08/05/2012
Carlos M. Padrón
Lo que hoy llaman ‘cultura’ se me sigue atragantando.
Varias veces en este blog he dicho qué fue lo que acerca de cultura me enseñaron en mis estudios allá por mediados de la década de los ’50s, y aún recuerdo el excelente ejemplo que al respecto encontré años después:
«El mejor ejemplo de lo que me enseñaron que era cultura y civilización es el de dos libros:
Uno elegantemente impreso y encuadernado, con papel de primera calidad y brillantes ilustraciones a color, que trata sobre el desarrollo de una corrida de toros; y, Otro con pobre encuadernación, peor papel y muy malas ilustraciones, que es la novela “La guerra y la paz”, de león Tolstoi.El primero es ejemplo de avanzada civilización; el segundo lo es de cultura».
Pero desde hace ya tiempo he visto en varias ciudades las llamadas «Casa de la cultura» que, en su gran mayoría, sirven para tocar música bailable, y montar bailes y otro tipo de reuniones sociales en las que, generalmente, no escasea el alcohol.
Aunque las definiciones que ofrece el DRAE con son muy claras,
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Idiosincrasia. (Del gr. ?????????????, temperamento particular). 1. f. Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad.
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Cultura: Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
Me temo que, al igual que se ha hecho con términos como obsceno, en español se ha copiado la acepción que de cultura tienen los gringos, acepción que en nuestro idioma no es realmente cultura sino idiosincrasia o civilización, y lo que hoy día se llama, por ejemplo, «cultura maya» es en realidad «civilización maya».
No acepto, por ejemplo, que un grupo de personas moviendo el culo al compás de los tambores de Barlovento (Venezuela) sea cultura, aunque lo hagan el una «Casa de la cultura», como tampoco acepto que lo sea un grupo de personas vestidas de «magos» y bailando tajaraste en Canarias. Ambas son manifestaciones tradicionales de la idiosincrasia de esos pueblos.
La cultura está reñida con la vulgaridad, concepto éste que es subjetivo, pues lo que es vulgar para un pueblo no lo es para otro. Pero lo que sí es seguro es que las genuinas manifestaciones culturales (composiciones de músicos como Beethoven, Verdi, Handel, etc.; los poemas recogidos en «Las mil mejores poesías de la lengua aastellana»; obras como «Doña Bárbara» y, en general, lo que resulta de estudios universitarios) no tienen nada de vulgares.
Unos hermanos, jóvenes ellos y nacidos en Venezuela, que se fueron a Canarias, me dijeron que la música folclórica Canaria era monótona y aburrida. Añado que aburridísima, pero, ¿cuál música folclórica no lo es?
Toda ella sigue igual después de siglos, lo cual, porque ha sobrevivido, la hace una tradición que, por patriota o patriotero, uno llega a celebrar durante ciertos eventos, pero no más. Esa música es la manifestación de la idiosincrasia de un pueblo, una manifestación que tiende a ser menos aceptada cada día, cosa que no ocurre con las manifestaciones culturales genuinas.
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08/05/2012
Mario Vargas Llosa considera absolutamente evidente que la vieja idea de cultura, la que había hace cincuenta o sesenta años, no es válida, ya que hay una realidad que la ha hecho estallar en pedazos, y no está claro qué la ha reemplazado.
«Vivimos en un período de gran confusión», aseguraba Vargas Llosa en un debate sobre su ensayo «La civilización del espectáculo» (Alfaguara), que tuvo lugar durante la entrega de los premios NH de relatos que llevan el nombre del gran escritor peruano.
Rodeado de escritores, como Jordi Gracia, Fernando Aramburu, Ángeles Caso, Luisgé Martín, Gonzalo Hidalgo Bayal, y José Luis Martín Nogales, entre otros, Vargas Llosa insistió en que la cultura hoy día es más diversión y entretenimiento que reflexión o indagación sobre aspectos fundamentales de la existencia humana.
Y no es que el autor de novelas tan esenciales como «Conversación en la Catedral», «La casa verde» o «La fiesta del Chivo» esté en contra del entretenimiento ni del cine, por ejemplo. «Me encanta el cine, y puedo ver películas malas, como las de Schwarzenegger», dijo el escritor entre las risas de los asistentes.
«Me gusta mucho el fútbol, y me exalto mucho en las tribunas, pero creo que, por mi formación, afortunadamente puedo establecer categorías entre lo que son las películas de Schwarzenegger y las de Visconti», añadió.
