[*FP}– Una «plácida» noche en Monte Carlo

Carlos M. Padrón

16 de mayo de 1995. El viaje de ese día, desde Madrid a Monte Carlo, comenzó mal, pues al llegar a Niza en el vuelo IB-5456 me dijeron que para ir a Monte Carlo tenía que abordar un helicóptero, aparato que siempre había yo evitado porque vuela muy bajo y se mueve demasiado. Pero siempre hay una primera vez.

Por suerte, la duración del viaje de Niza a Monte Carlo fue de sólo 6 minutos, y los bajones y subidas del helicóptero muy pocos, así que llegamos pronto, y yo sin dolor de cabeza.

En el hotel Loews Monte Carlo, al que entré a las 14:30, me asignaron la habitación 3234. Una vez instalado en ella fui a la reunión de trabajo que me había llevado a esa ciudad, y que se prolongó hasta bastante tarde.

De regreso al hotel luego de la cena inaugural del grupo de gerentes de IBM de diferentes países, cena que terminó muy tarde, deshice mi equipaje, me puse el pijama y me metí en la cama.

Cuando apenas comenzaba a conciliar el sueño me sobresaltó el ruido que en la habitación que estaba encima de la mía hacía el movimiento de un mueble que alguien estaba cambiando de lugar,… a la 01:30 de la madrugada.

Pensé que ese alguien tuvo alguna necesidad que le obligó a proceder así una sola vez, pero los ruidos de sillas que caían al suelo y de muebles, algunos más pesados que otros, siendo arrastrados por sobre el piso continuaron a intervalos como de 5 minutos, impidiéndome dormir.

Ante la necesidad de madrugar para asistir a la reunión de las 08:00 de la mañana, llamé a la recepción y presenté mi queja.

Para mi sorpresa, el empleado que me atendió me dijo que la habitación ubicada encima de la mía estaba desocupada, y que los ruidos, cuyo origen él desconocía, no deberían molestarme más por cuanto en ese hotel se respetaba mucho el descanso de los huéspedes.

No habían pasado 10 minutos de terminaba esta conversación cuando los ruidos volvieron a sonar, una y otra vez, y hasta me pareció que con menor espacio de tiempo entre ellos.

Unos veinte minutos después, cansado ya de aquel extraño concierto llamé de nuevo a la recepción.

Creo que deliberadamente dejaron que el teléfono repicara sin atenderlo, pero insistí y al fin contestó el mismo empleado de la vez anterior, y al recitarle de nuevo mi queja no tuvo mejor ocurrencia que decirme que el hotel estaba lleno y no tenían otra habitación que darme.

Molesto argumenté que eso no era consistente con lo que me había dicho antes, o sea, con que la habitación encima de la mía estaba vacía. Entonces, a falta de mejor explicación el tipo, como queriendo convencerme, me dijo, con cierto toque jocoso, que no eran horas para entrar en paranoia. Ahí exploté y le dije:

—Escúcheme bien, por favor. Soy uno de los gerentes de IBM que asisten a la reunión internacional que tiene aquí nuestra compañía, una que es muy buen cliente de esta cadena de hoteles. Si usted no quiere que mi queja, por su falta de atención y su respuesta ofensiva, vaya a niveles mayores, páseme con el gerente de turno.

Silencio al otro lado de la línea, tal vez porque el tipo estaba revisando mi ficha, y a los pocos segundos me atendió otra persona que se identificó como «manager on duty«. A éste le dije:

—Señor, mi nombre es Carlos M. Padrón y soy gerente de IBM. Durante la última hora he llamado dos veces a su empleado para pedir que me cambien de habitación porque sobre la mía hay unos ruidos que me impiden dormir, pero él no sólo no me ha hecho caso sino que me ha sugerido que lo mío es paranoia, así que le ruego a usted que suba para que compruebe la validez de mi queja y, si no puede hacer que los ruidos cesen, me cambie de habitación. Pero suba pronto porque a las 08:00 de mañana debo estar en una reunión.

