[*Otros}– Danza de Enanos, número típico de la Bajada de la Virgen de Las Nieves (S/C de La Palma)

16-06-10

José Guillermo Rodríguez Escudero

“(…) ¿Qué son los Enanos? De ellos puede decirse mucho: un prodigio de inocencia, originalidad e ilusión: puede decirse, con Nervo: quien los vio no los puede jamás olvidar. De ellos puede decirse todo, menos decir qué son. Porque no basta describir y decir que hay un premioso paseo de treinta magos cansados, o frailes agobiados, o astrólogos lentos, o romanos tardos, o cardenales torpes, según convengan en aparecer cada lustro: en todo caso se mueven apoyados en lanza, cayado, vara, báculo, rejón, según convengan cada lustro, y cantan cansinos, hasta que el propio cansancio y la impaciencia de la gente los mueve a entrar por una de las dos puertas de una pequeña caseta. En ese instante irrumpe una polca schnell y los que van entrando salen por la otra puerta de manera inmediata convertidos en enanos saltarines, ágiles, alegres, prodigiosos y danzan y danzan y danzan y trenzan la magia de la danza que la gente danza mientras los vive…”. Luis Cobiella Cuevas. Pregón de la Bajada de La Virgen, 2000.

Su origen lo encontramos en las fastuosas representaciones primigenias del Corpus Christi. Desde el primer instante en el que las primeras familias de los conquistadores se asentaron en la “Villa del Apurón”—como se conocía a la incipiente capital palmera—, se iniciaron los solemnes cultos al “Cuerpo y la Sangre del Señor”.

Se fueron representando las celebraciones intramuros con gran ornato y, ya en el exterior de los templos que se iban edificando, procesiones multitudinarias, sentidos autos sacramentales y graciosas danzas en honor al Santísimo, actos muy aplaudidos por la feligresía.

El Obispo de Canarias, don Diego de Deza y Tello, ordenó el 19 de agosto de 1558 que en la fiesta de Corpus se iniciara la piadosa costumbre de hacer un teatro en la misma puerta de la iglesia de El Salvador donde se entronizara al Santísimo Sacramento, y allí se llevasen a cabo dignamente las representaciones, danzas y regocijos en su honor.

Es precisamente en estos importantes actos donde surgen unos “Xigantes” en el siglo XVII, sufragados por el antiguo Cabildo de la Isla (hoy Ayuntamiento capitalino). Junto con esos mascarones gigantes también actuaban “cabezudos y enanos” como se hacía tradicionalmente en algunos pueblos y ciudades peninsulares.

Así, por el Siglo de las Luces, aparecieron en las entrañables fiestas palmeras unas figuras regordetas y fachosas que satirizaban a la gente del común y a las personalidades de la época, a las altas instituciones, etc., todo ello envuelto en el más socarrón y exquisito buen humor.

El desaparecido historiador palmero Fernández García nos informaba de que “los enanos quedaron como una singularidad en la fiesta lustral de La Palma, a diferencia de los que se llevaban a cabo en la Península, puesto que nuestra danza y las figuras reúnen unas características especiales”. Así mismo, los festejos se completaban con unas espectaculares loas marianas y carros alegóricos y triunfales en honor a Nuestra Señora la Virgen de Las Nieves, Patrona de La Palma y de los Palmeros. Existe un antiguo manuscrito de1744 en el que dice ser el “Primer auto mariano”.

Llegaron las reales órdenes prohibiendo las danzas y los gigantes en las sacras procesiones en tiempos del rey Carlos III (1780). Previamente el Obispo de Canarias, don Fernando Suárez de Figueroa, había censurado este tipo de actos en las iglesias palmeras a finales del siglo XVI, pero nunca dejaron de representarse en los festejos, aunque haciéndolo en las plazoletas y lugares públicos.

El simpático y entrañable mascarón, tradicional en las fiestas castellanas de Corpus, que pasaría a Valencia y a otros lugares, había suscitado el interés y curiosidad en las cortes y círculos culturales europeos desde el inicio de la civilización occidental y que “en 1833, veinte años después de la muerte de Viera y Clavijo, iba a iniciar por sí mismo, gracias a la fe y a la creatividad de los palmeros, una nueva singladura histórica en la capital de La Palma”.

Los viejos que aquí se ven
y cantamos con afán,
le imploramos a Miriam
nos dé siempre la salud;
y que torpe nuestro ser,
a pesar de nuestras canas,
como flores más lozanas,
en alegre juventud.

Coro de Viejos. Domingo Carmona, 1905

Alberto José Fernández García nos informaba de que “la noticia más antigua que hemos encontrado de la Danza de Los Enanos, nos la da el sacerdote don Celestino del Castillo Martín (1817-1874) con motivo de la real proclamación de Isabel II”.

El clérigo había escrito el 27 de diciembre de 1833 que “a las ocho, además de la iluminación, empezó en las plazas y calles un graciosísimo baile de seis enanos y otras tantas enanas vestidas a la española antigua, y terminó a medianoche”. Este primer documento conocido se conserva en el archivo particular del cronista de la capital palmera don Jaime Pérez García.

Un soplo de juventud
torne a nuestro corazón
reliquia de inspiración
del tiempo aquel que se fue.

Y de la danza al compás,
nuestras antiguas gargantas
a Miriam estrofas santas
cantarán llenas de fe.

Coro de Viejos. José Felipe Hidalgo, 1910

La investigadora palmera Hernández Pérez complementaba y ampliaba esta primera data documental con una referencia inédita hasta entonces: “a las ocho de la noche del veinte y siete empezó en la Plaza principal una graciosísima contradanza de seis enanos e igualmente número de enanas perfectamente imitados y vestidos a la Española antigua, costeados y ejecutados por varios jóvenes, bajo la dirección de Don Miguel Torres, con cuya diverción todo el Pueblo estuvo muy gustoso y entretenido hasta tarde de la noche”. Reseña documental escrita por el escribano del Cabildo palmero Manuel del Castillo Espinosa, con motivo de la proclamación de doña Isabel II como Reina de España, el 26 de diciembre de 1833. Se halla custodiada en la Biblioteca Pública Municipal de Tenerife.

Hendido el pecho de dicha y gloria,
vibrantes himnos canté a María,
llevando un triunfo nuestra alegría
dulces cadencias hasta su altar.

Y con las palmas de cien combates,
fieles, alcemos verde dolceles
que, en noble ofrenda, nuestros laureles
sus sienes castas han de nimbar.

Coro de Guerreros. José Felipe Hidalgo, 1910.

Existe otro folleto sin firma, atribuido a José Díaz Duque y publicado en 1985, donde se dice que Miguel de Salazar y Umarán tuvo la brillante idea de la transformación con doce hombres vestidos del siglo XVII y “las enanas ya transformadas se introducían en la segunda parte”.

Pérez García y Garrido Abolafia nos informan de que “don Miguel Torres Luján dirigió la primera danza de enanos, que se conoce documentalmente, celebrada con motivo de los festejos que se hicieron en Santa Cruz de La Palma para conmemorar la Real Proclamación de Isabel II, en 1833. A don Miguel Torres se unió también don Miguel Salazar Umarán en la presentación de este espectáculo…”.

Sin que se den más detalles ni se aporte fuente documental alguna, se afirma que fue ideada para la Bajada de la Virgen de 1835. Así, de esta feliz idea salió la representación de “unos danzantes con levita, ajustado calzón y bicornio francés”. Las enanas surgieron ante el éxito de los enanos. Fue doña Josefa Salazar Arrocha quien “presentó réplicas femeninas, aderezadas a la española, con miriñaque, mantilla, flor y peineta para tapar el secreto”.

“(…) Los enanos de La Palma, nos comenta Juan Julio Fernández, son desproporcionados, pero elegantes, algo fachendosos, pero no fanfarrones; un tanto narcisos, más petimetres. Y, por encima de todo, son simpáticos, alegres, confiados y ¡entrañables! Siguen siendo, a pesar de mostachos y perillas, y crecidas melenas, un mucho niños y un tanto locos, rendidamente entregados a la historia y al mito en esta gruta encantada que sigue siendo la isla donde la última referencia es la Virgen de Las Nieves (…)” . Miguel Martín, «La Danza de Los Enanos».

Una nueva referencia histórica tiene lugar en el periódico local El Time en 1865. Allí se comentaba que en la “Danza de este año intervinieron doce parejas de enanos de ambos sexos, perfectamente figurados”. En esa edición se contó con la dirección de Miguel Torres Luján.

Continuaron las menciones en los diferentes periódicos en sucesivas ediciones. Así, en La Palma (1875) se nos informa de que “se ejecutó la antigua danza de enanos”; en El Eco (1885): “por la noche se ejecutará la antigua y conocida danza de enanos de ambos sexos”; en El Adalid (1895) ya se menciona como uno de los números más tradicionales de las Fiestas Lustrales que recorrieron las calles y plazas de la capital un jueves 16 de abril de aquel año.

Peregrinos de la fe
en la sacra religión,
venimos con devoción
a rendir culto a Miriam.

Y pedirle con afán,
al pie de su ara bendita,
nos dé su gracia infinita
para nuestra salvación.

Coro de Peregrinos. José Acosta Guión, 1915.

Fernández García nos los describía así: “las figuras fachosas se vestían de igual forma a como lo hacen en la actualidad, pero suplían el gorro actual por un miriñaque de abrir y cerrar al centro, en el arco inferior. Al comenzar al baile, lo elevaban sobre la cabeza, y al cerrarlo, en forma de abanico, quedaba formado el sombrero. Las enanas también vestían de miriñaque, que no elevaban, pero el cuerpo del bailarín era cubierto por una capota o con mantilla y peineta adornada con flores”.

Como podemos apreciar, una apariencia muy diferente a la actual. La presencia de estas enanas en el baile duró hasta 1900, pero siempre fueron hombres los figurantes y nunca mujeres.

“Jueves, noche. 8 de abril de 1875: la tradicional Danza de Enanos, vestidos con exquisito esmero, especialmente las hembras. Salió de la Plaza de San Francisco…”

“Jueves, 25 de abril de 1895: la danza de enanos, muy mal ejecutada […]; las enanas vestidas con muy poca regularidad, unas demasiado grandes y otras muy chicas; las enanas más elegantes fueron las vestidas por las Stas. de Kábana y la vestida por las de Pérez Jaubert…” .

“Jueves, 10 de julio de 1980: Danza de los Enanos (ahora sólo bailan los hombres). Espectáculo entrañablemente unido a la fiesta de la Bajada. De gran ingenuidad y gracia. Letra: Manuel Henríquez Pérez. Música: Domingo Santos Rodríguez…”.

Cuando en 1905 se anunciaron los Viejos que, después de una danza coreada —con letra del poeta satírico Domingo Carmona Méndez (1854-1906), y música del culto doctor Elías Santos Abreu (1856-1937)— se transformarían en Enanos por invención de Miguel Salazar Pestana, la capital lucía aseada y romántica con el primer alumbrado público del Archipiélago: los focos eléctricos sustituían las hachas y teas en las iluminaciones.

Madre, de tu altar al pie,
llenos de cristiana unción,
nuestra eterna salvación
te venimos a implorar.

Nuestra fe te consagramos
y por reina te aclamamos
de la tierra y de la mar.

Coro de Monjes. José Acosta Guión, 1920

La peculiar y extraordinaria Danza mágica contó con libretos del versátil José Felipe Hidalgo (1884-1971) y de José Acosta Guión (1881-1967); José Lozano Pérez (1890-1951) escribió inspirados y sutiles madrigales entre 1925 y 1950; Félix Duarte Pérez (1895-1990) firmó las loas estudiantiles de 1955 y las cardenalicias de 2000.

Manuel Henríquez Pérez, entre 1960 y 1995, aún después de su muerte, batió el récord de permanencia como autor de la letra de los coros que dan paso a la transformación de los enanos. El letrista, nacido en 1923 en la capital palmera y de la que llegó a ser su cronista oficial, falleció el 24 de julio de 1993. Su último “homenaje” de amor a Nuestra Señora de Las Nieves fue en la Bajada de 1990, participando en la “Peña” de los Enanos, ese año, con el atuendo alegórico de “navegante”.

De nuestros remotos reinos
hemos venido a adorar
a la Virgen de Las Nieves
Reina y Madre Celestial.

Como es nuestra protectora,
con un no mentido afán
nuestras espadas fulgentes
defenderán a Miriam.

Coro de Reyes. José Lozano Pérez, 1925

A partir de 1905 (Viejos) y por este orden, se sucedieron las distintas representaciones y sus autores: en 1910, Guerreros y después Viejos en dos transformaciones con letra de José Felipe Hidalgo; 1915, Peregrinos; 1920, Monjes Blancos, de José Acosta Guión; 1925, Reyes; 1930, Japoneses; 1935, Romanos; 1940, Doctores; 1945, Nazarenos; y 1950, Consejeros, todas con versos de José Lozano Pérez; 1955, Estudiantes, de Félix Duarte Pérez; 1960, Taumaturgos; 1965, Atenienses; 1970, Dominicos; 1975, Astrólogos; 1980, Musulmanes; 1985, Peregrinos;1990, Navegantes; 1995, Vikingos; 2000, Cardenales, todas debidas a la pluma de Manuel Henríquez Pérez. En la edición de 2005 la alegoría fue la “Marcha de los Caballeros”, con letra de Luis Ortega Abraham y música de Juan Francisco Medina.

La Danza de Enanos consta de dos partes:

Primera.- Al son de una marcha sencilla y pegadiza, siempre de autor local y a coro unísono, se interpretan emocionadas salves y loas a la Virgen de Las Nieves; una ofrenda interpretada por hombres “de tamaño normal” vestidos con suntuosas capas y varas largas (en forma de bastón, báculo, farol, remo, cayado, lanza… según sea la alegoría representada) que les sirven de apoyo durante la función, mientras “componen una añeja coreografía de filas, rombos y corros”.

El coro o “la Peña”, grupo de cantantes ataviados de la misma guisa que el resto —que representan personajes, que cambian de una fiesta a otra, y que suelen encarnar unos híbridos de la historia y de la fantasía—, se ha situado en una tarima y, en un tono más alto, interpreta a dos voces las siete estrofas de la loa. Repiten hasta ocho veces el estribillo.

Durante la interpretación de éste, “los danzantes se paran y, desde filas paralelas y cara al público, repiten en tono mayor sus orígenes lejanos y su encendida devoción”. Aquí cantan danzarines y Peña. Año tras año, y con estos cambios de personalidad, van cambiando también las letras y la música, aunque ésta es siempre tan parecida con las anteriores, que podría afirmarse que no cambia, que ha sido siempre la misma.

