[*Otros}– Palmeros en América / David W. Fernández: (8/8) Manuel Fierro Sotomayor, y la independencia de Venezuela

MANUEL FIERRO SOTOMAYOR
(1752-1828)

Este convenio fue acompañado para su ratificación en Caracas con el siguiente oficio:

“Después de haber destruido los ejércitos que en número de siete mil hombres oprimían las provincias de Santa Marta, Pamplona, Mérida, Trujillo, Barinas, y Caracas, nada me es más fácil que libertar la capital de Venezuela por la vía de las armas, pero la clemencia que distingue a todos los defensores de la justicia me hace olvidar que trato con los miembros de un gobierno infractor, y sólo atiendo a la humanidad doliente y a los clamores de los desdichados que imploran mi protección contra la justa vindicta a que se han hecho acreedores los tiranos de mi patria.

Por lo tanto, he accedido a la generosa capitulación que los comisionados Sres. Marqués de Casa-León, Don Fermín Paul, Don Vicente Galguera, Presbíteros Don Marcos Rivas y Don Francisco lturbe, han venido dirigidos por VV. SS. a tratar conmigo para mostrar al Universo que, aún en medio de las victorias, los nobles americanos desprecian los agravios y dan ejemplos raros de moderación de los mismos enemigos que han violado el derecho de gentes, y hollado los tratados más solemnes. Estas capitulaciones serán cumplidas religiosamente para oprobio del pérfido Monteverde, y honra del nombre americano. Lo que tengo el honor de decir a VV. SS. en contestación del oficio de ayer que han puesto en mis manos los negociadores de ese gobierno.

Dios guarde a VV.SS. muchos años.

Cuartel General de La Victoria, 4 de agosto de 1813, tercero de la independencia y primero de la guerra a muerte.

Simón Bolívar.
Sres. Gobernador y Municipalidad de Caracas.

El día 6 entró Bolívar en Caracas. Nombra una comisión compuesta por Felipe Fermín Paul, Francisco González Suárez, Salvador García de Ortigosa, Nicolás Peña, y Gerardo Patrullo, que se traslada a Puerto Cabello para presentar a Monteverde las capitulaciones con objeto de que diera su aprobación, pero éste, sarcásticamente, contestó: “No pudiendo don Manuel Fierro ni el Cabildo de Caracas facultar para misiones de capitulación, ni otras que son privativas del Capitán General de la Provincia, han sido nulas, y de ningún momento, todas las operaciones en su consecuencia obradas. Y yo jamás podré convenir en unas proposiciones impropias del carácter y espíritu de la nación grande y generosa de quien tengo el honor de depender, y es cuanto puedo contestar al oficio de V. Mds. de 10 del comente».

Este oficio lleva fecha del día 12, y este mismo día, en otra carta, dijo; “Jamás creí que en Caracas y en La Guaira se experimentase el desorden que ha sucedido de los que estoy sumamente avergonzado, y a su tiempo responderán los jefes que lo han ocasionado, etc.».

Ante estos hechos, Fierro desde Curaçao, con fecha del día 27 pasó a don Pedro Urquinaona y Pardo, Comisionado de la Regencia Española, el siguiente oficio: “Las circunstancias actuales me obligan a pedir a V. S. se sirva manifestarme su opinión sobre mi conducta política en los últimos acontecimientos de Caracas, y en los pocos días que desempeñé el cargo de Gobernador interino de una ciudad y territorio ya políticamente perdido».

Urquinaona calificó a Fierro de hombre intachable.

Fierro, restablecido algún tanto de su salud, pudo al fin realizar viaje a Santa Cruz de Tenerife, adonde hacía mucho tiempo estaba destinado, en el convoy que sale de La Guaira el 3 de diciembre de 1816, a bordo del buque “El Populo», al mando del capitán Navas, y e cual iban también la heroína venezolana doña Luisa Cáceres de Arismendi —esposa del ilustre prócer de la guerra de independencia hispanoamericana, General Juan Bautista Arismendi—, doña Mercedes de Arévalo, y otros prisioneros remitidos a la Metrópoli, en compañía de 12 buques más cargados de caudales y frutos del país.

