09-08-12
Carlos M. Padrón
Ayer, día 08/08, y según me notificó el amigo Roberto González Rodríguez «[Antonio Capote Pozuelo] murió esta mañana y será llevado a El Paso donde será incinerado, probablemente el viernes«.
(Antonio Capote Pozuelo. Foto, cortesía de Juan Antonio Pino Capote, tomada a mediados de 2009 en una reunión para los preparativos de la carroza que, durante los festejos de la Bajada de la Virgen de El Pino de ese año, usaría él con algunos parientes y amigos)
Creo que a fue en 1950 cuando comencé mi amistad con Antonio Capote Pozuelo, a quien todos llamábamos Antonito Pozuelo porque ya había en el pueblo varios Antonio Capote.
Como éramos casi de la misma edad, compartimos actividades varias veces, sobre todo las de corte artístico que él montaba, algo en lo que, como se cuenta en el artículo que copio abajo, era él muy bueno.
La foto que sigue fue tomada el 21/03/1957 y corresponde a un número, ideado y montado por él, y al que tituló «Danza moruna», que formó parte de una «velada» de las que entonces se hacían en el pueblo.
De izquierda a derecha,
De pie: 1, María Hernández; 2, Jesús Capote (Suso «el de La Corrala»); 3, Carlos M. Padrón; 4, Antonio Capote Pozuelo † (de esmoquin); 5, Fernando Pino †; 6, Pedro Capote Cámara; 5, María del Carmen González (Carmina) †
De rodillas: 1, Juana Brito; 2, Imelda Martín
Y esta otra foto, tomada el 01/09/1957 durante la fiesta de El Pino, fue la última que me tomé en mi pueblo antes de «abandonar el nido», o sea, antes de abandonar El Paso y mi casa natal —el nido en que yo vivía con mis padres y hermanas— para ir a buscarme la vida por mi cuenta.
1, Mario Rigoberto Rodríguez (Pancho); 2, Antonio Capote Pozuelo † ; 3, Carlos M. Padrón; 4, Eleuterio Sicilia
Habida cuenta de los complicados padecimientos que, desde hace tiempo, afectaban a Antonio Pozuelo, la noticia de su muerte casi que me resultó un alivio, y sólo me queda desear que descanse en paz.
Sobre su paso por El Paso —y valga la redundancia— cuenta bien el artículo que sigue, que me he tomado la libertad de reformatear.
Artículo relacionado: Coral Ntra. Sra. de El Pino (El Paso) – Concurso de habaneras
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08 de agosto de 2012
Alfonso J. López Torres
En el fallecimiento de Antonio Capote Pozuelo
Conocí a Antonio Capote Pozuelo en la farmacia de mi padre, Federico López Casanova, al poco de instalarme yo en El Paso, La Palma, recién llegado de estudiar en Madrid, allá por 1997.
Antonio vino a presentarse y, sin conocerme de nada, se plantó allí, dijo que venía porque le habían contado las lenguas del pueblo que llegaba gente nueva a esa ciudad, y a él todo lo nuevo le interesaba conocerlo.
Habló y habló más de una hora, apoyado en el mostrador de la farmacia y, a continuación, me dijo que yo le caía simpático, y que me invitaba a cenar esa semana en su casa a una de las tantas veladas lúdico, lírico y literarias que gustaba de celebrar allí, y de las que se sentía tan orgulloso.
Así fue y así fui. Me encontré en el umbral de su casa, mezcla de museo y de iglesia, mezcla de oratorio y de bohemia, con toda la ornamentación que todos esos lugares requieren y precisan, y un olor que impregnaba el ambiente, que en mi ignorancia desconocía y que, cuando pasó el tiempo y me atreví a preguntarle, me reconoció que era el olor a Betún de Judea e incienso mezclados.
Orgulloso, Antonio enseñaba su casa. Fotos y más fotos, muebles y más muebles antiguos y modernos restaurados en antiguo, retablos originales o figurados, figuras religiosas y paganas, vestidas o desnudas, cuadros, óleos, acuarelas y todo lo inimaginable…
Verdaderas joyas que, alguien como yo, recién llegado a El Paso, nunca imaginó encontrar allí pero que allí, en semi penumbra, estaban. Recuerdo, por encima de todo, la veneración a su madre, doña Luisa Pozuelo, de la que Antonio heredó su amor y pasión por la música, hecha realidad en su piano del que gustaba tocar, en esmoquin, bata de raso con pañuelo al cuello, o jersey de cuello vuelto.
Antonio me honró con su sincero afecto y su cariñosa amistad. Comencé a frecuentar con asiduidad sus veladas, sus fiestas y todo aquello que la imaginación desbordante de Antonio generaba e inventaba de celebrar con la menor excusa.
Allí conocí a la flor y nata de la cultura palmera y canaria: Elsa López, Pepe Dámaso, Jerónimo Saavedra, María Orán, José Antonio García-Quijada, Tomás Cabrera, y muchos más músicos, pintores, escritores y políticos que por allí se daban cita.
Esos cenáculos de la calle empinada donde Antonio vivía, acogían, escuchaban, oían y callaban, pero, sobre todo, iniciaban e ilustraban a neófitos como yo a los que Antonio gustaba de enseñar a aprender.
Antonio también fue mucho más que eso:
- Su brillante licenciatura en Bellas Artes por la Universidad de Madrid,
- Su plaza de restaurador en Madrid, obtenida por oposición que permutó por la de profesor de dibujo en el Instituto Eusebio Barreto de Los Llanos —para poder dedicarse a cuidar de su madre, hasta que doña Luisa falleció—, donde impartió la docencia hasta su jubilación, y donde, hasta no hace mucho tiempo, los alumnos se ponían en pie cuando él entraba en clase en señal de respeto y cariño a su persona
- Fue parte activa en la creación de la Coral Nuestra Señora de El Pino, de la ciudad de El Paso, coral de la que, por su insistencia, formé parte —y aún recuerdo sus peculiares métodos de ensayo, gritos incluidos— y de la que fue director largo tiempo, con brillantes resultados en forma de reconocimientos y merecidos premios
- La gestación de la Camerata Luisa Pozuelo;
- Su amor por el Club de Leones de El Paso, en el cual insistió en involucrarnos a los jóvenes y nos cedió el testigo, las ideas, los bártulos, las obras sociales, la escasa financiación, y a mí hasta la presidencia desde hace más de diez años); y, por último,
- Su labor como Concejal de Cultura del Ayuntamiento de El Paso donde quizás no pudo desarrollarse ni lograr realizar todo lo que proyectaba y deseaba para su ciudad porque la política no está destinada a los espíritus libres.
Le faltó quizás el reconocimiento público por parte de sus paisanos, quizás ese Premio Canarias…
Éste es el Antonio Capote Pozuelo que conocí, que me honró con su cariño y su amistad, que me enseñó y me hizo pensar, reír y llorar.
Me hizo un día prometer que me acordaría de él cuando falleciera, y lo prometido se ha de cumplir.
Descansa en paz, Antonio.
Alfonso J. López Torres
Presidente del Club de Leones de El Paso
Fuente: El Apurón
Cortesía de Juan Antonio Capote Pino