 

“Suena la música, y a su son, salen a través de una pequeña caseta de dos puertas, dos hileras de hombres, ataviados de largas túnicas, que por sus dibujos, nos dejan conocer la personalidad de quienes las visten; un año han sido estudiantes, otro doctores, otro astrólogos; cada año son distintos los personajes, que viene a ofrecer sus cantos a la Virgen de Las Nieves, porque esto es lo que nunca cambia sus canciones, son siempre loas a la Virgen:

Desde remotos confines
hemos venido soñando,
sobre las ondas del mar,
y a la Virgen de Las Nieves
nuestra loa le ofrecemos
porque con fervor queremos
verla en su trono reinar.

Coro de Astrólogos, Félix Duarte, 1960.

Y mientras ellos cantan el estribillo, cinco escogidas voces, subidas sobre una peña, van lanzando al aire sus enfervorizadas letras a María. Félix Duarte, Bajada de La Virgen – Historia.

Segunda.- Supone la mágica transformación en enanos fuera de la vista del público en el interior de la caseta bellamente decorada y de dos puertas. “Cuando el tránsito por el túnel diáfano de la Caseta materializa el secreto y cambia peregrinos (guerreros, astrónomos, estudiantes, nazarenos, reyes, frailes, viejos, navegantes…) por los minúsculos danzarines, la emoción sólo deja sitio al baile ingenuo y trepidante, a la agilidad, destreza y gracejo de los liliputienses, cuyos pasos, cada vez más rítmicos y veloces, el gentío palmea ilusionado”. (El Secreto del Enano)

“Protagonistas indiscutibles de las Fiestas Lustrales de La Bajada de La Virgen, la Danza de Los Enanos evoca un sentimiento especial para los palmeros y a todos aquellos que nos visitan, siempre sorprendidos por unos segundos de misterio y magia en la noche del jueves durante la transformación, momentos en los que aparece, de repente, el primer enano. Es el instante del milagro, el feliz encantamiento que se refleja en las mil expresiones de la cara de las gentes(…)”. Miguel Martín, «La Danza de Los Enanos».

“Los graves trovadores se retiran con el último compás y, con un leve fru-frú de tela, un simpático fanfarrón abre la cortina y otea a la audiencia con descaro; ésta le responde con aplausos y asombros, y el Enano número 1 adelanta su pie derecho, calzado con zapatilla de charol y hebilla dorada, y da el primer paso; rompe a bailar y otros, a su espalda, le secundan y forman filas simétricas que, con marcialidad y gracia, trenzan la celebérrima polca, que principia solemne y acaba frenética”. El secreto del Enano

“Ya han terminado los cantos y las evoluciones, ahora empieza lo grande, lo misterioso, lo que verdaderamente llama la atención de esta danza, ahora es cuando después de pasar a través de la misma caseta, los vemos salir de nuevo, pero… ya no son aquellos hombres, ahora, son pequeños y simpáticos enanitos, ataviados de gran sombrero e impecable levita. ¿Cómo han logrado transformarse?

Ésa es la pregunta que ronda todos los cerebros de nuestros visitantes, la noche de la Danza de Enanos. Y los simpáticos Enanos, no saben cantar, por eso, le ofrecen a la Virgen lo que saben hacer, bailar maravillosamente una alegre polka…”. Bajada de La Virgen – Historia.

El momento de la transformación es, pues, cuando culmina la tensión emotiva de los espectadores, y está marcado por la interrupción de la música y coros de la primera parte y el comienzo inmediato de la polka que bailan los enanos que empiezan a salir de la caseta cuando todavía están entrando por su parte trasera los danzantes todavía no transformados.

Era y es muy importante la preservación del “secreto del Enano”. Es un asunto “sagrado” para los palmeros. Recordemos cómo en la Bajada de 1895, el anónimo autor del manuscrito —perteneciente a la Biblioteca Cervantes, fondo histórico de La Cosmológica— se queja cómo “la danza de enanos (estuvo) muy mal ejecutada; después que se ha divulgado por la Provincia va perdiendo su oportunidad […] El personal, la escoria del pueblo que iba sacándose los sombreros con las caras descubiertas; en fin, un triste recuerdo de lo que era esta danza en otros tiempos en que la dirigían Don Miguel Torres y Don Miguel Salazar y Umarán”.

El polifacético Beneficiado de El Salvador Manuel Díaz, popularmente conocido como el “Cura Díaz”, confeccionó algunas caretas para Los Enanos. Era un hombre liberal, destacado constitucionalista y amante de las artes plásticas y los regocijos populares.

Algunas han llegado hasta nosotros en un lamentable estado de conservación. Otras habían sido pasto de las llamas en el pavoroso incendio del Casino capitalino donde se hallaban guardadas el 8 de julio de 1931. Recogiendo el relevo artístico, debemos al artista palmero Félix Martín Pérez, la continuación de la ejecución de análogas figuras.

Al querido vecino y profesor de la escuela de Arte y Oficios de la capital le debemos, no sólo la ardua labor de forja y modelado de las caras de los veinticuatro enanos, sino la complicada, emotiva y delicada ceremonia tradicional de vestir al enano desde la tarde de ese jueves. Es, junto al misterioso y mágico instante de la transformación, el secreto mejor guardado.

Del imperio del Mikado,
a esta ínsula llegamos
porque todos profesamos
de Cristo la santa fe.

Y pedimos a la Virgen
de Las Nieves venerada
sea siempre la abogada
del cristiano japonés.

Coro de Japoneses. José Lozano Pérez, 1930.

Es precisamente un hijo de este artesano, Luis A. Martín Rodríguez, quien actualmente se ocupa en la restauración, reciclado y mantenimiento de las caretas de los enanos en su taller del Barrio de La Canela (San Sebastián).

Para él, “lo de las doce parejas de Enanos, numerados con o sin punto, tiene su origen en el número mágico, bíblico: los doce apóstoles, los signos del Zodíaco, los meses del año, la docena de huevos…” .

Heredó de su padre, hace más de treinta y cinco años, esta afición artesanal, por vocación y tradición. Carga con la delicada responsabilidad de adaptar las caretas a las características físicas y medidas de los danzantes. Para este artista, “la iconografía de los Enanos proviene de una burla deliberada del estilo militar napoleónico. Una mirada irónica fijó el vestuario: bicornio galo, casaca, zapatos con hebillas, camisas con chorreras y lazo, medias, peinados… Lo más importante de la Danza es la transformación, que es un acto de prestidigitación, magia”.

El palmero Francisco Arrocha Méndez, conocido popularmente por “Quico el Cigarrito”, sigue siendo recordado en El Paso por haber aceptado el reto de organizar una Danza de los Enanos en aquella ciudad sin el permiso de las competentes autoridades capitalinas, aceptando la petición que le hiciera el alcalde pacense don Vicente Santana.

Cirilo Leal Mújica nos recuerda en un artículo de prensa local que “de aquella intentona aún se guarda memoria y testimonio gráfico”. Continúa informándonos de que “la evocación de este episodio contestatario de su existencia le produce risa, la algazara de un veterano bailarín que conoce todos los secretos del arte de la metamorfosis de los gigantes que se transmutan en un santiamén en enanos en las tripas de la barraca de los milagrosos”.

En el artículo, titulado «Los enanos apócrifos. Una aventura que nació y murió en El Paso» recoge las palabras de aquel vecino: “Les hice seis enanos y seis enanas. La actuación se hizo en el cine. La música fue la misma, la polca de los enanos”.

Del Sacro Romano Imperio
somos libres ciudadanos
fervientísimos cristianos:
el Cristianismo es la luz.

Y cantamos a la Virgen
de Las Nieves, milagrosa,
Madre la más amorosa
Del devoto de la Cruz.

Coro de Romanos. José Lozano Pérez, 1935.

El año lustral de 1935 ha pasado, como nos dice María Victoria Hernández —cronista oficial de Los Llanos de Aridane— “por ser la primera vez, que sepamos, que salieron de Santa Cruz de La Palma, donde nacieron los Enanos de la Bajada de la Virgen. Otras representaciones extraordinarias posteriores también son ya historia y, como siempre, el palmero defendió su permanencia sólo en el año lustral y en honor de la Virgen y Patrona de la Isla, Nuestra Señora de Las Nieves”.

Fue precisamente ese año cuando la palmera danza salió de las fronteras insulares. Como reflejaba el Diario de Avisos (29 de noviembre de 1935): “En el Vapor ‘León y Castillo’ embarcaron anoche para Tenerife el personal de la ‘Danza de Enanos’ y sus directivos, don José Massieu y García y don Pedro Díaz Batista, que van contratados para dar unas representaciones en la Plaza de Toros de la capital provincial”. En la edición de 1935, los Enanos, en su primera parte, habían vestido el traje de romanos, cuya letra había sido escrita por don José Lozano Pérez.

Debido a las fuertes lluvias registradas en Santa Cruz de Tenerife, no pudo representarse la danza en la Plaza de Toros, pero sí en el Teatro Guimerá. La cronista llanense nos recuerda cómo se reflejó el espectáculo en la prensa de entonces, concretamente en el periódico tinerfeño Hoy: “… el domingo último se celebró en el Teatro Guimerá una magnífica fiesta de arte, en la que figuraba como número de fuera la presentación de la ‘Danza de los Enanos’ de La Palma”. Continuaba relatando: “No cabe duda que los Enanos palmeros constituyen un número de sorprendente realidad y de gran vida escénica, sobresaliendo la rapidez de la transformación, que el público acogió con fervoroso entusiasmo”.

En los antiguos liceos,
estudiando intensamente,
conquistamos, noblemente,
la eficiencia del Doctor.

Y a la Virgen de Las Nieves
le cantamos esta noche,
en prodigioso derroche
de católico fervor.

Coro de Doctores. José Lozano Pérez, 1940

El periódico Acción Social había sido tajante en cuanto a que esta tradición saliese de La Palma, puesto que “cada cosa tiene su escenario y su momento, que el caso de hoy no podrá ser nunca otro que las calles de Santa Cruz de La Palma una madrugada de la primavera, rebosante de rojos cortinones y de gentes que corren, luchan por un sitio que luego perderán, seguramente, por ver un instante el monstruo, y luego a empujar, a engañar a un guardia, y … a no poderlos ver tampoco… será pues, preciso llegar a la Alameda — si yo sé me acuesto a las 8 y me levanto de madrugada— habrá quien lo diga … y esto también forma parte indudable de ‘los Enanos’ …”.

Esa misma publicación había hecho pública la siguiente reflexión: “Que la gente joven quiera darse ese paseíto a la capital de la provincia, hasta ahí llegamos, pero las personas mayores, esas que presumen de amar su tierra, de patriotas y hasta de religiosos, no deben consentir que se haga esa máxima tontería que nos desacredita y desluce las fiestas lustrales, contribuyendo no poco a que llegada la ocasión disminuya el número de coprovincianos que nos visiten. Hay que pensar un poco más en La Palma”.

Del alma un intenso grito
de magníficos fervores,
rica faceta de amores,
reliquia de santidad.

Y es la Virgen de Las Nieves
que al Nazareno da alientos
y en la noche sentimientos
de inquebrantable piedad.

Coro de Nazarenos. José Lozano Pérez, 1945

Volviendo con los “auténticos y únicos Enanos”, en el año 1905, la letra fue escrita por el prestigioso médico e investigador palmero Elías Santos Abreu (1856-1937), mientras que su hijo, Domingo Santos (1902-1979), fue el creador de la actual y pegadiza polka.

Una popular música contagiosa y encantadora que ha hecho bailar a viejos, peregrinos, guerreros, reyes, romanos, astrólogos, monjes, japoneses, doctores, nazarenos, consejeros, estudiantes, taumaturgos, atenienses, dominicos, musulmanes, navegantes, vikingos, cardenales, caballeros…

Todos ellos protegidos por fabulosos ropajes usados en la primera parte de la sentida loa a “La Morenita”, desprendidos de ellos mágicamente en el interior de la caseta, donde tiene lugar el repetitivo prodigio del jueves anterior a su Bajada.

El primer enano surge de las entrañas ocultas y se convierte con la polca, ante un enfervorizado público, en un ser especial, en un mágico y feliz pregonero de La Virgen, que baja ya. Una simbología única e insustituible en nuestras tradiciones y nuestras fiestas.

A la Virgen de Las Nieves,
consejeros ponderados
cantan enfervorizados
esta noche una oración.

Y ante la Virgen Bendita,
en estos bellos momentos
derraman los sentimientos
de su noble corazón.

Coro de Consejeros. José Lozano Pérez, 1950

La Danza de Enanos —desde que fue dirigida en su primera edición por Miguel Torres—, no sólo se ejecutaba como preámbulo a la Bajada de la “Señora del Monte”. Alguna brillante efeméride nacional o conmemoración importante de la Isla era motivo suficiente para que se disfrutase con este entrañable y anhelado espectáculo.

Como ejemplo, se danzó ante Francisco Franco el 20 de octubre de 1950, año lustral, en el Muelle de la capital palmera, y en presencia del Ministro de Gobernación, el palmero Blas Pérez González. Más tarde, ya fuera de su contexto lustral, tan sólo se ha representado ante SS.MM. los Reyes de España en su visita oficial. Tuvo lugar en la renacentista Plaza de España de la misma ciudad en mayo de 1986. Todavía se conserva en las retinas de los testigos el semblante asombrado de la Reina cuando apareció el primer Enano por la puerta de la caseta.

Peregrino de las cumbres
tú que el día veinte y tres
dices que los enanitos
les van a bailar al Rey.

Aunque hay oposición
en diferente opinión,
en nuestro pueblo palmero
habrá gran expectación.

Parodia de la danza de Enanos 1985 para la Visita de SS.MM. los Reyes en su visita el 23 de mayo de 1986. Autores: “Fesafeca y Frapape”.

También se ejecutó la danza durante los actos de la conmemoración del 500 aniversario de la Fundación de Santa Cruz de La Palma, en mayo de 1993, donde también tuvo lugar una visita extraordinaria de Ntra. Sra. de Las Nieves.

Al estudio consagramos
nuestra juventud, tesoro
más deslumbrante que el oro
adquirido con honor.

Y a la Virgen de Las Nieves
cantamos, pues, su victoria,
¡que es reflejo de la Gloria
que al mundo llenó con amor!

Coro de Estudiantes. Félix Duarte Pérez, 1955

Pese a la tentación de la añoranza, la larga secuencia temporal ha sido, y será, la clave de su atractiva permanencia en el programa, y el seguro de su éxito, porque, cuando por causas puntuales e interesadas, los Enanos salieron de ese marco, peligraron las vértebras del artificio y la sorpresa”.