Cuando se hallan mar afuera, más allá de las islas Bermudas y con rumbo al norte, avistan un buque corsario, que creen es el General Arismendi que viene a liberar a su esposa, y los viajeros se precipitan a solicitar la intervención de doña Luisa, entregándole algunas prendas para que las guarde en su poder, pero se trata de un corsario de Buenos Aires mandado por un estadounidense que apresa a la tripulación y se apodera de las naves y de su rico cargamento, y le brinda a doña Luisa la oportunidad de restituirla a la isla de Margarita, pero ella, carente de recursos, rechaza el colocar su destino en manos de un desconocido y comunica su resolución al capitán Navas, quien se hace cargo de la prisionera.

Fierro aprueba esta resolución y juzga conveniente prestarle ayuda, y en la Villa de Santa María, en la isla de Portuguesa, una de las del archipiélago de las Azores, donde arriban, hace instruir una justificación en la que consta que doña Luisa renuncia a la libertad que le brinda el corsario para seguir el destino que le había ordenado el gobierno monárquico de Venezuela.

En la Villa de Santa María varios pasajeros se reúnen para comprar y armar un buque que allíse hallaba abandonado, y en él siguen, rumbo a España, Fierro, la señora de Arévalo, Lorenzo Gabani —capitán de uno de los buques capturados—, y Navas, quien lleva consigo a doña Luisa.

Lo borrascoso de la navegación y lo inseguro del barco hacen que estuvieran a punto de naufragar, sufriendo los pasajeros, durante la travesía, las consiguientes angustias y penalidades.

A los cuarenta y cinco días de haber zarpado de La Guaira, arriban a Sanlúcar de Barrameda, y Fierro puede luego arribar a Santa Cruz de Tenerife.

Poco después fue a Santa Cruz de La Palma, su ciudad natal, apoyado en un joven, de triste celebridad en aquella isla, que le servía de lazarillo, pues Fierro estaba ciego.

Gracias a las atenciones y cuidados de su familia pudo vivir algunos años, a pesar de sus padecimientos físicos y morales, y a consecuencia de los cuales falleció en la ciudad de su nacimiento el 14 de febrero de 1828. Murió en estado célibe y había otorgado testamento ante el escribano don Jose Mariano López el 7 de diciembre de 1827.

La Real Junta establecida en Madrid para examinar la conducta observada en América por los oficiales del ejército, le expidió certificación, de fecha 10 de abril de 1828, acreditativa de haber sido purificado de su conducta política y militar durante su mando en Caracas. Pero Fierro no tuvo la satisfacción de ver aprobada su conducta por el Gobierno de la Nación, porque al llegar a su destino la Real Orden, ya él había muerto.

[*Drog}– Entrevista a Samir Zeki: ‘El matrimonio tendría que ser un contrato renovable cada tres años’

18/12/2007

Naila Vázquez

¿Por qué sufrimos por amor? ¿Qué nos aporta el arte? Éstas son preguntas frecuentes contestadas desde muchos ámbitos pero que hallan su síntesis en algo muy concreto: el cerebro humano.

Acercando ciencia y arte, sentimiento y química, sociedad y biología, el neurobiólogo Samir Zeki intenta responderlas aunque el estudio de este complejo entramado que es el cerebro esté aún en pañales.

Samir Zeki durante su última visita a Barcelona

—¿El cerebro sigue siendo un gran desconocido?
—Sí, seguimos conociendo sólo el 10%. Hay muchas cosas que desconocemos, incluso de aquellas partes que hemos estudiado más, por ejemplo, el cerebro visual. Podríamos decir que el estudio del cerebro se encuentra aún en la infancia. Sabemos que las formas, los colores o el movimiento están regulados por distintas partes, pero no sabemos cómo se combina todo esto para que lo percibamos como una sola cosa. Tampoco sabemos qué es la conciencia. Decimos que somos seres conscientes pero no podemos determinar con exactitud qué es eso.