El hombre dudó por un segundo y luego dijo,

—Como a esta hora no hay mucho trabajo, voy a subir. Deme unos minutos.

Durante los 6 ó 7 minutos que tardó en llegar, los ruidos se repitieron dos veces más.

Por fin tocaron a la puerta de mi habitación, abrí, vestido con el pijama con que yo estaba desde hacía una hora, y un individuo con cara de francés y acento de ídem se paró en el dintel y después de darme las buenas noches me preguntó en qué podía ayudarme.

—Pase, por favor, y sea usted ahora quien me conceda unos minutos de su tiempo.

Dudó, pero al final entró aunque dejando abierta la puerta.

Le pedí que, por favor, se sentara en la silla del pequeño escritorio que allí había. Mientras, yo fui a sentarme en la cama.

En cuanto me senté y quedé mirando hacia él, el supuesto gerente comenzó a decirme algo, pero apenas abrió su boca el ruido de un pesado mueble que se desplazaba, ahora más rápido que nunca antes, por el piso de la habitación de arriba lo cortó en seco, y no bien el hombre miró hacia el techo, el mueble se estrelló con tal violencia contra la pared justo encima de su cabeza que la vibración hizo temblar hasta la cama en que yo estaba sentado, y casi derriba el pequeño florero que había sobre la mesita junto a la cual se había sentado el francés, que tenía un brazo apoyado en ella.

Como empujado por un resorte se levantó aquel hombre de su asiento sin dejar de mirar hacia el techo, y cuando por fin bajó la vista sus ojos estaban desorbitados y su rostro muy pálido.

Sin decir palabra, a toda prisa se encaminó a la salida, y cuando estaba a punto de cerrar la puerta tras de sí, la entreabrió un poco, metió la cabeza y me dijo:

Monsieur, prepare su equipaje que ya le envío a alguien que lo llevará a otra habitación.

Cerró dando un portazo y se fue.

Encima del pijama me puse pantalón y camisa, recogí los enseres del baño y demás, y al rato llegó un mozo con uno de esos carros altos que usan para transportar maletas, carro que en este caso era totalmente innecesario porque yo tenía sólo un portatrajes.

Cuando el mozo entró en la habitación noté que estaba nervioso, y mientras se dirigía a recoger el portatrajes, que ya listo había puesto yo sobre la cama, de nuevo sonó el bendito mueble que ahora se desplazaba en dirección contraria.

Lejos de alterarse y mirar hacia el techo, como habría sido lo lógico ante algo tan anormal, aquel hombre cogió el portatrajes, lo puso sobre el carro, al darse vuelta bajó la cabeza en un claro gesto de evitar mirarme, y, sin perder la compostura, como si nada hubiera pasado, se mantuvo en silencio y comenzó a empujar su carro fuera de la habitación.

Intrigado ante tal actitud, me planté ante el carro, obligando a que se detuviera, y pregunté:

—¿Quiere usted decirme qué fue eso?

Sin alzar la vista del piso se limitó a contestar:

—Yo no sé nada; a mí no me pregunte.

Respuesta que traduje como «No estoy autorizado a hablar del asunto».

Me hice a un lado. El mozo, empujando el carro con mi portatrajes a bordo, salió de la habitación y me guió hasta la 3055, ubicada en el mismo piso pero a bastante distancia de la de los ruidos.

Al llegar a ella, la abrió y, sin decir palabra ni esperar por propina alguna, puso sobre la cama el portatrajes, me entregó la llave, salió con su carro y cerró la puerta. Y en esa nueva habitación pude dormir esa noche unas tres horas.

En la reunión de la mañana siguiente conté a mis compañeros el incidente. Algunos rieron de buena gana, pero tuve la impresión de que otros creyeron que yo me había de tragos después de la cena de la noche anterior y me había emborrado.