El desaparecido Pérez García, en referencia a la edición de 1955, escribía en sus crónicas: “Al día siguiente —refiriéndose al 24 de abril de dicho año— después de una tarde con desfile de gigantes y cabezudos, la Danza de Enanos. Como siempre, una multitud de gente abarrotaba la calle real en los trechos destinados para el espectáculo, mucha de ella venida de los campos; la verdad es que se trata de un espectáculo que no se cansa uno de ver y admirar por su originalidad…”.

El maestro Gustavo Gómez Salazar, miembro de la anterior Comisión Técnica, decía emocionado que “a partir de 1900-1905, mi abuelo Miguel Salazar Pestana ideó la transformación en la caseta, así como la utilización del bicornio francés (…)”. También indicaba los requisitos imprescindibles para ser incluidos en el selecto grupo de Enanos: “Para mí, las condiciones exigidas para bailar la mágica danza son tener oído, ritmo, fuerza de voluntad y resistencia física”.

Hay que tener en cuenta que, cuando en 1835 bailaban las figuras de enanos y enanas, los hombres danzantes se transformaban ante el público; incluso, como dice Félix Duarte, “antiguamente no había coros que luego se transformaran, sino que los Enanos salían directamente a bailar”.

Descubrimos una estrella
más brillante que mil soles,
y venimos a ofrendarle
nuestros humildes fervores.

“Estrella de la Mañana”
te llama tu letanía:
alienta nuestros quehaceres
¡oh! ¡Dulcísima María!

Coro de Astrólogos. Manuel Henríquez Pérez, 1975

Miguel Salazar Pestana —junto con Guillermo Pérez Cabrera, José Castro Pérez, Pedro Díaz Batista y Mariano Ferraz de Paz, y algunos otros recordados personajes— se unen a la lista de unos aficionados que corrían a cargo de las pruebas.

En el recuerdo están los primeros ensayos en la ermita de San Sebastián con sus numerosas anécdotas. Antonio Méndez (el Enano “número 1 con punto”), ya retirado después de treinta años de vivencias y recuerdos de las Fiestas Lustrales, rememora aquellos irrepetibles momentos, con Domingo Santos sentado al piano, y Pedro Díaz de pie, “con la caña dando golpes rituales en el suelo y, como no, Felipe Henríquez en el altar del templo, trabajando las cañas y dándole formas a los sombreros. Eran momentos de cariño y alegría con el número principal de las fiestas…”.

Desde el ágora ateniense
a la Virgen de Las Nieves
en unión de los palmenses,
hemos venido a cantar.

Madre del Dios ignorado,
que Pablo de Tarso, un día,
por nuestro bien y alegría
a los griegos descubrió.

Coro de Atenienses. Manuel Henríquez Pérez, 1965

La vestimenta se hacía desde antiguo en las casas de las familias pudientes de la capital palmera. Era estas acaudaladas personas las que sufragaban todos sus gastos. Actualmente es la Corporación Municipal la que corre a cargo de ellos. Una institución que siempre ha cuidado que el precioso número tradicional no vuelva a salir de las fronteras insulares ni sea plagiado.

Efectivamente, lo más delicado y complicado en la preparación de esta danza es el rito doméstico de vestir al enano, porque hay que construirlo materialmente sobre el cuerpo del danzante, cuyo trabajo, hecho en casas particulares que conservan la tradición, lleva muchas horas de la tarde que precede a la representación cinco años esperada, y en él participan afanosamente, con telas, adornos, trapos y puntadas, las manos habilidosas que llevan muchos lustros haciéndolo, y las nuevas que van iniciando.

En cierta ocasión una murga del Carnaval de Las Palmas “Los Marchosos”, vestidos de Enanos palmeros, a cara descubierta, tuvieron la desafortunada idea, en aras de una originalidad mal entendida, de utilizar la “Polka de la Virgen” para uno de sus números. Sus letras, como es frecuente en dichas murgas, estaban llenas de improperios y desprestigios para los tinerfeños. Fue el colmo del mal gusto que, afortunadamente, quedó en un desagradable incidente. Pidieron disculpas y el asunto quedó olvidado, en principio.

Construida con una estructura ligera, con listones y tela para facilitar su transporte por la Calle Real, durante el llamado “kilómetro áureo entre el Muelle y la Alameda”, y decorada con elementos alusivos al argumento elegido para ese lustro, la Caseta es diana de todas las miradas que se clavan en la cortina que oculta el prodigio.

Encendidos en amores
hacia la Reina eternal,
los frailes predicadores
los venimos a cantar:
Madre del Verbo encarnado,
en mi boca pon, Señora,
la Palabra Salvadora.

Coro de Dominicos. Manuel Henríquez Pérez, 1970

Después de las representaciones de la Plaza de Santo Domingo (aunque en la última edición fue en el Recinto Central de las fiestas, en el Muelle), la curiosa comitiva de Enanos se traslada a las adoquinadas y abarrotadas calles de la ciudad, donde se repite incesantemente la portentosa transformación.

Desde hace horas los recintos acotados de las plazuelas y tramos de la Calle Real están repletos de un público expectante y ansioso por renovar la promesa de disfrutar de ellos, después de una espera que ha durado cinco interminables años. Continuarán bailando infatigablemente hacia el Barco de La Virgen, donde llegarán al amanecer, siempre en dirección opuesta al itinerario que hará la “Negrita” dos días después.

Será allí el último escenario, bañado con sudores, sufrimientos, satisfacciones y por los primeros rayos del sol, donde se dará por finalizado el entrañable acto lustral. Se dirá entonces, “¡Hasta el año que viene!”, un año que durará un lustro en el divertido, nostálgico y curioso idioma de los palmeros.

“Sucede que, en la noche del Jueves Grande de la Bajada, unos misteriosos Enanos de redondeados bicornios —sátira y mofa de Napoleón Bonaparte en sus lejanos comienzos— se echan a las calles palmeras, y es tan bello, gracioso y hondo su baile, tan alegre el sacrificio que impone a danzarines y mirones, que quien los recuerda no se los pierde, y quien los ve por primera vez no los olvida”. El Secreto del Enano.

***

BIBLIOGRAFÍA

  • ACOSTA, María Eugenia. «Danza de los Enanos», InfoMagazin: Especial Bajada, Santa Cruz de La Palma, 2000.
  • «Antonio Méndez, “el uno con punto”: treinta años de vivencias y recuerdos». La Voz de La Palma, Especial Bajada, nº 108 (del 23 de junio al 7 de julio de 2000)
  • COBIELLA CUEVAS, Luis. «Pregón de la Bajada de La Virgen. 2000». La Voz de La Palma, nº 109 (del 7 al 28 de julio), 2000.
  • DE PAZ SÁNCHEZ, Manuel. La Ciudad. Una historia ilustrada de Santa Cruz de La Palma. Santa Cruz de La Palma: Ayuntamiento; La Laguna: Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003.
  • DUARTE, Félix. «Danza de Enanos». Bajada de La Virgen – Historia. [Manuscrito]. 1964. Archivo General de La Palma/ Colección FSFC.
  • «El secreto del Enano». Danza de Enanos, Patronato Municipal de la Bajada de La Virgen. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 2000
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  • HERNÁNDEZ PÉREZ, María Victoria. La Isla de La Palma. Las Fiestas y Tradiciones, Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001.
  • Idem. «1935. La danza de los enanos en Tenerife». Diario de Avisos (9 de junio de 2002), p. 29.
  • MARTÍN, Miguel. «La Danza de Los Enanos» La Voz de La Palma. Especial Bajada 2000, nº .109 (del 7 al 28 de julio), 2000.
  • «Los enanos apócrifos. Una aventura que nació y murió en El Paso». Diario de Avisos (15 de febrero de 2004) p. 47.
  • PÉREZ GARCÍA, Jaime. Memorias Insulares, 1953-1960, Excmo. Cabildo Insular de La Palma, Santa Cruz de La Palma, 2009
  • PÉREZ GARCÍA, Jaime; GARRIDO ABOLAFIA, Manuel. «Año de 1895. Noticias referentes a la Bajada de Nuestra Señora de las Nieves en el presente lustro», en Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, núm. 1, Madrid, 2004

[*Otros}– Antiguas danzas infantiles en honor a la Virgen de Las Nieves

06-06-2010

José Guillermo Rodríguez Escudero

Lamentablemente, han sido muchos los números tradicionales que se han ido perdiendo a través de los lustros.

Desde 1885, por ejemplo, existían unas danzas especiales preparadas para ser interpretadas durante los actos de la Bajada de Nuestra Señora de Las Nieves.

“Hace su viaje esta Reina por el paraje más alto que domina la Ciudad, que se llama La Dehesa; descúbrese en un repecho que se dice del Frontón en donde salió a encontrarla una danza de doce niños vestidos costosamente de serranas y serranos, sin que los dueños de ropas y prendas tuviesen algún reparo en que salían al prado y podían defraudarse los adornos, pues como si danzaran en la corte los vistieron para bailar en el campo…”. Anónimo de 1765.

“… a los dos lados del Carro iban doce niños de diez a doce años, vestidos de blanco todos, a imitación de la nieve, cuyos ropajes se compusieron de velillos y lamas de plata de clarines, con sus cintos primorosos, y tocados de lo mismo, muy adornados de prendas. Estos hacían los doce atributos de la Virgen (…) Iban de escolta en esta fiesta más de 60 jóvenes, de fusil, tan famosamente compuestos que, además de ser las chupas, que era el superior vestido, todas de telas de plata y oro y ricos géneros galonados de lo mismo (…) Acabado esto, danzaban dichos niños y recibían los atributos; la cual danza acabada, proseguían por todas las calles de la ciudad (…)”. Anónimo de 1765

De tiempo inmemorial viene prestándose en La Palma a grandes fiestas la Bajada de la Imagen de Nuestra Señora de Las Nieves. Y en este año no son menos los festejos, a juzgar por el programa que los periódicos de allí han publicado. Comenzarán hoy y durarán ocho días. Una Danza de Indios -¿de dónde la habrán sacado?- inaugurará las fiestas; en ellas, los que vayan podrán admirar Gigantes y Enanos, Carro Triunfal Alegórico, danzas de niños, gran baile, fuegos artificiales, y qué sé yo cuantas cosas más”.L. Río Oseleza, 1880

“Sociedad ritual y divertida que igual celebraba galas necrológicas que montaba bromas sonadas, con la complicidad general, e inventaba y ensayaba loas, juegos y danzas infantiles para recibir a la Virgen de Las Nieves en sus quinquenales bajadas”. Luis Ortega Abraham, 2000.

En el Archivo General de La Palma existen varios documentos donde, por ejemplo, se informa de que en aquel año de 1885, se ejecutaba “una Danza de Gimnastas con variedad de grupos y figuras”. También una “Danza Coreada de niños con un pequeño aparato”. Una década más tarde, en la edición de 1895 se inició la representación de la entrañable y emotiva “Danza de las Mariposas”. Allí se dice que se interpretó entre 1900 y 1940, año en que dejó de hacerse.

En 1905, 1910, 1915 se sucedieron las “Danzas Coreadas”. En 1925 tuvo lugar la “Danza de las Niñas” y la “Danza de las Flores”. Esta última se volvió a representar en la edición de 1930. En la Bajada de 1935 se interpretó la “Danza de los Copos de Nieve” y en 1940 la “Danza de las Margaritas”.

El documento informaba de que, “estas danzas de las mariposas, copos de nieve, de las margaritas y coreadas, sólo se representaban alternativamente a partir del año 1885 hasta 1940, inclusive”. El anónimo autor escribía que, “en general, todas estas danzas consistían en lo mismo, pero con diferencia de que cambiaba la letra, el decorado (solía ser muy parecido) y la música que variaba por lo general muy poco”.

“… Yban de escolta en esta fiesta más de 60 jóbenes, de fuzil, tan famosamente compuestos que, además de ser las chupas, que era el superior vestido, todas de telas de plata y oro y ricos géneros galoneados de lo mismo, llevavan sombreros bordados todos de perlas, joyas, brillantes, esmeraldas y junquillos, de modo que en algunos se vio desmentid la essencia de los sombreros, por ser todo lo que se veía perlas (…) estos, en dos alas acompañaban al Carro, retirando el innumerable concurso y detrás del Carro los ynstrumentos tocando, con los quales acompañado, dava principio el niño de la fama al festín, cantando con primorosa voz de esta manera:

       ‘Palmez incauto que vives en tan árido vergel,
mira que la Nieve vaxa a regar nuestra aridez.
A Ympulso de gratitudes lográis cada lustro ver
los candores de la Nieve desde los montes correr (…)’

A cada uno de estos versos respondían los doce niños, en airosa música, lo siguiente:

       ‘Venid, Venid, Venid, Corred, Corred, Corred,
Aurora nevada, bella Candidez’.

Acabado esto, danzaban dichos niños y recibían los atributos, la qual danza acavada, proseguían por todas las calles de la Ciudad, repitiendo lo mismo en las plazas y casas principales, por lo qual se comensó esta función a las 7 de la noche y acabó a las 2 de la madrugada, por la solemnidad con que se executó y mucho concurso, que no dava lugar a la aceleración…” Anónimo de 1765.

***

Danza coreada de 1880

Existe un manuscrito anónimo perteneciente al fondo histórico de la Biblioteca Cervantes de la Real Sociedad La Cosmológica de Santa Cruz de La Palma sobre la Bajada de 1880. En él se narra cómo un grupo de doce niños y doce niñas procedentes de la Villa de El Paso contribuyó a solemnizar las Fiestas Lustrales de esa edición.

Venían elegantemente vestidos con trajes de seda, y portaban unos arcos “adornados con esquisito gusto, con los que hacían variedad de figuras de gran efecto, particularmente la que figuraba una canastilla”.

Continuaba: “La danza empezaba al pie de un pedestal, del que salía una cruz que se iba elevando cuando dichos niños cantaban los versos siguientes:

Los hijos de El Paso,
cristianos devotos,
ofrecen sus votos
al pie de la Cruz.

Divina aureola
de amor y consuelo
que envía del Cielo
la sagrada Luz.

Los medios arcos de que nos hemos ocupado se hallaban colocados en dicho pedestal, formando una granada. La danza terminaba agrupándose los niños al pie de una palma, de la que se desprendía un tronco y aparecían dos ángeles que tenían en sus manos, uno el nombre de María, y el otro un letrero que decía: ‘La Villa de El Paso á’ terminando en el nombre de María. En la parte alta de la Palma, se levantaba un lujoso pabellón que cubría a los mencionados ángeles, descubriendo otro nombre de María [xxx] despidiendo el ramaje de la Palma lluvia de fuegos artificiales, cantando los niños los versos siguientes:

Virgen de Las Nieves,
ved su nombre santo,
acepta este canto
del coro inocente.

De tantos milagros
que cuenta la historia,
exalte su gloria
plegaria ferviente.

