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Cortesía de Mary Carmen Barbuzano
La esposa llegó a la casa tarde en la noche, entró sin hacer ruido, y, también sin hacer ruido, abrió la puerta del dormitorio conyugal y notó que por el final de las mantas se veían cuatro pies en vez de sólo dos.
Sin más, fue a buscar un bate de béisbol y con él repartió duros y repetidos golpes sobre las mantas.
Cuando se sintió satisfecha, fue a la cocina a servirse un trago, y apenas entrar descubrió que su esposo estaba sentado a la mesa leyendo una revista.
Al verla, él le dijo:
—¡Hola, cariño! Tus padres vinieron a visitarnos, y dejé que usaran nuestro dormitorio. ¿Ya fuiste a saludarlos?
Cortesía de Esteban Zajía