[*Otros}– Santa Cruz de Tenerife: Setenta y cinco años del atraco al tranvía

30/Ago/09

C. Álvarez

Lo recuerdo como ahora mismo, en el año de 1948, a los siete años, me llevaron a operar de la garganta al Dr. Barajas, muy de moda en aquellos tiempos, y papá me llevó a dar un paseo en el tranvía hasta Tacoronte.

A las ocho de la noche del 1 de septiembre de 1934, el tranvía número 15 circulaba por la carretera de La Laguna cuando, a la altura de la Curva de Gracia, sufrió un atraco ya que este vehículo habitualmente era el último de la jornada y transportaba hacia la estación de La Cuesta la recaudación del día: unas 606 pesetas de la época.

 

Durante el viaje, el conductor del tranvía, Antonio Guerra, se apercibió de que los raíles tenían piedras encima y después tuvo que reducir la marcha al darse cuenta de que unas personas con la cara tapada rodeaban el vehículo y le apuntaban con las pistolas que portaban, al tiempo que le exigían que les entregara la recaudación.

Guerra les hizo caso en el acto entregándole el dinero a uno de los atracadores e intentando continuar la marcha. Pero, en ese momento, en la citada curva apareció otro tranvía, el número 13, que se había quedado averiado en La Laguna y que bajaba fuera de servicio para la estación de La Cuesta conducido por Luis García-Panasco y Toledo.

En ese momento de confusión los atracadores abrieron fuego contra los dos tranvías hiriendo mortalmente al estudiante Agustín Bernal Cubas, que iba de pasajero en el tranvía número 15, e igualmente al conductor del número 13, García-Panasco, quien también falleció.

Luego los atracadores se dieron a la fuga aprovechando la incipiente oscuridad y lo escarpado del terreno, dejando que el tranvía número 15 continuara viaje.

El conductor fallecido, Luis García-Panasco, de 34 años, vivía con su madre, Bernarda Toledo, y cinco hermanos más, en la Rambla de Pulido, y era el sustento de la familia, pues su padre, Romualdo García-Panasco y Acosta, había fallecido en 1922.

Agustín Bernal Cubas, de 19 años, estudiaba Bachillerato en La Laguna y preparaba su ingreso en Magisterio. Vivía en la calle Castro junto a su padre, Donato Bernal, y su madre, María Cubas Pérez, y un hermano, Patricio Bernal Cubas, de 18 años, futuro estudiante de Química y que siguió la carrera militar.

Se da la circunstancia de que ambos eran familiares de Isauro Abreu García-Panasco, actual vecino de Santa Cruz, quien rememora los hechos según la documentación que obra en su poder y los testimonios que ha recogido a lo largo del tiempo.

Isauro Abreu dice que su abuelo «se enteró de la noticia por la llamada que efectuó a Santa Cruz la Policía desde la casa de los Estévanez, situada en la Curva de Gracia, y desde donde se habían oído los disparos y seguido los acontecimientos del atraco».

El sepelio de las víctimas tuvo lugar el domingo día 2 de septiembre, constituyendo una gran manifestación de duelo por las trágicas circunstancias del suceso y por el ambiente de inseguridad que reinaba aquellos años, los más duros de la conflictividad laboral de la República.

La comitiva fúnebre partió desde La Laguna hasta el cementerio de San Rafael y San Roque, en Santa Cruz, del cual Isauro Abreu lamenta el actual estado «de abandono y desidia, pese a las continuas y desafortunadas promesas de políticos e instituciones en mantener este lugar como parte importante de la historia de Santa Cruz, y que continúa en el más profundo olvido de las administraciones, cuando en otros países se muestra más respeto por lugares como éste». Lo cierto es que se desconoce dónde están enterradas las dos víctimas de este atraco.

Durante el trayecto, los féretros fueron acompañados por quince tranvías, guaguas de transporte público, taxis y miles de personas junto al gobernador civil, los alcaldes de Santa Cruz y La Laguna, y otras autoridades. Los periódicos de la época se hicieron eco de los actos, de los juicios que se celebraron en la Audiencia y de las sentencias de los encausados.

Tragedia para la historia

Abreu García Panasco dice también: «Muchos años después contaba mi abuela Teresa Pérez de la Rosa, quien también vivía en la Rambla de Pulido, que frente a su casa existía una ciudadela llamada El Convoy y que estando moribundo uno de sus moradores la mandó a llamar para decirle que él había participado en el atraco al tranvía, y que el motivo de los disparos había sido por los nervios del momento y, como algunos ya se habían quitado los pañuelos que cubrían sus rostros, pensaron que tanto Agustín como Luis, al ser vecinos por estar cerca los domicilios, les habían reconocido. Cosa que nunca sabremos, porque ambos fallecieron en dicho atraco», añade Isauro Abreu.

Al cumplirse esta luctuosa fecha ya se conoce que ambas víctimas del atraco están enterradas en el cementerio de San Rafael y San Roque, pero no exactamente dónde están sus restos, puesto que, según el historiador Daniel García Pulido, no figuran en el Registro Municipal datos fehacientes ni en el sepulcro familiar de los García-Panasco ni en el de la familia Bernal.

El Día

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Cortesía de Fabián Trujillo