De nuevo, alguien aporta una reflexión en la misma línea de lo escrito por el padre Ricardo Búlmez, y yo me hago eco de ella para recordar que son en particular las que llamo «madres bioanimales» las que colocan a sus hijos antes que a su pareja; en realidad, antes que a todo en el mundo.
Es bueno que se recalque a qué se exponen al practicar esa conducta, pero me temo que las en el artículo llamadas «Tres sencillas reglas» no les resultarán nada sencillas a estas madres.
Es reconfortante ver que tanto acerca de esto como acerca del drogamor se alzan, cada vez con más frecuencia, voces de alerta. Yo aporto mi granito de arena dándoles espacio en este blog.
Carlos M. Padrón
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07-09-2009
Primero, tu pareja
Un día acudí a una clase con mi novia Norma. No recuerdo mucho del tema de la clase, pero lo que sí recuerdo bien es la dinámica con que se realizó.
Nos sentamos todos formando un círculo en el que había más sillas que alumnos, y nos pidieron a Norma y a mí que nos sentáramos juntos en un punto del círculo en el que teníamos sillas vacías a ambos lados.
La instructora dijo:
—Supongamos que Juan y Norma acaban de casarse. Han construido su hogar y establecido sus normas; son felices. Con el tiempo viene el primer hijo.
Entonces la instructora llamó a uno de los jóvenes y le pidió que se sentara entre nosotros.
—Norma y Juan le dan la bienvenida a su hogar. Y viene entonces el segundo hijo.
Y pidió a otro de los jóvenes que se sentara al lado de su «hermano», entre nosotros.
—La familia va creciendo, Norma y Juan son muy buenos padres y literalmente dedican su vida a ello.
En la dinámica tuvimos tres o cuatro hijos más, y en cada ocasión la instructora pidió a alguno de los jóvenes o jovencitas que se sentara en medio de nosotros.
—El tiempo pasa—, continuó la instructora— y llega el día en que los hijos hacen su propia vida. Primero, Julio, el mayor, se casa y forma su propio hogar.
«Nuestro primer hijo» se levantó y ocupó su nuevo lugar, lejos de nosotros, y así sucesivamente todos los demás «hijos». Cuando todos ellos terminaron de irse, la instructora hizo una pausa y dijo:
—Ahora miren la distancia que existe entre Juan y Norma.
Efectivamente, había entre nosotros una distancia de 4 ó 5 sillas vacías. Y la instructora continuó:
—¿Qué pudo haber causado ese hueco enorme? Juan y Norma han cometido un gran error: han permitido que sus hijos se interpongan entre ellos, y por eso están ahora de nuevo solos; si acaso, tendrán que empezar a conocerse.
La instructora nos explicó el error de darlo todo por nuestros hijos. Explicó que la base del fundamento del hogar no son los hijos, sino la pareja, y que ésta debe permanecer unida contra viento y marea.
De hecho, el mejor regalo que se puede dar a los hijos es saber que sus padres se aman y que permanecerán unidos, y así los hijos aprenderán a amar en función de cómo se aman sus padres.
Si los padres no salen juntos, no se siguen cortejando, no se hablan con ‘tiernos acentos’ y no se comunican entre ellos de manera frecuente y especial, es escasa la probabilidad de tener hijos espiritual y emocionalmente estables. Y cuando ellos partan de casa, nosotros, los padres, nos encontraremos incomunicados.
No es egoísmo, por el contrario, es un seguro de vida para nuestros hijos y para nosotros mismos.
Primero, la pareja
Son los hijos los que deberán acomodarse. La vida familiar no tendrá que girar en torno a ellos, sino en torno a los padres.
Tengamos el valor de decir «Primero mi pareja» o, de lo contrario, irnos preparando para, muy posiblemente, pasar una vejez solitaria por no haber aprovechado la oportunidad que tuvimos para construir una vida en pareja.
