Día: 8 de noviembre de 2010
[*FP}– Del baúl de los recuerdos de IBM: Otra joya de 1960 – Curso de técnicos en Caracas, y detalles asociados
La única foto es cortesía de Roberto Alibardi y Leonardo Masina.
Fue tomada en julio de 1960 al terminar un curso iniciado por el instructor Ernesto Dusio en la escuela IBM que estaba en Los Ruices (Caracas), y la que aquí pongo se ve mal por falta de resolución, pero como no tuvieron éxito las gestiones que Leonardo Masina y yo hicimos para dar con quien tenga la foto original, aprovecho para pedir a los IBMistas que lean esto que nos ayuden a encontrarla.
De izquierda a derecha (no hago diferencia de filas porque todas las caras están visibles): 1, Amadeo Vázquez †; 2, X. Ascanio; 3, Ramón López; 4, Leoncio Romero †; 5, Joaquín Clavería; 6, Ildefonso del Moral; 7, Ángel Gil; 8, César Illeras; 9, José Padrón; 10, Juan Ruiz; 11, Antonio Ramírez; 12, X. Sánchez; 13, Fernando Rodríguez; 14, Vicencio Díaz; 15, Efraín Aponte; 16, Luis Gil; 17, Eduardo Romero †.
Los nombres me fueron dados, o ratificados, por el compañero exIBMista José Padrón, quien, además de hacer gala de excelente memoria —y no es la primera vez—, también me dio estas valiosas explicaciones.
Carlos, aquí van más datos.
- El mismo día en que terminó el curso, X. Sánchez salió de la compañía para estudiar ingeniería.
- Eduardo Romero †, era uno de los instructores junto a Ramón López.
- X. Ascanio era el secretario de la escuela
- Luis Gil se fue muy pronto, Antonio Ramírez salió un poco después, y Efraín Aponte algo más tarde.
- César Illeras, Amadeo Vázquez, y Leoncio Romero —ya fallecidos los dos últimos— eran de IBM-Maracaibo.
- Juan Ruiz, Ildefonso del Moral, y yo, José Padrón, éramos de IBM-Valencia, aunque al final los tres terminamos en IBM-Caracas.
- El curso en cuestión fue el básico de Unit Record acerca de las máquinas, hoy día de museo, 077, 082, 421, 513, 519, 024, 056, y la 602ª, que era «El coco», y comenzó con operación, o sea, con el armado de tableros con cables que definían las acciones que realizaría cada máquina. Se inició con 30 estudiantes, y lo terminamos sólo los 14 de la foto (17 alumnos menos los dos instructores y el secretario), siendo Juan Ruiz el Nº 1.
- Ernesto Dusio comenzó este curso como instructor pero debió regresar a Uruguay por el término de su asignación, así que Ramón López, que estaba recién transferido a Caracas procedente de Quiriquire, ayudado por X. Romero siguió con el curso, como instructor, hasta el final.
Había una lista de mérito que salía en la cartelera (¡Imagínate!). Se hacían exámenes por cada tipo de máquina, y el promedio de notas debía ser superior a 75/100. Por debajo de eso, estabas en la cuerda floja, y si no te recuperabas eras despedido. Estuvimos así por NUEVE (9) meses.
Lo de secretario y no secretaria puede que suene raro, pero es que una secretaria entre tanto «zamuro» joven era realmente un peligro. Hay que recordar que se trataba de la IBM de los años ’50s en la que los divorcios de IBMistas eran no muchos, notorios y nada bien visto,… por no mencionar los amoríos.
Al tal secretario —muy competente, por cierto— lo había escogido el instructor Ernesto Dusio para el curso anterior a éste, que fue en el que participaron Noel Ramírez, Fernando Frías, y otros.
Lo de los exámenes era realmente un karma: poco tiempo, sin libros, todo de memoria, con todas las trampas imaginables, etc. Los finales fueron catastróficos: sin tiempo para terminar y usando todos los manuales disponibles. Creo recordar que el de multiplicación con la IBM-602a empezó a las 10:00 de la mañana, y yo, que fui tercero, salí pasadas las 07:00 de la noche. ¡Y mejor no hablar del de división!
