09-02-12
Carlos M. Padrón
Ante tanta estupidez ya uno no sabe si quienes pretenden que nuestro idioma español se use como se cuenta en el artículo que sigue, lo hacen por ignorancia, por acomplejamiento o sólo por llamar la atención, algo que, por cierto, suele gustar mucho a los ignorantes.
Como si la retórica fuera siempre una virtud, de hacer caso a lo que predica el tal artículo aumentarían casi al doble la cantidad de palaras de un discurso o escrito, ignorando así un principio de simple economía en el lenguaje.
Pero mientras haya instituciones que den dinero para estas pendejadas, habrá pendejos —y uso este término con alcance masculino y femenino— que sigan escribiendo pendejas como la de la tal Guía.
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2012-02-06
Amando de Miguel
El lenguaje superferolítico
Oscar Pardo me obsequia con un documento «muy idiota» que le han hecho llorar: «Guía de lenguaje no sexista», publicada por la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia).
Se supone que lo ha escrito algún experto en la materia. Por eso hay que ser un poco exigentes con este bodrio del ludibrio del manubrio.
Intuyo que el título original, más correcto, era «Guía del lenguaje no sexista», pero el autor o autora entendió que el lenguaje es palabra masculina y por eso le quitó el artículo. Con ello quizá pretendía lo que se cita en la introducción: «la visibilización de la mujer». Eso equivale a una renovación del léxico para que las mujeres no se sientan menospreciadas.
La reforma principal es la supresión del masculino genérico. Es decir, los profesores y las profesoras, los funcionarios y las funcionarias, y los alumnos y las alumnas, no deben emplear masculinos genéricos.
Por ejemplo, digo yo, ya no podrán decir «los españoles», tendrán que pasar a «las españolas y los españoles». Supongo que eso será así en los libros y artículos que escriban, y en las clases que impartan las profesoras y los profesores. Porque otra norma no es sólo que haya que reduplicar el masculino y el femenino sino que, a poder ser, el femenino debe ir delante para contrarrestar siglos de oscurantismo.
La Guía imprime una frase como ésta: «Existe una Orden… en la que se insta a reflejar en los títulos académicos el sexo de quiénes (sic) los obtienen». ¿No se debería haber puesto «el sexo de quienes (sin tilde) las o los obtienen»?
Otra atrevida innovación de esta Guía es que el masculino genérico plural debe ser sustituido por un abstracto. Por ejemplo, ya no se podrá decir «los empresarios». En todo caso, debe decirse «las empresarias y los empresarios» y, mejor todavía, «el empresariado».
Pero la autora o el autor parecen ignorar que no es lo mismo un masculino genérico plural que un abstracto. Una cosa es los notarios, y otra el notariado; no es lo mismo los proletarios que el proletariado, los funcionarios que el funcionariado.
A veces hay que retorcer el lenguaje con el recurso del circunloquio, así, la Guía dice que, en lugar de «los becarios», hay que decir «quienes sean titulares de las becas». Imagino que ya no se podrá decir «los parados»; en su lugar debe ir «quienes son receptores o receptoras de los subsidios del desempleo».
Lo malo es que todas estas sinsorgadas se hacen con dinero público y pretenden conseguir con ellas la igualdad para las mujeres; bueno, el mujerío.
Me parece un desprecio a la mujer lo que se demuestra con este tipo de patochadas. Lo que esconden es una patética ignorancia, precisamente en una institución universitaria.
Por eso mismo la Guía pretende ser un texto científico y se adorna de una autorizada bibliografía. En ella se incluyen solo estas cuatro fuentes de autoridad sobre el lenguaje: el Gobierno del Principado de Asturias, el Instituto Andaluz de la Mujer, el Ayuntamiento de Avilés y el Ayuntamiento de Nerja.
Hay que suponer que en las cuatro instituciones los políticos y las políticas que mandaban a la sazón eran del Partido o de la Partida Socialista.
Me pregunta don Óscar que cuál es mi reacción ante la desgraciada Guía, si me hace reír o llorar. Me solivianta, me enardece, me subleva.
Fuente: Libertad Digital

Cosas veredes, Sancho, que harán llorar las piedras… y nada menos que la UNED
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