La Palma giraba alrededor, mientras los niños cantaban los anteriores versos. Los ángeles que estaban en el tronco de la Palma, bajaban con el nombre de María, y seguían hasta el pedestal donde estaba la cruz, seguidos de los demás niños, los cuales volvían á colocar en el pedestal los medios arcos.

Esta danza gustó muchísimo, tanto por lo ingeniosa, como por la precisión y soltura con qu[e] los niños la desempeñaban, no se arriesgaba nada, si se asegura que fue lo mejor que hubo en las fiestas de la Bajada de Nuestra Señora (…). Dicha danza fue dirigida por D. Antonio Herrera Martín”.

Hernández Bravo menciona en su trabajo una serie de referencias sobre otra danza infantil en honor a la Virgen de Las Nieves que un grupo de El Paso representó en la Bajada de 1900. Fue ensayada por un aficionado de apellido Herrera, natural de Santa Cruz de La Palma y apodado “El Sacristán”. Es probable que se trate de Antonio Herrera Martín, director de la danza en 1880.

El investigador nos informa de que no dispone de “documentos que permitan confirmar si la danza de 1900 es la misma que se bailó en el año 1880 o se trata de un espectáculo completamente nuevo”. Para Hernández Bravo es posible que “pudo tratarse quizá de una versión o adaptación de la anterior, con ciertos cambios estróficos, ya que hay testimonios que ratifican que constaba de una parte recitada o cantada de la cual se conserva la siguiente estrofa que no aparece en la danza de 1880:

De El Paso venimos
aquí a la Ciudad,
a gozar de la Virgen
en su festividad».

Estos datos —la estrofa, la existencia de la danza y la personalidad del responsable de los ensayos— se los facilitó Juana Pérez Sánchez, natural de El Paso y nacida en 1905, “que supo de esta danza y aprendió la estrofa de su cuñada, Celinia Hernández, nacida en 1889, y que participó en la representación teniendo unos 11 años”.

***

Danza coreada de 1885 y 1915

“A su frente se ostenta un aparato que figura una peña, cubierta de nieve, y sobre ella van colocados cuatro niños de ambos sexos que cantan las estrofas, y al otro lado se encuentra un pedestal, sobre el cual se leen las siguientes inscripciones: ASIETA y UNIÓN OBRERA; se rompe la música y empiezan a danzar los 25 niños, confundiéndose en bonitas figuras, prorrumpiéndose a la vez en un coro.

CORO

Cantemos siempre constantes
con júbilo y alegría,
porque la Virgen María
está próxima a bajar.

Cantemos, que nos ampara
la Madre de Dios sincera
que dice a la Unión Obrera
“Marcha al pobre a consolar”.

ESTROFA 1

¡Castísima azucena
de Jericó bendita
en el Tabor escrita
por toda eternidad!

ESTROFA 2

Virgen sagrada y pura,
La Palma, con anhelo,
cual líbano del cielo
se rinde a tu piedad.

ESTROFA 3

Arca de eterna alianza,
luna que no se eclipsa,
torre que diviniza
la excelsa majestad.

ESTROFA 4

Dulcísima Judith,
de protección inmensa.
Ciprés de rica esencia,
éter de nuestro altar

ESTROFA 5

Sagrario del eterno
Sol fúlgido del cielo,
que esparces el consuelo
de que eres manantial.

ESTROFA 6

Refugio del que peca,
auxilio del cristiano,
de dulce amor arcano
con rostro angelical.

(Al ir pasando los niños por el pedestal sobre el cual se ostentan las inscripciones antes señaladas, habrá tomado cada niño una de las letras, de modo que, al formarse la figura, se lea en medio de ellas las mismas inscripciones).

ESTROFA 7

Palma, laurel, corona,
nardo, violeta, hermosa,
fina, celeste, rosa
de aroma sin igual.

ESTROFA 8

Ven, Reina de esperanza,
auxilio del que llora.
Ven, refulgente aurora
de saludable paz.

(Al cantarse la estrofa habrá aparecido lentamente el nombre de MARÍA sobre la peña, alrededor de la cual se habrán arrodillado los niños e iluminado el cuadro de luces).

ESTROFA 9

Ven, Virgen cariñosa.
Ven, diamantina estrella.
Ven, nieve suave y bella.
Ven, Madre celestial…

(Entre las estrofas canta el Coro)”.

***

Danza coreada de 1905 y 1910

“Estrofas cantadas por cuatro niñas, que representaban las cuatro estaciones del año; coro compuesto de 28 niños de ambos sexos, vestidas las niñas de aldeanas y los niños de obreros.

Al romper la música, los 14 niños emprenden la marcha, partiendo desde una casa, representación del trabajo y harán algunas artísticas figuras; después las niñas partirán desde el campo, confundiéndose ambos en artísticas figuras.

Terminadas éstas se cogerán ambos tras el aparato principal saliendo luego entrelazándose en varias figuras. Entre estrofa y estrofa terminará la danza con un coro final entre una hermosísima apoteosis, donde se brindan policromas flores a la Virgen”.

***

Danza de las flores. Año 1930

CORO

Bellos ritmos de ilusión,
a la nieve de María.
Las flores en este día
danzan con veneración.

ESTROFA 1

Admirables aromas campesinas,
al trono de Miriam lanzan las flores.
Muestran de sus corolas los primores
las regias azucenas nacarinas.

ESTROFA 2

Preciosa floración de floraciones,
ideal eclosión de los vergeles.
Ofrecen a la Virgen los claveles
sus tesoros de mil coloraciones.

ESTROFA 3

Divinales hechizos de armonía
a la Virgen rinden primorosas
su radiante y lisal policromía
el tesoro brillante de las rosas.

ESTROFA 4

María de las Nieves soberana,
entre trigos, como colmadas olas,
bellas flores de púrpura galana
son un mar de sangrientas amapolas.

ESTROFA 5

Un efluvio de aromas ideales
a la Virgen ofrecen los jazmines,
y en un lindo ornamento de jardines
los bellos crisantemos orientales.

ESTROFA 6

Al trono de la Virgen a porfía,
cual trasunto de fantasía inquieta,
ofrecen cual liral de poesía
exquisitas fragancias de violetas.

ESTROFA 7

Sentimientos de mágica hermosura
en las hojas de los lirios morados.
Motivos de emoción y de ternura,
recuerdo de Jesús Crucificado.

ESTROFA 8

De gallos heliotropos un derroche,
a María, en fervores inefable,
ofrecen en la magia de la noche
sus selectos perfumes admirables

ESTROFA 9

Un milagro de lindas porcelanas
las camelias ofrecen majestuosas.
Son las flores más regias y galanas
rendidas a la madre cariñosa.

ESTROFA 10

Las magnolias son lírico presente
adornando el altar regio y sagrado
de la Virgen, que se ofrenda eminente,
de belleza y perfume gran dechado.

ARIA FINAL

Como un milagro de amor
de magnífica armonía
en un rompiente de flores
brilla el nombre de MARÍA.

***

Danza de las margaritas

Un grupo de niñas luciendo trajes alegóricos a su denominación, representó esta singular danza en honor a la Virgen de Las Nieves el martes 3 de julio de 1940, dentro de los actos programados en la Semana Grande de las Fiestas Lustrales de ese año.

1895. Danza de las Mariposas

CORO

De la Virgen de Las Nieves
a sus gracias infinitas
cantan divinas plegarias
las preciosas margaritas.

ESTROFA 1

Como celestial trofeo
de santísima emoción
elevemos esta noche
nuestro noble corazón.

ESTROFA 2

A la Reina de los Cielos,
en esta noche vernal,
cantemos nuestras plegarias,
sentida ofrenda lustral.

ESTROFA 3

En las lomas campesinas,
las flores bellas y leves
ofrendan sus hermosuras
a la Virgen de Las Nieves

ESTROFA 4

Dios te salve, Virgen Madre,
de tu corazón se lanza,
como perfumes de amores,
un manantial de esperanza.

ESTROFA 5

Socorre a los desgraciados
hijos de Eva nacidos,
que en este valle de lágrimas
viven tristes y afligidos.

ESTROFA 6

Ofrezcamos la hermosura
que la margarita encierra
a la Virgen de Las Nieves,
Reina de Cielos y Tierra.

ESTROFA 7

Bajo el palio de la noche
surgen voces a millares
que a la Santa Madre entonan
sus magníficos cantares.

ESTROFA 8

Celestiales emociones
de inefable poesía
ofrecen las margaritas
a la Nieve de María.

ESTROFA 9

Como preseas de amor,
llenas de santas canciones,
entonan las margaritas
venerables oraciones.

ARIA FINAL

En los celestes espacios
de brumas, las gasas leves,
surge el sacrosanto nombre
de la Virgen de Las Nieves.

***

Danza de las mariposas

En un manuscrito anónimo de 1895, custodiado en La Cosmológica y publicado por Pérez García y Garrido Abolafia, se lee que, el día 23 de abril de dicho año, “la danza de las Mariposas compuesta de 30 niñas y 4 niños de ambos sexos, cuya descripción se acompaña, estuvo muy bien ejecutada y agradó mucho”.

“La Palma nos anuncia
que ya la Nieve brilla.
Doblemos la rodilla
al pie del pedestal…”.

Pérez García informaba de que dicha danza se representó más de una vez en las fiestas lustrales. “Con letra de don Domingo Carmona Pérez, periodista de profesión y destacado poeta local, y música del ya nombrado don Elías Santos Abreu, fue dirigida por don José Acosta González, después Capitán de Infantería del Batallón de La Palma, y por don Melquíades Lorenzo. Sobre el número de los componentes, el autor se explica mal; en realidad actuaron treinta y seis niños de ambos sexos”. Garrido Abolafia también confirma que “la letra fue publicada como folleto de ocho páginas por la imprenta La Lealtad, 1895”.

En 1895, la Danza de Las Mariposas se representó en doce puntos de la ciudad: En la Plaza de la Alameda; en los números 78, 70, 56, 35 de la Calle Santiago; en la Placeta de Borrero; en el número 5 de dicha calle Santiago; en la Plaza de la Constitución; y en los números 6, 14, 27 y 35 de la Calle O’Daly.

En la Bajada de la Virgen de 2010, se celebran 120 años de esta candorosa danza, ejecutada por niños de ambos sexos en honor a la Patrona Insular, Nuestra Señora de Las Nieves. El autor de este centenario baile fue el eminente entomólogo palmero Dr. Elías Santos Abreu (1856-1937) al que se le hizo un emotivo homenaje con motivo del centenario de su fundación por parte de la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma, dirigida por Antonio Abdó y Pilar Rey.

A las 12 del mediodía del día 4 de julio de 1995, durante los fastos de la Bajada, se descubrió una placa en su casa familiar de la calle Álvarez de Abreu de esa bella ciudad. Allí se ejecutó la danza de niños y niñas en honor a la Virgen y en recuerdo a su autor, acompañados por la Banda Municipal de Música “San Miguel”. Después del aplaudido acto, se continuó representando la preciosa y delicada danza por varias calles y plazas de la población.

“Entrañable también es la danza de las mariposas. Esta danza coreada, interpretada por un grupo de niños de entre 4 y 12 años de edad, recobró la obra compuesta por Elías Santos Abreu en 1895, con letra de Domingo Carmona Pérez, en una plegaria para que la Virgen no dilate más su bajada al templo de El Salvador. Al frente de la función estuvieron Antonio Abdó y Pilar Rey, directores de la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma, mientras que el vestuario fue diseñado por Raquel Paz Hernández y confeccionado por las propias madres y abuelas de los niños”. Diario de Avisos, (15 de agosto de 2005)

Es encomiable la labor realizada por esta Escuela de Teatro en la búsqueda y rescate de piezas teatrales y líricas que han ido conformando el acervo cultural de las Fiestas Lustrales de la Virgen. Poco a poco han ido mostrando a propios y extraños sus hallazgos a través de la edición y realización escénica de los antiguos textos.

Esta especial danza del admirado maestro Elías Santos Abreu dejó una honda huella en la historia de la Bajada a lo largo de estos doce decenios de existencia.

La producción corrió a cargo de la Escuela; el vestuario se confeccionó en el Taller del Patronato de La Bajada; su diseño fue de Juan Luis Curbelo; la coreografía y dirección fue de Pilar Rey y Antonio Abdó; la Banda de Música fue dirigida por Julio Gómez; en el cuerpo de baile intervinieron dieciséis niñas y seis niños.

“A través de las pegadizas notas de su vals, la letra de don Domingo Carmona Pérez urge a la Virgen su venida, a lo largo de siete estrofas: en la primera, la reclama (“Ven”); en la segunda, la piropea (“por bella”); en la tercera, se refiere a la isla como “don” suyo (patria); en la cuarta, la compara con “faro” que guía; en la quinta, insiste en la llamada (“ven”); en la sexta, ofrece el propio acto de la danza y el canto (“acoge … nuestro infantil cantar”); en la séptima y última invita al pueblo a reverenciar a la Virgen (“doblemos la rodilla”) en su inminente bajada”. Antonio Abdó y Pilar Rey. Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma, 28.06.1995.

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Danza de las sirenas

Para la edición de 2010, se estrenará una nueva danza infantil coreada en honor a la Virgen de Las Nieves. Se trata de la “Danza de las Sirenas”, acto infantil que ha sido aprobado por el Consejo de Gerencia de las Fiestas Lustrales.

De forma altruista, la poetisa palmera Elsa López ha escrito la letra, y el polifacético Luis Cobiella Cuevas se ha encargado de ponerle música. Gracias a la magnífica labor investigadora del recientemente nombrado Cronista Oficial de Santa Cruz de La Palma, Manuel Poggio Capote, la nueva danza verá la luz en estas Fiestas Lustrales.

La prensa local decía que “contiene muchos de los elementos característicos de los actos tradicionales de las fiestas: sencillez, originalidad y una sabia mezcla de emoción, inocencia y ternura”. Sustituirá en esta edición la mencionada “Danza de las Mariposas”, como hemos visto, originaria de 1895 y reestrenada un siglo después. Se interpretó entre las Bajadas de 1995 y 2005. Recordemos otras danzas como la de las “Flores” de 1930, la de los “Copos de Nieve” de 1935, o la de las “Margaritas” de 1940, entre otras muchas.

La prensa decía también que: “el motivo de la «Danza de Sirenas» se inspira en una de las joyas más emblemáticas de la Virgen de las Nieves, así como en la relación de Santa Cruz de La Palma con el mar. La propuesta aprobada por el Consejo de Gerencia pretende recuperar la antigua tramoya escénica de este entrañable espectáculo con la inclusión de una carroza o «peña» y la realización de al menos dos representaciones en las vías públicas de Santa Cruz de La Palma. Este acto estará coordinado por las concejalas Mariela Francisco y Nuria Herrera”.

