[*Otros}– El Nazareno. Iglesia de Santo Domingo de Guzmán. S/C de La Palma

14-02-09

José Guillermo Rodríguez Escudero

El V Marqués de Guisla-Ghiselin, don Luis Van de Walle y Llarena (1782-1864), Gobernador Militar de La Palma, encargó en 1840 al famoso imaginero Fernando Estévez del Sacramento una escultura de Jesús “Nazareno” que sustituiría la antigua que se veneraba desde el siglo XVII en el convento dominico de San Miguel de Las Victorias.

Tanto esta magnífica talla como la de la Virgen Dolorosa, llamada “La Magna” (muy próxima a las maneras de su maestro Luján Pérez y cuya esbeltez y elegancia se consideran inusuales), se hallaban concluidas el 14 de enero de 1841, fecha en la que el escultor entregó en La Orotava las dos efigies empaquetadas a don Antonio María de Lugo-Viña. Este caballero fue el encargado de su traslado y custodia hasta Santa Cruz de La Palma.

Se principió a dárseles culto” poco después, el 7 de abril de 1841, en plena Semana Santa, concretamente en un Miércoles Santo. Así consta en las inscripciones que ambas imágenes tienen pintadas en sus espaldas. Desde entonces desfilan esa tarde en la popularmente conocida como procesión del “Punto en La Plaza”.

Posiblemente el encargo de estas dos bellísimas tallas, que presentan las mismas estaturas y medidas, obedece a la intención de escenificar con ellas la ceremonia del encuentro entre Cristo y su Madre. La adquisición de las fabulosas imágenes, pensándose poseerlas de la mejor calidad que las existentes en aquella época, se debió a la iniciativa de la “Hermandad del Nazareno” (que acompañaba prácticamente desde sus orígenes, en 1667, al paso procesional del Cristo y que subsistió hasta mediados del siglo XX), para lo que se decidió la venta de unos atributos de oro que tenía el antiguo Señor, talla (siguen dos fotos de ella) a la que se le da culto actualmente en la iglesia de Bonanza de El Paso (municipio del centro de La Palma).

 

Se le encomendó la misma al Hermano Mayor don Luis Van de Walle quien aprovechó el viaje a Tenerife de cierto paisano para encargarle el pedido. Finalmente éste nunca cumplió el encargo.

Dando pruebas de su generosidad, el propio don Luis, sintiéndose culpable del incidente, informó a la Cofradía que sería el mismo, con su propio dinero, quien sufragaría los gastos de las efigies. Pagó las del Señor y de la Virgen, y su hermano, el presbítero don Esteban Van de Walle y Llarena, el del Apóstol San Juan, obra del artista palmero Manuel Hernández, llamado “El Morenito” (1756-1815). La imagen de este santo también recorre las calles conjuntamente con aquellas dos bonitas tallas y participa en la Procesión del Encuentro.

Desde 1987 acompañan a este paso la “Cofradía titular del Santo Encuentro” —única cofradía mixta de la capital palmera—, que se reviste con túnica blanca y, como rasgo peculiar, capuchón y capa alternando entre el morado y el azul; y desde 1993, la “Cofradía de Cargadores de Cristo Preso y Las Lágrimas de San Pedro”, única en España que es, simultáneamente, masa coral, cofradía de costaleros y banda de cornetas y tambores.

Algunas imágenes fotográficas, como una estereoscópica tomada hacia 1860, recogen la escena tal y como se hacía después del estreno de las nuevas esculturas.

La piadosa ceremonia del “Punto en la Plaza” escenifica el momento del encuentro entre Jesús, con la cruz a cuestas camino del Calvario, y su Madre. San “Juanito el Alcahuete”, como popularmente se conoce a este San Juan Evangelista, sirve de enlace entre ambos.

En el cortejo toman parte las tres imágenes que, para asemejarse en lo posible a las Sagradas Escrituras, se ven obligadas a seguir recorridos diferentes para, sobre las seis de la tarde, “encontrarse” en el citado “Punto”. Su trono es llevado corriendo al encuentro de la Dolorosa, que espera en la Avenida de El Puente, tras haber avistado y saludado con tres reverencias al Nazareno en la Plaza de España, entre gran cantidad de capuchinos, cruces y estandartes que forman ya un pasillo. Por éste desfilarán los tronos de “La Magna” y de San Juan hacia el del Nazareno.

