Era D. Domingo Berriel, a cuya memoria consagramos estas respetuosas líneas, natural de la isla de Lanzarote, y de las familias más nobles y acomodadas.
Vino a Cuba muy joven, estableciéndose en La Habana, luego en San José de las Lajas, y después en Güines, dedicándose al comercio de ropas.
Persona de claras luces y de una instrucción más que común, muy pronto nuestro comprovinciano se abrió paso entre las principales personas de la localidad, llegando a ocupar una posición social bastante desahogada y a gozar de un crédito ilimitado en la plaza mercantil de La Habana, y especialmente en la acreditada casa que llevaba por firma: «José M. Morales y Cía.».
En San José de Las Lajas contrajo desposorios con la respetable y virtuosísima señora Doña Dolores Fernández y Carballo, de cuyo matrimonio hubo dos hijos: el distinguido y famoso jurisconsulto Dr. D. Leopoldo Bethel y Fernández, catedrático de la Universidad de La Habana, y la Sra. Doña Clotilde, que casó con el Ldo. en Farmacia D. José Práxedes Alacán y Morales.
Algunos años después nuestro venerable amigo Berriel y Umpierres se retiró del comercio y se trasladó nuevamente a La Habana, donde tuvimos el honor de conocerle y tratarle muy afectuosamente; y del cual adquirimos muchas y verídicas noticias respecto a las influencias de nuestros compatriotas en el Nuevo Mundo, que luego nos han servido para la historia biográfica que estamos redactando.
El Señor Berriel y Umpierres era un hombre estudioso y poseía una gran memoria.
El apellido Berriel y Umpierres es uno de los más antiguos de Canarias, pues data desde que Juan de Bethencourt aportó por primera vez a la isla de Lanzarote.
Este ilustre hijo de las Afortunadas falleció en La Habana el 16 de marzo de 1888, a una edad avanzadísima y dejando un nombre imperecedero.
Perteneció a la Asociación Canaria de Beneficencia y Protección Agrícola, desde su fundación, y era altamente entusiasta para todo cuanto tendía al bien de su país en general. Tenía un corazón generoso y humanitario, y jamás llegó a sus puertas un comprovinciano desvalido, a quien él dejara de socorrer.