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BIBLIOGRAFÍA

  • ABDÓ PÉREZ, Antonio; REY BRITO, Pilar; PÉREZ MORERA, Jesús. Descripción verdadera de los solemnes cultos y célebres funciones que la mui noble y leal Ciudad de Sta Cruz en la Ysla del Señor San Miguel de La Palma consagró a María Santísima de Las Nieves en su vaxada a dicha ciudad en el quinquenio de este año de 1765, Escuela Municipal de Teatro, Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 1989.
  • Archivo General de La Palma. Colección FSFC «Danzas de la Bajada de la Virgen que no se bailan en la actualidad», [manuscrito]…
  • Danza de las Mariposas. Cien Años (1895-1995). Homenaje al Doctor Don Elías Santos Abreu, Escuela Municipal de Teatro, Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 1995.
  • «El recuerdo de antiguas representaciones». La Voz de La Palma, Especial Bajada 2000, Santa Cruz de La Palma, 2000
  • HERNÁNDEZ BRAVO, Ricardo. «Notas para un estudio de la actividad teatral en el Valle de Aridane, Isla de La Palma, (1778-1924)», Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, núm. 1, Sociedad de Estudios Generales, Santa Cruz de La Palma, 2005
  • «Mariposas», Diario de Avisos, (15 de agosto de 2005)
  • ORTEGA ABRAHAM, Luis. «Letras de Bajada», Programa Oficial de la Bajada de la Virgen. Julio-Agosto, 2000. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 2000.
  • PÉREZ GARCÍA, Jaime; GARRIDO ABOLAFIA, Manuel. «Año de 1895. Noticias referentes a la Bajada de Nuestra Señora de las Nieves en el presente lustro», Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, núm. 1, Sociedad de Estudios Generales, Santa Cruz de La Palma, 2005
  • RIO OSELEZA, L. «Durante ocho días», Revista de Canarias, Año II, nº 34 (23 de abril de 1880)

[*Drog}– ¿Por qué se termina el amor?

Es esperanzador comprobar que cada día se alzan más y más voces alertando sobre los riesgos del enamoramiento (para mí, drogamoramiento), la necesidad de entender qué es amor y qué es lo que se le parece, o se quiere hacer pasar por él, pero no es.

En el artículo que copio al final destacan algunos pasajes que encuentro muy acertados, y creo que vale la pena profundizar en los párrafos en que están los pasajes que repito —y a veces comento— a continuación.

El enamoramiento (= drogamoramiento),

  • Es un estado de atracción y pasión que suele durar entre seis meses y dos años
  • Es un hechizo fisiológico que nos nubla la razón y distorsiona la realidad de tal modo que no vemos al otro tal como es, sino como nos gustaría que fuese.
  • En base a esta visión deformada, muchas personas se comprometen, se casan o toman otro tipo de importantes decisiones.
  • Es una trampa de la Naturaleza para llevarnos a perpetuar la especie, y en esa trampa la sociedad ha puesto un paso intermedio llamado matrimonio.

Confusión entre amar y querer. Queremos cuando sentimos un vacío y una carencia que creemos que el otro debe llenar con su amor. En cambio, amamos cuando experimentamos abundancia y plenitud en nuestro interior, convirtiéndonos en cómplices del bienestar de nuestra pareja.

«Amor» es una palabra maltratada por la sociedad. No sólo se la confunde con enamoramiento (= drogamoramiento) sino con sentimientos amorosos, cayendo así en un error que ha producido, y produce, mucho dolor a muchas personas. Algún día, repito, la sociedad deberá hacer algo al respecto.

El amor no es un sentimiento. Muchos creen que sí lo es y, en consecuencia, rompen una relación cuando ya no tienen sentimientos amorosos hacia su pareja. Pero esos sentimientos surgen como consecuencia de actitudes y comportamientos amorosos, o sea, que son efecto, no causa.

Como ya he comentado en otros artículos de esta sección, el amor es trabajo, y requiere dedicación y cuidados, como si fuera una flor que, para que brote, necesita, cada día, ser regada con agua, nutrirse de varias horas de sol, y ser mimada con dosis de ternura y cariño.

Cuando no se entiende y practica esto, muchas parejas terminan encerrando su amor en la cárcel de la dependencia emocional, creyendo erróneamente que el otro es la única fuente de su felicidad. Es entonces cuando aparecen en escena el peligroso apego (creer que sin el otro no se puede vivir), los celos (tener miedo de perder al compañero sentimental), la posesividad (tratar al otro como si nos perteneciera) y el rencor, que nos lleva a sentir rabia, e incluso odio, hacia nuestra pareja, creyendo que es la causa de nuestro malestar.

La realidad que el drogamoramiento no quiere ver, porque su componente de droga no se lo permite, es que la supervivencia de la pareja radica en que tanto él como ella puedan decirse

«Yo soy yo, tú eres tú. Yo no vine a este mundo para vivir de acuerdo a tus expectativas. Tú no viniste a este mundo para vivir de acuerdo con mis expectativas. Yo hago mi vida, tú haces la tuya. Si coincidimos, será maravilloso. Si no, no hay nada que hacer».

Y terminado este resumen, que es para mí la esencia del artículo arriba mencionado, aquí va la reproducción completa de ese artículo.

Carlos M. Padrón

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06/06/2010

Borja Vilaseca

¿Por qué son tan complicadas las relaciones? ¿Por qué provocan tanto dolor y sufrimiento? ¿Por qué se termina el amor?

Todos deseamos amar y ser amados. Sin embargo, muchas relaciones afectivas terminan convirtiéndose en sinónimo de rutina, conflicto y sufrimiento. A pesar de nuestras buenas intenciones, muy pocas parejas logran mantener encendida la llama del amor con el paso del tiempo.

Por muy duro que pueda parecer, cada vez más expertos afirman que todo esto sucede porque, en primer lugar, el amor nunca existió. Así lo piensa y lo escribe la reconocida terapeuta Louise L. Hay, autora de «Usted puede sanar su vida» y «El poder está dentro de ti».

Acerca del amor, Hay afirma: «Si bien al principio confundimos con el enamoramiento, más adelante volvemos a equivocarnos, creyendo que el amor es el sentimiento amoroso. Muchas personas dejan de amar a sus parejas porque ya no tienen sentimientos de amor hacia ellas. Es un enfoque victimista y reactivo. Más que nada porque los sentimientos surgen como consecuencia de nuestras actitudes y comportamientos amorosos. Para amar de verdad debemos asumir la responsabilidad de crear este tipo de conductas, desarrollando nuestra proactividad al servicio de la relación».

El quid de la cuestión radica en que es imposible amar a los demás si primero no nos amamos a nosotros mismos, sostiene Hay. Debido a nuestra falta de autoestima, buscamos en nuestro compañero sentimental el cariño, el aprecio, el reconocimiento y el apoyo que no nos damos a nosotros mismos.

Pero, ¿qué es, entonces, la autoestima? Etimológicamente, se trata de una sustantivo formado por el prefijo griego autos, que significa ‘por sí mismo’, y la palabra latina aestima, del verbo aestimare, que quiere decir evaluar, valorar, tasar.

Así, la autoestima se define como la manera en la que nos valoramos a nosotros mismos. Y no se trata de sobre- o subestimarnos, sino de vernos y aceptarnos tal como somos. Éste es el viaje que propone el autoconocimiento y el desarrollo personal, dos procesos cada vez más integrados y demandados en nuestra sociedad.

Es como escribió el filósofo John Gray en «Los hombres son de Marte, y las mujeres, de Venus», porque, a pesar de formar parte de la misma especie, somos diferentes biológica, física y psicológicamente.

El experto en psicobiología, David Deida, autor de «El camino del hombre superior» y «En íntima comunión», explica que la posibilidad de unirnos, e incluso fusionarnos emocional y sexualmente, pasa por comprender y aprovechar esta diferencia para poder así complementarnos como pareja,

Después de una década dirigiendo proyectos de investigación en la Universidad de California, Deida ha concluido que una de las claves para que las relaciones perduren es mantener encendida la pasión sexual. Para que la atracción y el deseo no se desvanezcan, es necesario que uno de los dos amantes encarne y potencie el rol masculino (vigorosidad, fuerza e iniciativa) y el otro el femenino, en el que destaca la afectividad, la empatía y la receptividad.

Según Deida, existen dos tipos de esencias sexuales, la masculina y la femenina, que no necesariamente se corresponden con el hombre y la mujer, sino con el rol que desempeñan en la pareja. A la esencia sexual masculina le mueve buscar la libertad a toda costa, invierte mucho tiempo y energía en conseguir diferentes metas y objetivos. Es la encargada de dar seguridad y dirección a la relación. La prioridad de la esencia sexual femenina es la búsqueda de amor, cariño y complicidad en su mundo de relaciones afectivas, encabezadas por la que mantienen con su pareja.

En opinión de Deida, en la medida en que los amantes se polarizan, conociendo y respetando sus diferencias, la atracción, el deseo y la pasión sexual no sólo crecen, sino que se vuelven sostenibles con los años. Para lograrlo, la esencia sexual masculina debe trascender su obsesión por la libertad, dedicando más tiempo y energía para cuidar su vínculo afectivo.

Por su parte, la esencia sexual femenina ha de vencer su anhelo de ser amada, aprendiendo a ser más autónoma e independiente emocionalmente, y dejando espacios para no ahogar a su pareja. Cuanta más libertad goza la relación, más posibilidades existen de que florezca el verdadero amor, concluye Deida.

«No puedo vivir contigo ni sin ti». Éste es el estribillo de una conocida canción del grupo de rock U2, tocada en directo por primera vez el 4 de abril de 1987. Dos décadas más tarde, la prestigiosa revista Rolling Stone la consideró una de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. A día de hoy se ha convertido en un canto universal sobre nuestra incapacidad para estar en pareja.

Por más que nos esforcemos, nos cuesta mucho vivir con la persona que amamos; y por más que lo intentemos, tampoco soportamos hacerlo sin ella. Nos guste o no, solemos quedar atrapados por esta disyuntiva. Eso sí, a pesar del dolor y del sufrimiento que experimentamos cuando terminan nuestras relaciones sentimentales, jamás nos damos por vencidos. No importa la edad que tengamos, ni siquiera nuestro currículo afectivo. Al igual que Miguel Elipe, ninguno de nosotros quiere renunciar a amar y ser amado.

Muchos afirman que el amor es algo que no puede buscarse, sino que termina por aparecer en nuestra vida. Sin embargo, es tal la necesidad de compartir nuestra existencia con alguien, que en los últimos años están proliferando las agencias matrimoniales y los centros de relaciones personales. Cupidos profesionales que cuentan con más clientes cada vez debido a la falta de tiempo y dedicación para crear nuevas relaciones afectivas.

Este tipo de agencias elaboran un perfil psicológico de los interesados y, a partir de ahí, hacen una selección de candidatos que podrían funcionar como pareja; se les proporciona un número de teléfono y ya pueden establecer la primera cita. Se asegura que sólo se necesitan unos minutos para que las dos partes corroboren si existe una cierta química emocional, física y sexual. Esto es algo que un computador jamás podrá determinar.

La experiencia de Isabel Lerin y Tomás Suc demuestra que el verdadero amor se sustenta bajo tres pilares:

La responsabilidad personal, que consiste en que cada amante se haga cargo de sí mismo psicológicamente.

La interdependencia. Una vez conquistada la autonomía e independencia emocional, el aprendizaje radica en construir una convivencia constructiva, honesta y respetuosa; y, por último,

Valorar y disfrutar de la persona con la que compartimos nuestra vida, tal como esa persona es.

Esto es precisamente lo que escribió el médico neuropsiquiatra y psicoanalista Fritz Perls, creador, junto con su esposa, Laura Perls, de la terapia Gestalt: «Yo soy yo, tú eres tú. Yo no vine a este mundo para vivir de acuerdo a tus expectativas. Tú no viniste a este mundo para vivir de acuerdo con mis expectativas. Yo hago mi vida, tú haces la tuya. Si coincidimos, será maravilloso. Si no, no hay nada que hacer».

Si hoy por hoy nuestras relaciones están marcadas por la rutina, el conflicto y el sufrimiento es porque nadie nos ha enseñado a amar. Pero éste, como cualquier otro arte, se aprende a base de practicar y cometer errores. Algunos han descubierto que el amor es como la semilla de una flor. Para que brote, exhale su aroma y ofrezca sus frutos a la vida, requiere cuidados diarios.

Al igual que la flor, el amor necesita, cada día, ser regado con agua, nutrirse de varias horas de sol, y ser mimado con dosis de ternura y cariño. El reto de cada pareja consiste en convertir esta metáfora en una realidad, explorando en cada caso cuál es la mejor forma de conseguirlo. Nunca hemos de olvidar que, tarde o temprano, cosecharemos lo que hayamos sembrado.

El amor es una palabra muy maltratada por la sociedad. Tanto es así que, en un primer momento, suele confundirse con el enamoramiento. En opinión del psicólogo clínico Walter Riso, experto en relaciones de pareja,

«El enamoramiento es un estado de atracción y pasión que suele durar entre seis meses y dos años, y está estrechamente relacionado con nuestra necesidad biológica de procreación. Dicho de otra manera, es la trampa en la que caemos cuando vivimos condicionados por nuestro instinto de supervivencia. Durante este periodo nos obsesionamos con la persona amada, queriendo estar a su lado todo el tiempo y a cualquier precio. Es como un hechizo fisiológico que nos nubla la razón, volviéndonos adictos al objeto de nuestro deseo. A nivel psicológico, el enamoramiento nos lleva a distorsionar la realidad, proyectando sobre nuestra pareja una imagen idealizada, y cegados por un intenso torbellino emocional que sentimos en nuestro corazón, no vemos al otro tal como es, sino como nos gustaría que fuese».

Y en base a esta visión deformada, muchas personas se comprometen, se casan o toman otro tipo de importantes decisiones que son determinantes para su futuro afectivo, sostiene Riso, autor de «¿Amar o depender?», «Amores altamente peligrosos» y «Los límites del amor».

Una vez se desvanecen los efectos del enamoramiento, los amantes empiezan a verse tal y como realmente son, y es entonces cuando comienza la verdadera relación de pareja, pudiendo cultivar un amor sano, nutritivo y duradero, señala Riso. En este punto del camino es donde se pone de manifiesto el auténtico compromiso de la pareja.

La paradoja inherente a nuestros vínculos afectivos es que todos deseamos ser queridos, pero ¿cuántos amamos realmente? Y es que una cosa es querer, y, otra muy distinta, amar.

A juicio del psicólogo clínico Walter Riso: «Queremos cuando sentimos un vacío y una carencia que creemos que el otro debe llenar con su amor. En cambio, amamos cuando experimentamos abundancia y plenitud en nuestro interior, convirtiéndonos en cómplices del bienestar de nuestra pareja».