Sigue estas tres sencillas reglas y tendrás éxito:
1. Soltero/a: Primero tus padres.
2. Casado/a: Primero tu pareja; en segundo lugar, tus padres.
3. Casado/a y con hijos: Primero tu pareja; en segundo lugar, tus hijos; en tercer lugar, tus padres.
SI CAMBIAS EL ORDEN EN CUALQUIERA DE LOS PUNTOS PROBABLEMENTE TENDRÁS UNA VEJEZ SOLITARIA.
P.D.: El respeto es lo más importante en una relación; si se pierde el respeto, aunque haya afecto se termina la relación.
No olvidemos conquistar a nuestra pareja día a día.
Cortesía de Silvia Navarro.

Una pareja es algo muy especial: es un par de seres humanos, de sexo contrario, opuestos en la mayoría de las cosas, probablemente de orígenes distintos, como también pudiera ser su cultura, su religión y su raza; pero con algo en común: se aman, desean permanecer juntos, se enamoran cada día, después de un pleito tal vez, después de un día afanoso.
No sé cuánto tiempo pueda durar eso; una semana, un año, toda una vida. Cuando algo se interpone entre ellos, en ese mutuo entendimiento hay continuos acuerdos, renovados y actualizados constantemente, como constante es el cambio de cada uno de ellos en la medida que pasa el tiempo; entonces, ya no son pareja; ya no son dos; ya son tres o más de tres, o una multitud.
Esto pasa cuando en la pareja interviene la familia, los hijos o el trabajo. Por eso es necesario ser adicto a esa droga, el amor; algo ajeno a las obligaciones, a las costumbres, a los horarios; algo que le revela que dos no son dos sino uno, pero muy grande y poderoso que vence todos los contratiempos y dificultades.
Los hijos, como la familia parental, vienen con nosotros, no es natural relacionarnos con ellos, son de nuestro mundo; pero la pareja es un ángel venido de otro mundo, desconocido pero enriquecedor, que nos muestra cada día sus diferencias y que hemos de aceptar porque así lo queremos hacer. Si lo hacemos, estamos conociendo, no nuestro mundo sino el universo mismo.
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Vicencio, recuerda que este blog se lee en varios países, y en el que yo vivo (España), mira tú por dónde una pareja está compuesta, «por ley», por dos cónyuges, «Cónyuge A y Cónyuge B», que pueden ser indistintamente de cualquier sexo. Así que tu afirmación de «sexo contrario» (suena mejor sexo opuesto) aquí no es válida.
Ya los españoles se reproducen poco, su tasa de natalidad es de las más bajas de mundo, y ahora con estas «nuevas parejas» dudo mucho que fomenten el aumento de la natalidad.
Para tu información, además, una pareja de homosexuales tiene el derecho a adoptar, así que imagínate cómo puedan educar a sus hijos
Ten cuidado que si te agarra ZP te puede echar a la hoguera.
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Entiendo tu comentario, y al colocar eso de los opuestos me refiero a la necesaria participación de drogamor que hace nulas muchas de las diferencias sexuales, como lo pueden ser las diferencias del oxígeno y el hidrógeno. A eso me refiero.
Lo de pareja lo usé porque es como aparece dentro de este tema, pero pudiera usarse otro nombre y dejar el de pareja para definir un par, como un par de cauchos, una pareja de técnicos, o un par de pilotos.
Fisiológicamente, una hembra de hombre, comúnmente llamada mujer, es algo muy especial ya que tiene marcados comportamientos dentro de su ciclo que la hacen distinta cada día. El macho del hombre tiene igual ese comportamiento pero es tan poco manifiesto que pasa desapercibido y en la práctica es como si no existiese.
Por eso, y corrigiendo mi expresión y adecuándome al tema que estamos tratando, me permito decir que el par o pareja del varón del hombre junto a la hembra del hombre, requiere de mucha participación de ambos para que esa unión permanezca y dé frutos de paz y de gozo.
Hay que estar muy atentos, pues esos lazos que les unen pudieran ser vulnerados por cualquier agente externo, pues ellos realmente son diferentes en el fondo aún cuando en la forma sean similares.
