[*Opino]– España está a la cola de Europa en capacidad lingüística

Para mí no es novedad esta noticia, pues ya en este blog he escrito al respecto en varios posts, como “Por qué a los españoles les cuesta tanto hablar inglés”.

Creo que el subtitular las películas extranjeras ayudaría bastante, pero sólo a quienes no hayan pasado cierta edad; los más de los que hayan pasado esa barrera no se acostumbrarán a leer a la debida velocidad. Y no basta con subtitular las que pasen en los cines sino, sobre todo, las que pasen en TV, que tienen mucha más audiencia. Si subtitularan, además, las que los niños ven rn TV sería un excelente comienzo.

Carlos M. Padrón

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27/04/2009

Pamplona. (EUROPA PRESS).- El comisario de Multilingüismo de la Unión Europea, Leonard Orban, aseguró que España se sitúa «a la cola» de Europa en el ránking de de capacidad lingüística como consecuencia «no sólo del sistema educativo», sino también por el doblaje de las películas extranjeras.

Así se pronunció el comisario europeo en una rueda de prensa que ofreció en Pamplona, con motivo de su visita a esta comunidad dentro de la gira que está realizando por el norte de España para presentar las prioridades de la nueva estrategia de multilingüismo de la UE y conocer la realidad lingüística de las diferentes regiones.

Sobre le sistema de doblaje español, Orbam aconsejó subtitular las películas porque «ayuda al desarrollo de la capacidad de aprendizajes de los distintos idiomas». No obstante, mostró su convencimiento de que esta situación «se enderezará en el futuro». Para el comisario, el conocimiento de idiomas no sólo dota a las personas de «mayores capacidades para poder encontrar trabajo», sino que también es una herramienta para «mediar entre culturas» y ayuda «a la cohesión social».

Explicó que en la actualidad existen 23 idiomas oficiales en Europa, además de más de 60 lenguas minoritarias, lenguas que están siendo promocionadas desde la UE. «No sólo financiamos proyectos con el castellano, sino que también con el euskera o el gallego, por ejemplo», apuntó.

El comisario de Multilingüismo se mostró contrario al aprendizaje únicamente de una lengua franca y apostó por que los ciudadanos de la UE «aprendan idiomas diferentes» y «no sólo el inglés». A su juicio, dentro de la comunidad europea existe «una riqueza enorme de lenguas», activos que «deberían ser aprendidas» para «promocionar y valorar a nivel comunitario esta diversidad».

Explicó que una de las prioridades recientes de la UE es la promoción de otros idiomas no europeos, como el chino o el árabe, lenguas que «ayudarán a tener mejores relaciones económicas, sino que también reforzará el diálogo multicultural, necesario en este mundo globalizado».

Fuente: La Vanguardia

[*Otros}– Los Canarios en América / José Antonio Pérez Carrión: Domingo Verdugo y Massieu

El brigadier Domingo Verdugo y Massieu, diputado a Cortes en varias legislaturas, gobernador político y militar de Colón y Pinar del Río, falleció en esta ciudad en el desempeño de su ultimo cargo, después de haber prestado, como militar y político, grandes e imporantes servicios a su nación.

Fue uno de los valientes que se pronunciaron con el general Dulce en Vicálvaro contra la política altamente reaccionaria del ministro Saltorius —1854—, proclamando libertad y algunas reformas económicas en relación con el programa de Manzanares del partido Unión Liberal, de que fue fundador y jefe el general O’Donnell.

Verdugo y Massieu era casado con la distinguida escritora y poeta camagüeyana Gertrudis Gómez Avellaneda, oriunda de Canarias.

[*Otros}– El «Rh» palmero

12/Abr/09

O. González / S. Lojendio

Si bien los palmeros han tenido a lo largo de la Historia una enorme presencia en todos los ámbitos de las Islas, nunca con tanta impronta en distintos órdenes de la vida canaria como en la actualidad.

Después del proceso de conquista y colonización, y a lo largo del siglo XVI y mediados del XVII, el puerto de Santa Cruz de La Palma disfrutó del privilegio de comerciar con el Nuevo Mundo, convirtiéndose así en tercero en importancia tras el de Sevilla y el de Amberes, y con ello en plaza codiciada por los piratas. Parece que desde entonces, la Isla se postulaba como la más «americana» del Archipiélago.

El tráfico de esclavos y el comercio del azúcar y el vino, el mítico malvasía, abrieron fuertes relaciones económicas y humanas con el exterior, provocando la llegada de colonos procedentes de muchos puertos europeos, atraídos por el floreciente comercio de la agricultura de exportación y que, junto a los naturales, irían conformando y forjando las bases sociológicas de la sociedad palmera. Hay quien dice que la relación de los palmeros con el azúcar puede ser una de las razones de su almibarado acento y, asimismo, que su vocación mundana haya desembocado en ese acendrado narcisismo que los lleva a considerar su tierra como única e irrepetible, de ahí lo de Isla Bonita.

Corría el año 1767 cuando la incipiente burguesía comercial le echaba un pulso a la oligarquía terrateniente, que tildaba de advenedizo al comerciante de ascendencia irlandesa Dionisio O’Daly y se oponía a su nombramiento como Síndico Personero de la Isla.

A pesar de este rechazo, la nueva burguesía, liderada por el abogado Anselmo Pérez de Brito y el comerciante irlandés, se abría paso. La confirmación llegaba en 1773, cuando Santa Cruz de la Palma se convertía en el primer ayuntamiento democrático de España.

Al producirse el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, La Palma se resistió y mantuvo la legalidad del Gobierno republicano hasta el 25 de julio, día en el que llegó a la bahía de la capital el cañonero «Canalejas». Este periodo se conoce en la historiografía como la Semana Roja. No resulta extraño que tras las elecciones democráticas, Santa Cruz fuera uno de los pocos municipios donde triunfara un candidato del Partido Comunista, en concreto Antonio Sanjuán Hernández.

Acaso la historia haya forjado en los naturales de La Palma una particular manera de ser y estar. El caso es que, a lo largo de los siglos, han destacado figuras como los Hernández Pimienta, padre e hijo, este último almirante; un ilustrado del porte de Cristóbal del Hoyo y Solórzano; prestigiosos krausistas como los hermanos Fernández Ferraz, Valeriano y Juan, o Faustino Méndez Cabezola, educador liberal del siglo XIX e introductor de la imprenta en la Isla, en 1836.

Pero, quizá, nunca como hasta ahora, el «Rh» palmero había tenido tanta impronta en todos los órdenes de la vida canaria.

Antonio Castro Cordobez.- Nació en Los Llanos de Aridane el 6 de octubre de 1946. Estudió Ingeniería Técnica Agrícola en la Universidad de La Laguna, obteniendo después el título habilitante de administrador de fincas. Antes de dedicarse por entero a la política impartió docencia en la universidad lagunera. En 1979 accedió a la Consejería de Agricultura de la entonces Junta de Canarias y en 1982 fue elegido senador por su Isla. Tras abandonar la Cámara Alta pasó a ser diputado en el Parlamento de Canarias, así como consejero en varios gobiernos autonómicos. En la actual legislatura ocupa el cargo de presidente de la Cámara regional. Además, ha sido reelegido hace escasas fechas presidente de Coalición Canaria en la Isla Bonita, y en el último congreso regional de los nacionalistas jugó un decisivo papel en la elección de Claudina Morales como nueva presidenta.

José Luis Perestelo.- Nació el 28 de agosto de 1956 en San Andrés y Sauces. Estudió Magisterio en la Universidad de La Laguna y fue responsable de la oficina de Educación del Gobierno de Canarias en su Isla. Entró en política en 1983 como concejal de CC en su localidad de origen, un cargo que ocuparía durante cuatro mandatos. En 1991 pasó a ser consejero del Cabildo, institución que preside desde 1996. Hasta 2008 compatibilizó la presidencia con el cargo de senador por CC. En las elecciones de 2008 obtuvo un escaño junto a Ana Oramas en el Congreso de los Diputados. Allí hace de conexión, entre otros, de los agricultores canarios con el Ejecutivo, además de otras labores orgánicas de CC.