A menos que cada uno de los dos amantes se responsabilice de ser feliz por sí mismo, la relación puede convertirse en un campo de batalla. Dice Riso que, «De hecho, muchas parejas terminan encerrando su amor en la cárcel de la dependencia emocional, creyendo erróneamente que el otro es la única fuente de su felicidad.

Es entonces cuando aparecen en escena el apego (creer que sin el otro no se puede vivir), los celos (tener miedo de perder al compañero sentimental), la posesividad (tratar al otro como si nos perteneciera) y el rencor, que nos lleva a sentir rabia, e incluso odio, hacia nuestra pareja, creyendo que es la causa de nuestro malestar».

Y por si fuera poco, se sabe que cada conflicto que mantenemos con nuestra pareja deja heridas en nuestra mente y en nuestro corazón. Además, con el tiempo, nuestro cerebro va tejiendo una red neuronal en la que se archivan todos esos desagradables episodios de violencia psicológica, señala este experto.

Ésta es la razón por la que, a veces, cuando la relación está muy deteriorada, basta un simple comentario para que iniciemos una nueva y desagradable discusión. Lo cierto es que Riso ha trabajado con parejas que, más allá de separarse, han terminado literalmente destruyéndose.

Es curioso es que buena parte de las separaciones se producen en septiembre, justo después de las vacaciones. Se dice que es cierto que la rutina laboral y conyugal devora día tras día cualquier posibilidad de nutrir el amor en la pareja, pero también lo es que esa misma rutina les mantiene ocupados y distraídos.

Por eso, cuando los amantes conviven de forma intensiva durante varias semanas seguidas, es el momento en el que pueden acabar reconociendo que ya no se soportan más, y es entonces cuando la separación puede convertirse en un proceso alquímico, transformando el amor en odio.

El País

[*FP}– Un susto inesperado pero aleccionador. Nada ocurre por azar

Carlos M. Padrón

El jueves 03/06/2010 tanto Chepina como yo nos levantamos poco después de las 5 de la mañana. Chepina para dejar listo el almuerzo, como todos los días laborables, e irse luego a su trabajo en el colegio —llevando, de camino, a mis nietos al suyo—, y yo para cumplir con el no muy grato deber de ir a la barbería a que me cortaran el pelo, deber que cada 50 días más o menos cumplo muy temprano en la mañana para estar seguro de encontrar estacionamiento en el centro comercial donde está la barbería.

De ahí salí a las 09:15, y en ese momento me llamó Chepina para decirme que su abuelita, una anciana que en octubre habría cumplido 100 años, había muerto en San Cristóbal (estado Táchira), donde vivía (q.e.p.d.).

Chepina decidió volar ese mismo día a San Cristóbal. Consiguió pasaje para las 14:40, y a las 11:50 ella. nuestra perra Susy y yo, abordamos mi camioneta Ford Explorer y pusimos tumbo a Maiquetía.

Yo no llevaba intenciones de bajarme en el aeropuerto, así que fui vistiendo el mismo jumpsuit —especie de mono o braga de mecánico (hay quien dice que de astronauta)— que siempre uso cuando estoy en casa.

La bajada fue rápida y sin contratiempos, cosa rara hoy en día en Caracas y sus alrededores. A las 12:35 dejé a Chepina frente a la entrada del terminal nacional y puse rumbo de regreso a Caracas esperando que la subida fuera también rápida y sin contratiempos.

Pero como no siempre ocurre lo que uno espera, unos 500 metros antes de la entrada al más pequeño de los túneles Boquerón encontré cola. El motivo estaba en medio del túnel: la parte alta del compartimento de carga de una gandola se había atascado contra el techo del túnel.

«Tragedia a la vista», me dije, ya que, por lógica, eso había ocurrido porque en ese punto el techo del túnel había cedido, y si continúa haciéndolo y no dan pronta solución al problema, es probable que un día se venga abajo de golpe y aplaste a varios vehículos.

Rebasado ese obstáculo pude circular de nuevo con rapidez, pero a la altura del barrio El Limón, que tiene fama de peligroso, sentí un golpe seco, que me sonó como en la parte baja-posterior de la camioneta, ésta tembló ligeramente pero siguió en marcha.

Pensando que tal vez algo le habría ocurrido a uno de los cauchos (neumáticos, gomas,..) traseros, me dije que, si yo podía evitarlo, no me detendría en la autopista sino que seguiría hasta La Trinidad (donde vivo), o saldría en Catia, y, en cualquier caso, buscaría un taller o lugar de reparación de cauchos.

Continué, pero a medida que avanzaba noté que la dirección del vehículo había perdido la suavidad habitual y que el aire acondicionado no enfriaba bien. Como nada de eso tiene relación con los cauchos, tomé la decisión de salir en Catia.

Apenas llegar a la plaza de Catia me pegué al lado derecho de la calle y comencé a preguntar a los peatones dónde había un taller mecánico. Las respuestas fueron que no sabían, y tuve que continuar la marcha para no obstaculizar el tránsito porque, además, no había lugar donde estacionar.

En un ensanchamiento de la calle pude orillarme sin ser obstáculo. Me bajé, y cuando me acercaba al lateral derecho del vehículo para ver los cauchos de ese lado, un hombre que estaba parado en la acera señaló hacia debajo del motor de mi camioneta y me dijo «Se le salió la correa».

Todos los cauchos se veía bien, pero, efectivamente, rozando contra el piso estaba la correa que mueve cuatro componentes clave del vehículo: el ventilador, el aire acondicionado, el alternador, y la bomba de la dirección hidráulica. Con razón la dirección había perdido su suavidad, y el aire acondicionado, que de inmediato apagué, enfriaba cada vez menos.

Pregunté de nuevo por un taller, pero ahora fueron varios los que me dijeron que aquélla no era zona de talleres, que siguiera adelante, doblara a la derecha en la próxima calle, subiera por ella y al llegar bajo una zona de árboles preguntara de nuevo.

Con considerable esfuerzo pude accionar la dirección para volver a la vía, e hice lo que me dijeron, pero sin éxito. Seguí subiendo y de pronto me encontré frente al llamado Hospital de Los Magallanes de Catia, que conozco bien porque en 1997 fui allí varias veces a visitar al que en El Paso llamábamos Masico, un amigo de mi infancia y juventud, amigo que murió ese año en ese hospital, y murió un día en que, lamentablemente, no estaba yo en Venezuela. (Aquí publiqué una foto en que aparece él). Ignoro cómo estará el hospital en sí, pero el deterioro ambiental y físico de sus alrededores me resultó evidente.

Opté por no seguir subiendo sino por girar a la izquierda y tomar la vía horizontal que pasa por detrás del hospital.

Apenas enfilar esa vía vi que por la acera de mi lado izquierdo venía caminando un hombre portando en su mano derecha una bolsa de plástico dentro de la cual había algo como rectangular y pesado.

Me acerqué a la acera, detuve la camioneta, y cuando el hombre llegó a mi altura le pregunté si sabía dónde había por allí un taller mecánico.

Se dio vuelta, miró alrededor y luego hacia atrás, hacia la dirección de donde él venía, y señalando a tres hombres —que por su actitud parecían estar arreglando algo en un carro estacionado a la derecha de la calle, más allá del hospital—, me dijo,

—No sé, pero aquéllos tal vez sí sepan.

Y luego, como pensándolo mejor, añadió,

—Sígame que yo les preguntaré.

«Mal asunto —pensé—. Éste supone que no sería muy saludable para mí acercarme a esos tres».

Poco antes de llegar al lugar donde los supuestos mecánicos estaban, el hombre de la bolsa me hizo señas de que me detuviera, se acercó a ellos, les habló, volvió a mi lado y me dijo que los tipos no sabían de talleres pero que él sí sabía de uno, que diera yo la vuelta para regresar por donde había llegado, y él me acompañaría hasta ese taller.

Lo de dar la vuelta ya lo había pensado yo, pues la continuación de la calle pasado el hospital no era nada atractiva, pero esa vuelta tenía que hacerla entrando en una especie de callejón que, arrancando en ángulo recto con la que calle en la que yo estaba, lleva al estacionamiento, cerrado por reja de hierro, de la morgue del hospital.

Como ese estacionamiento estaba en obras, la reja la habían trancado, y por el callejón no circulaban vehículos, aunque sí había varios estacionados a ambos lados pero no al fondo, cerca de la reja.

Tuve que llegar hasta el fondo, frente a la reja de hierro, para maniobrar y dar la vuelta, pero dos cosas me lo impidieron: la resistencia de la dirección —me resultaba punto menos que imposible moverla—, y que la temperatura del motor estaba al máximo.

Al notar esto, apagué de inmediato la camioneta, que quedó atravesada en el fondo del callejón, en posición paralela a la reja de hierro.

Me bajé, abrí el capot y, para mi consternación, noté que salía humo por varios lados. Consciente de que ni era aconsejable ni posible seguir con la camioneta, el hombre de la bolsa me dijo que esperara allí que él iría a buscar a unos mecánicos.

Aunque su ofrecimiento aumentó mis temores, no tenía yo otra opción, pues no podía dejar sola la camioneta, con Susy dentro, ni quería salir afuera por si aquellos tres que supuestamente reparaban un carro a pocos metros de mí decidieran jugarme una mala pasada. Si se acercaban a la camioneta y veían a Susy tal vez les diera miedo y cambiaran de opinión.

Para esperar por los mecánicos, me senté dentro de la camioneta y de pronto vi que los tres tipos sospechosos comenzaron a bajar por la calle en dirección a donde yo estaba. Mi reacción inmediata antes de que se acercaran más a mí, fue bajarme de la camioneta sosteniendo a Susy con su correa. La maniobra funcionó porque los tipos, al ver la pinta de terrible dóberman que tiene Susy (aunque es un pan de Dios), dieron media vuelta y se fueron por donde vinieron.

Estresado como estaba tardé en reaccionar, y fue sólo después de unos 20 minutos —como a las 13:20— cuando recordé que hace más de 20 años llevé yo mi vehículo de turno al taller de un paisano que estaba cerca de donde ahora me encontraba. Pero, ¿existiría todavía ese taller? ¿Y sería aún de ese paisano? ¿Quién podría saber las respuestas a estas preguntas?

Recordé que la esposa del paisano, de nombre Nieves, era de La Laguna (Tenerife), y que ella y su marido eran conocidos de mis hermanas porque asistían al Hogar Canario Venezolano (HCV), un club social de Caracas.

A mis hermanas no podía preguntarles porque están en Canarias,… pero a mi cuñada Tere sí, porque ella y mi hermano Tomás son también socios del HCV.

Llamé a Tere, y si bien en principio no cayó en cuenta de quién podría ser ese paisano que tenía en Catia un taller mecánico, luego algo le hizo tilín y exclamó «¡Ah, sí! Ése es Juan Vargas», y me dio el teléfono de su casa.

Tres veces llamé a ese teléfono, pero sin éxito, pues sólo se escuchaba una palabra ininteligible, como en la voz apagada de un anciano, un chasquido, y el inconfundible tono de ocupado.

Mi estrés iba en aumento. De nuevo llamé a mi cuñada, le conté lo ocurrido y esta vez consiguió que mi hermano Tomás —que, según me dijo Tere, desde hace tiempo lleva sus carros al taller de Juan—, encontrara el número del teléfono de ese taller.

Llamé, y se me dijo que Juan no estaba, que llamara más tarde.

De pronto entró al callejón el hombre de la bolsa acompañado por los mecánicos que me había ofrecido que iría buscar. Eran dos, y traían herramientas.

A pesar de que el motor de la camioneta estaba aún caliente, ellos destornillaron, aflojaron, sacaron, separaron,… y concluyeron que el llamado tensor de la correa se había roto y por eso la correa se había aflojado, soltado y caído.

En su opinión, yo tenía dos opciones, o buscar una grúa que llevara la camioneta a un taller, o darles dinero para que fueran a comprar el tensor y lo instalaran, ya que, seguramente, yo no querría dejar allí la camioneta, sola, atravesada y con Susy dentro.

Lo de la grúa era mi solución de emergencia, que sólo me serviría para llevar la camioneta al taller de Juan, pues traerla hasta mi casa costaría una fortuna, por la distancia, y luego tendría que llevarla, también en grúa, al taller que yo encontrara.

Y lo del dinero no era posible porque, además de que no me fiaba de esos mecánicos, tenía yo conmigo sólo 250 bolívares, pues salí confiado en que, como no me bajaría en Maiquetía ni haría nada más que el viaje de ida y vuelta, no necesitaba llevar más dinero.

Ante esto les dije que yo preferiría esperar a que llegara un mecánico, conocido mío, que tenía un taller en la zona. Para mi sorpresa, no pusieron mala cara ni se molestaron, sino que me desearon suerte y se dispusieron a marcharse.

Extrañado, los detuve y les pregunté cuánto les debía, pues al fin y al cabo habían estado un buen rato lidiando con un motor muy caliente hasta dar con el motivo de la falla.

Su respuesta fue que yo no les debía nada porque ellos no habían solucionado nada, respuesta que no acepté, e insistí en que me dijeran cuánto les debía. El mayor de los dos dijo «Bueno, denos 50 bolívares».

A pesar de que mi humor no estaba para risas, tuve que reírme, pues, por ejemplo, un taxi me cobra 60 bolívares por traerme a mi casa desde una distancia de pocos kilómetros, así que le di 50 bolívares a cada uno, además de las gracias. Y otra sorpresa más: por la cara que pusieron, los agradecidos eran ellos.

Entonces me volví hacia el hombre de la bolsa y le pregunté cuánto le debía. Casi con enfado, y con tajante determinación, me respondió que yo no le debía nada, y que no insistiera en pagarle porque para él era un placer ayudar.

Ante esto le di las gracias y le pedí que, por favor, no perdiera más tiempo conmigo, que él tendría diligencias que hacer y que, además, ya el mencionado mecánico vendría a ayudarme. Y aún otra sorpresa más: mirándome a los ojos me dijo, muy serio:

—Señor, aquí no voy a dejarlo yo a usted solo. Me iré cuando llegue ese mecánico conocido suyo.

El énfasis en la palabra ‘aquí’ fue tan claro y elocuente que di las gracias a aquel hombre y, asustado, asombrado y agradecido, cambié de tema.

Llamé otra vez al taller, y ahora sí pude hablar con Juan. Le conté lo ocurrido, y para que supiera bien dónde encontrarnos le pasé el teléfono al hombre de la bolsa, quien le explicó que estábamos en la parte lateral de la sección de emergencias del hospital.

Mientras esperábamos junto a mi camioneta, el hombre me dijo que había nacido en Caripe del Guácharo en 1962 —o sea, que tiene 48 años—, e hizo varias menciones a cómo Dios premia las buenas acciones.

