[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» 17 / Poesías de Pedro Martín Hdez. y Castillo: Las folías

LAS FOLÍAS

                       Las folias. Amalgama de nobles 
                            sentimientos: música divina.

Siempre que escucho trovar
las inspiradas folias,
por sus gratas armonías,
ansias siento de cantar.

Es divino el sentimiento
de esa romanza canaria,
tierna como la plegaria
que traspasa el firmamento.

Alegres cual las sonrisas
de las más bellas mujeres,
que cautivan a los seres
cual las apacibles brisas.

Tristes cual fúnebres notas
de inspirado miserere;
tristes cual ¡ay! del que muere
con esperanzas remotas.

Efluvios de inspiración
que hechizan la inteligencia;
música, del Arte esencia,
que llega pasta el corazón.

Sus cadencias misteriosas,
que Dios dispersó en la Tierra,
ritmo canario que encierra
transiciones caprichosas.

Ellas evocan al alma
el susurro de los pinos,
de los canarios los trinos,
de nuestra tierra la calma,

y el mugir de nuestros mares
y el valor de nuestro suelo,
y el azul de nuestro cielo,
y nuestros tiernos hogares.

Ellas evocan amores
por la juventud cantadas,
por la ancianidad trovadas,
ecos son de sus dolores.

Ellas, cuando una mujer
las entona, y en el piano
pulsa, con su tersa mano
sus notas, llego a creer
que, aunque el Arte es infinito,
no hay música tan sensible,
porque su efecto es tangible
y su alto fin es bendito.

Se ve en ellas reflejada
el alma de una canaria;
puras como una plegaria,
y cual cándida mirada,

tienen algo de canciones
del inocente pastor;
arpegios de ruiseñor
y de grandes creaciones.

Tienen de arrorró la esencia,
puros rumores de besos,
dulces, tiernos embelesos
y una celestial cadencia.

Con sus notas saturadas
de los más tiernos amores,
ya alegrías, ya dolores,
cantan las Afortunadas.

Y no acierto a definir
el puro placer que siento,
si estudio su tierno acento,
su música al percibir.

Por eso at oír cantar
esas dulces melodías,
tengo siempre que exclamar:
¡¡Divinas son las folias!!

[*IBM}– Anécdotas y personajes: Fernando Lacoste, un personaje diferente / Juan Fermín Dorta

12-09-10

Juan Fermín Dorta

Su cara era inexpresiva,… cuando él quería. Sus ojos azules se tornaban vacíos y parecían estar viendo a través del interlocutor; te estaba atendiendo, pero por su mente debían estar pasando, simultáneamente, muchos recuerdos.

Esos ojos habían visto mucho como para concentrarse en solo una situación y en solo un interlocutor. Habían visto a su madre dando a luz a su hermana en medio de un bombardeo.

Los B-26 dale que dale, aquella mujer pujando, y el niño Fernando sin poder hacer nada.

Viene la invasión, y seguro que, como muchos italianos, fue guía improvisado y, de camino, aprendiendo inglés. Al igual que con el castellano, llegó a dominar el inglés, pero ¡cómo gozaba cuando algún visitante de USA le hablaba y él contestaba en perfecto inglés pero con una marcada entonación a lo Vittorio de Sica! Le faltaba el bigotito y el panamá. Y los gringos al borde el éxtasis.

Emigra a la Argentina y, ya muchachón, se emplea en un bar. Pocas veces le oímos reírse a carcajadas como cuando nos contaba que de un limón sacaba una docena de limonadas; por supuesto, “recargándolo” bajo el grifo de agua.

Y los que alguna vez fuimos a Argentina, y en frías noches de otoño salíamos de El Viejo Almacén cantando tangos pero con dólares en el bolsillo, pudimos darnos cuenta de cuán triste debía ser sobrevivir en ese país sin los suficientes medios de vida.

Por cierto, entre los tangueros estuvo Don Ramón Lander Santana (qepd).

Y así seguían sus anécdotas, hasta que un día nos contó que su mujer le leyó un anuncio en que IBM pedía gente, y le dijo “Prepárate, tú puedes”. No llegó al detalle de si fue con libros o en una academia, pero el tío pasó el examen (1) y se unió a aquel grupo de argentinos que aterrizaron en Venezuela, por supuesto previos cursos y más cursos.

Y aquí está nuestro personaje, en su segunda emigración, esta vez a un país sabroso, guapachoso, caliente, en el que, como dijo el propio Fernando, ”Éramos felices y no lo sabíamos”.

Y, cómo muchos medios días, almorzando en el Phelps se espepitaba a hablar en voz alta de “Este pobre país, bla, bla, bla”. Y no era raro que en la mesa de enfrente estuviera un grupo de japoneses mandándose ¾ lbs. de carne, medium rear, en pleno éxtasis por la calidad y el pre$io.

Fernando, siempre fuiste un pesimista de profesión —perdón, por hardware— pero con un software exquisito que hizo que los que te conocimos y tratamos te recordemos con amor y gran respeto.

Creo que, excepto Delia, nadie supo si Fernando lo quería, pero, de verdad, ¡a ti sí te queríamos y te queremos, viejo regañón!

Te imagino ahora en pleno Brickell, donde viven los ricos, rascándote los cataplines todo el día, huevas de esturión por medio, y quejándote,… ¿ahora de qué, querido?

Chao, viejo, hasta la próxima.

***

(1) NotaCMP

La historia de cómo Fernando Lacoste entró en IBM fue así:

Su esposa de entonces —quien, como dice JF, encontró el aviso puesto por IBM en el que se solicitaba personal— tuvo que obligarlo a ir a presentar el examen ya que él pensaba que no tenía el menor chance de aprobarlo porque trabajaba de ebanista.

Finalmente, compró un libro (usado) de electricidad elemental, en un fin de semana se lo caletreó, fue a IBM, presentó el examen,… y salió primero de entre 500 aspirantes.

Cosas de genio, … digo yo.

Por supuesto, IBM lo contrató.