Juan Ramón Hernández.- El actual consejero de Obras Públicas y Transportes del Gobierno de Canarias nació el 31 de agosto de 1955 en Los Llanos de Aridane. Cursó estudios en la Escuela de Peritos Mercantiles. Es director de banco en excedencia. Su trayectoria política comienza en 1991 como candidato a la Alcaldía de Los Llanos por la Agrupación Palmera de Independientes (API). Desde ese año accedió a la Alcaldía, cargo en el que se mantuvo hasta julio de 2007. Es, además, diputado regional desde la V legislatura. En el ámbito orgánico es presidente del Comité local de Los Llanos, vicepresidente de CC en La Palma y miembro del Comité Permanente y de la Ejecutiva Nacional de CC.

Fernando Fernández.- Nació en Santa Cruz de La Palma (1943). Estudió Medicina en Pamplona, especializándose en Neurología. Desarrolló su carrera profesional en la Facultad de Medicina de La Laguna y en el Hospital Universitario de Canarias. En la década de los 80 del pasado siglo compaginó su actividad médica con el ejercicio activo de la política, presentándose a las elecciones autonómicas de 1983 bajo las siglas del Centro Democrático y Social (CDS). Fue presidente del Gobierno de Canarias del 30 de julio de 1987 al 28 de diciembre de 1988, cuando tras perder una cuestión de confianza fue sustituido por su compañero Lorenzo Olarte. Presidente del Grupo parlamentario del PP (1991-1994); miembro del Comité Ejecutivo Regional del PP (Canarias, 1991-2004) y miembro de su Junta Directiva Nacional (1994-1999). Es eurodiputado por el PP desde junio de 1994, un cargo que no repetirá puesto que no contempla presentarse a los comicios del próximo 7 de junio.

Miguel Concepción.- Nació en La Palma, en 1954. Desde el 15 de febrero de 2006, cuando sustituyó en el cargo a Víctor Pérez Ascanio, es el vigésimo primer presidente del CD Tenerife, el mayor referente deportivo de la isla de Tenerife. Este empresario ha residido en Tijarafe, Los Llanos de Aridane y San Andrés y Sauces, para luego trasladarse a Tenerife. Es propietario de la compañía Traysesa, Canal 4 Tenerife, Canal 11 La Palma y accionista mayoritario de la compañía aérea Islas Airways.

Bernardo Álvarez.- Nació el 29 de julio de 1949 en Breña Alta. Realizó el Bachillerato Elemental y Superior en Santa Cruz de la Palma. Inició los estudios de Arquitectura Técnica (Aparejadores) en La Laguna, en 1967, que abandonaría para ingresar en el Seminario Diocesano de Tenerife en octubre de 1969, donde cursó los estudios eclesiásticos, que concluyó en junio de 1976, año en el que recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Luis Franco Cascón. En junio de 1987 recibió el título de Bachiller en Teología y, posteriormente, se licenció en Teología Dogmática en la Universidad Gregoriana de Roma. Desde 1999 ocupó el cargo de vicario general de la Diócesis Nivariense. El 29 de junio de 2005, el Papa Benedicto XVI le otorgó el nombramiento de obispo de la Diócesis Nivariense, en sustitución de Felipe Fernández García. Recibió la ordenación Episcopal el 4 de septiembre de 2005 en la Catedral de La Laguna. Bajo su mandato ha vivido una de las peores tragedias que ha sufrido la Diócesis Nivariense: el incendio de la sede del Obispado en enero de 2006.

José Antonio Batista.- Nació en 1968 en San Andrés y Sauces. Está casado y es licenciado en Filosofía y doctor en Antropología Humana por la Universidad de La Laguna. A comienzos de 2004 logró la plaza de profesor titular de Antropología Social. Desde el 23 de junio de 2005 ocupó el cargo de director insular de la Administración General del estado en La Palma y, a partir de octubre de 2007, viene desempeñando la función de subdelegado del Gobierno en la provincia tinerfeña, en sustitución del lagunero Carlos González Segura.

Ignacio González Martín.- Nació en Santa Cruz de La Palma el 19 de enero de 1935. A los catorce años entra a trabajar en el Banco Hispano Americano de la capital palmera y en 1951 emigra a Venezuela, donde funda la empresa Oficina Mercantil SA. En 1962 regresa a su Isla natal y se hace cargo de una joyería propiedad de su suegro, tras lo cual pone rumbo a Tenerife, donde se introduce, con otro socio, en el negocio de los recauchutados. En 1998 fue elegido presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de la provincia de Santa Cruz, cargo que revalidó en 2006.

En el plano político, Ignacio González desempeñó la vicepresidencia de Alianza Popular y en 1990, tras la reorganización del partido, ocupó la presidencia insular del PP, cargo en el que fue renovado hasta 1996. Tras relanzar al partido, en junio de 2000 fue expulsado de esta formación política tras la apertura de un expediente sancionador.

Manuel Marcos Pérez.- Nació en San Andrés y Sauces, está casado y tiene una hija y un hijo. Es maestro y ha ejercido en el colegio La Salle de Santa Cruz de Tenerife y como director en la residencia escolar de Mirca en Santa Cruz de La Palma. Fue alcalde de San Andrés y Sauces de 1987 a 2003. Ha sido senador por La Palma en la IV, V y VI Legislatura. En el mandato 2003-2007 fue portavoz del grupo socialista en el Cabildo de La Palma. En el Congreso Insular del año 2000 fue elegido secretario general del PSC de La Palma, cargo en el que fue reelegido el 11 de enero de 2008. El 25 de septiembre de 2008 fue designado nuevo presidente del Grupo Parlamentario Socialista en sustitución del dimitido Francisco Hernández Spínola. Es miembro de la Ejecutiva Regional y del Comité Federal del PSOE.

Antonio Castro Feliciano.- El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) acordó el 22 de junio de 2005 la elección del magistrado Antonio Juan Castro Feliciano, que hasta entonces presidía la Audiencia de Las Palmas, como nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC). De este órgano judicial han salido algunas de las resoluciones más importantes de los últimos años: Las Teresitas, el Puerto de Granadilla y el anillo insular de Tenerife.

Fuente: El Día

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Cortesía de Juan Antonio Pino Capote

[*Otros}– Santo Cristo De Los Mulatos – Santa Cruz De La Palma

07-03-09

José G. Rodríguez Escudero

Este Crucificado está entronizado en la Capilla del Cristo o de Las Ánimas, situada en la nave de la Epístola, en la Parroquia Matriz del Salvador.

Fue fundada antes de 1556, bajo la advocación del Evangelista San Marcos por el conquistador Marcos Roberto de Montserrat, recibiendo distintos nombres hasta que se trasladó a ella el Calvario. Así se declara en el testamento de aquél, hecho ante el escribano Domingo Pérez el 30 de enero de 1556.

 

Es curiosa la también denominación de la capilla, tal y como se aprecia en el testamento de Sebastián de Almeida, Regidor de La Palma, fechado el 29 de septiembre de 1614. Allí se dice que poseyó un arrimo con dos sepulturas “en la parroquial de El Salvador entrando por la puerta principal a la mano derecha que esta junto a la capilla que dicen de los Roberto”.

Según el magistral estudio de la investigadora Gloria Rodríguez, se trata de un retablo neoclásico, obra del siglo XIX sin documentar, aunque debe ser del primer cuarto del siglo, época en la que se renovaron, con mejor o peor acierto, todos los retablos del templo. “El banco sirve de plinto a los dos pares de columnas de fuste liso y capitel compuesto que enmarcan la hornacina central del retablo cuyo arco de medio punto descansa en ménsulas. El cuerpo único del retablo se corona con arquitrabe y cornisa de dentellones y frontón curvo partido con pedestal y jarrón en el centro. Todo él es de madera pintada imitando mármoles de tonos azules y naranja, lo mismo que el frontal del altar. Esta decoración fue abonada a Santiago Rodríguez de León en 1831, según consta en el Libro de la Cofradía de las Benditas Almas del Purgatorio”.

La única gran hornacina del retablo donde se encuentra ubicado el Calvario, tiene de fondo un paisaje pintado. Es muy tétrico y oscuro y está lamentablemente muy deteriorado.

El Crucificado tiene 174 cms de altura y 179 cms de brazos. Es de madera tallada y pintada que ha sido catalogado entre la escultura de origen flamenco del primer tercio del siglo XVI. A los pies de la cruz se encuentra una cartela donde aparecen los símbolos de la Pasión, como el gallo, la columna y el látigo.