—¿Y si hablamos de sentimientos…?
—Estamos empezando a saber de ellos. La típica pregunta que se hace la gente, ¿por qué una pieza de música me emociona? Estamos empezando a saber la respuesta y, aunque aún no la tengamos, soy optimista, creo que la tendremos algún día.

—Usted ha estudiado cómo el arte afecta a nuestro cerebro. ¿Qué es lo que una pintura o una escultura nos pueden producir?
—La función básica del cerebro es obtener conocimiento sobre el mundo. Esto se lleva a cabo a través del lenguaje, del olfato, del oído… El arte es una extensión de esta función del cerebro, es decir, el arte nos da conocimiento sobre las cosas, porque en las grandes obras de arte, lo que el artista hace es incluir en una sola obra todas las posibilidades. Por ejemplo, el retrato de Velázquez de Juan de Pareja no es un retrato de Juan, ese mulato ayudante de Velázquez, sino de su carácter. El arte nos produce dos cosas: la primera, nos da conocimiento, y la segunda nos mueve, nos conmueve. De hecho, los sentimientos, las emociones son una forma de cocimiento, nos dan pautas para saber reaccionar. Por tanto, el arte nos da conocimiento y conocimiento emocional. Pero además tiene una tercera función: nos permite expresar nuestros conceptos. Cuando hago un retrato de una mujer, pinto mi concepto de esta mujer. Tiene pues un valor terapéutico en tanto que me permite vivir a través de él lo que no puedo vivir en la vida.

—Pero no todo el mundo es capaz de realizar un retrato…
—Sí, es cierto. No todo el mundo es capaz de realizar un retrato, por no tener las habilidades para hacerlo, pero incluso no todos los artistas pueden hacer un retrato. Michelangelo nunca pintaba retratos —lo hizo sólo de dos personas— y no lo hacía porque no se veía capaz de transformar la belleza en su cerebro. De todas formas, aunque mucha gente no tenga la habilidad para crear una obra de arte, sí la tiene para apreciarla. Apreciar una pintura es un proceso activo no pasivo.

—Usted comenta que los artistas son “neuropsicólogos intuitivos” ya que captan los conceptos del cerebro en su pintura. ¿El artista nace pero no se hace?
—Hay que tener el gusto o la sensibilidad, pero para ser un artista hay que aprender. Hay que pintar con el cerebro, claro, sin cerebro no se puede pintar, pero lo que quiero decir es que la pintura debe obedecer a las órdenes del cerebro. En este sentido, los artistas explotan el potencial de su cerebro.

—¿De alguna forma podemos decir que el arte nos hace mejores…?
—No, no lo creo, no creo que nos haga universalmente mejores. Creo que nos da sentimientos y conocimiento pero no tiene nada que ver. Gente con muy malos sentimientos ha apreciado el arte, son cosas compartimentadas.

—¿Por qué los humanos hemos usado siempre el arte, que, aunque nos aporta conocimiento, éste no es de tipo práctico como la medicina?
—Cierto. El arte, según en qué sentido, no nos da un conocimiento útil, pero a la vez es útil en el sentido que tipifica y clasifica cosas. Por ejemplo, nos ayuda a entender las formas. Mondrian decía que la clave está en las líneas rectas. De esto hace más de 50 años, y ahora algunos científicos han descubierto que el cerebro responde a líneas rectas, que son la arquitectura primaria para todas las formas.

—Mondrian, de hecho, fue pintor y teórico…
—Sí, sí lo fue. Estaba interesado en saber cuál era el constituyente de todas las formas, y encontró que era la línea recta. En breve publicaré un artículo acerca del tema.