El lugar de Los Ruices donde estaba la escuela era para la época una verdadera zona industrial, y para dar una idea de cómo era la Caracas de entonces, basta con que diga que Juan Ruiz y yo, que vivíamos en San Agustín del Norte, salíamos para Los Ruices a las 07:00 —o máximo a las 07:10— de la mañana y llegábamos a tiempo para desayunar antes de entrar a las clases, que tenían el horario de de 08:00 a 12 y de 02:00 a 05:30. Era realmente otro tiempo.
DOS ANÉCDOTAS
Ésta es cruel.
En la primera parte del curso, después del segundo examen salieron 4 alumnos. El último en salir fue Patrick Bertou, a quien después de muchos años encontré como ingeniero investigador en el IVIC. Te imaginarás.
Y ésta, folclórica.
En algún momento durante el largo curso, entre maracuchos y valencianos alquilamos una casa en La Florida y vivimos en comunidad casi 6 meses, hasta terminar el curso…
Un abrazo, Carlos. Lo de la memoria sigue funcionando bastante bien. Aún me resisto a usar las calculadoras.
José Padrón (El Técnico)
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COMENTARIOS
Milton Dusio
Gracias por la publicación de esas nuevas fotos. Aprovecho a saludar a todos los exalumnos de mi padre, con los estuve en contacto y con los que no, y a Carlos que siempre nos ayuda a conservar la memoria.
Saludos,
Milton Dusio
Vicencio Diaz
Si algo he de escribir entre estos baúles de recuerdos, siempre será en pasado, pues son cosas pasadas y las más de las veces será sobre personas que son las cosas que recuerdo.
De las máquinas, empresa, procedimientos y esas cosas, procuro no recordar nada, aunque muy a pesar mío me es imposible lograrlo; aún tengo pesadillas, y sueño que es un día laboral cualquiera de aquellos años en que la semana tenía 37.5 horas que debían de reportarse con error de 1 minuto, cosa que habitualmente hacía los domingos por la tarde o noche.
Viendo la foto me fijo en Ángel Gil, de quien recuerdo su don de buen compañero y leal amigo que siempre le identificó, a quien, después de separarse de IBM, le dio por instalarse como empresario de una empresa conocida como “Micro Macro Mundo” en el CCCT y que tuvo bastante éxito. Pasado el tiempo, se les unió Guillermo Padrón, ex técnico de IBM en el área de educación.
El caso es que, por alguna razón que nunca me interesó conocer, ya que ambos eran amigos míos, alguna dificultad tuvieron y Ángel le pidió a Guillermo que se retirara del cargo. Al día siguiente me llama a la IBM Ángel y me cuenta que el menor de los hijos de Guillermo está muy mal en La Clínica La Floresta, que vaya y que le acompañe y le supla, pues, después de lo que había ocurrido, él no se sentía animado, pero que no dejaba de tomar en cuenta la necesidad de quien seguía siendo su amigo.
De esa pasta estaba hecha aquella generación.
Jose Padron (El Tecnico)
En referencia al retiro de Sánchez es cierto lo señalado por Vicencio, Trabajó unos pocos días.
Lo del destornillador, es también rigurosamente cierto. Era muy común entre los miembros del grupo señalar: “¡Pásame el Sánchez!”.
José Padrón (El Técnico)
Lo de General Motors (GM) fue realmente anecdótico.
Al momento en que regresaba de la competencia a IBM y se instalaba una 158 en Antímano, tuve el honor de recibir una llamada del propio Salvador Covelo para decirme que era muy importante que GM amaneciera trabajando el lunes.
Como las Leyes de Murphy no fallan, resultó que la 3830 tenía una tarjeta mala, y de ésas no había en stock, pero era igual a las del ISC del Computing Center. Al llegar a la puerta para hacer la correspondiente substracción, Freddy Rodríguez y mi persona constatamos que no podíamos entrar porque la puerta estaba cerrada con llave y las tarjetas de acceso no funcionaban.
Lo salomónico: fuimos a la mezzanina, Freddy se introdujo en el ascensor de forma que bajara a la planta baja, sacó la tarjeta, me dio un grito y subí el ascensor. Resolvimos lo de General Motors, que arrancó perfecto.
