Al igual que lo de «Esto empezó con la 1620 instalada en la UCV«, los escritos que copio más abajo fueron intercambiados por e-mail comenzando el día 29 de agosto de 2003, o sea, hace hoy exactamente OCHO (8) años.
Mis excusas por la repetición.
***
Carlos M. Padrón
La IBM 1401 fue la primera computadora que vi en mi vida. Estaba instalada en el Banco Francés e Italiano (BFI, con sede principal en la Avda. Urdaneta cruce con Avda. Fuerzas Armadas), que luego fue “Banco Latinoamericano de Venezuela, C.A. Sudameris”, y luego, cuando lo compró Pedro Tinoco, Banco Latino C.A.
Las malas lenguas dijeron entonces que se escogió ese nombre porque al incorporar a “Latino” las siglas de compañía anónima (C.A.) el resultado era LATINOCA, o sea, la hacienda de Tinoco.
Como se recordará, el Banco Latino quebró en 1994 durante la crisis financiera.
Esa 1401 era igual a la de la foto que sigue, excepto por que no tenía ni la muchacha ni el tambor de discos que en la foto aparece al fondo y a la derecha. Creo que tenía 8K de memoria.
Mi “encuentro” con la 1401 ocurrió en 1963, o sea, hace 40 años.
Siendo yo vendedor de Olivetti y especialista en las máquina llamadas Audi, me asignaron la cuenta BFI porque Olivetti había instalado con éxito en Europa una solución en base a la cinta de papel perforada de sus máquinas Audi, y esa solución, que corría en una 1401, podía adaptarse para Bancos.
Hice la oferta al BFI, y Claudio Santilli, que era el DP Mgr del BFI, me pidió que, para empezar, programara en un par de Audi la aplicación para cuentas corrientes y de ahorros que, en base a tarjetones y libretas, y máquinas NCR y Burrough’s de registro directo, tenía el Banco instalada desde hacía años.
Puse manos a la obra. Con una especie de comisión de gerentes del Banco, encabezada por su presidente, de apellido Belloni (su nombre lo pronunciaban Joaquín pero creo que se escribía Gioacchino), y coordinada por Santilli como interfaz primaria conmigo, acordé el diseño de los tarjetones que querían.
Olivetti imprimó un lote de tarjetones para las pruebas (las libretas de ahorro serían las mismas ya en uso), e instalé un par de Audi en la sede del BFI con las cuales di demostraciones a la tal comisión.
Realicé los ajustes que pidieron, y, cuando esa parte estuvo lista —así como la cantidad de Audi que comprarían, el precio, las condiciones, etc.—, vino el gran problema: cómo leer y pasar a una computadora 1401 la cinta de papel que las Audi perforarían como producto de su trabajo.
Yo sabía, por los manuales que me habían servido para entender y programar las máquinas Audi, que en Europa se usaba para eso la IBM-3903, que, como en IBM aprendí después, era un RPQ (Request Price Quotation) de no sé qué máquina.
Pero cuando el BFI le pidió a IBM de Venezuela la 3903, la respuesta fue que no existía, respuesta que podía entenderse por cuanto IBM, al ver en el BFI las Audi en demostración, se puso a buscar algo con qué competir para ganar el negocio e impedir que Olivetti entrara en ese Banco.
Ante esta respuesta, Olivetti puso en manos del BFI toda la documentación que acerca de la 3903 había yo conseguido desde Olivetti HQ, y el BFI se la entregó a IBM como prueba de que la 3903 sí existía.
Ante esto, IBM no tuvo otra opción que traer de Europa esa lectora de cinta de papel y conectarla a la 1401 del BFI.
Hacer que la 3903 leyera la cinta de papel de hueco cuadrado que producían las Audis fue otro cantar, en cuya poco melódica y desagradable “entonación” conocí a los primeros técnicos y analistas IBM que literalmente «parieron» por semanas hasta que la 3903 hizo a satisfacción su trabajo.
Para variar, no recuerdo sus nombres ni las caras de casi ninguno de los IBMistas que intervinieron en esto; sólo me viene a la memoria, y por razones “aromáticas”, la cara de Luis Somoza.