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Vicencio, a juzgar por este comentario tuyo en respuesta al de Leo, y por otro que pusiste antes, te agradezco que hayas usado el término drogamor, acuñado por mí, pero he de recordarte que, al menos a juzgar por las referencias citadas, parece que no lo has entendido bien.
La droga a la que me refiero con el ‘drog-‘ es la que hace daño, como la cocaína, heroína y otras de la misma calaña. Ésas, al igual que el drogamor, siempre son malas.
Sugiero que leas los artículos de la Sección Drogamor.
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Vicencio, yo había entendido tu comentario inicial, sólo que quise precisarte un dato de hecho que posiblemente desconocozcas: En la «conservadora y rancia Europa» hay ya varios países que, en mi opinión, se han degenerado, legalizando y llamando MATRIMONIO a la unión entre dos personas del mismo sexo, cuando con llamarlas «parejas de hecho» y darles ciertos derechos era más que suficiente, sin tener que llegar a darles un estatus que considero que, desde el comienzo de los tiempos, ha sido prerrogativa sólo de la unión de un hombre con una mujer.
Y con referencia al apunte de Carlos, tengo que darle la razón ya que la palabra «drogamor» la viene utilizando desde remore tempus y para mí ya tiene su copyright.
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Leo, no creo que Vicencio haya querido atentar contra el copyright de drogamor. Mi comentario para él fue porque quiere justificar el drogamor como algo bueno, aconsejable y hasta camino de felicidad.
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Lo sé, era sólo para corroborar tu versión con referencia al drogamor.
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Hola, Carlos.
Leí el primer tema y, por lo que entendí, compartí la opinión sobre la calificación del término y por eso la usé; también comparto la idea de que pudiese considerarse una enfermedad. Hasta ahí mi relación con el término que está asociado con el funcionamiento hormonal de las partes, lo cual es muy difícil de controlar y, en condiciones normales, no se puede.
Lo que para mí es normal, no me había percatado de que para ti fuese dañino, o “malo”.
Las mujeres, a partir de cierta edad, caen bajo el control de funciones de fertilidad y no pueden escapar a ellas; también en condiciones normales —que implican hormonas, como la progesterona, estrógeno y la oxitocina, siendo esta última comentada en algunos temas— esta situación permanece en la mujer por 35 años, la mitad de la vida a partir de la primera menstruación.
Los varones o machos de la especie sufren también de la misma enfermedad, aunque los cambios no son tan evidentes y cuyas explicaciones fisiológicas son desconocidas hasta ahora. Pasados los 45 a 50 años, el ser humano cambia hormonalmente y ya no necesita de aquella enfermedad o adicción, pues se le deja libre de la responsabilidad de procrear por lo que la visión de su pasado es bajo una posición diferente, muy similar, mas no igual, de aquélla cuando tenía conciencia mas no era fértil: cuando era un pre púber.
Hasta aquí mi argumentación de por qué usé el termino, no por que fuese malo, sino porque son tiempos en que se requiere algo más de información, que los padres no dan a sus hijos, sobre cómo funcionan sus cuerpos. Fácil es caer en riesgos, y hasta pasar 35 años de cautividad por decisiones erradas, pero no es culpa del humano en sí, sino que no conoce cómo usar ese maravilloso y complejo sistema aún desconocido por la mente humana.
Insisto: un sano equilibrio entre la razón y el corazón es determinante para la estabilidad del “par de opuestos sexuales” para que puedan pasar con éxito por ese periodo de fertilidad, para lo cual la presencia de terceros, reales o virtuales, es un estorbo.
Libres de las complicaciones que trae la fertilidad, libres de las hormonas que los estimulaban, si de algo les sirve lo aprendido están en plena capacidad de usarlo, pues todo eso es sabiduría.
Leonardo
Gracias por la alarma que enciendes. Tu prevención me alerta de que hay lugares donde la gente puede entender otra cosa de lo que pueda estar diciendo, y por eso tratare de no usar el término “pareja”, por lo menos mientras me acuerde de tu alarma, y, como verás, en el fragmento anterior he colocado lo que, según mi conciencia, puede ser la mejor forma de definir el término: “Par de opuestos sexuales”.