Pero aseguró que actualmente hay un público que no está en condiciones de hacer ese tipo de discriminación.
Algunos celebran los cambios que se están produciendo y que, por fin, la cultura llegue a todo el mundo y se haya democratizado de verdad. Pero otros, entre los cuales se encuentra el escritor, ven con preocupación la desaparición de ciertos órdenes de prelación, de ciertos valores y cánones estéticos, y también éticos, que hasta no hace mucho constituían unas guías que permitían orientarse entre las diversas propuestas culturales, señaló.
Vargas Llosa cree que la globalización es una de las buenas cosas de este tiempo, porque va a servir para acabar con prejuicios y lugares comunes que antes separaban a las razas, a las culturas, por el extraordinario aislamiento en que vivíamos.
También, la gran revolución de las comunicaciones hace difícil establecer sistemas de control y de censura del pensamiento, y ésa es otra de las ventajas de los cambios que se viven. Pero, en el campo de la cultura, esa revolución ha tenido un efecto negativo porque los grandes medios de comunicación apuntan por lo general hacia lo más bajo para alcanzar la mayor audiencia, en especial la televisión, agregó.
En todo este proceso, agregó el premio nobel de literatura, sí hay una cierta responsabilidad por parte de los artistas, escritores e intelectuales por haber dado la espalda en muchos casos al gran público en razón de una moral intransigente, y por negarse a hacer más asequible el producto cultural a fin de que pudiera llegar al gran público sin sacrificar el rigor creativo.
En ese sentido, el siglo XIX fue ejemplar porque produjo una literatura de gran calidad y, al mismo tiempo, llegó al gran público, como sucedió con Víctor Hugo, Dickens o Tolstoi. Luego, a comienzos del siglo XX, eso se comienza a perder, y la literatura que se hacía se fue encerrando en un mundo al que gran público le vuelve la espalda.
Ese público, afirmó Vargas Llosa, se va alimentando cada vez más de una literatura de poca calidad, y es el que es ganado por la cultura de la imagen.
El escritor dejó claro que hay excepciones, como el caso de «Cien años de soledad», de Gabriel García Márquez, que ha sido leído por millones de personas, y es un libro de altísima calidad.
Fuente: La Vanguardia

Muchas gracias, Carlos, porque siempre aprovechas el blog para traernos a la conciencia la dramática situación de nuestro mundo.
Esta vez lo haces muy acertadamente por medio de Vargas Llosa: «una voz que clama en el desierto». Ya no abundan voces como la suya. Y, lo que es peor, no aparecen por ningún lado los filósofos y pensadores que analicen nuestra situación que, en mi modestísima opinión, no es otra que la cauda de la carencia de auténtica cultura y civilización.
Esto lo expresa muy bien Jorge Suarez en este artículo.
Por esta carencia de líderes es por lo que no se hace lo que se tiene que hacer, o se tenía que haber hecho de no haber estado dirigidos por mediocres y por avispados usureros y codiciosos:
«Si en algún momento ha hecho mella la devastadora falta internacional de líderes y verdaderos hombres de estado, es ahora». Jorge Suárez Vélez (Costa Rica).
Estos líderes no pueden surgir en el caldo de cultivo de la sociedad que describe Mario Vargas Llosa.
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Carlos, yo voy más allá, y defino la «cultura» y el «arte» como el límite de los NECIOS. O sea, que cuando un NECIO no entiende algo, lo define como ARTE o CULTURA.
Si te fijas, cuando ves un cuadro que no hay quien lo entienda, de repente te sale el clásico «espabilado» que te dice, con aire de superioridad: «¡Es ARTE! se ve que eres…».
Lo mismo pasa con los libros, novelas, poemas, etc. en los que sale otro «espabilado» que, en su modo de «ilustrado», te dice: «¡Hay que ver que eres inculto! Esto es CULTURA».
No hablemos de los «expertos» en música, ya que ellos se consideran unos «eruditos», tanto en CULTURA como en ARTE, cuando en realidad lo que están escuchando parece gato maullando porque le están tirando de la cola, y unos acordes que hasta un niño de 4 años los haría mejor en un un pianito de juguete.
Mi abuela siempre me decía: “Non è bello quel che è bello, è bello quel che piace” (No es bello lo que es bello; es bello lo que gusta).
Cada cabeza es un mundo, y cada cual tiene sus gustos. Al igual que en la comida, no a todos los paladares gustan los mismos sabores.
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