Así logré vender un montón de Audi que luego tuve que instalar, personalmente y ayudado por dos instaladores, en todas y cada una de las agencias importantes del BFI a nivel nacional.
Junto con mis instaladores y dos funcionarios —Rafael Masiello (q.e.p.d.) y Luis Guirado— que el BFI había destinado para eso a tiempo completo, me recorrí casi la total la geografía del país.
Pero fue el ver, en vivo y en directo, cómo actuaban, se fajaban y comportaban los técnicos y analistas de IBM, y cómo era su relación entre ellos y con el cliente, lo que me llevó a decidir que yo haría todo lo que fuera necesario para entrar en esa compañía.
A comienzos de 1967, y a petición mía, Claudio Santilli me hizo un contacto con IBM, fui al Edf. Mene Grande y presenté los exámenes.
A los pocos días me llamó la Sra. Rebeca Perli y me dijo que los había aprobado, pero que quedarían archivados a la espera de que IBM necesitara personal.
Casi dos años más tarde —y dos negocios más ganados por mí a IBM: IVSS y CANTV— supe que IBM estaba buscando personal, así que llamé a la Sra. Perli y recibí de ella dos malas noticias:
1) Lamentablemente, mi expediente, al igual que muchos otros documentos, se había perdido en el desastre causado por el terremoto de julio/1967, y que, por tanto, yo debía presentar de nuevo los exámenes.
2) Aunque no hubiera ocurrido la pérdida de mi expediente con los exámenes aprobados, no podían contratarme porque Olivetti había presentado ante IBM una queja formal por “robo” de personal, pues desde Olivetti y para IBM se habían ido, a la fecha, José (Pepe) Martínez Montalvo (q.e.p.d.), Carlos Pérez Requejo, y Miguel Cabrera. Mi única posibilidad era que yo dejara Olivetti y tocara de nuevo a las puertas de IBM por lo menos seis meses después.
Fiel a mi decisión, en marzo de 1969 —y poco tiempo después de haber regresado de Ivrea (Italia) donde están los HQ de Olivetti, de un viaje premio y de contribuir al diseño de la nueva familia de terminales bancarios que Olivetti quería lanzar al mercado— renuncié a Olivetti y me fui a trabajar con Santilli en PRODACA, un data center que, usando los equipos del BFI, había montado él en sociedad con Leonello Andreassi, también funcionario del BFI.
Allí esperaba pasar yo tranquilo los 6 meses reglamentarios, pero en junio de ese año murió mi padre, y su muerte me dejó tan destrozado (de hecho, es el golpe más duro que he recibido hasta la fecha) que quedé en la actitud que él, mi padre, habría descrito con la expresión, creo que cubana, de que todo «me daba lo mismo atrás que a las espaldas”.
Contra el suelo, vuelto ñoña y moviéndome por inercia en mi trabajo con PRODACA, en septiembre de 1969 me topé con Carlos Pérez Requejo en la esquina de Urapal, me dijo que IBM estaba buscando gente, que aprovechara y fuera de nuevo, y, sin saber cómo ni por qué (estoy convencido de que fue obra de mi padre), un par de días después me fui una mañana al Edf. Mene Grande, presenté otra vez los exámenes —con cero nervios, pues todo me daba lo mismo atrás que a las espaldas, o sea, que me importaba un pito— y poco días después me llamó a mi casa al Sra. Perli para que fuera a unas entrevistas.
A pesar de la oposición de algunos IBMistas de entonces, y después de ser entrevistado por Humberto Ribadeneira, Rainer Barany y José Avendaño, el día 1° de octubre de 1969 entré por fin en IBM de Venezuela.
En mis solicitudes —la de 1967 y la de 1969— yo había pedido la posición de analista de sistemas (SE), pero cuando ya mi Entry Level Training (ELT) estaba por terminar, José Avendaño me dijo que yo iba para Ventas, sí o sí, y en el área de Banca, pues después de haberle ganado a IBM tres negocios ejerciendo yo como vendedor de competencia no iban a darme otra posición que no fuera ésa. Y para Ventas fui como RV (Representante de Ventas).