Habían pasado como 20 minutos y Juan no había llegado, pero sí llegó una llamada de mi sobrino a quien Juan había recurrido para que me llamara a mí porque él había ido a la parte de emergencias del hospital —donde, según él, el hombre de la bolsa le había dicho que fuera—, y no nos vio.

Llamé de nuevo al taller, dimos nuevas explicaciones y Juan contestó que llegaría en pocos minutos manejando un Century azul.

Para que no ocurriera lo de antes, el hombre de la bolsa y yo subimos por el callejón y nos apostamos en el punto de confluencia entre éste y la calle, de forma que podíamos ver muy bien los carros que se aproximaran.

Mientras estábamos allí y yo le contaba al hombre de la bolsa acerca de mis andanzas por Caripe del Guácharo y otros lugares del Oriente venezolano cuando yo trabajaba en Olvetti, noté que los tres que supuestamente arreglaban el carro estacionado al borde de la calle seguían en lo mismo, sin aparentes progresos pero sí mirándonos con insistencia, y que en al lugar habían llegado unos motorizados de pinta sospechosa.

Y por fin apareció Juan. Me volví al hombre de la bosa y le dije,

De nuevo, muchas gracias, señor. Por favor, siga usted su camino, que no quiero quitarle más tiempo. ¡Y que Dios lo bendiga!

Me dedicó una sonrisa, y deseándome suerte retomó la ruta en la que yo lo había encontrado más de una hora antes.

Juan llamó a una grúa que tardó algo en llegar, tiempo que él aprovecho para encender la camioneta —el motor ya no estaba tan caliente— y dándole hacia atrás y hacia adelante, varias veces y con esfuerzo, por lo duro de la dirección, la dejó de frente a la salida del callejón, lista para que la grúa se hiciera cargo de ella apenas llegar.

Y así fue. La grúa llegó, cargó la camioneta sobre su plataforma y puso rumbo al taller de Juan mientras éste, Susy y yo fuimos hacia allá en el Century.

Una vez que la camioneta estuvo a buen recaudo dentro del taller, Juan le pagó al gruero —como ya dije, yo no tenía efectivo para tanto—, y entonces dio comienzo otra difícil tarea: conseguir un taxi que pasadas las 15:00 aceptara hacer el viaje desde Catia hasta La Trinidad trayéndome a mí…. y a Susy.

Juan me dijo que eso no lo haría un taxi de línea, que tendríamos que conseguir uno pirata. Tal vez por la hora y lo largo del recorrido, un par de piratas dijeron que no, pero Juan abordó a uno que había dejado a un pasajero cerca de su taller, y el taxista aceptó llevarnos a cambio de 80 bolívares.

Extrañado por el precio, que me pareció bajo, pero feliz porque al fin iba yo a salir de allí dejando la camioneta segura y en buenas manos, sin más averiguaciones le di a Juan una tarjeta mía y las gracias por su ayuda, y me metí con Susy en el asiento trasero del taxi.

Apenas arrancar temí que no llegáramos a destino sino que aquel carromato se accidentara en plena vía, tal vez en la autopista, y me pusiera en otro problema, agravado por la presencia de Susy.

Mis temores se fundaban en que el vehículo era algo insólito. De origen desconocido, como si lo hubieran armado con partes de diferentes marcas y modelos de los años 70, temblaba al rodar haciendo extraños ruidos.

El cinturón de seguridad de la butaca del acompañante cumplía la función de evitar que el respaldo de esa butaca cayera hacia atrás. El velocímetro no tenía ni aguja. El volante, de ésos de corta circunferencia, era trapezoidal, y no porque lo hubieran hecho así sino porque, aparentemente, le habían dado golpes por diferentes lados y alterado la circunferencia original.

Las manijas para operar los vidrios de las puertas, tanto delanteras como traseras, eran un trozo de cabilla rústica, sin pulir ni pintar, en forma de Z y soldado por un extremo al mecanismo que debería estar escondido dentro de la puerta, pero que no lo estaba porque la puerta no tenía cubierta.

Cuando ya habíamos rodado unos 4 kilómetros por la autopista hacia el Este de la ciudad comencé a creer que sí llegaríamos a mi casa,… siempre que yo diera al chofer, un hombre sesentón de rostro afable, las indicaciones precisas, pues él tuvo buen cuidado de decirme que no sabía nada de la zona a la que íbamos y que, por tanto, yo tendría que explicarle cómo llegar a mi casa y, sobre todo, cómo salir de ella para poner rumbo a Caricuao y estar allá aún de día,… porque su carro no tenía luces.

Le di todas esas explicaciones, haciendo a veces que se detuviera para explicarle lo que en algún preciso lugar debería hacer en su viaje de regreso, y a las 16:16 llegamos frente a mi casa.

Con un suspiro de alivio le di al señor 100 bolívares y mis más expresivas gracias, e hice ademán de abrir la puerta para bajarme del taxi. Casi gritando, el chofer me dijo,

—¡Espere, señor, espere, que falta el vuelto!

Con ganas casi como de llorar, le contesté:

—No, señor, no tiene que darme vuelto. Dejémoslo así porque usted me ha hecho un gran favor.

Me tomó casi un minuto atar a Susy, abrir la reja de la calle, entrar a Susy y entrar yo, y cerrar la reja y trancarla, pero en todo ese tiempo el chofer permaneció parado en el sitio, con medio cuerpo tratando de asomar por la ventana del acompañante, y dándome las gracias una y otra vez.

Cuando por fin, luego de almorzar y darle de comer a Susy, pude echarme en la cama, casi que no podía dar crédito a lo ocurrido.

En apenas tres horas y media (de las 12:45 a las 16:16), que me parecieron un día completo, había vivido yo un gran susto causado por el evidente riesgo de mi seguridad personal, pero también me había impactado la evidencia de que habían sido buenos, rayando la serendipia, todos los hechos que ocurrieron desde el origen de un incidente malo y hasta dar solución a éste, aunque al respecto me pregunto si en realidad fue malo que la rotura del tensor —algo que, por lógica, tenía que pasar tarde o temprano habida cuenta de que la camioneta tiene más de 12 años— ocurriera en el lugar, día y hora en que ocurrió.

Un repaso a esos hechos me deja en claro que fue bueno que,

  • El accidente ocurriera cerca de Catia, y yo decidiera entrar a Catia a buscar solución.
  • Tuviera que detenerme a tiempo antes de que el calor dañara el motor, pues igual pude haber decidido continuar hasta mi casa, como varias veces pensé hacer, y lo habría fundido.
  • Quedara varado en un callejón donde no estorbaba a nadie.
  • Llevara conmigo a Susy, que con su tamaño y aspecto de doberman puede meter miedo y que, aunque es toda cariño, me pregunto cómo reaccionaría si un extraño quisiera hacerme daño.
  • Aparecieran esos dos mecánicos, que bien pudieron ser dos asaltantes o pretender cobrarme el oro y el moro.
  • Quedara varado en la proximidad de un taller conocido, taller que no había yo recordado en casi dos décadas.
  • El dueño de ese taller fuera también conocido, paisano, amigo de mis hermanos y de confianza.
  • Se consiguiera tan pronto un taxista que no sólo aceptó hacer, a precio de casi gallina flaca, el viaje desde Catia hasta La Trinidad, sino, en particular, dejara que un perro se montara en su carro.

Y, por sobre todo, fue bueno el hombre de la bolsa. Un verdadero samaritano que sin tener obligación alguna decidió ayudarme y permanecer conmigo hasta que llegara un reemplazo fiable.

Aunque nada dijo al respecto, salvo lo del premio divino a las buenas acciones, sospecho que es miembro de alguna Iglesia —como Evangélicos, Testigos de Jehová, u otra—, y que en la misteriosa bolsa, cuyo contenido me causó al comienzo seria preocupación, había libros de los que estos fieles suelen llevar para vender o regalar en las casas que visitan. Como le dije al despedirnos, ¡que Dios lo bendiga!

A pesar de la situación por la que pasamos en Venezuela desde hace muchos años, hay que reconocer que aún hay gente buena donde menos espera uno encontrarla.

A las 09:00 del viernes 04/06/2010 sonó el teléfono de mi casa; era mi cuñada Tere. Me dijo que Juan había llamado a mi hermano Tomás para que me hiciera saber que ya la camioneta estaba lista.

A las 09:30 salí en taxi hacia Catia, recogí la camioneta, le reiteré a Juan mis más expresivas gracias, él me guió, yendo delante de mí con su carro, hasta la vía de salida a la autopista, y a las 11:00 estaba yo de vuelta en casa con mi Ford Explorer.

Una lección de vida más, que procuraré tener siempre presente junto con mi renovada convicción de que nada ocurre por azar.

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hdez. y Castillo: A la Rosa de Jericó

A LA ROSA DE JERICÓ

Al dignísimo y venerable sacerdote
don Norberto Pérez Díaz.

¡Salve, salve, María Inmaculada,
divina y pura esencia de belleza,
obra la más perfecta y la grandeza
que hacer pudo el Señor más acabada!

¡Sa1ve, salve, mujer divinizada
y estrella matinal, luz, gentileza,
que al reptil quebrantaste la cabeza,
quedando, por tu amor, Eva salvada!

Y al ser hija del Padre, que es tu norte,
del Hijo, madre pura en realidad,
del Espíritu Santo, fiel consorte
y dechado supremo de bondad,
el Orbe a Ti se humilla, y, en tu Corte,
¡admírate la misma Trinidad!

***

Soneto publicado en la «Gaceta de Tenerife».

[*Otros}– Los Acróbatas en la semana grande de la Bajada de la Virgen de las Nieves, y programa de la Bajada

Los acróbatas

José Guillermo Rodríguez Escudero

“De las postrimerías del siglo XIX, cuando se presentó el cinematógrafo en La Palma, al tercio inicial del siglo XX, los Acróbatas suplieron la presencia de los circos, que vendían, como espectáculos, las pruebas de agilidad, fuerza y riesgo. A los acordes del pasodoble “Manolo” y con mallas y lentejuelas, una veintena de jóvenes compone figuras en el suelo y acrobacias sobre las escaleras paralelas que sostiene un forzudo portor. Devueltos a su origen y ambiente, los Acróbatas tienen un puesto entrañable en la Bajada y aparecerán en cualquier edición (la última celebrada el martes 8 de julio de 1980 en la Plaza de Santo Domingo, representaciones que continuaron en las calles O’Daly, Plaza de España, Pérez de Brito y Plaza de la Alameda), con sus hachos de tea, atuendos ajustados y capas de seda, paso marcial y sencillas piruetas, ganándose los aplausos del público en las calles poco iluminadas”. Luis Ortega Abraham, 2000
(En el año 2000, el investigador y periodista palmero Luis Ortega añoraba este número emblemático de la Bajada de la Virgen. Afortunadamente fue rescatado para la edición lustral de 2005, treinta largos años después).

“…Felizmente ya los tenemos aquí de nuevo. No más trayectoria intermitente; que su regreso marque la consolidación de de esta simpática función, mezcla de destreza y vistosidad, entre aquellas de mayor arraigo y tradición de las Fiestas. Lo merece una existencia de sobra centenaria…”. José Eduardo Pérez Hernández, 2005

Como la inmensa mayoría de los juegos y danzas que tenían lugar en nuestras Fiestas Lustrales (muchos de ellos perdidos y olvidados), los singulares equilibristas locales tenían sus raíces en los frecuentes contactos que se daban a lo largo de la historia entre la población palmera, sobre todo intelectuales, con los circenses, “titiriteros” y miembros de la farándula en general.

Estas comitivas festivas recalaban en el puerto capitalino en sus constantes viajes de ida y vuelta a las Américas. Encontraban un excelente terreno abonado en La Palma, isla cuyos habitantes desde siempre han demostrado una gran capacidad para las Artes en general y, en concreto, para el teatro, la música, la literatura, e, incluso, para cualquier espectáculo que se preciase.

Al público palmero en general le encantaban las funciones de variedades circenses, que se constituyeron en los espectáculos foráneos más frecuentes, populares y numerosos, “hasta el punto de propiciar sus émulos palmeros”.

Nos recuerda Pérez Hernández que no sólo eran pequeñas compañías peninsulares las que ofrecían todo tipo de números “ecuestres, gimnásticos, acrobáticos, cómicos, mímicos y pirotécnicos en los patios y plazas de los antiguos conventos capitalinos”, sino también procedentes de remotos lugares del extranjero.

Hay constancia de que en el Circo de Marte ya tenían lugar estas especiales representaciones desde 1871. Gracias a este recinto, estos vistosos espectáculos se verían popularizados y reforzados entre 1879 y 1882. Tengamos en cuenta que aproximadamente en la década de 1880, “España había hecho de la gimnasia una de las primeras manifestaciones deportivas organizadas”. Estas competiciones comenzaron por aquella época como una nueva costumbre sana y moderna entre la clase acomodada, convirtiéndose en un inequívoco signo de distinción social.

Pérez Hernández, en la prensa local, nos informaba de que “en diciembre de 1881 fue constituida oficialmente la sociedad gimnástica La Patriótica, presidida por Manuel Vandewalle y Pinto, si bien su arranque efectivo se produjo al año siguiente”.

Recordemos también que sus socios podían acudir a hacer ejercicio, entrenarse y formarse en un gimnasio completo. El mismo investigador palmero continuaba: “Durante el verano de 1882 los asociados mejor preparados presentaron al gran público algunas funciones atléticas y acrobáticas que, al decir de la crónica periodística, causaron asombro general por la habilidad y maestría en el desempeño de los ejercicios…”

De esta manera, y poco a poco, los jóvenes gimnastas iban representando estos aplaudidos números circenses en varias fiestas y homenajes que se celebraban en Santa Cruz de La Palma, calando cada vez más en su público. Trataban de emular a los acróbatas profesionales “en el escenario cuando, embutidos en leotardos, hacían evoluciones en el trapecio, y equilibrios sobre cuerdas y alambres, cilindros y bolas; pero nunca más allá de la afición, como ponía de relieve el carácter filantrópico de sus funciones”.

La Gimnástica, como popularmente se conocía, alcanzó su apogeo en la “Bajada de la Señora” de 1885, creando para los festejos lustrales una exitosa puesta en escena titulada “Danza de Gimnastas”, representada en la noche del lunes 13 de abril en la plaza de Santo Domingo. Más tarde la repetirían en las calles O’Daly y Pérez de Brito (en aquella época, ésta se llamaba Santiago).

Se trataba de uno de los más espectaculares y esperados números que, aunque fue estrenado en la Bajada de 1885, llegó a integrarse completamente en el nutrido programa de festejos en honor a Nuestra Señora de Las Nieves.