Dos imágenes acompañan al Cristo de Los Mulatos, la de San Juan Evangelista, que lleva en su espalda una inscripción con la posible fecha de su realización, 1666. La otra espectacular talla corresponde a Ntra. Sra. de Los Dolores, de autor anónimo del siglo XVI, que desfila procesionalmente con su “Cofradía de Damas de los Siete Dolores” en la Semana Santa. Ambas efigies son de vestir y miden 155 cms. Sólo tienen de talla la cabeza y manos. Actualmente están cubiertas por ricos ropajes de terciopelo bordados en oro.

Un Calvario que aparece en la iglesia desde los primeros inventarios conservados en 1603. Lo que ha cambiado es sólo su ubicación. Inicialmente se encontraba en el arco de la capilla mayor (en 1603), pasando a rematar en 1625 un desaparecido retablo de la Transfiguración, concretamente en el testero de la misma. Desde 1648 ya poseía su propio altar. Cuarenta años después constaba haberse erigido en la Capilla de Santa Ana, colateral del Evangelio, con el consentimiento de su Patrona, Doña Lucía Díaz Pimienta. Estaba encargada de su custodia la Cofradía de las Ánimas, por cuya cuenta corrieron los gastos de hechura de las potencias y clavos de plata sobredorados (1768).

En ningún momento se dan datos que indiquen un cambio de imágenes; sólo en 1615 (según el Libro de Mandatos) se ordena la restauración de las tallas secundarias por estar “muy indecentes”. Esta obra se ejecutó inmediatamente, pagándose a un pintor por dorarlas y darles barniz (Fábrica I, 104. Visita de 1616). Es probable que su estado empeorara con el tiempo y más tarde, siguiendo con nuevas modas, se aprovecharan sus partes principales para hacer las imágenes de candelero en la fecha que lleva el San Juan. En 1784 el Cristo fue retocado por el escultor palmero Marcelo Gómez Carmona, ajustado en 30 pesos. Sin embargo, recibió 50 pesos por “componer de madera y barnises la escultura, a causa de haber encontrado la santa ymagen mucho más deteriorada de lo que se le adbirtió”.

Los retablos que figuran ahora en las cinco capillas de El Salvador fueron hechos en la primera mitad del s. XIX, siguiendo modelos muy semejantes, que se repiten en las dos de la cabecera y en las dos laterales, respondiendo a la inspiración neoclásica de la que era tan devoto en Beneficiado Díaz, rector de la iglesia en esos años e inspirador de toda la reforma realizada en el magnífico templo. Esta afición habría nacido al contacto con el ambiente neoclásico reinante en La Orotava, frecuentado durante su destierro en Tenerife, y en su gran amistad con el escultor Estévez del Sacramento.

El Crucificado ha sido catalogado como flamenco del primer tercio del siglo XVI , pero para algunos investigadores es difícil discernir si su procedencia original es Flandes o el medio flamenco sevillano. Esto se debe a que con ambas corrientes artísticas comparte características: la calma majestuosa de su expresión, la disposición de los miembros y el paño de pureza, o perizoma, muy ceñido a los muslos y cayendo a ambos lados del cuerpo, coinciden con los modelos flamencos, pero su anatomía responde a un tipo más avanzado que refleja ya la corriente renacentista. También podría relacionarse con talleres sevillanos como el de Juan Giralte, de acentuado carácter flamenco, que sigue en sus obras un tipo humano semejante.

Esta escultura de madera policromada se ciñe al tipo iconográfico gótico del Cristo muerto y sufriente en la cruz que, con su cabeza coronada de espinas cayendo ladeada sobre el hombro derecho, los ojos cerrados y la llaga sangrante del costado, interpreta el Evangelio de San Juan enriqueciéndolo con las dramáticas descripciones de la literatura mística medieval, creadora de aquella tradición de las caídas en su ascenso al Monte Gólgota que inspira la representación de esas amoratadas heridas de sus rodillas.

Su rígido cuerpo, modelado con cierta despreocupación anatómica, apenas se arquea para posibilitar la superposición de los pies traspasados por un solo clavo y sus brazos tampoco se inclinan demasiado con respecto al “patibulum” o madero horizontal, por lo cual la figura da la sensación de ingravidez a pesar de su corpulencia.

El bellísimo Cristo posee dos potencias laterales de plata sobredorada, que siguen un mismo modelo formado por rayos rectos y flameados dispuestos en forma contraria: en una el rayo recto va entre dos flameados; en la otra, uno flameado entre dos rectos. La potencia central es de ráfagas que parten de un centro. Por su tipología corresponden a dos épocas distintas: las primeras podrían ser las inventariadas en 1686 (Visitas, 122), mientras que la central sigue un modelo del XVIII, más propio de la época en que se hicieron de nuevo y se doraron (Libro de la Cofradía, cuentas de 1757 a 1768). Es posible que al rehacerlas se copiaran en parte las antiguas. Actualmente se le coloca una aureola que, bajo mi punto de vista, no se adecua al conjunto.

La mencionada Cofradía de Ánimas se hallaba establecida en esta Parroquia Matriz y fue fundada en el año de 1615 a solicitud del Teniente de Gobernador así como de innumerables personas particulares del pueblo. Su objeto era hacer sufragios por las almas del Purgatorio, celebrándose misas cantadas y procesiones con la asistencia del Beneficio todos los lunes, y aniversario general en la conmemoración de los Difuntos. Tenía esta Cofradía a su cargo el aseo del altar del Santo Cristo y poseía varios tributos y fincas que pasaron al Estado.

Existió otra Cofradía, llamada del Santísimo Cristo Crucificado, establecida en la Parroquia en el año de 1708, “con despachos legítimos y en forma de confraternidad”. Se componía en su mayor parte de “pardos o mulatos, así libres como esclavos, aunque también ese inscribían otras personas, tanto eclesiásticas como seculares”. Su objeto principal era la fiesta de la Exaltación de La Cruz, cada 14 de septiembre. Por este motivo se denominó popularmente la Cofradía de Los Mulatos, alcanzando el título al propio Cristo.

Se ha podido apreciar la impresionante talla en la ciudad tinerfeña de La Laguna, donde ha viajado conjuntamente con muchas magníficas obras flamencas que se custodian en varios templos de la capital palmera. El motivo es el de su participación en la exposición de arte sacro titulada Lumen Canariensis. El Cristo de La Laguna y su tiempo. Permaneció allí hasta el 15 de enero de 2004. Es lamentable su actual estado de conservación, al igual que todo su retablo neoclásico. Es hora ya de recuperarlo del olvido e intervenir con urgencia para rescatar su talla y su fiesta.

El Santísimo Cristo de Los Mulatos es entronizado efímeramente en la capilla mayor para presidir los actos anuales de Cuaresma a partir del Miércoles de Ceniza, tras los cuales es colocado nuevamente en su retablo. La sobrecogedora imagen resalta por la sobriedad del trono de madera oscura sin flores y cuya silueta es proyectada por unos focos de luz en la gran tela morada que cubre el altar mayor. Otra oportunidad única para admirar de cerca de una de las piezas flamencas más importantes que se conservan en Europa.

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BIBLIOGRAFÍA

• LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna, 1975, t. I.

• NEGRÍN DELGADO, Constanza. «Escultura», en Arte Flamenco en La Palma, Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1985.

• PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995

• PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad, CajaCanarias, 2000.

• RODRÍGUEZ, Gloria. Iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1985.

[*Drog}– Cómo zafarse del drogamor

En el e-mail enviado por un amigo encontré, referida a los vicios, una frase de Mark Twain que puede aplicarse perfectamente al drogamor y decir que

Nadie se desembaraza del drogamor tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño.

Porque así es. Pretender cortarlo en seco es como pretender que injertando sobre una herida un trozo de piel humana, la herida estará curada. No, hay que abrirla, limpiarla, y aplicarle cuidados hasta que, poco a poco, vaya cicatrizando. Y eso toma tiempo y requiere de fuerza de voluntad.

Es un proceso conocido como decatectizar, y doy fe de que funciona.

[*Otros}– Los Canarios en América / José Antonio Pérez Carrión: Ignacio de Negrín

El Excmo. e Ilustsimo Sr. D. Ignacio de Negn, intendente de Marina, poeta y escritor público de levantado vuelo, nació en Santa Cruz de Tenerife el año de 1825.

Cursó sus estudios con aprovechamiento notable en la Escuela de Náutica de aquella ciudad bajo la dirección del sabio catedrático

Miguel Maffiot, y cursó el inglés y dibujo con el no menos inteligente profesor D. Lorenzo Pastor de Castro.

