LA MUERTE
A la memoria de mi madre y de mi hija.
Oye, funesta emanación del caos,
del pecado de Adán el primer fruto.
(La Hija de las Selvas)
La muerte es un fantasma que vaga por el mundo.
cortando do los seres la efímera existencia.
La Muerte es un misterio arcano el más profundo.
Y al hombre ese anatema le dio la Omnipotencia.
Espectro que del caos desciende hasta el planeta,
sediento de las vidas que mata fieramente;
Monarca de los mundos, del Orbe fuerte atleta,
que cumple los decretos del Dios Omnipotente.
Adusta mensajera, de incógnita jornada,
que lleva a los hogares la angustia y el dolor.
Es fin, si en ella empiezan las sombras de la nada,
es vida a los que mueren, si han muerto en el Señor.
Gigante segadora que corta tenazmente
las mieses de ]a vida que da Naturaleza,
y siempre por la Tierra, sañuda y prepotente,
ansiosa de amarguras, difunde la tristeza.
Potente soberana de todo el Universo;
enigma misterioso del ser y del no ser;
emblema que en los mundos encuéntrase disperso
y causa que la Ciencia no llega a comprender.
¡Oh, Muerte miserable!
¡Oh, espíritu homicida!
¡Oh, fiera abominable,
verdugo de la Vida!
Si ojeo algunas veces el libro de tu historia,
yo siento el alma mía, sumida en el pesar,
y cuando algunos seres recuerda mi memoria,
entonces, ¡ay!, me siento con ansias de llorar.
Entonces en mi monte titila la razón,
y vuela hasta ultratumba mi inquieto pensamiento.
Entonces en mi pecho se agita el corazón,
henchido en la amargura que sangra mi tormento.
Pues surge a la memoria mi madre idolatrada,
mi tierna Carmencita, pedazo de mi ser,
y muchos otros seres a quienes la Ensañada,
del mundo a los sepulcros hiciera descender.
¡Oh, Muerte miserable!
¡Oh, espíritu homicida!
¡Oh, fiera abominable,
verdugo de la Vida!
No temo a tus enconos, ¡oh, Muerte despiadada!
No temo a tus guadañas, ¡oh, Muerte traicionera!
Yo cumplo mis deberes del mundo en la jornada,
y espero, pues, tranquilo, tu espíritu de fiera…
Mas, ¡ay! clemencia, ¡oh, cielos! que oscila mi razón.
La Muerte es un arcano que encierra tu sentencia.
¡Perdóname, Dios santo, y acoge mi oración!
¡¡Yo acato los decretos de tu alta Omnipotencia!!
Yo acato tus designios, ¡oh, Excelso Soberano!
y unido al Universo te rindo mi tributo.
Yo acato tus decretos: la Muerte… el gran arcano…
del mundo el anatema… ¡de Adán el triste fruto!