Francisco Alcalde voló desde Puerto Ordaz con la tarjeta en la mano y el lunes a las 08:00 am estaba yo en el Computing Center, haciendo show, para esperar a Alcalde.
A las 10:00 am arrancó la máquina de IBM, pero no sé cómo el Sr. Covelo se enteró y, muy serio, me dijo: “Padrón, la integridad de los equipos propios es algo inviolable,… pero GM era realmente muy importante”. Y allí quedó todo.
Leonardo Masina
Reconozco que, en ciertas ocasiones, y debido a la falta de disponibilidad de motorizados, abusé de la confianza de algunos clientes para que fuesen a buscarme un repuesto, mientras yo iba desarmando una unidad y así se ahorraba tiempo.
Alguna vez era en realidad para ahorrarse tiempo, pero otras –muchas– para quitarme la presión de encima, pero siempre de buena fe.
Leonardo Masina
Alberto, con respecto a lo de “comprar una caja de bits o bytes” hay una vieja historia entre los técnicos de IBM.
Resulta que un par de técnicos estaban en un cliente con un problema de memoria, y era justamente uno de esos clientes FASTIDIOSOS que se te ponía encima preguntando a cada segundo qué pasaba y cómo iba, hasta que a uno de los técnicos se le ocurrió una idea, y le propuso lo siguiente:
—¿Nos podrías hacer el favor de ir al stock de IBM en la California Norte y pedirles de parte nuestra que te den un paquete de 1.000 bytes, que se nos ha perdido?
El cliente, muy contento de poder colaborar, salió mandado hacia La California mientras los técnicos pudieron tranquilamente terminar su labor, sin tener encima la presión del cliente.
Alberto Lema
Amigos, qué grato es leer estas historias de los pioneros. ¡Qué hermandad la de ustedes en aquellos tiempos¡
Yo, afortunadamente, los conocí a casi todos, y eso que entré en el ’77, cuando ya se podían comprar unas cajas de bits y bytes… de las de 80 columnas, y memorias de más de 250Kb con las IBM-360.
Vicencio Díaz
A Leoncio, ¡cómo que le gustaban las alturas! Recuerdo ratos en Maracaibo cuando me contaba de sus incursiones en la apicultura, allá por los montes de Perija,
Lo que más recuerdo de Leoncio es su matrimonio en Tía Juana, en la costa oriental del lago. Para ese entonces trabajaba yo en la refinería de Amuay y me parece que en esos días estaba Rogelio Edreira haciéndole las vacaciones a Gastone Baro. Lo cierto es que, recibida la invitación, me las arreglé para salir, después de avisar a los compañeros de Maracaibo que yo salía para allá. De Maracaibo salimos César Illeras y un servidor, en mi carro, y otros, como Amadeo Vásquez, por otros medios.
¿Por qué recuerdo tal evento? Aparte de las bondades de los anfitriones y de la abundancia de todo lo que podíamos desear, al regreso tuve la suerte de ser acompañado —en mi carro y manejando yo— por César Illeras quien, afortunadamente, se mantuvo despierto todo el tiempo, y cuando mi carro enfilaba, sin control, hacia el borde de la carretera, César le dio un golpe al volante y, gracias a él y a dios, me desperté y asumí la posición de conductor.
Me había quedado dormido después de tanto manejar; ¿O sería de tanto comer y beber? Dios lo sabe.
Vicencio Diaz
El abuelo del grupo era Joaquín Clavería, y, como se ve en la foto, el más alto. Por aquellos días tendría más de treinta años y, aparte de ello, ya tenía una familia establecida. Vivía por Catia y le era muy difícil estudiar, así que en algún momento tomó una decisión heroica y, poniéndose de acuerdo con Amadeo Vásquez, rentaron un alojamiento en las cercanías de La Estancia, que creo que así se llamaba el edificio.
Y es que Joaquín ya estaba entrenado en eso de la toma de decisiones, pues era un exvoluntario de la Legión Española que estaba en el Sáhara, era un exmarinero y era un ex- muchas cosas, pero lo que no podía aceptar era ser un ex-IBM prematuro, por lo que se puso de acuerdo con Doña Julia, con quien lo sigue haciendo, y la cambíó por IBM cinco días a la semana.