Recordemos que estas magníficas fiestas, desde sus orígenes, contaban con una gran tradición danzarina: danzas coreadas infantiles, de enanos, de gigantes, etc.

Así, durante la noche del 24 de abril, durante la Bajada de 1895, los jóvenes participantes, en número de 25, iniciaron su ansiado itinerario nocturno ante la desaparecida ermita de Santa Catalina de Alejandría, para continuar ante la casa número 56 de la calle Santiago, en la Placeta de Borrero, en el número 3 de la Calle Santiago (Hotel), la Plaza de la Constitución, y tres representaciones más ante las mansiones localizadas con los números 4, 13 y 27 de la Calle O’Daly.

En las Fiestas Lustrales de 1910, la danza acrobática estaba a cargo de Nicolás Sosa, uno de los pioneros de la ya extinta sociedad gimnástica. En esa edición, las representaciones se iniciarían dentro del Circo de Marte y nuevamente recorrerían posteriormente las principales calles capitalinas hasta altas horas de la madrugada.

Desde 1920 se empezó a denominar “Danza de Acróbatas”. Pérez Hernández aportaba nuevos datos: “El espectáculo inició entonces una etapa de estabilidad en las Fiestas Lustrales prolongada hasta mitad de la centuria (sólo faltó a la edición de 1940). Así pudo consolidar algunas de sus características distintivas. Los brillantes vestidos de la veintena larga de acróbatas, por ejemplo, adecuados a la dimensión nocturna de sus actuaciones (en aquella época en el mes de junio): camisetas, camisillas, calzoncillos, zapatos (alpargatas para los ensayos)…, en fin, una indumentaria ceñida, flexible y colorista de tipo surá, muselina o terciopelo, con galones dorados y plateados…” .

El propio investigador palmero nos recuerda también que sería en la Bajada de 1925 cuando aparecen documentadas por primera vez las escaleras de mano, las famosas escaleras de mano.

El Diario de Avisos, en su edición especial por la Bajada de 1935, alababa también la importancia de la música en la cita lustral. Para el periódico, “la música era un elemento vital para conseguir la maravillosa y sorprendente ejecución rítmica, limpia y precisa de los acróbatas danzantes, capaz de atrapar al espectador…”.

Continuaba diciendo que la danza “acompañada por la música resulta muy uniformada y el público aplaudió calurosamente. Empezó por el extremo sur de la calle O’Daly siguiendo hacia la Alameda… un gran gentío siguió por las calles a los acróbatas improvisados y se apiñaba en los balcones”.

En el programa festivo de la Bajada de 1950, se leía una bella evocación escrita por autor anónimo sobre nuestra peculiar danza:

“En dos escaleras sostenidas por un solo hombre, que las mantiene erectas, al son de la música se realizan variadísimos ejercicios. El hombre generalmente robusto, parece estar fijo a suelo. Se nos asemeja estar soldado por alguna fuerza misteriosa a las escalas que sostiene. Parece una estatua representativa de la fuerza, mientras los demás siguen el ritmo de la música. Representan el movimiento hecho arte que elabora figuras plenas de plasticidad y destreza. A lo que contribuye la brillantez de los trajes que lanzan variados destellos bajo las luces artificiales…”.

En el programa de la Bajada de 1860, uno de los más antiguos conservados, se lee: “Dia 17 de abril: por la noche saldrá una Contradanza que dará principio en la plaza de San Francisco, siguiendo la calle de Santiago por la plazuela de la Cruz y continuando la de O’Daly hasta el muelle”.

Dos días después se repitió la contradanza (baile de figuras que ejecutan muchas parejas a un tiempo) con el mismo itinerario. En dicho programa no se aprecia ninguna otra actuación en la que conste que se efectúen acrobacias. Pero en el de 1885 si se precisa que: “Lunes 13 de Abril: Por la noche tendrá lugar en las plazas y sitios de las calles que oportunamente se designarán una ingeniosa Danza de Gimnastas, con variedad de grupos y figuras”.

La población llegó a bautizarlo como uno de sus “números principales y acto ya tradicional”.

     Entusiasmo juvenil de una noche atlética,
chicos elásticos que saltan, doblan, suben,
bajan como gatos por una escalera.
Demostrando a miles de mirones, su acrobacia,
Mil figuras al aire con sus cuerpos doblados
(como si fueran de goma).
Atletas masculinos que se pasan toda la noche
Jubiloso con sus artes de arriba-abajo y
Los otros sobre los hombros formando
La acrobacia de estrellas de la noche”.
                             “Los Acróbatas”. José Juan Pérez Morera.

Los alegres e ingenuos saltimbanquis palmeros han tenido intermitentes apariciones a lo largo de todos estos últimos lustros. Después de su última aparición en 1980 —año en que se cumplían sus 120 de existencia—, se recuperó para la edición de 2005, esto es, un período de seis “Bajadas” sin contar con ellos.

En este año fueron aproximadamente unos 55 gimnastas los encargados de interpretar y rescatar el número. Por fortuna, tampoco en esta ocasión se discriminará a los acróbatas por su sexo. Recordemos que en la Bajada de 1975 todos los miembros eran varones.

El Diario de Avisos (10 de julio de 1975) se deshacía en elogios: “Uno de los más espectaculares actos de los que integraron el excelente programa de las Fiestas de este año 1975 fue el llevado a cabo por la danza de Acróbatas. Una espléndida actuación a cargo de estos magníficos ejecutantes de un arte que siempre tuvo y habrá de seguir teniendo un éxito y un interés indiscutibles”.

Efectivamente, este número llegó a considerarse una de las manifestaciones festeras rescatadas en esa Bajada “del acervo de actuaciones tradicionales de las Fiestas”. La crítica de la prensa y de los asistentes no pudo ser más favorable.

Fueron destacados el bello colorido de los trajes, su férrea disciplina, su artística y difícil intervención en las escaleras, así como el magnífico adiestramiento de los muchachos “que constituyeron un ejemplo notabilísimo que entusiasmó hasta grados insospechados” a los miles de asistentes que asistieron embelesados al acto. Varias actuaciones tuvieron lugar por la Calle Real y vías adyacentes hasta altas horas de la madrugada.

En el Programa de 1980 se leía: “Martes: Danza de Acróbatas: actúan en distintos lugares, durante toda la noche, hasta el amanecer, y lo hacían en la Alameda”. “Las figura en el suelo eran dibujadas por las niñas, mientras los chicos se encargaban de soportar el peso de la escalera. El secreto para conseguir una buena preparación y abstraerse del mundo exterior, coordinándose y principalmente logrando una óptima sincronización con la música que hace sonar la Banda de Música Municipal de San Miguel de Santa Cruz de La Palma”.

Recuperando lo que se decía en el programa de 1975: “Una espléndida actuación a cargo de estos magníficos ejecutantes de un arte que siempre tuvo y habrá de seguir teniendo un éxito y un interés indiscutibles”. Continuaba informando de que “esta danza de los acróbatas ha sido una de las manifestaciones festeras rescatadas en el presente año del acervo de actuaciones tradicionales de las Fiestas”.

El itinerario de ese año lustral coincidió con el de 1980, iniciándose en el patio del Hospital de Dolores, donde se reunía un gran coro expectante de ancianos y enfermos emocionados. Después se desplazaron a la Plaza de Santo Domingo donde ofrecieron dos funciones a la fascinada concurrencia.

En alguna edición era tal la multitud que tuvieron que repetir el espectáculo por tercera vez. Cada pirueta, contorsión, equilibrismo… eran nuevamente vitoreadas por la muchedumbre. Al sudor de los volatineros se añadían las sonrisas de satisfacción a ver a su público cada vez más enfervorizado.

Efectivamente, tan sólo por ver el colorido de los trajes de los forzudo, y no tan forzudos, participantes, su férrea disciplina, su “artística y difícil intervención en las escaleras”, y también el “espléndido grado de adiestramiento de los muchachos, constituyeron un ejemplo notabilísimo que entusiasmó hasta grados insospechados a los miles de espectadores que presenciaron esta gran exhibición, la que tuvo efecto el martes, 8 de julio, por la Calle Real y vías adyacentes hasta altas horas de la madrugada…”.

Pérez Hernández, en su trabajo sobre esta peculiar danza, recordaba:“Tristemente el panorama ha sido bastante pobre en la segunda mitad del siglo XX en lo referente a nuestro espectáculo acrobático. Las últimas noches mágicas acontecieron del 8 al 9 de julio de 1975 y de 1980, prolongándose hasta el amanecer”.

Es necesaria una precisa compenetración que se logra alcanzar tras las interminables sesiones de entrenamiento. Para llegar a la ansiada sincronización, a fin de evitar incidencias y sorpresas desagradables, se necesitaba, no sólo fortaleza física, sino también capacidad mental.

Era una larga y agotadora noche hasta que se finalizaba en torno a las siete de la mañana en La Alameda, junto al Barco de la Virgen, como homenaje a la “Morenita”, ante su inminente llegada, y a la que se ofrecía el tremendo esfuerzo e impagable sacrificio.

Cada una de las representaciones dura aproximadamente una media hora, tiempo en el que los Acróbatas —en la actualidad, de ambos sexos— realizan series de figuras, tanto en el suelo, como las llamadas “escaleras humanas”. Aquí los equilibrios sobre las manos, muslos y hombros tienen un claro protagonismo. Se añaden los ya típicos arcos, pinos y resto de piruetas características de este lustral espectáculo que, como colofón, “tendrá la realización de la figura del barco en la que participan todos los acróbatas”. (M.C., 2005)

“La desaparecida Danza de los Acróbatas o gimnastas, que se venía representando desde el siglo XIX por hombres jóvenes, consistía en realizar habilidades propias de un circo sobre dos escaleras al compás de un pasodoble (el más popular, el pasodoble Manolo). Esta danza comenzaba en diferentes lugares, según las distintas ediciones de las fiestas lustrales, una en la Cruz del Tercero, otra, en el Circo de Marte, etc., y continuaba ejecutándose por la Calle Real durante toda la noche, seguidos por un animado público que con palmas les coreaban. Las últimas ediciones comenzaban en la plaza de Santo Domingo”. Loló Fernández, 1995

Afortunadamente, este entrañable acto tradicional fue rescatado para la Bajada de 2005, con gran expectación por parte de un público entregado que con grandes ovaciones pedía una y otra vez su repetición. Fueron cincuenta los participantes —de entre 10 y 18 años, de los cuales veintidós eran muchachas— dirigidos por Francisco García Pérez, Josefina Gutiérrez Sánchez y Juan Carlos González Martín.

Estos jóvenes lograron ejecutar un digno espectáculo donde la fuerza y el equilibrio se articularon para realizar con destreza una serie de ejercicios y figuras sincronizadas que recordaron las antiguas actuaciones de los especialistas en los legendarios circos.

El Diario de Avisos informaba de que “en las actuaciones realizaron hasta ocho figuras sobre la escalera de mano, soporte sobre el que realizan los más peculiares ejercicios, al tiempo que ejecutaron otra serie de figuras en el suelo, como equilibrio sobre hombro, equilibrio sobre muslo, pinos, arcos, etc. Además realizaron una figura en la que intervinieron todos los acróbatas de muy bella factura y que denominaban el barco”.

En el programa se leía: “Domingo 10 de julio. 21:30h. Actuaciones de los Acróbatas, en el Hospital de Nuestra Señora de Los Dolores, Plaza de Santo Domingo, Calle O’Daly, Plaza de España, Calle Anselmo Pérez de Brito (Acera Ancha) y Plaza de la Alameda. Con la participación de la Banda Municipal de Música San Miguel, de Santa Cruz de La Palma y la Banda Municipal de Música de Tazacorte”.

La omnipresente Banda Municipal de Música “San Miguel” interpretaba una y otra vez la popular obra de E. Cebrián Ruiz titulada Manolo, bajo la dirección de Julio José Hernández Gómez y José Gabriel Rodríguez González.

El acto señero y centenario vuelve a llegar con fuerza y emoción a la Bajada de cuyo programa nunca debió de desaparecer.

      Elásticos bisoños de la prueba,
Rumboso el porte de lo masculino,
Pasan atletas, de la casa, a punto.
(de goma sólo, lo demás, cartílago).
Fuerza, vigor, su sangre, los portores,
Transfusionan a los demás acróbatas;
Bichos que trepan, saltan y se escurren,
Empinan, desempinan y transforman.
Gatos por escaleras y tejados;
Fantasma con resorte y cuerda viva;
Hados en el misterio y la acrobacia.
Mil figuras al aire con sus cuerpos,
Son almas –lentejuelas de sus hombros
Pirotécnica de estrellas en la noche.

                                           Fernández Perdigón, 1980

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BIBLIOGRAFÍA

  • PÉREZ HERNÁNDEZ, José Eduardo. «Así surgió la Danza de los Acróbatas en la Fiesta Lustral», Danza de los Acróbatas, [Programa de mano] Bajada de la Virgen, Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 2005
  • Idem. «La Danza de Acróbatas en las Fiestas Lustrales de La Palma», Diario de Avisos, (9 de julio de 2005)
  • BERMÚDEZ, Felipe. Fiesta Canaria. Una interpretación teológica, Publicaciones del Centro Teológico, Las Palmas de Gran Canaria, 2001
  • «El recuerdo de antiguas representaciones», La Voz de La Palma, Especial Bajada 2000.
  • «El retorno de los Acróbatas», Diario de Avisos, (11 de julio de 2005)
  • «Entre acrobacias, velas y flores», M.C. Mirador Canario, Creación 7, S.L., 2005
  • «Equilibrio e imaginación», Diario de Avisos, (15 de agosto de 2005)FERNÁNDEZ, Loló. Baja la Virgen. Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 1995.
  • FERNÁNDEZ PERDIGÓN, Miguel. «’Números primos’ de la Bajada de la Virgen», Diario de Avisos, (13 de julio de 1980)
  • «Las Fiestas Lustrales recuperan el número de los Acróbatas tras 25 años», La Voz de La Palma, n º 229 (del 13 al 26 de mayo de 2005).
  • ORTEGA ABRAHAM, Luis, «Collage de la Bajada», [Programa] Bajada 2000, Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 2000.
  •  Idem. «Semana Grande», [Programa] Bajada 1995, Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 1995.
  • PÉREZ MORERA, José Juan. «Los Acróbatas», Achamán (Asociación Juvenil), Santa Cruz de La Palma, Edición Especial, 1980.
  • Programa de la Bajada de la Virgen, 1860. [manuscrito], Archivo General de La Palma/Colección FSFC.
  • [Programas] Bajada de la Virgen, 1950,1975, 1980, 1990, 1995, 2000, 2005.

 

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Programa de las fiestas de la Bajada de la Virgen de Las Nieves, Santa Cruz de La Palma.

Para verlo clicar AQUÍ.

Cortesía de Antonio Felipe Rocha González