—¡Vaya! No descubramos más por ahora. Usted también ha estudiado ampliamente el amor, y sostiene que nuestro cerebro tiene una idea abstracta de él y que se produce una confrontación con la experiencia real porque no se corresponden. ¿Estamos condenados a sufrir por amor?
—Sí, la idea y la experiencia no casan. Los conceptos cambian, pero hay unos abstractos en nuestras ideas, como lo que describía Platón; la diferencia es que no están en el exterior sino en nuestro cerebro, que permanecen. Con el amor hay un serio problema: si el amor real no satisface el concepto que tiene aquél que ama, hay un desastre. Y este desastre es tangible puesto que el 50 o 60% de los matrimonios acaban en divorcio. Y si unimos que un 50% no se divorcian por razones económicas o por los hijos, encontramos un número muy significativo de gente —no todo el mundo, claro— que es infeliz con el amor. Por muchas razones, pero entre ellas está el hecho de que nuestro sistema biológico tiene un concepto muy difícil de satisfacer: la unidad de los amantes, algo imposible ya que somos individuos. Si miramos a los grandes amantes de la historia de la literatura, la mayoría son infelices…

—O mueren. ¿Quizá nos hemos equivocado haciendo que nuestra sociedad se sustente en la pareja, en la familia tradicional?
—Yo mismo comenté hace unos años que deberíamos revisar el concepto de matrimonio, que debería ser un contrato renovable cada tres años, y así sucesivamente. De hecho, esto tiene sentido ya que si vemos cuánto divorcio y cuánta infelicidad hay… Creo que la sociedad no ha entendido bien nuestro sistema biológico. No obstante, sociedad y biología tienen en el fondo el mismo empeño: la biología tiende a crear más y más niños, y el empeño de la sociedad es proteger a esos niños. Son parecidos pero con distintos métodos. Y el método de la sociedad, tener una pareja para toda la vida, no responde a una realidad biológica.

—¡Buf! No parece muy optimista…
—(Ríe) Sí, soy optimista ya que si la sociedad logra entender esto, podrá cambiar y seremos más felices. Porque, desde luego, hay mucha gente infeliz en sus relaciones de pareja.

—Si partimos de la base de que todo depende de reacciones químicas y conceptos de nuestro cerebro, cuando nos enamoramos de alguien e intentamos enamorarle o que simplemente se fije en nosotros, ¿eso no está en nuestras manos?
—Locos, locos (en español) estamos cuando nos enamoramos puesto que nuestro lóbulo frontal está desactivado. Nos volvemos locos, no vemos lo negativo de estar enamorado de tal persona, vemos el resto de cosas —nuestro trabajo, una obra de arte— pero en lo que se refiere a juzgar a esta persona, en eso, no vemos nada. Cuántos padres dicen a sus hijos que no deben juntarse con tal persona, pero eso no funciona porque no somos razonables. Y querer que alguien se enamore de nosotros no está en nuestro control, igual que tampoco lo está decidir que no queremos enamorarnos de alguien. El problema ocurre cuando cambian nuestros conceptos del amor y pasan 5 años y nos preguntamos ¿ésta es la persona con la que me casé? (Ríe).

—¿Eso pasa porque al principio no éramos razonables, y luego lo somos?
—Sí, pero también porque hay cambios químicos en nuestro cerebro que nos hacen ver las cosas diferentes. La locura del amor se restringe a la primera fase pasional, después hay gente que sigue enamorada pero ya no es ese amor loco.

—Entonces, eso de la llama eterna del amor ¿es un cuento?
—Todo puede ocurrir en biología, incluso los extremos. Es decir, hay gente que sí conserva siempre esa llama pero, para la mayoría, se apaga.

La Vanguardia

NotaCMP.- Otro más que concuerda en que lo que llamo drogamor es una locura, por no decir una imbecilidad. Me llama mucho la atención su mención a que la sociedad debería hacer algo al respecto; tal vez estamos ya en camino de eso. Otro buen síntoma es que alguien ya dijo que el contrato de matrimonio debería durar siete años, y ahora este señor dice que tres.