“Er Juaco” y su reina viven en Los Castores, y creo que se alegraría mucho si alguno de sus entrañables amigos que haya perdido su agenda le pudiese llamar; el teléfono 0212-371-0432.
CMP
En respuesta a Luis Salazar.
Gracias, Luis. Ya hice las correcciones.
Luis Salazar
Un saludo muy cordial Carlos.
En efecto, se trata de dos “Romero” en la foto. El de la izquierda es Leoncio, maracucho de la Suc. IBM-Maracaibo, y el de la extrema derecha es Eduardo, argentino, de IBM-Caracas, ambos fallecidos y exelentes personas.
CMP
En respuesta a Luis Salazar.
Gracias, Luis, por tu aclaratoria,… que me deja una duda.
¿Había en el curso dos personas de apellido Romero? Porque para un Romero que está en la foto, José Padrón me dio el nombre de Leoncio, y ahora tú me das el de Eduardo, que acabo de ponérselo al instructor fallecido, pero ignoro si el tal Leoncio es en realidad Eduardo.
Carlos Salas
Saludos a José Padrón. Eficiencia al 100 %. Si no lo creen, pregúntenselo a la General Motros cuando estaba en Antímano.
Historia antigua pero inolvidable.
Carlos Salas
Vicencio Diaz
Sánchez, quien aparece en la foto como participante de la ceremonia en el Hotel Ávila, no creo que se haya retirado el mismo día de cierre del curso, pues para el momento de la ceremonia ya teníamos algunos días de trabajo.
Esto lo recuerdo porque ese día fue uno de los más amargos de mi carrera con IBM, y hasta pensé en presentar la carta de renuncia el primer día de la semana. La razón: Todos contaban sus éxitos; uno que si la unidad de impresión de la 421, otro que había solucionado un problema de 602A, y un tercero una caja de velocidad… Yo, un fracasado, pues desde que había salido del curso fui asignado, con Américo Cristini, en EdC, y ahí me estaba esperando una 024 en la que estuve hasta el día de la ceremonia sin saber qué era lo que tenía.
No se por qué razón pidieron ayuda justamente a Romerito, asignado a ls Shell, para auxiliar a su discípulo. El resultado fue que Romerito pidió scrapping para aquella sencilla máquina, y creo que hasta ahí llegó mi intensión de renunciar.
Aquella noche de la ceremonia supe lo que es una furtiva lágrima.
También recuerdo que nuestra fiesta de fin de curso la hicimos justamente en casa de Sánchez, en Valle Abajo, donde la pasamos como nunca por las atenciones que recibimos de su familia. Particularmente recuerdo a la hermanita de Sánchez, un poco menor que él, y que, por supuesto, fue como nuestra hada madrina y nos hizo olvidar cualquier momento difícil que hubiésemos pasado.
Una última de Sánchez. Entre el maletín de herramientas que recibimos había uno gordito como de 2′ y paleta ancha; no sé por qué motivo cuando necesitábamos de uno similar, decíamos: “Pásame el Sánchez”, explicación que quizás se pueda encontrar mirando la foto de aquel recordado momento.
Horacio E. Malcervelli
Estimado Carlitos:
Varios conocidos, en particular o indicado como nro. 17 “X. Romero”. Creo que es Eduardo Romero, técnico argentino (no sabía yo que había fallecido). No puedo precisar a fecha de su ingreso en IBM.
Ramón López, simpático colega, vivía, de recién casado, en la Av. Beethoven frente al Edif. San Francisco (donde yo alquilaba un dpto.) en las colinas de Bello Monte. Oscar del Barco, con su notable memoria, me puede corregir si estoy errado.
Mis saludos a los que todavía están entre nosotros, y el eterno recuerdo a los que ya partieron.
Horacio “machete” Malcervelli.
Luis Salazar
X. Romero (qepd) era mi gran amigo Eduardo Romero, venido de Argentina.
¡Gratisimos recuerdos de Eduardo!
