[*Otros}– La base del Teide se formó en sólo 40.000 años

12/04/2012

Hasta ahora existían varias hipótesis sobre la formación de la depresión de la caldera de Las Cañadas en la que surgieron los volcanes del Teide (3.718 metros) y Pico Viejo (3.135 metros) de la isla de Tenerife.

Un nuevo estudio confirma que la caldera se formó como respuesta a un deslizamiento geológico, y que el grueso del relleno del valle de Icod, que sirve de base al estratovolcán, se produjo en un periodo de 40.000 años.

 

«A escala geológica se trata de un intervalo de tiempo muy corto», dice a SINC Vicente Soler, investigador de la Estación Volcanológica de Canarias y coordinador del estudio publicado en Geomorphology.

Esta nueva datación ha sido posible porque, por primera vez, los científicos han tenido acceso subterráneo a las primeras lavas emitidas tras el deslizamiento.

En total, el equipo de científicos recogió un centenar de muestras para conocer el momento en que se produjo el deslizamiento, hace 180.000 años. Según los resultados, el sistema respondió hace 160.000 años, y el nuevo volcán se empezó a formar hace 120.000 años.

El ‘hueco’ en el que nació el Teide

El deslizamiento produjo «un hueco» que formó la gran depresión de la caldera. En la misma zona del archipiélago Canario «creció el volcán del Teide como respuesta geológica», comenta el investigador.

Durante las últimas décadas, el origen geológico de esta depresión había sido motivo de controversia científica. Hasta ahora había dos respuestas plausibles al origen de estas depresiones, tanto la de las Cañadas del Teide, como los valles de Güímar y la Orotava.

La primera hipótesis atribuía su formación a un hundimiento posterior a una erupción, que vació la cámara magmática y creó el hueco de la caldera. Después de varias investigaciones, se confirma la segunda hipótesis, que apuntaba a un deslizamiento desde el norte de la isla hacia el mar. La zona está ahora rodeada por paredes verticales, a excepción de la parte superior, que «serían la cicatriz provocada por aquel gran deslizamiento», confirma Soler.

Con el paso del tiempo, la gran depresión se fue rellenando hasta formar el Teide, que se convirtió en el pico más alto de España por «un caprichoso azar de la Naturaleza», una erupción que «se pudo producir en el siglo XIV», pronostica el geofísico.

Datar rocas Canarias

El estudio también permitió saber cuánto tardaron los magmas, originalmente basálticos, en evolucionar hacia otro tipo de material.

«La edad de las rocas se ha deducido por la relación de su contenido en potasio y en argón, ya que la cantidad de los dos elementos químicos es proporcional al tiempo transcurrido desde su enfriamiento», explica Soler.

Desde hace 120.000 años, los magmas se han diferenciado hasta conferir las características actuales al entorno del Teide. La máxima diferenciación se encuentra en Montaña Blanca, donde hay piedra pómez de una erupción ocurrida hace 2.000 años.

Pero hay otras rocas típicas de la zona, como las rocas traquitas y las fonolitas, que dejaron de ser basalto cuando se empobrecieron de hierro y ganaron en dióxido de silicio.

Soler comenta que el análisis geoquímico de las rocas permite conocer el estado del sistema magmático, saber en qué punto se encuentra y cómo evoluciona.

Fuente: El Mundo

[*FP}– Cuando viajar era un placer

11-04-12

Carlos M. Padrón

Tal parece que en mi destino estuvo siempre el viajar.

Y así lo quería mi padre, pues cuando descubrió lo mucho que me gustaba el arroz, y lo poco que de él se comía en casa porque era caro, me dijo «Cuando vayas a América te cansarás de comer arroz».

No dijo «si vas a América», no; él daba por hecho que yo, al igual que ya habían hecho mis dos hermanos, me iría a América, como también lo había hecho él, mi padre, y mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, choznos, etc., y a veces también sus cónyuges, pues mi abuela paterna era cubana. O sea, que los Padrón a los que pertenezco hemos sido emigrantes por siglos.

Por pertenecer a una familia así, no es raro que entre los relatos que recuerdo de mis años infantiles estén los de los viajes que mi padre hizo a Cuba, y los que hicieron tíos y vecinos. Todos ellos daban gran importancia a esos lances en su vida, y mi antena infantil captaba esa importancia.

El primer viaje que hice fue en abril de 1950, cuando mi tío Pedro Castillo y su mujer, tía Nila, se mudaron a Santa Cruz de Tenerife —y nunca volvieron a El Paso—, y mi padre me mandó con ellos para que en Tenerife me viera el oftalmólogo don Corviniano, ya que mi maestro de primaria, don Enrique Campos (q.e.p.d.), le había dicho a mi padre que yo no veía bien, pues aún sentándome él en la primera fila del aula de clase, me costaba mucho leer lo escrito en el pizarrón.

