[*Opino}– ¿Complejo de inferioridad matizado con odio?

Ese “complejo de inferioridad que sentimos” (aunque creo que en vez de usar el verbo ‘sentir’ debió usar ‘padecer’, o sea, que padecen los españoles), es algo que cada vez señalan más y más algunos que por su talla —Rafael Sánchez Ferlosio, Stanley Payne— pueden permitirse ese lujo, y que en muchos casos funciona al revés: que se manifiesta, no en usar la palabra inglesa en vez de una equivalente española, sino en cambiar la inglesa —ya sea sólo una palabra o todo un título o expresión— y rebuscar, más que buscar, una española, sin a veces reparar en lo ridículo, como fuera hace años “octeto” en lugar de byte, y como lo es ahora “ventana emergente” en lugar de pop-up, u “ordenador” en lugar de computador, por sólo mencionar dos ejemplos.

Creo que un detallado estudio de este fenómeno pondría en evidencia que su origen no sólo está en el complejo de inferioridad sino en la animadversión u odio manifiesto que hacia lo de origen inglés, en especial si es useño, se tiene en España… por causa de ese complejo de inferioridad.

Carlos M. Padrón

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26/01/2009

El encanto del saldo

Magí Camps

Una frase: «Muchos abuelos acaban haciendo el papel de padres». Otra: «El barrio de la Sagrada Família fue testigo de un caso singular de violencia sexista». ¿Alguien ha tenido algún problema de comprensión de estas dos secuencias? Si en lugar de papel y de violencia sexista se hubieran empleado rol y violencia de género, ¿se habrían entendido mejor las frases? ¿habrían ganado algún matiz? La respuesta, creo, es no.

En los últimos años, y en especial desde que en el 2005 las 22 academias del español publicaron el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), las directrices lingüísticas quieren hacer valer el genio del idioma frente al extranjerismo fácil. Las normas emanan de las autoridades académicas y, por extensión, de los departamentos lingüísticos universitarios y periodísticos, pero donde se bate el cobre es, de manera especial, en los medios de comunicación, en todos sus grados de popularidad y de calidad. Así lo reconocía la flamante académica Inés Fernández-Ordóñez. Los periodistas, pues, tenemos una responsabilidad lingüística ineludible; no podemos caer en la tontería.

En el mundo del fútbol convive el córner con el saque de esquina, invento posterior a la palabra inglesa, pero que ya hace tiempo que arraigó. Por ello, ahora, el DPD no ceja en su empeño, y algunas de sus recientes propuestas, como superventas, supermodelo o sobrecontratación, conviven en buena vecindad con best seller, top model y overbooking.

El mensaje es sencillo: ya no vale el que inventen ellos, el español también puede y debe inventar. Y en muchas ocasiones no es necesario ni inventar, basta con emplear una palabra que ya existe. Así lo razonaba el presidente de la agencia Efe, Álex Grijelmo, en una entrevista reciente en el Diario de Burgos: «El complejo de inferioridad que sentimos nos hace creer más prestigiosas otras lenguas, especialmente el inglés. Y por eso usamos tantos anglicismos, porque nos parece más prestigioso hacer un planning que un plan, y nos resultan más atractivos los outlets que los saldos».

Y muchos más, claro: antiaging en lugar de antiedad; brainstorming en lugar de lluvia de ideas; full time en lugar de a tiempo completo… Al emplear esos extranjerismos, algunos piensan que impregnan su discurso de glamur. Y lo triste es que no añaden ni una gota de encanto.

Fuente: La Vanguardia