Todas las veces que a partir de esa noche pasé frente a la recepción del hotel, los empleados de turno me miraban raro. Yo no dejaba de preguntarme el origen de los extraños ruidos, el por qué de las explicaciones contradictorias («la habitación de arriba está vacía» vs «el hotel está lleno»), por qué los huéspedes de las habitaciones a ambos lados de la mía no se quejaron (tal vez estaban vacías), y, sobre todo, por qué el supuesto gerente se asustó tanto al escuchar los ruidos y reaccionó como quien cae en cuenta de que está de regreso algo malo que se consideraba desaparecido, o algo de lo que no está permitido hablar a los huéspedes, aunque parece que los empleados del hotel, al menos los de la recepción y uno de los maleteros, sí sabían lo de los ruidos pero tal vez no conocían su origen.

Encima de un apartamento de playa que tuve una vez en Caraballeda (Venezuela) estaba el pent-house del edificio, y una noche tuve que llamar a los de ese pent-house y pedirles que dejaran de rodar las sillas de su terraza porque el ruido que hacían no me dejaba dormir. Me pidieron disculpas y el ruido cesó.

Al día siguiente, cuando todos o varios de ellos bajaron a la piscina, vi que un miembro del grupo era, a todas vistas, retrasado mental, y supuse que tal vez se dedicaba a rodar sillas cuando no podía dormir.

Así que mi conclusión en el caso del hotel Loews Monte Carlo fue que en la habitación encima de la mía había alguien importante que o bien era anormal, o se había emborrachado o drogado, y le dio por botar sillas, rodar muebles y estrellarlos contra las paredes de su habitación. Pero era alguien «intocable» a quien no convenía, o no se podía, llamarle la atención.

Cuando poco antes de las 13:00 del viernes 19-05-1995 fui a hacer el check-out, al llegar frente al mostrador vi que dos mujeres que estaban en una oficina al fondo comenzaron a mirarme y a cuchichear entre ellas.

Al notar mi presencia, el único empleado que al momento había en el mostrador de la recepción y que estaba atendiendo a otro huésped, le dijo a éste algo en francés, lo dejó esperando y vino a atenderme a mí. Me pareció que los del hotel querían que yo me fuera de allí lo antes posible.

Pagué, recogí la factura y me fui sin que nadie me pidiera disculpas ni mencionara más el incidente para el cual sigo sin encontrar una explicación lógica y cabal.

[*Otros}– Los Canarios en América / José Antonio Pérez Carrión: Dr. José Currás

Era natural de la isla de Tenerife, y vino a Venezuela después de haber desempeñado en su país varios curatos.

Ya en Caracas, fue nombrado igualmente cura de una de las parroquias de esa populosa y rica ciudad, en que los hijos de las Afortunadas gozan de grandes simpatías y de las más altas influencias en los destinos del país, lo mismo en lo civil que en la milicia, en lo eclesiástico, como en la agricultura y en el comercio.

La historia general de Colombia lo testifica con letras de oro en sus páginas diamantinas. Los hijos de las Atlánticas tuvieron la suerte de colocar la primera piedra, donde, andando el tiempo, había de levantarse la hermosa capital de la República venezolana.

El Dr. Currás, orador elocuentísimo, en sus primeros años dio pruebas inequívocas de su inteligencia. Fue profundo teólogo. Tuvo que trasladarse más tarde a La Habana con su familia, siendo nombrado teniente cura de la iglesia de San Nicolás, destino que desempeñó durante algunos años.

Este ilustrado sacerdote falleció a una edad avanzada, dejando en buen lugar el nombre canario.

[*FP}– Del baúl de los recuerdos de IBM: Fotos que son, supongo, de los años ’70s

Todas son cortesía de Oscar del Barco. Él no sabe en qué año fue tomada cada una, y como tampoco lo sé yo, agrupo las que, en mi opinión, son de los años ’70s, y aquí van las primeras siete de un total de trece.

En todos los casos, y como de costumbre, numero de izquierda a derecha y pongo el signo ‘?’ cuando ignoro el nombre de la persona,… nombre que espero que alguien me dé.

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Foto 1.

Entrenamiento

De pie: 1, Víctor Díez; 2, Antonio Figallo.
Sentados: 1, X. Araujo (de espaldas);  2, ?;  3 ?; 4 ?.