Concluida su educación científica ingresó en el cuerpo administrativo la Armada Nacional, donde prestó grandes e importantes servicios.

Más tarde fue nombrado catedrático de matemáticas del Ferrol, cuyo destino desempeñó durante algunos años, dejando bien puesto en esa ciudad, centro de ilustradísimos marinos, el nombre de su Canarias natal.

Hacia el año 64 vino a Cuba de secretario de la Ordenación General de Pagos del Apostadero de La Habana, colaborando a la vez en el antiguo periódico canario El Mencey.

Así que cumplió el tiempo reglamentario, el Gobierno Supremo de Madrid le nombró ordenador de pagos del Ministro de Marina, y, poco después, intendente de la provincia de Cádiz, donde a una edad bastante avanzada falleció desempeñando su alto destino.

Dejo escritas nuestro amigo y compañero de redacción Ignacio Negrín varias obras de reconocido mérito. Entre ellas, un Tratado de Derecho Internacional, un tomo de poesías titulado El mar, en conmemoración de la Batalla del Callao de Lima, y a raíz de aquellos graves sucesos; y, últimamente, algunas composiciones dramáticas que tuvieron buen éxito: Gonzalo de Córdoba, Conquista de Granada, La era Fasnia, Tres muertes por un amor, y numerables poesías líricas sueltas, pues nuestro compatriota era a la vez gran músico y profesor de guitarra, instrumento que manejaba con suma destreza y habilidad.

[*Otros}– El Cristo de La Caída (3/3): El imaginero Hita y Castillo

28-03-09

La magistral obra de Hita y Castillo, y su insólita historia fruto de una profanación.

José Guillermo Rodríguez Escudero

De todos los datos biográficos reunidos por don Heliodoro Sancho Gorbacho, que rectifican y amplían los aportados por Ceán Bermúdez y Gestoso, se sabe que Hita y Castillo nació en Sevilla en 1714 y vivió en la feligresía de San Juan de La Palma (es curioso), frente a cuyo templo residió. Se casó con Beatriz Gutiérrez y, en segundas nupcias, con doña Josefa García de Marta.

Participó del apogeo del barroco en el siglo XVII con el taller de Pedro Roldán, donde su hija, María Luisa Roldán —“La Roldana”—, destacó sobremanera. También se conoce que fue discípulo del imaginero gaditano José Montes de Oca. Aunque se perdieron los ángeles que contrató en 1763 para el paso del “Cristo del Silencio” y el grupo de “La Virgen de las Maravillas con el Niño Jesús y San Juanito”, quemado en 1936, la iglesia hispalense de San Juan de La Palma custodia algunas de sus obras.

Así, salidas de su gubia son, por ejemplo, el candelero (no el rostro) de la “Virgen de la Amargura” (1763) y el “San Juan Evangelista” (c. 1760). En la capilla sacramental de la iglesia de Santa Catalina, son también suyas la “Inmaculada Concepción”, el “San Juan Nepomuceno”, el “Santo Tomás de Aquino” y “los cuatro Evangelistas”, contrastadas en 1748 junto con el retablo, original del ensamblador y escultor Felipe del Castillo. Como hemos dicho, también se le atribuye la venerada y querida talla de “Nuestra Señora de La Esperanza Macarena”, que también ha sido creída obra de Pedro Roldán. El que llegó a ser conocido como “el mejor imaginero de Sevilla” falleció en 1784.

La familia Massieu, agradecida y admirada por la obra del maestro sevillano, no dudó en realizarle más encargos. Así, entre estos cabe destacar las esculturas del oratorio familiar de los Massieu: “San José con el Niño” y “La Inmaculada” (ambos de 1758), y un “Niño Triunfante sobre el Mundo” (1759). La primera se conserva en el Museo de Arte Sacro de Los Llanos de Aridane, y las otras dos en Santa Cruz de Tenerife.

Gracias a la generosidad de don Felipe Manuel Massieu, podemos contemplar las impresionantes esculturas de “San Miguel Arcángel” y “San Antonio de Papua” que se encuentran entronizadas en el fabuloso retablo mayor de la parroquial de San Juan Bautista del municipio palmero de Puntallana. Ambas tienen la firma de Hita y Castillo bajo la peana, y la fecha de 1773. También es autor de la preciosa “Virgen del Carmen” de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Barlovento.

En la Parroquia Matriz de El Salvador se hallan otras dos imágenes: “San Juan Nepomuceno” actualmente en una urna en el bajo coro y el “San José y el Niño”, actualmente en la sacristía gótica. El pequeño “San Miguel batiendo al Demonio”- en la Parroquia de San José de Breña Baja- y otro “San José”- propiedad particular de la familia Castillo Olivares y Sotomayor (Argual) son también obras suyas.

La túnica

La magnífica escultura está vestida con una fabulosa túnica de terciopelo rojo bordada en oro, “obra de los talleres de bordado sevillanos del momento” y lleva en su cabeza incrustadas tres grandes potencias de plata exquisitamente labradas, también procedentes de atelieres de orfebrería hispalenses.

Doña María manifestó en una carta también su complacencia a su hermano en lo “que vuestra merced me dize de ser lo mejor de tercipelo, bordada o galoneada, que de tela de lampazo (tejido labrado en sedas y metales preciosos con flores y dibujos) la túnica del Señor Nazareno y me sienta mejor por ser más particular del pazo, más graue y propia. Y assí puede disponerla mi hermano como mejor le paresca, que siempre llegará a tiempo de la primera función, según lo que lleuo expresado. Y quiera Dios que no traigan auería los cajones, especialmente el de nuestro Señor, con cuio cuidado estoi por resultas de tanta tardanza y considerar a S. M. sobre aguas del mar tanto tiempo y en una embarcación ingleses. Dios me dé el consuelo de que venga breue y a mi hermano me de vida y guardo como desseo…”.

Esta túnica aún se conserva guardada en las dependencias parroquiales. Es la misma pieza que vestía la imagen cuando llegó a La Palma y es de gran calidad, tanto el terciopelo como los bordados de oro que incorpora. Se hace necesaria su restauración.

Llegada de la imagen

Por fin, el 19 de noviembre de 1753 llegó la tan anhelada imagen a la capital palmera, produciendo en todos, según escribe don Nicolás Massieu y Salgado, la mayor admiración: “las esculturas y demás encargos de la hermita de mi tia llegaron después de tantas demoras y se desembarcaron aier sin auería de concideración. La ymagen es peregrina y ha suspendido a todos y de resto lo demás con acertada elleción que reconocemos a el acierto y cuidado de Vuestra Merced” .

Sin embargo, doña María, que había quedado completamente ciega desde 1748, no pudo tener la dicha de contemplar la imagen por la que tanto había suspirado, y “por no poder mirar a nuestro señor con los ojos corporales vivo muriendo en esta pena”. Así lo había dicho a su hermano en carta fechada el 20 de febrero de 1754.

Como alivio ante tanta desgracia, la venerada imagen fue instalada en la casa de la fervorosa dama hasta que la ermita estuviera completamente acondicionada. Fue delicadamente colocada en una habitación contigua a la del dormitorio de la aliviada doña María. Pero, a pesar de ello, “la total falta de vista y la torpeza en todo el cuerpo le impedían mantenerse en pie para que de mano me pazen al otro quarto en donde está el señor y aunque hize un carrito para me llebaran en él no me ha seruido”.

Cultos en la ermita

El Viernes Santo tenía lugar el “Sermón de los Filósofos”, a la entrada de la procesión del “Crucificado”. Después se iniciaba el llamado “de las tres horas” o de las “siete palabras”. Se inició en 1780 en la antigua ermita de San Telmo (ya edificada en 1574) gracias a la iniciativa del sacerdote ejemplar don Francisco de Paula Camillón y García de Aguilar. Más tarde lograría celebrar este acto en la ermita del “Cristo de La Caída”, de la que era capellán.

También consiguió del teniente coronel don Nicolás Massieu la construcción de las imágenes propias para la solemne ceremonia: un “Crucificado” (tallada y policromada de 2,20 mts), “Dimas, el Buen Ladrón” y “Gestas, el Mal Ladrón”. El primero fue obra del escultor palmero don Marcelo Gómez Rodríguez de Carmona (1725-1791), el que presenta una “posición un tanto forzada pero logró el artista obtener en su conjunto un patetismo que mueve a devoción”.