Pasadlo bien.
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Vicencio, creo que no nos entendemos. En tu explicación mezclas dos aspectos que critico porque considero malos: el drogamor y las madres «biológicamente animales» (con perdón de éstos).
DROGAMOR. Es el vulgarmente llamado enamoramiento, ese sentimiento que altera la percepción de todo, hace ver lo que no existe, lleva a experimentar estados emotivos exacerbados y, por tanto, a cometer locuras. O sea, que causa los mismos efectos que una droga como la cocaína.
Mi punto es que algún día la sociedad deberá actuar contra eso que se presenta como manifestación de la trampa que la Naturaleza nos tiende para perpetuar la especie, y que puede manifestarse, sobre todo en el hombre, hasta edades avanzadas.
De ahí nace la letra de Caballo Viejo, que ya mencionaste en alguno de tus comentarios, con su error de concepto porque dice «Cuando el AMOR llega así, de esta manera,…» pero no se refiere a amor sino a drogamor; éste es un sentimiento, aquél no.
Dejarse llevar por una droga no es racional ni bueno.
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Madre BIOLÓGICAMENTE ANIMAL. Es la que vive por y para sus «cachorros», que para ella son lo mejor del mundo hagan lo que hagan, ésa de la que trata el artículo «Primero, tu pareja». La que, a diferencia de un verdadero animal, sigue protegiendo a su prole contra viento y marea durante toda la vida, con lo cual no les deja nunca en completa libertad, como que no hacen ni los animales. La que antepone sus hijos a todo, y, una vez que éstos aparecen, todas las demás personas pasan a segundo plano, en particular su pareja porque ya le sirvió para lo que su exacerbado instinto —el materno, el más poderoso de todos— le manda a hacer: reproducirse para preservar la especie.
Dejarse llevar hasta tales extremos por un instinto no es racional ni bueno.
A pesar de lo escueto de la descripción (en las secciones Drogamor y Misceláneos están ampliamente explicados), espero haberte dejado claros los dos puntos. Acepto que no estés de acuerdo con ellos, pero no que los desvirtúes tomándolos como lo que no son.
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Hola, Carlos.
En nada estoy en desacuerdo con lo que estás diciendo. Cada caso de los dos planteados tiene su explicación y, de hecho, la ciencia te acompaña en eso. La diferencia es que yo no juzgo mi parte hormonal como «mala», pues esa parte de mi funcionamiento me era necesaria para la prolongación de la especie.
Pero permíteme acompañarte y, a partir de este momento, me pongo de tu lado llamando malo a lo que hasta ayer llamé natural, o normal , lo cual trataré de aclarar a continuación.
Durante esos 35 años de función procreadora la evidencia en la mujer era la menstruación, algo que permitía a la mujer que no había sido fecundada librarse de aquel alimento para el potencial óvulo fecundado y que no logró su propósito.
Esto venía acompañado de toda esa sintomatología del enamoramiento, como bien lo has descrito. A partir de estos días, lo cual es algo que se sale del tema, esas cosas están cambiando y la presencia de la menstruación será considerada algo maligno, malo como si fuese una droga, veneno mortal para ella y su compañero con el que se hacen una sola carne.
Pienso que dentro de no muchos días los hombres que razonen terminaran sacándole el cuerpo a mujeres que menstrúen, pues eso será la evidencia de que tal persona está contaminada por esa droga. La liberación del veneno o droga enfermiza no implica la desaparición de los efectos bondadosos del amor, bien entendido, sujeto a la razón de aquel que entiende lo que es el amor.
En cuanto al segundo tema, el de «madre biológicamente animal», nunca he opinado. Mi pensamiento es que los hijos, a partir del momento en que pueden procrear deben de dejarse libres y ya no son responsabilidad de los padres; eso biológicamente hablando. Considero contra natura, que «un par de opuestos sexuales» vean interrumpir sus relación por un tercero por el único hecho de ser hijo, y menos si éste ya ha pasado a la edad en que puede formar su propia familia si así lo desea. Esto no lo hace un animal por muy animal que sea.
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