes escritos de César Vidal que en muchas de sus entregas abordan directamente este tema.
Si tantos opinan lo mismo, deber porque hay mucho de cierto.
Por mi parte, sigo sin entender la legalidad que pueda haber, si hay alguna, en la costumbre de llegar, muchas veces tarde, al puesto de trabajo, y salir luego a desayunar. Existe una jornada laboral que generalmente es de 7 horas (p.ej., 09.00 a 17.00, ó 08.00 a 16.30) con una hora libre para el almuerzo, y, por tanto, existe —o debería existir— la obligación de cumplirla.
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19 Ago 2012
Javier Martín
Todos trabajan el jueves a las once
A los españoles se nos puede llamar ladrones, pero ¡ay del que ose calificarnos de vagos! Ni de broma.
El español está siempre trabajando, desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche. Lo que ocurre en esas 14 horas es algo que ni el INE ni las más prestigiosas consultoras han podido desentrañar. “Lo que pasa en la oficina se queda en la oficina”, se podría decir.

Con la llegada del celular, la localización del currante es difícil de descubrir (a menos que se delate activándola en su smartphone), pero, según el INE, un jueves a las once de la mañana es el día y hora con mayor probabilidad de encontrar al trabajador delante de su mesa.
A las once, el 70% de los empleados se encuentran en su puesto (74,3% de los hombres, por el 64,6% de las mujeres). Ni a las diez ni a las doce, pues ya se baja unas décimas, y, por supuesto, ni a las nueve, cuando el porcentaje cae 9 puntos, ni a la una de la tarde, que cae 10.
Pero en ese pico de diez a doce de la mañana hay diferencia de sexos. El hombre se va a desayunar a las diez (73,1%), y la mujer, a las doce (63,3%). Como si hubiera un relevo de sexos en la oficina… y en la cafetería. ¿Es que van a la misma? Tampoco nos lo dice el INE, pero diríase que no.
Ese nivelazo de asistencia no se vuelve a recuperar. A las dos de la tarde ya sólo es del 36% de los empleados. “Claro”, dirán ustedes, “porque se ha acabado la jornada laboral”. Pues no los busquen a las ocho de la mañana, cuando sólo hay un 40%. “Bueno, pero es que llegarán después de comer”. Pues va a ser que tampoco. Ese 70% no se verá más, ni el jueves ni en toda la semana, pues el viernes la coincidencia laboral cae dos puntos.
Si en hábitos laborales parece que, con pequeños matices, no hay mucha diferenciación entre sexos, lo mismo ocurre si se mira por nivel de formación de los empleados.
Da igual el gremio sin estudios que el universitario: a las once, unos ponen ladrillos, y los otros, triples A o bonos basura. La única diferencia no es, pues, ni por sexo ni por educación, sino por edad. A los menores de 25 años, mejor llamarles a las doce y del jueves. El domingo, por favor, que sea la una.
¿Qué pasa a la hora de comer? ¿Cómo es la desbandada? ¿Es cierto que el hombre alarga más la comida que la mujer? Parece que no, los dos sexos se van incorporando al trabajo paulatinamente hasta las cinco de la tarde.
Después de esa hora empieza a caer más bruscamente en el caso de la mujer. Sin embargo, de ocho a nueve de la noche hay porcentualmente más mujeres que hombres trabajando (17,9% contra 17,7%); en cualquier caso, porcentajes que chocarían con las costumbres laborales de los países luteranos.
Según otra encuesta del INE, el español no emplea más de dos horas al día en comer y beber, da igual que sea trabajador, parado o jubilado. Dos horas para desayunar, almorzar y cenar, ejemplo de productividad.
En esa misma tabla choca que la población que más tiempo dedica a hacer deporte no sea la menor de 25 años, sino los mayores de 65 (63 minutos al día).
No es extraño que se nos resistan las medallas en Londres 2012, aunque nos aseguren la gloria en los torneos de veteranos si nuestros abuelos se calman un poco, pues dedican a la diversión casi el mismo tiempo que los jóvenes. No les busquen a las once en la oficina, pregunten por el gimnasio.
Fuente: El País