Un Cristo muy venerado por don Nicolás Massieu y Salgado, escritor y poeta, caballero de los más significados de la ciudad en el siglo XVII. Fue sucesor en los vínculos de sus tíos doña María Josefa y don Manuel Massieu, además de profeso de la Orden de Santiago, Regidor Perpetuo y Alguacil Mayor del Santo Oficio en La Palma, Teniente Coronel de Regimiento de Milicias y Gobernador Militar de La Palma.

Falleció en las casas del mayorazgo el 19 de junio de 1791 y fue enterrado en la bóveda de la ermita de La Caída. Este deseo de reposar eternamente en la querida capilla fue seguido por otros miembros de la familia. Como nos recuerda el cronista don Jaime Pérez García, también don Pedro Massieu y Sotomayor, hijo de don Nicolás, dispuso enterrar allí a dos de sus hijos, Ramón y Miguel, muertos a los pocos meses de nacer, en 1796 y 1798, respectivamente.

El fin de la ermita

Con la ausencia de don Nicolás Masieu Salgado y Sotomayor, Diputado a Cortes por Canarias en las Cortes de Cádiz de 1810, las casas principales y ermita del mayorazgo entraron en un proceso de ruina y deterioro motivado principalmente por no invertir dinero en unas “fincas de las que sólo era usufructuario vitalicio sin posibilidad de enajenación”.

Con siete hijos, no se encontraba capacitado para iniciar la reedificación de las antiguas casas en las que “se hallaban en ellas la iglesia o ermita en que se venera la milagrosa imagen de nuestro Señor en el misterio de su caida con la cruz a cuestas de la cual iglesia somos patronos”, que amenazaban ruina por su antigüedad. Por ello, solicitó permiso para vender una casa que le correspondía como poseedor del vínculo instituido por su tío abuelo don Manuel Massieu y con su importe proceder a la reparación. Practicada la información con resultado favorable, el 23 de septiembre de 1802, la Justicia Real de La Palma, autorizó la ”enajenación para atender al asunto planteado”.

A poco de llevarse a cabo esta operación, el 19 de noviembre de 1804, un rayo derrumbó la espadaña de la ermita hasta la altura de las campanas. Un extraño suceso natural que conmocionó a la población y que fue recibido como indicador de malos augurios entre los vecinos.

Veintitrés años después, durante la noche del 18 al 19 de diciembre de 1827, cuando vivía en las casas doña Mariana, hermana del propietario, un voraz incendio que comenzó en casa de don Nicolás Massieu redujo a cenizas la ermita, su casa y cuatro más, en las calles Santiago y Trasera. Alberto-José escribía que, el desastre fue según se decía, “provocado por descuido de una sirvienta de la casa que dejó una vela encendida dentro de una alacena de madera”. Se extrajeron las imágenes que en ella había y se depositaron en El Salvador.

El fallecido historiador palmero Fernández García, nos sigue informando de que “se cuenta de esta talla que, cuando se incendió la iglesia de Nuestro Señor de La Caída, al no poder ser librada por la rápida propagación de las llamas, alguien tuvo la feliz y espontánea idea, llena de fe, de encenderle dos velas, y asombro grande fue ver que la catástrofe había destruido todo, incluso las esculturas de los dos ladrones, menos la figura del Redentor que apareció intacta”. Las dos imágenes del “Señor” fueron milagrosamente salvadas.

Las casas y ermita quedaron arrasadas y el poseedor del mayorazgo “no las reedificó por su calidad de vinculadas ya que habían de pasar necesariamente a su primogénito en detrimento del resto de sus hijos”.

En Las Palmas, ante el escribano don Manuel Sánchez, el 9 de julio de 1857, don Rafael Massieu Béthencourt vendió a don José Moreno “un sitio ruinoso en que se halla una casa y ermita en la calle real de esta ciudad con la que linda al poniente” por precio de 15.000 reales vellón.

Nueva ubicación del “Señor”

Desde allí el “Cristo de La Caída” fue llevado al oratorio privado de la finca “Quinta Verde”, propiedad del distinguido señor don Nicolás, luego a la hoy desaparecida ermita de San Francisco Javier, donde permaneció brevemente y, finalmente el 18 de julio de 1846 al extinguido convento de La Inmaculada, hoy San Francisco, una vez el retablo hubo sido acondicionado.

Nunca se llevó a cabo su entronización en el antiguo templo del Hospital de Dolores, hoy Teatro Chico, que ya estaba cerrado al culto por haberse trasladado al Convento de Santa Clara de monjas franciscanas. Este cenobio había sido erigido junto a la antigua ermita de “Santa Águeda de Catania”, Patrona de la Ciudad.

A pesar de que se obtuvo autorización del obispo don Joaquín Folgueras Sión, mediante Decreto episcopal del 19 de octubre de 1840, la milagrosa imagen nunca llegó al nicho central del altar mayor como estaba previsto. A ello se opusieron las Instituciones que llevaban la administración del establecimiento.

El solemne traslado procesional del Cristo a San Francisco se hizo en cumplimiento de lo dispuesto por el nombrado obispo doctor Folgueras y Sión en Decreto de 12 de noviembre de 1845, “comisionando para ello al presbítero don José Manuel Cabezola y Pérez de Mesa (1775-1850)”. Fernández García también nos informa de que, la venerada talla fue llevada desde la “Quinta Verde” hasta El Salvador el 17 de julio, y al día siguiente salió hacia San Francisco acompañado de Clero y Hermandades y en aquel templo se le hizo una suntuosa novena.

El retablo donde se hallaba colocado fue donado por don Felipe Manuel Massieu Van Dalle y Massieu, con el que se sustituyó el antiguo de piedra. Allí se encontraba la titular del cenobio, la fabulosa talla flamenca de la Inmaculada Concepción, advocación mariana a la que se dedicó el monasterio, en cuyo frontis tenía esculpido, y tiene, el escudo real de España.

Su retablo

Poco antes de marcharse los monjes franciscanos, el altar mayor había sufrido un incendio en 1832, por lo que el magnífico retablo anterior de Andrés del Rosario estaba completamente arruinado. Las imágenes fueron rescatadas prodigiosamente. El fuego, que se había iniciado en la sacristía, no prosperó hacia el resto de la iglesia. Afortunadamente el templo se salvó. Tan sólo quedaron inútiles o se perdieron algunos enseres y muebles de aquélla, la puerta de acceso- algo más retrasada-, y el balcón tribuna, del que sólo queda, cerrado con una vidriera, su hueco.

Hasta hace unos años presidía el magnífico retablo mayor del ex cenobio. Su ubicación allí tuvo lugar tras la obra de ampliación de la hornacina central para poder adecuarla al tamaño de la efigie en 1848. Para ello, la imagen de “San Francisco de Asís” fue retirada del mismo y colocada en otro altar neoclásico, fruto de las muchas reformas que don Manuel Díaz- Beneficiado de El Salvador- realizó en este templo. Corrió con sus gastos el Patrono del “Señor de la Caída” el coronel don Nicolás Massieu, vecino de Las Palmas.

El profesor don Alonso Trujillo Rodríguez, en su detallada obra acerca del retablo barroco en Canarias, nos informa acerca de aquél: “El retablo mayor del exconvento de San Francisco, en Santa Cruz de la Palma, se individualiza casi únicamente por poseer en sus calles laterales lienzos en vez de hornacinas, y porque sus columnas ostentan un fuste cuyos dos tercios superiores van provistos de estrías ondulantes. Parece que recibió alguna reforma en su nicho principal hacia 1846”.

Muchas de las partes que se veían en blanco eran zonas estucadas, preparadas para dorar pero que nunca, probablemente por falta de dinero, recibieron el pan de oro necesario. El ático estaba formado por una alegoría al Santísimo Sacramento realizado por el propio Cura Díaz. El diseño correspondía a su amigo el famoso arquitecto don José Joaquín Martín de Justa y fue estrenado el 6 de julio de 1848. El techo- preparado para ser decorado al fresco por igual motivo que el retablo- nunca fue acabado, por lo que era “un simple enlucido de ripia blanca que tapaba el artesonado, o más bien, sus restos”.

Después, incomprensiblemente, se desmontó el retablo mayor siguiendo las sorprendentes y polémicas instrucciones del fallecido y recordado párroco don Juan D. Pérez Álvarez (1931-1996), para así armar en su lugar el de la cercana ermita de San José, desde donde fue trasladado.