Después de salir de Santo Domingo y de la representación en el Punto en la Plaza de España, en el interior de la Parroquia Matriz de El Salvador, se entonaba el motete O Vos Omnes, pieza anónima probablemente portuguesa, tal y como informaba Fernando Leopold, a pesar que se creía obra del Cura Díaz. Más tarde se interpretaba al aire libre, para imprimir más emotividad al acto del encuentro entre Madre e Hijo en la Plaza. Fue reforzado con los cánticos de la Masa Coral, y tal vez por ello, es el que más ha perdurado.

Su anónimo creador lo pensó para dos voces dialogantes: “¡O Vos omnes qui transitis per viam, atendite et videte si est dolor sicut dolor meus!” (“¡Oh todos vosotros que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor como el dolor mío!”).

Lamentablemente ya no se representa. Toca ya recuperar estas valiosas piezas, unos motetes que tanto dignificaban nuestra Semana Santa y la hacen tan especial, tan auténtica.

Una vez introducidas las efigies en la Parroquia de El Salvador y tras celebrarse una solemne Misa, de nuevo se arranca la procesión cuyo extenso recorrido permite conservar una costumbre que tradicionalmente regía en todas ellas: la visita a los distintos templos de la capital. Muy emotiva es la visita a la iglesia del Hospital de Dolores, donde los enfermos rezan y lloran ante los tronos.

El Capitán y Alguacil Mayor del Santo Oficio de la Inquisición, don Gaspar de Olivares y Maldonado, y su esposa, doña Inés de Brito y Lara, costearon las antiguas imágenes del Miércoles Santo. Recibieron el Patronato del altar de Jesús Nazareno en el Convento de Predicadores. Aparte de esa procesión, se veían también obligados a hacer la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz cada 14 de septiembre y una misa cantada todos los viernes del año.

Según la escritura que pasó ante Blas González Ximénez el 6 de julio de 1666, los patronos se obligaron a pagar anualmente 351 reales, una fanega de trigo y un barril de vino dicho día, señalando 50 reales para la procesión del Miércoles Santo —de la que fueron iniciadores—, 26 reales para la fiesta del Triunfo de la Cruz, y 6 reales por cada una de las misas de los viernes; el convento dominico ponía la cera y el incienso.

También sus herederos costearon la procesión y la memoria de una misa “perpetua y cantada de pasión” en el altar de su Patrón. Había perpetuado también en su testamento la procesión del Miércoles Santo con advertencia de que no saliera a la calle con menos de cincuenta hachas. Dejó el patronato, a falta de herederos si no viviera el hijo póstumo que esperaba, a su sobrino Gaspar Vandeval después de los días de doña Laura de Torres Ayala, hermana del primer Marqués de la Casa Torres, su segunda esposa, viuda en anterior matrimonio de Juan de Mesa. En una pieza de su casa guardaban el palio, el estandarte, el guión, el cordón y las borlas que se usaban en la procesión.

La Cofradía de Jesús Nazareno quedó establecida en 1667 en la iglesia del Convento de Frailes Dominicos. Varios vecinos pidieron su creación ante el Juez Eclesiástico, para lo que se hizo necesario pagar unas contribuciones. Es una de las cofradías que más tiempo ha perdurado. Se rige por unas nuevas instituciones que fueron aprobadas por Real Orden de 27 de junio de 1864. Sus estatutos habían sido aceptados por la Reina Isabel II.

Por tanto, he resuelto espedir este mi real despacho por el cual apruebo los estatutos formados para el regimen y gobierno de la indicada Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesus de Nazareth, en los terminos que van insertos… Yo, la Reina”.

La Imagen del Nazareno, escultura en madera policromada de 164 cm de altura, sale procesionalmente sobre una magnífica base o trono de estilo rococó, en madera dorada y calada con decoración de asimétricas rocallas, la mejor que se encuentra en la isla, rematando su conjunto cuatro preciosos ángeles, vestidos “a la romana” y coronados de flores, de los que dicen, fueron esculpidos por un esclavo negro.