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Foto 2.

Fernando Gutiérrez, Tomás Ruiz y J.V.Guerra

De pie: 1, Juan Vicente Guerra.
Sentados: 1, Fernando Gutiérrez; 2, Tomás Ruiz;  3, Alicia Leandro, esposa de Tomás Ruiz.

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Foto 3.

Gabor Simon, Diana Baralt y .... 1, Gabor Simon;  2, Diana Baralt;  3, Álvaro Martínez.

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Foto 4. Llegando al HPC en Panamá. Toma completa, que divido en dos.

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Foto 4a.

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1, X. Báez; 2, ?; 3, Jaime Trillas †: 4, Oscar del Barco;  5, Mario Molinett .

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Foto 4b.

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Como se ven bien todas las caras, tomo los seis como en una sola fila.

1, Tomás Ruiz; 2, Agustín Mogollón †; 3, Miguel Pérez; 4, ?; 5, ?; 6; Hans Barany.

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Foto 5.

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Detrás: 1, Lucía Poleo.
Delante: 1, Jorge Oliver;  2, Andreas Nawrosky.

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Foto 6.

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1, Luis Salazar;  2, Ramón Lander †;  3, José Avendaño .

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Foto 7. Llegando al HPC en Argentina.

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1, Alfonso Condés;  2, Alexander Kulik;  3, Simón Meléndez;  4, Ramón Lander †;  5, Ángel Puyuelo;  6, Juan Vicente Guerra.

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COMENTARIOS

Mike
Muchas gracias, Sr. Carlos, por su gesto de colocar el nombre de mi papá en la foto del seminario IBM en el tan recordado Hotel Macuto Sheraton. Mi familia está muy agradecida, y todos le envían muchos saludos: mi mamá, mi hermana y mi esposa.

Gracias por su atención y por traernos ese hermoso recuerdo.

¡Un abrazo!

Mike Cellamare.

Mike
Foto 6, entre penúltima y antepenúltima fila, delante del llamado Gianni Marzoratti. En la cuarta fila, el joven con lentes de camisa guayaba clara, detrás del que viste camisa roja, es mi papá, Michele Cellamare, que era sous-chef del hotel en esa época.

¡Qué bella sorpresa ver a mi papá en esa foto! ¡Gracias, mil gracias por compartirla!

¡Un abrazo!

Mike Cellamare

CMP
En respuesta a Oscar del Barco E..

Listo, Oscar. Más vale tarde que nunca. Gracias.

Oscar del Barco E.
Saludos a todos. De pasada pude observar estas fotos y comento lo siguiente.

Foto 2. El #2, identificado como Mario Molinet, no lo es; este señor es un contador público, muy amigo de Ramón Lander, quien asistió con su esposa, que está a su derecha con el #1. La esposa de Ramón Lander (†) es Luisa Alfonzo de Lander.

Foto 6. En el Sheraton. En la fila delantera, el #6 es el Gral. (FAV) Mariano Márquez y, justo detrás de él está, con camisa blanca, Ramón Lander. Le sigo yo atrás, con camisa blanca también, en el siguiente escalón. Y detrás de mí, con camisas oscuras, creo identificar a Luis F. Guerra y a Ricardo Castillo.

En la fila que inicia Jesús Saltés, el caballero pelirrojo con barba no creo que sea Fernando Lacoste, me parece que es Alfredo Páez Pumar.

En la fila #2, detrás de Freddy Perozo y con saco y corbata, está Hernán Suárez Flamerich; y a su izquierda, con camisa roja, está el que para le época era gerente del centro de cómputo del Ministerio de Obras Publicas.

NOTA: Esta foto es de la época de cuando se creó el famoso Comité Consultivo de Computación que “negoció” el Contrato Único de Gobierno que tantos desvelos nos causó.

Aquí aparecen, entre otros, Hernán Suárez Flamerich y Carlos Gonzáles, pero en ese comité estaban también Alberto Alvarado, C/N Arráiz Espejo, y otros que no recuerdo.