Actualmente se trabaja en un nuevo retablo mayor, de acuerdo con aquél desaparecido. Se pretende devolver a su sitio el del templo de San José y entronizar al “Cristo de La Caída” en el lugar de donde nunca debió sacarse.

Su procesión

En la actualidad, su solemne procesión tiene lugar en la noche del Miércoles Santo de la suntuosa Semana Santa de la capital palmera, en la que se ha convertido en una de las más multitudinarias manifestaciones del fervor popular en la ciudad y en la Isla. Esto da una idea de que se trata de una de las efigies sacras de La Palma que cuenta con mayor devoción.

Durante la misma tiene lugar al emotivo “encuentro” en Plaza de La Alameda, junto a la Cruz del Tercero, donde la “Verónica” se inclina para emular el momento en el que enjuga el rostro ensangrentado y sudoroso de Jesús con el lienzo blanco. Es en ese preciso instante cuando un cofrade manipula el paño y aparece la faz de Cristo impresa en ella. Arrecian los tambores y las trompetas y arranca nuevamente la procesión con cansino paso bajo la trémula luz de los cirios y el escalofriante sonido producido por el arrastre de las cadenas de los capuchinos.

Participan en el desfile procesional acompañando al “Santísimo Cristo” las imágenes de “San Juan Evangelista” (obra del palmero Aurelio Carmona López, de 1863), la mencionada “Verónica” y la “Dolorosa” (obra de Nicolás de las Casas Lorenzo, de 1866), estas últimas pertenecientes a la Venerable Orden Tercera.

Este piadoso y multitudinario acto del “encuentro” había sido establecido por esa Orden Franciscana Seglar (como ahora se le conoce) con la talla adaptada de una “Santa Margarita de Cortona”- imagen de su propiedad y salida de la gubia del polifacético Carmona-, ya que no se contaba con una “Santa Verónica”.

En 1960 dejó de hacerse por no ajustarse la imagen al acto que se preparaba. Por ello, un familiar de don Felipe Massieu Tello de Eslava le sugirió la idea de “adquirir una Verónica haciendo petitoria entre sus familiares los descendientes de dicho señor, que era sobrino de la fundadora, y de esa forma se obtuvo la talla que comenzó a salir el siguiente año, siendo la nueva figura de bella factura, obra del escultor Andrés Falcón San José, y decorada por don Manuel Arriaga Beroa”. Esta bella imagen de tamaño natural fue finalmente costeada gracias a la acción popular organizada por el propio historiador palmero Fernández García.

En la edición de 1999 se rescató, afortunadamente, la tradicional y teatral escena.

Antiguamente salía a las dos y luego a las tres de la tarde del Jueves Santo. Su primer desfile en nuestra Semana Santa fue en 1920, llevándose a efecto por el Capitán don José Acosta Guión. Más tarde lo hizo en 1922 y 1928, hasta que definitivamente sale en 1942. Don Alberto José también nos informa en 1963 de que “los gastos, al principio, fueron costeados por diversas personas de la ciudad, hasta el presente que corren a cargo de la Casa Comercial de la misma “Juan Cabrera Martín, S.A.”. La procesión se trasladó al Miércoles Santo y con el horario actual de las diez de la noche en 1972.

Su cofradía

La “Cofradía de La Pasión” es, desde su fundación el 1 de marzo de 1956, la titular del paso, nacida para, entre otros fines, dar impulso al culto público y tiene como principio de su devoción la contemplación y meditación de los Misterios de la Pasión. También ha aparecido en alguna publicación el año 1949 como fecha de institución.

Aunque se disolvió en 1973, se volvió a constituir como Hermandad de Penitencia masculina en 1981. Esto fue debido a la iniciativa de unos jóvenes universitarios, animados por el párroco del momento, don Juan Pérez Álvarez. En la edición del año 2000 la formaban treinta cofrades.

La insignia originalmente era una cruz blanca inserta en un escudo con el fondo morado, vistiendo capuchón o capirote y sotana blancos y capa morada. Los zapatos eran negros. El estandarte actual de la Hermandad data de los años 60, aproximadamente, y, aunque su estado de conservación es bueno, es necesario acometer la restauración de algunas partes.

A la Cofradía podían acceder como miembros tanto adultos como niños. Estos últimos, hasta que cumplieran la mayoría de edad eran novicios y vestían sotana y capuchón blancos. En esta segunda etapa, asume el cargo de Hermano Mayor don Carlos Cabrera Matos. La cofradía se configura como una hermandad principalmente de jóvenes, pudiendo incorporarse a la Hermandad a partir de los 18 años.

Siguiendo con los datos que aparecen en su premiada página virtual, “años más tarde, atendiendo a la razón de la posible ruptura de los lazos de la fe en los años de la adolescencia, se creó la figura de la “Precofradía”, dependiendo directamente de la Cofradía, vistiendo hábito y capuchón blancos. Podían ser miembros de la misma desde los 15 años, y permanecer en ella hasta los 18, momento en que ingresarían en la Cofradía como miembro de pleno derecho. La Precofradía vestía hábito y capuchón blancos y en un número de 14 portaban en la calle cruces de penitentes, recordando las 14 estaciones del Via Crucis”.

Como órganos de gobierno interno se reconoce una Junta General (compuesta por todos los miembros de la Cofradía, siendo éste el máximo organismo decoroso con potestad legislativa), una Junta Directiva (órgano jerárquico y colegiado constituido por el Hermano Mayor, el Vicepresidente, el Secretario, el Tesorero y los Vocales) y un Director Espiritual.

Ésta es la fórmula aplicada para la Promesa del Cofrade: “Yo (nombre), ante la Comunidad Parroquial prometo: ser fiel a los ideales cristianos, defender y difundir la fe con mi vida, mis obras, mis palabras, cumplir fielmente el estatuto de la Cofradía, normas, disposiciones, así como el derecho de la Iglesia, y a intentar mejorarme y mejorar a la Cofradía mediante la vivencia en común de la fe. Para ello, ruego a vosotros, Hermanos, y a toda la Comunidad Parroquial, que me alentéis con el ejemplo de vuestra fe, y a Dios, mayor disposición para seguirle”.

Es loable la actuación llevada a cabo por este grupo de jóvenes devotos involucrados con nuestras tradiciones más profundas.

Actualmente también toman parte en la procesión otras cofradías: “Nuestro Señor de la Caída” (desde 1984, con sotana roja y toca beige), “Niñas y Niños de Hosanna” (con túnica azul y toca blanca), “Cargadores de Nuestro Señor del Huerto” (sotana blanca y capuchón verde) y “Nuestra Señora de los Dolores” (vistiendo túnica de color granate y manto azul oscuro).

Sus andas

Las antiguas andas del Señor que se utilizaban eran las de la “Virgen del Carmen” de El Salvador. Después fueron adquiridas otras en 1960 procedentes de La Orotava con la ayuda de la “Casa Cabrera”.

A este pesado trono se le incorporó en la misma época unos grandes y magníficos faroles de plata elaborados en talleres sevillanos. Fueron retirados en la década de los 90 y se colocaron en su lugar unos fanales, debido a que, en parte, las dimensiones de las andas así lo aconsejaban. Con estos más pequeños, la figura íntegra del Cristo podía ser admirada en todo su esplendor.

Debido al mal estado de las últimas andas que portaban al Cristo, motivado por el ataque de insectos xilófagos, en el año 2003 fueron sustituidas por otras nuevas. Éstas son más grandes y fueron construidas sobre un esqueleto de aluminio y forradas de madera de sapelli, imitando el diseño de las antiguas. No obstante, las dimensiones exteriores se modificaron en un metro más de largo y cuarenta centímetros más de ancho, para adaptarse a las medidas de la imagen. Tienen tres varales de madera para ser llevada a hombros por doce cargadores.

Del antiguo trono se pudieron utilizar algunos elementos, como la peana donde descansa la imagen, los adornos laterales de las andas y los soportes para los faroles. Éste fue el primer proyecto de la actual Junta Directiva de la Cofradía de La Pasión.

Una vez estrenadas las nuevas andas, los antiguos faroles plateados volvieron a ser afortunadamente incorporados.

Los ángeles

Como novedad en las últimas ediciones, se estrenaron las esculturas de ocho “ángeles niños” que, en grupos de dos por cada esquina del trono, se fijaron en la base de los faroles de plata. Desde hace años existía un proyecto que no había visto la luz y que era la incorporación de cuatro ángeles que custodiaran al Cristo de la Caída. Finalmente, aquella aspiración se materializó, aunque con algunos cambios.