Fue un viaje en barco, con salida, en la noche, del puerto de Santa Cruz de La Palma, para llegar al de Santa Cruz de Tenerife a primeras horas de la mañana del día siguiente.

Por supuesto, mareé de lo lindo, pues entonces los barcos, llamados de cabotaje, que cubrían las travesías interinsulares eran pequeños y viejos, y se movían a todo dar. Pero para mí valió la pena, pues por fin había hecho un viaje.

Luego hice muchos más, siempre en barco y siempre desde el puerto de Santa Cruz de La Palma hasta el de Santa Cruz de Tenerife, y viceversa, cuando a partir de 1951 iba yo a presentar exámenes de bachillerato.

Cuando en septiembre de 1957 «abandoné el nido» —como llamaba mi padre al acto crucial de dejar el hogar para volar por cuenta propia— y con mi maleta de cartón me dirigí a La Plaza (centro del pueblo) para abordar la guagua que me llevaría a Santa Cruz de La Palma, el marido de una prima mía acertó a salir de la casa justo en el momento en que yo pasaba frente a ella.

Sabedor de que yo dejaría mi casa ese día, al verme maleta en mano me dijo algo que — en aquel momento en que me sentía asustado, con el corazón en un puño y con ganas de llorar— me pareció una frivolidad nacida de la necesidad de no quedarse callado. Señalando a mi maleta sentenció: «Ten cuidado porque crea hábito».

Sí, fue una sentencia por ni siquiera él supuso que el tal hábito llegaría a ser lo que fue.

Desde Santa Cruz de Tenerife viajé cada año, desde 1958 a 1961, entre Tenerife y La Palma, pero en avión, en los viejos DC-3 que cubrían el trayecto entre Los Rodeos —entonces el único aeropuerto de Tenerife—, y el único aeropuerto de La Palma, uno con una pista de apenas el largo mínimo que, para «tranquilidad» de los viajeros, comenzaba en un barranco y terminaba en un cementerio, o al revés, según se vea.

Después de probar el avión concluí que lo prefería, con mucho, al barco, lo cual no es raro porque nunca me agradó el mar.

Y en 1961 ocurrió el gran viaje: de Canarias a Venezuela, en barco. En uno, el «Bianca C», que en su regreso a Italia hizo escala en la isla de Grenada, y una explosión en el interior del barco desató un fuego que acabó con él en un accidente que le ganó el sobrenombre de «El Titanic del Caribe».

Ya en Venezuela, durante mi vida laboral en Olivetti, hice, siempre en avión, varios vuelos nacionales —el primero, en un Caravelle— y mi primero internacional (Caracas – New York – Milano – Madrid – Tenerife – La Palma – Tenerife – Las Palmas – Caracas). Y durante mi vida laboral en IBM ya rompí cualquier medida que el marido de mi prima hubiera siquiera soñado.

La pasada semana, mi hija Elena me pidió que tratara de ubicar datos de un evento ocurrido entre 1990 y 1992. Eché mano de mis agendas y no pude menos que asombrarme al descubrir que cada 15 días viajaba yo a algún otro país, casi siempre a USA, por motivos de trabajo.

Haciendo memoria al notar eso, caí en cuenta de que, desde 1985 y hasta 1997, podría decirse que viví montado en un avión, sobre todo entre 1990 y 1995.

Era algo que me gustaba, pues siempre me he sentido seguro al volar, tanto más cuanto mayor el avión. Además, no había ni la congestión que hay ahora en los aeropuertos, ni los malditos controles de seguridad que casi obligan al pasajero a hacer streeptease.

En todas las filiales de IBM había una o más agencias de viajes que se encargaban de los preparativos de los viajes de los empleados de la compañía, y por eso me acostumbré a que, al querer viajar, no tenía yo que molestarme en hacerme cargo de eso..

Pero los tiempos cambian y, una vez que dejé IBM, sí tuve que hacerlo, y a veces con malos resultados que implicaron gasto de tiempo y dinero, que pude haber evitado de haber contado entonces, como cuento ahora con el acceso a organizaciones especializadas que trabajan vía internet y que me facilitan enormemente la búsqueda de un vuelo barato que se ajuste mi presupuesto.

Dados los precios que ahora tienen los vuelos, mejor es contar con ayudas de este tipo, pues sin un soporte así no es nada fácil dar con el vuelo adecuado a nuestro bolsillo, con su tarifa, su horario, etc., y, una vez encontrado todo, hacer las debidas reservas o comprar de una vez los pasajes.

Viajé tanto que ahora, de sólo pensar en hacerlo, ya me siento mal, pero la facilidad que da internet para contactar con estas organizaciones, y el ahorro que ellas proporcionan, es lo que viene a mitigar ese malestar, ya que no pueden evitarme el mal trago de las horas perdidas en los aeropuertos por la anticipación que, debido a los dichosos controles de seguridad, piden las líneas aéreas, y, sobre todo, debido a los controles en sí.