Este dato traerá muchos recuerdos a todos los que nos tocó negociar con ese gobierno las prácticas comerciales que trajeron importantes cambios en las políticas de IBM.

Abrazos a todos.

CMP
En respuesta a José Padrón (El Técnico).

Gracias, José, por los dos nombres, que ya puse.

José Padrón (El Técnico)
En la primera foto, donde está Luis Fernando Guerra, el señalado como Técnico OP es Villegas, quien trabajo en el Data Center de Valencia como operador y después fue transferido a Caracas.

José Padrón (El Técnico)
Foto 1, N° 1: Eduardo Perdomo, técnico OP. Trabajó en Valencia y era esposo de Marisol Florenzano.

CMP
En respuesta a Oscar Almeida.

Gracias, Oscar. Ya di curso a todo, aunque para Cartaya me quedé con la duda entre Enique o Gonzalo,… y puse los dos.

Oscar Almeida
Foto 1
Fila trasera #3. Creo que su nombre es Gonzalo Cartaya, no Enrique Cartaya .
Fila delantera #5. Es, 100% seguro, Hugo Bambochobe.

Foto 3
La dama sentada es la exesposa de Raul Reaño, y la que está parada es Carmen Guerra. la esposa de Juan Vicente.

CMP
En respuesta a Rubén D. González P..

Gracias, Rubén. Ya lo puse.

Rubén D. González P.
El nombre de Vera es Jesús.
Saludos.

CMP
En respuesta a Carlos Mejías.

Listo, tocayo; gracias.

Carlos Mejías
En la foto 2, el 2 parece Mario Molinet.

Antonio Ramírez
Carlos,

Foto 5.- La persona sentada 1) Betty Torres, quien era la secretaria de la sucursal Caracas, (Urapal). Luisa Maria Trejos (después de Celis). La que está sentada se parece más a Auristela González (pues Reyna Sánchez era muy delgada en esa epoca y, con seguridad, esas no eran sus manos, pues ella sufría algo de artritis prematura y las tenía, definitivamente, de otra forma.

Foto 1.- En efecto, el 1 es Csaba Barany, 2 Juan Vicente Guerra y 3 Enrique Cartaya.

Foto 2.- El 2 es Mario Molinett, y la 1 NO ES LA ESPOSA DE MOLINETT.

Foto 3.- Entre Guerra y Garcíaa Lago está Harald Michel, viendo hacia un lado.

Foto 4.- El número 7 es Rainer Barany. De espaldas, el 1 es Hans Barany.

Foto 6.-
Fila 2 (pisando el escalón 1) Eduardo Perretti, ?, ?, Edgar Alba.
Fila 2 bis (pisando el escalón 2) Eduardo Mitter, Alberto Rando, Luis Godoy y Ramón Lander.

Al fondo, detrás de Lacoste (con barba) Luis F. Guerra, y delante del mismo Lacoste, a su derecha, Alex Kato.

Buscaré el microscopio a ver si reconozco a alguien más.

Saludos

CMP
En respuesta a Alejandro López Volcán.

Gracias, Alejandro. Ya hice los cambios.

CMP
En respuesta a Leonardo Masina.

Gracias, Leo. Lo puse como X. Vera.

CMP
En respuesta a Omar Moreán.

Gracias, Omar. Ya puse el nombre.

Leonardo Masina
Foto 1, Nº 5 se me parece a Vera, no recuerdo su nombre. Trabajaba para OP por Cardón- Amuay y luego pasó a GSD en Capriles.

Omar Moreán
Carlos, en la foto 5, la chica que está de pie es Elsa Blanco.

Saludos,
Omar

Alejandro López Volcán
Carlos, en la foto #5 la señora que está a la mano derecha del Sr. Miguel Romero creo que es Elsa Serrano.

Foto #6, fila de arriba, de izq a der.: 1, Gianni Marzoratti. Segunda fila, izq. a der.: 1, Jesús Saltés; 2?; 3, Félix Hugo Morales; 4, (creo) Pedro Frías; 5, (creo) Fernando Lacoste.

Saludos cordiales.