Son obra del imaginero y restaurador don Domingo Cabrera Benítez. Según palabras del artista al hablar de sus pequeñas figuras, éstas “acompañan (de manera desenfadada algunos y con actitud algo afectada otros) al Cristo de La Caída cada Miércoles Santo flanqueando las esquinas de su paso al Señor”. Nos informa así mismo de que “se estrenaron en la Semana Santa del año 2004 con la única finalidad de servir de adorno al conjunto de las andas, y nunca con la intención de participar de la escena que representa el Cristo, de ahí su reducido tamaño y el cromatismo de la policromía en tonos tierras aplicados con pincelada suelta”. Continúa diciendo que “con ese efecto se consigue el fin deseado: realzar la figura Cristífera con el empleo de un tratamiento distinto al que presenta la imagen del Redentor”.

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BIBLIOGRAFÍA

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[*Otros}– El Cristo de La Caída (2/3): La ermita y la imagen

28-03-09

La magistral obra de Hita y Castillo, y su insólita historia fruto de una profanación.

José Guillermo Rodríguez Escudero

Fundación de la ermita

La fundación de la ermita del “Cristo de La Caída obedeció, por tanto, al deseo de santificar la misma casa en la que la demente cometió su inconsciente blasfemia.

La Sra. Massieu y Monteverde —propietaria con sus hermanos, el deán don Manuel y el oidor don Pedro, de un décimo de cañas en el ingenio de Tazacorte— lo explicaba con estas palabras: “Y habiendo corrido los años compró mi padre la casa de esta mujer, que está contigua a la suya, y en la partición de sus bienes me tocó entre otras dicha casa. Quiero fabricar en ella Templo dedicado al Señor, y entre las obras pías tengo deliberada la manda de dicha y ermita y que se ejecute con todo aseo, para que en el mismo lugar en que se cometió la injuria, sea el Señor continuamente glorificado y alabado. Y para ello tengo encargado a mi hermano D. Pedro, oidor decano en la Real Audiencia de Sevilla una escultura de Nuestro Señor Jesús Nazareno hecha por el más diestro artífice y que mueva a la mayor devoción. Y deseando dar principio en mi vida a tan santa obra, que me parece que la ha dilatado Su Majestad a este fin”.

Por todo ello suplica al Vicario la licencia oportuna para edificar el pequeño santuario. Finalmente le fue concedida en la Villa de La Orotava el 20 de octubre de 1750 por el Obispo de Canaria don Juan Francisco Guillén. Fue ratificada en Santa Cruz de Tenerife el 4 de febrero de 1751.

Se le concedió autorización para fabricar una ermita contigua a las casas de su habitación, en sitio propio suyo, con el derecho de patronato para sí y facultad de poderlo subrogar, dejar, traspasar y transferir a sus herederos o la persona o personas que nombrase. El cronista don Jaime Pérez García añade que “realizada la obra, el sucesor de la sede episcopal Fray Valentín Morán, por su despacho dado en Canaria el 3 de marzo de 1752, dio comisión al Beneficiado Rector del Salvador y Vicario de La Palma para que bendijese el sitio al propio tiempo que interesó del patrono la dotación de la ermita con bienes suficientes para sus reparos, conservación y servicio”.

Doña María Josefa, en reconocimiento a que su hermano el Coronel don Nicolás José Massieu Vandale y Monteverde, Gobernador de Armas de La Palma y Regidor Perpetuo de dicha Isla, había erigido la fábrica con particular celo, devoción y cuidado, ayudando también a su costo, le nombró patrono y, por su falta, a su descendencia, a modo de vinculación con preferencia del mayor al menor y del varón a la hembra. Así consta en el Archivo de Protocolos Notariales por Andrés de Huerta Perdomo en 1752. El Coronel Massieu, en cumplimiento a lo ordenado por su hermana, se obligó a pagar cada año 50 reales a favor de dicha ermita y sus patronos que impuso y fundó por especial hipoteca sobre unas tierras de pan sembrar llamadas de Matos, en la Cruz de Calcinas.

Continúa don Jaime informándonos de que, “terminada la ermita, que ostentó en su fachada el escudo de la familia Massieu, presidió su altar la bellísima imagen del Señor de la Caída (…) Los patronos obtuvieron licencia para colocar asientos, recibir la Paz, fabricar tribuna, abrir puerta de comunicación entre la vivienda y el coro de la iglesia y ser enterrados en ella. El templo contó con el privilegio de recibir y guardar al Santísimo durante la octava de Corpus”.

La imagen del Cristo

El historiador palmero Fernández García consideraba a esta escultura del Señor como una de las mejores que salen procesionalmente en la Semana Santa capitalina y de las más importantes de Canarias; destaca de la imagen la anatomía perfecta de sus miembros que quedan al descubierto así como el rostro jadeante, expresión del máximo dolor. Sin embargo, confundió, como nos recuerda Pérez García, la situación del templo, que ubicó en lo que hoy es Plazoleta Vandale y antaño otro inmueble de la fundadora. En realidad ocupaba el solar de la casa señalada actualmente con el número 12 de la Calle Pérez de Brito.

El nombre del “más diestro artífice” sevillano que esculpió el precioso “Cristo de la Caída” pudo ser conocido por la firma que tiene grabada en su espalda: “D. BENITO DE HITA I CA/STILLO Fesit / SEVILLA/1752”. El profesor Hernández Perera dice que conoció esta transcripción gracias a “mi maestro don Juan Álvarez Delgado, catedrático de la Univesidad de La Laguna”. Se trata, por tanto, de una obra firmada y fechada del excelente imaginero sevillano Benito de Hita y Castillo (conocido también como Hita del Castillo), a quien también se le atribuye la célebre imagen de “La Macarena” de Sevilla, en la Iglesia de San Gil. A este respecto, don Jesús Pérez Morera nos informa de que en octubre del mismo año, don Felipe Manuel Massieu de Vandala, sobrino de doña María Massieu, daba orden desde La Palma a los señores don Juan Fragela y don Pablo Capitanachi, comerciantes sevillanos, para que en esa ciudad abonasen a don Pedro Massieu la cantidad de 200 pesos, de a 15 reales, “los mismos que me ha entregado aquí mi señora y tía doña María Massieu y Monteverde”, dinero destinado, posiblemente, al pago de la imagen del “Cristo”.

El “Señor de La Caída”, como también se le conoce cariñosa y respetuosamente en La Palma, tiene tan sólo tallados cabeza, pies y manos, aparte de la cruz, como era frecuente en el siglo XVIII. La expresión dolorida de su rostro, la actitud humillada de su cuerpo, con la mano izquierda apoyada en el suelo, y los hombros cargados con el peso de la cruz, acreditan un hábil imaginero que todavía en el siglo XVIII parece militar en la estela de Pedro Roldán, con bastantes recuerdos de Juan de Mesa. La cruz original que portaba la imagen fue sustituida por otra nueva, más grande, con unos remates dorados, elaborada por artesanos palmeros. La primigenia aún se conserva colgada de una de las paredes laterales de la capilla de San Nicolás de Bari.

Según la intención de su donante, la escultura debía mover “a la mayor devoción”. Pérez Morera nos informa de que, para lograr ese deseo, el imaginero intensificó “los efectos realistas, mediante la utilización de postizos, como ojos de cristal, vestidos y cuerdas, corona de espinas natural… El resultado es la sensación de que la imagen está viva y que se dirige al fiel. La boca entreabierta, exhalando un quejido, los ojos pronunciados, los pómulos salientes y el entrecejo marcado expresando fuerte dolor”, son algunas de sus más importantes características que lo acreditan como un “hábil imaginero”.

En palabras de otro imaginero, esta vez palmero, don Pedro M. Rodríguez Perdomo, en un artículo de Semana Santa, nos dice que la efigie tiene “una mano, manteniendo la cruz firme sobre su hombro, la otra, apoyándose en una piedra para mantener el equilibrio. Su cabeza gira hacia la izquierda buscando la mirada de todos los que le acompañamos…”. El profesor y cofrade don Facundo Daranas, al referirse al “Cristo”, lo describe “de anatomía perfecta y su rostro, jadeante, expresa el máximo dolor, tristeza y patetismo (…) y es una de las imágenes más importantes con que cuenta la Semana Santa en Canarias”.