Éstos portan instrumentos de la Pasión, como los clavos, unas escaleras y una bien trenzada corona de espinas, y sujetan las cuerdas que atan la imagen de Cristo subiendo al Calvario. Todo fue donación del rico comerciante palmero don Cristóbal Pérez Volcán (1725-1790) y enviado desde La Habana.

También desfila con una maravillosa túnica bordada en oro sobre terciopelo rojo —la mejor pieza de su género existente en Canarias—, exquisito trabajo de los talleres de bordado gaditanos o sevillanos del siglo XVIII. Fue regalada por el mismo mecenas a la antigua efigie del Nazareno. La actual imagen sigue siendo vestida con esta misma alhaja.

Por la asistencia que con él había tenido en sus enfermedades y achaques, don Francisco Tomás Vandeval gratificó a María de los Santos con una colcha de damasco carmesí de la cual “los aforros los compre yo que el damasco era suyo”. La colocaba delante del trono del Nazareno en al celebración de la octava que se celebraba a cabo en esta iglesia y la donataria quedaba obligaba a cederla para la festividad. (A.P.N. 1715)

El acaudalado isleño había dirigido una carta a don Domingo Van de Walle de Cervellón, fechada en Cádiz el 13 de mayo de 1771 con motivo de su viaje por Europa, donde le dice “Bien que sólo el amor al Señor Nazareno vale su túnica”. También: “pienso si el Señor Nazareno me dá salud el pasar por esa en todo el mes de Mayo próximo y tener el gusto de darle a Vmd un abrazo… Los cristales para el altar del Sor no sé si habrán venido que están encargados … con mi enfermedad no he podido ni salir a la calle… pues el amor del Señor de Nazareno y verle su túnica y ver mi familia y amigos…”.

El insigne palmero dejó en su testamento, fechado en La Habana el 5 de enero de 1790, ante el escribano Nicolás de Frías, la cantidad de 6.000 pesos fuertes de oro para que con sus réditos se pagasen los gastos de las fiestas del Cristo y en resto se invirtiera en el cuidado de la imagen de la que se sentía muy devoto.

Esta imposición fue “manzana de discordia” entre la Hermandad del Nazareno y el Convento de Dominicos. Don José Vandewalle y Cervellón, como patrono de la capilla donde se encontraba la Santa Imagen y como mayordomo de la cofradía, reclamó ante el Obispo don Antonio Tavira que la fiesta principal del Nazareno, a la que estaba obligada la hermandad, se hiciese con el producto de aquella manda, a lo que se negaban los frailes. Éstos pretendían hacer otra en la Octava.

El obispo accedió a lo solicitado por el mayordomo en auto de 17 de agosto de 1794, “reservando el derecho a las partes para que lo dedujesen donde tuvieran por conveniente”. Mucha más polémica arrojó este asunto. Tanto es así que, el resultado de la contienda fue que todo el dinero se perdió sin beneficio para ambas partes, llevándoselo en su totalidad los censatarios.

En aquel curioso testamento, redactado en tres documentos, aparecían los extractos siguientes: “Para los 500 pobres que habian de asistir á su entierro… 100 pesos fuertes; a la Imagen de Jesús Nazareno… 6000 pesos fuertes; al Negro Salvador, en la Habana..200; a Ntra Sora de Las Nieves en esta isla… 1.500, etc”

Lo único que se adquirió con los productos de la manda fue una preciosa corona de oro para el Cristo, los cuatro angelitos mencionados y el trono. A la maravillosa túnica, le fue robado en el año 1801 su valioso broche de perlas, al mismo tiempo que fue sustraída de la iglesia de Santo Domingo una lámpara de plata. Se cree que fue obra del mismo ladrón.

Otra curiosidad de esta procesión es que, la Virgen salía desde antiguo sobre una pobre base, estrenando una nueva el Miércoles Santo de 1937, procedente de París y regalo de doña Dolores Van de Walle y Fierro, VII Marquesa de Guisla-Ghiselin. Ese día fue la primera vez que en la isla se adornó una imagen con flores naturales. Estrenó manto y traje de terciopelo negro de seda el 17 de abril de 1957, donación de la también marquesa doña Mercedes Sotomayor, sustituyendo al antiguo, muy deteriorado ya por el paso del tiempo y del uso. El original fue regalo de doña Dolores Santos de Duque.