Debuté como RV Trainee ayudando a Juan Llorens con las cuentas de su territorio, especialmente con Banco de Venezuela, que era la mayor.
Fuera y dentro de mi familia yo siempre había sido Carlos Padrón, y ese nombre no me había creado problema alguno. Pero a poco de estar en IBM descubrí que, tan sólo en el medio relacionado con la computación, había nada menos que seis Carlos Padrón.
Así que, para evitar confusiones, desenterré la inicial de mi segundo nombre, que es Miguel, y comencé a usar Carlos M. Padrón tanto en la correspondencia como en las tarjetas personales.
Fuera de ese medio siguen llamándome Carlos Padrón.
***
Antonio Lalaguna
Ahora ya sé de quién fue el invento de la dichosa lectora de cinta de papel que había en el BFI. Gracias, coño, por los malos ratos pasados.
***
Carlos M. Padrón
A lo dicho más arriba vino a refrescar mi memoria el mensaje que acaba de llegarme por e-mail con el “agradecimiento” de Antonio Lalaguna por los muchos “buenos ratos” que la 3903 le hizo pasar en el BFI.
Esta demostración de tan noble sentimiento llegó un poco tarde, pero llegó, aunque debo disculpar a Antonio ya que, según él mismo reconoce, fue por el Release 1 de este artículo por donde por fin supo de quién había sido el invento de la dichosa lectora de cinta de papel que había en el Latino [BFI].
Antonio: Felicitaciones, aunque tardías, por lo feliz que te hizo la 3903. ¡Qué malagradecido!
¡De nada, Antonio, de nada! 🙂
***
Ramón López
Las primeras 1401s tenían una memoria de 1.4 Kb, y había de 2 K. A Venezuela llegaron todas con 4 K o más. El límite era 16 K.
El especialista de esta máquina era Hugo Smitter.
En octubre de 1962 hice una sugerencia modificando algunos circuitos de la 1620, pues cuando esta máquina multiplicaba tomaba 4 ciclos de 20 microsegundos por cada dígito, pero, con la modificación por mí propuesta, cuando encontraba ceros hacía que el shift saltara al próximo dígito, ahorrando así mucho tiempo, pues, normalmente, en cualquier cantidad hay un buen porcentaje de ceros, y con esto se acortaba el tiempo de la multiplicación.
Mi idea no la pusieron en la 1620 sino en la 1620 II, que fue anunciada unos meses después.
Por esta sugerencia me dieron un premio, y a fin de año, otro, por haber sido ésa la mejor sugerencia del Área.
A Pepe Martínez Montalvo le ayudé a entrar en IBM. Él estaba casado con una chica que era prima del esposo de mi prima Rosario, que vive en Asturias. Pepe (q.e.p.d) era una magnifica persona.
***
Manuel Alberto Gutiérrez
Todo lo enviado se refiere a computadoras. Nadie menciona las maravillosas máquinas denominadas «Registro Unitario», o Tabulating Equipment. El verdadero multiproceso de las 024/026/056 y 059, 077 y 088, 557, 082/083 y 101, 513 y 514, 402/403/421 y 407, 602/604 y 607. Y con las tarjetas de 80, y sí, ¡de 81 columnas!
Fue el nacimiento de lo que hoy tenemos, pero SIN virus ni gusanos ni problemas.
La verdad es que mi ingreso al procesamiento automatizado fue con UNIT RECORD en 1959 en el Ministerio de Hacienda, en Costa Rica, cuando me pasaron a trabajador en «Departamento IBM» como se llamaban antes (gran mercadeo).
Después de botar tarjetas porque tenían huecos de corte perfecto y creí que se las habían comido las polillas, pasé el examen de IBM y los cursos iniciales, y luego entendí lo de las «perforaciones» y me acostumbré a perforar.
Dicho esto, me doy cuenta de que he estado en «esto» desde 1959 (no sé qué mes), o sea, por cuarenta y cuatro años. Empecé a los 19.