El profesor e historiador Pérez Morera también nos informa detalladamente de que la llegada de la imagen al puerto de Santa Cruz de La Palma se debe a “los estrechos vínculos que unieron a la poderosa familia Massieu con la capital andaluza”. Recordemos las palabras de doña Josefa al hablar de su hermano, Don Pedro Massieu y Monteverde, que fue oidor y más tarde Presidente de la Real Audiencia de Sevilla. Tras su muerte, acaecida en 1755, fue enterrado en la capilla del Nazareno que había edificado en el claustro del convento hispalense de San Francisco el Grande.

Este mecenas había enviado a La Palma una de las mejores embajadas del barroco sevillano, compuesta por las esculturas de los mejores imagineros del momento, así como un largo catálogo de ornamentos para el culto, azulejos, placas de cerámica con el escudo familiar, valiosas piezas de orfebrería, tejidos, etc. El panteón funerario de la saga Massieu se ubicó en la capilla de “San Nicolás de Bari” de la iglesia de San Francisco, junto a la hornacina donde actualmente se ubica el “Cristo de la Caída”. En el magnífico retablo se encuentran cinco esculturas, enviadas por don Pedro desde Sevilla en 1724

Devoción

La familia de Don Nicolás Massieu y Salgado, y él mismo, tuvieron mucha devoción por el precioso Cristo. Un ejemplo de ello es que, el 23 de julio de 1767, una de sus hijas, doña María de la Luz Massieu y Sotomayor, que entró en clausura en el convento de Santa Catalina de Sena, “a la hora de su exploración religiosa por parte del Vicario, suplicó que para este requisito fuera llevada a la ermita de “Nuestro Jesús de las Tres Caídas”. Esto le fue concedido.

El cronista oficial de la capital también nos narra que, al salir la novicia por la puerta reglar del convento, se inició la comitiva presidida por dicha autoridad eclesiástica, “en cuyo tránsito acompañaron por casual encuentro los M.M.R.R.P.P…. Fray Domingo de Paz Prior Provincial de esta Provincia de Sr. San Diego de Alcalá que se hallan en las visitas de sus conventos y otras más personas de la mayor distinción y calidad de esta ciudad hasta la llegada a dicha ermita”. En ella se verificó el acto de exploración y en el mismo declaró doña María de La Luz no haber sido violentada, persuadida, amenazada, atraída, forzada o inducida a su ingreso, sino que lo hizo por libre voluntad; que “suplico a Su Merced le explorase su voluntad en esta iglesia de Nuestro Señor Jesús de las Tres Caídas de quien es y ha sido especialísima devota y esclava desde sus primeros años por tenerlo todos días a su vista”. Una vez terminó el juramento, fue restituida a la clausura.

Curiosidad

El 24 de septiembre de 1765 don Pedro Vélez y Pinto —Comisario del Santo Oficio— y don Francisco Ignacio Fierro —Calificador del mismo—Venerables beneficiados propios de la Parroquial de la ciudad, se personaron ante el escribano público Bernabé José Romero, para denunciar un hecho sin precedentes. Cuando el día anterior se llegaron a la ermita, comprobaron atónitos cómo don Nicolás Massieu y Salgado, “del Orden de Santiago”, había ocupado “una silla de brazos cubierta con moscovia y clavazón de metal puesta en el lugar preminente de dicha capilla al lado del Evangelio”. A este inaudito proceder se unió el que el Vicario don Alejandro Fajardo dispusiese y ordenase que se le “diese la paz por un Mozo de Coro de la Iglesia Parroquial…”.

Recordemos que tan sólo a la “Real Persona ó quien la represente ó por derecho ó costumbre la tenga adquirida” se es obligado a dar la paz. Los molestos otorgantes no habían dado licencia ni consentimiento, y tampoco les constaba el por qué de tal proceder, contraviniendo las órdenes reales dadas por Don Carlos III el 3 de diciembre de 1764 y cuya copia había llegado a La Palma por mediación del Obispo, “prohibiendo semejantes distinciones y novedades en las iglesias”.

Para los mencionados Curas Beneficiados de El Salvador era inadmisible el proceder del “vanidoso” Patrono de la Santa Ermita del Señor de la Caída. Sus abusos y novedades llegaban, no sólo a lo expuesto, sino también a la preeminencia sin real facultad de haber puesto en la capilla mayor de aquella Parroquia Matriz de una lápida con dos escudos gentilicios y corona que son las únicas que hay en dicha Iglesia.

A estos escritos les siguen otros más extensos, pero no se encuentra la resolución definitiva a estas amonestaciones. El alcalde Lorenzo Rodríguez nos informa de que “nos inclinamos á creer que en caso de haberse dado sentencia, fue favorable al don Nicolás Massieu, por la sencilla razón de conservarse aun en la Capilla mayor de la Parroquia del Salvador la loza sepulcral con los dos escudos gentilicios”.

Objetos de culto

Doña María Josefa Massieu había destinado para la ermita en su testamento “una cruz de un santo Cristo que estaba en su oratorio, una pieza de ara que asimismo estaba en dicho oratorio encajonada y guarnecida de madera de cedro, una imagen de Nuestra Señora del Rosario con su Niño con sus coronas de plata y una luna de lo mismo, sus zarcillos de oro y perlas, su gargantilla de perlas, el cáliz mayor de los dos que tenía con su patena cucharita vinageras con su platito todo de plata, un Señor San José que trajo de Sevilla con su varita de plata, la casulla de damasco blanco guarnecida de cuchillo fino, paño de caliz y bolsa con sus corporales de holán y buen encaje y de los purificadores que hubiere se eligiese el mejor; un alba la más fina y el mejor encaje que tenia con su amito y cíngulo, el misal y su atril, el escritorio de espejos del norte para guardar los ornamentos y aseos de dicha ermita y el tapete grande”. (A.P.N. Bernardo José Romero, 1778)

El encargo de la imagen

El mismo historiador palmero nos desvela nuevos e interesantes detalles acerca del encargo del “Cristo de la Caída”.

Inicialmente se había pensado en otro escultor, don Pedro Duque y Cornejo (1678-1757), “brillante epígono del linaje de pedro Roldán y contemporáneo de don Pedro Massieu y Monteverde (1673-1755), lo que no tuvo efecto por causa de la vejez del imaginero”. Así pues, en una carta fechada en la capital palmera el 6 de febrero de 1753, doña María Josefa Massieu y Monteverde, contestando a una misiva de su hermano, escribía a éste: “Veo que auiéndose dilatado el maestro Cornejo y en attención á su vexés, se encargó a otro la ymagen del Señor, que se queda haciendo con todo cuidado, que estimo a mi hermano el desvelo que tiene en ello y deceo tener el gusto de que venga luego para el consuelo de dexarlo en mis dias colocado en su hermita”.

A este maestro doña Josefa le había encargado la imagen de “Santa Teresa de Jesús”, a la que llamaba “mi devota”, solicitada a su hermano en junio de 1733 y que mide “una vara de alto”. Actualmente ocupa el pequeño ático del retablo del “Sagrado Corazón”, en la capilla de la Plata, también en la iglesia de San Francisco de esta ciudad. Del mismo modo, consta, del propio puño y letra del oidor de Sevilla, que el 15 de junio de 1724 don Pedro Massieu había dado al maestro Cornejo 20 pesos a cuenta de “tres santos que tengo ajustados en 84 pesos”.

En otra carta, fechada el 10 de agosto de 1751, doña María Massieu reitera a su hermano que la imagen del Señor “sea de lo mexor, y como ha de ser de vestir no tendrá tanto que haser y deceo que quede lo más deuoto que pueda ser, porque en esso y en el adorno del templo suele motiuar el mayor culto y deuoción y yo en lo possible lo he de procurar”. Doña María, enferma, un año después, el 28 de octubre de 1752, envía nuevamente otra carta a su hermano donde le dice que “no omita ocación de escribirme, pues en ello tengo mucho consuelo y me avize de la ymaxen de nuestro señor, la que deceo con gran ansia, pues con su santísima presencia quedará este corazón fuera de amarguras y agonías”.

El 30 de octubre de 1753 expresaba el “desconsuelo de la tardanza y el disgusto que me causa el que no aya llegado nuestro Señor”. Pérez Morera incluye también la gratitud de la dama a su hermano por el cuidado “desuelo y expreciones en los encargos de la hermita que con tan buena dirección, bien me persuado, será la ymagen de nuestro Señor como mi hermano me expresa, peregrina y que conmueba a tanta deboción”.

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Bibliografía al final de la entrega 3/3.