El estandarte que acompaña a la procesión es de terciopelo violeta con rico bordado de oro, siendo adquirido por la Hermandad con el importe de la venta de una cajita de plata y una bandeja del mismo material, así como varios donativos. El acuerdo se tomó en noviembre de 1870.

Las antiguas imágenes se encontraban entronizadas en los bajos del magnífico coro de la iglesia, donde también se depositaron las nuevas, pasando más tarde a ser veneradas en el suntuoso y barroco altar mayor. Los Santos Píos I y V, que se hallaban en las dos hornacinas laterales, fueron sustituidos por las imágenes de la Virgen y San Juan.

En la central se ubicó el bello Nazareno que hoy contemplamos. El acabado de su cabello largo que cae sobre sus robustos hombros y bajo una perfecta corona de espinas, así como una bien “aseada y corta barba” y bigote, han tenido elogiosas críticas. Pero lo que, más se destaca, sin lugar a dudas, son sus dulces y grandes ojos rasgados de donde emana una mirada magnética y cautivadora.

Esta capilla mayor fue fundada por el Licenciado don Juan de Santa Cruz y Gómez, Teniente General de La Palma y Gobernador de la de Tenerife. En el retablo estaban sus armas y su retrato.

La fundación de la ermita del Señor de la Caída, hoy inexistente, tuvo que ver con la antigua imagen del Nazareno. Durante su procesión, el 29 de marzo de 1679, una demente llamada María Ruiz le lanzó por encima un vaso de inmundicia, a su paso por la calle Real del Puente del Medio (hoy Pérez de Brito), lo que causó una gran consternación entre los fieles. Estos, con el paso de los años, hicieron la ermita en el mismo sitio del incidente para “perpetuar la memoria de aquel atentado y desagravio”. Fernández García confundió la situación del oratorio, que lo ubicó en lo que hoy es plazoleta Vandale y antaño otro inmueble de la fundadora; en realidad ocupaba el solar de la casa señalada actualmente con el número 12.

Tallada en madera de cedro y de caoba “floja” – utilizada en la peana-, el Nazareno es una escultura vestidera, cuyo candelero, completamente modelado, pone de relieve el interés por el desnudo del escultor orotavense, así como el cuidado y esmero puesto en complacer al comitente. Es una obra de la etapa final del imaginero en la que Estévez alcanzó el punto más alto de su producción. Parece que en lugar de soportar la pesada cruz (por cierto sobre el hombro derecho, al contrario que en los Cristos de Andalucía, que lo suelen hacer sobre el izquierdo), lo que hace es acariciarla sin casi esfuerzo, con sus manos magníficamente talladas.

Así, un miembro de la Real Academia Canaria de Bellas Artes, a propósito de esta imagen, ha dicho que “el escultor consigue materializar toda la serenidad de su temperamento clasicista, huyendo de toda tensión dramática (se diría que más que cargar, abraza la cruz)”.

Está concebido según los cánones griegos ideales, representando a un joven atleta de 33 años, en toda su plenitud y belleza física que interpreta la profecía de la Pasión de Jesús: “Como manso cordero llevado al matadero” (Isaías, 53,7).

***

BIBLIOGRAFÍA

  • Archivos de Protocolos Notariales de Santa Cruz de La Palma (A.P.N.) Andrés de Huertas Perdomo, 1715.
  • FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. «Notas históricas de la Semana Santa en Santa Cruz de La Palma». Diario de Avisos, (30 marzo de 1963).
  • Arte en Canarias – Siglos XV-XIX. Una mirada retrospectiva. Gobierno de Canarias.
  • LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. Noticias para la Historia de La Palma. Tomos I y II, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1975 – 1997.

  • PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica: la Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Excmo. Cabildo de La Palma, Colegio de Arquitectos de Canarias, 1995
  • PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias, 2000
  • Programa de La Semana Santa de 1996. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma.

Deja un comentario