DIÓGENES DÍAZ CABRERA
(1904-1993)
Diógenes Díaz Cabrera, cónsul y funcionario de la cancillería venezolana, memorialista y francmasón, en cuyas actividades llevó a cabo substantiva labor, es uno de los palmeros representativos de la emigración a Venezuela en la primera mitad de nuestro siglo XX.
Nació en Santa Cruz de La Palma el 10 de febrero de 1904, hijo de Antonio Díaz Paz y de Rosario Cabrera Martín; nieto por linea paterna de Juan Antonio Díaz Calderón y de Josefa de Paz Álvarez; y nieto por línea materna de Urbano Carera Álvarez y de Isabel Martín de León, todos ellos naturales de Santa Cruz de La Palma.
Pero su padre —que había residido muchos años en Venezuela, donde realizó importantes empresas mercantiles y obtuvo la nacionalidad venezolana— al nacer su hijo lo inscribió, como venezolano por nacimiento, en el consulado de Venezuela.
En su ciudad natal recibió la enseñanza primaria en la escuela de don Régulo Arocena Díaz, así como otros aprendizajes que le permitieron desempeñarse como comerciante y cónsul de Venezuela en La Palma, cargo para el que fue nombrado por el Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, y el cual desempeñó desde noviembre de 1927 hasta marzo de 1941.
También, desde muy joven, militó en la francmasonería, y ya en 1935 figuraba en la Logia Abora Num. 2, de Santa Cruz de La Palma, como secretario con el nombre simbólico de Nakens.
Su padre había pertenecido ya en 1889 con el nombre simbólico Guatire, tanto en la Logia Abona Num. 91 (1875-1900), como en la Logia Abona Num. 331 (1911-1923), ambas también en Santa Cruz de La Palma, y en esta última era Segundo Vigilante (1914).
Posteriormente realizó cursos de inglés, cuyo idioma logró dominar con perfecta pronunciación.
Al iniciarse el alzamiento del Gral. Franco, el 18 de julio de 1936, se le empieza a perseguir ideológicamente por su pensamiento republicano, y el gobierno dictatorial lo declara persona no grata por su actuación en el desempeño consular y por pertenecer a la francmasonería con el grado tercero, por ello se le encarcela y, juzgado por un Consejo de Guerra, el 28 de noviembre de 1941, sufre once prisiones: Prisión de Fyffes, en Santa Cniz de Tenerife; Cárcel Provincial, de Cádiz; Cárcel Modema, de Sevilla; Córdoba, Linares (Jaén); Alcázar de San Juan (Ciudad Real); Torrijos (Madrid); Porlier (Madrid); Puerto de Santa María (Cádiz); y Burgos, donde fue puesto en libertad y expulsado del país.
Posteriormente será encarcelado una vez más, como veremos.
Repatriado por el gobierno venezolano, al salir de la prisión de Burgos partió del puerto de Cádiz a bordo del vapor “Cabo de Homos” y arribó a Puerto Cabello (Estado Carabobo, Venezuela) el 6 de agosto de 1943.
A su llegada a Venezuela se le nombró funcionario de la Dirección de Consulados y Administración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, desde el 1° de septiembre de 1943. Y en 1944, al ser fraccionada ésta en dos direcciones, la de Consulados y la de Administración, pasó a esta última, permaneciendo en ella hasta el retorno a su archipiélago natal.
Fueron entonces Ministros de Relaciones Exteriores el Dr. Caracciolo Parra Pérez (1941-1945), el Dr. Gustavo Herrera (1945) y el Dr. Carlos Morales Fernández (1945-1947); y Director General del Ministerio don Henrique Díaz Fortoul y Macadet.
Durante su permanencia en Caracas fue presidente del Centro Canario (1941-1944) del que fue asimismo Secretario de la Comisión de Propaganda de su Junta Permanente que tuvo a su cargo la fundación y publicación de la revista “Canarias” (1943-1944), que bajo la dirección de José Pérez Sicilia abogó por la defensa de los intereses de la colonia isleña en Venezuela.
Posteriormente regresó a la isla de su nacimiento. Partió de Puerto Cabello a bordo del vapor “Santa Cruz», el 2 de octubre de 1947, y con escala en Willemstad (Curaçao) y La Habana (Cuba), arribó a Santa Cruz de Tenerife el 7 de noviembre del mismo año, y finalmente a Santa Cruz de La Palma, donde había quedado su esposa, doña Rosa Rodríguez Hernández, hija de don Manuel Rodríguez Acosta y de doña Evangelina Hernández, al cuidado de éstos y de sus propios hijos: Antonio Manuel Díaz Rodríguez —quien también fuera cónsul de Venezuela en La Palma, y galardonado por el Gobierno de Venezuela con la Orden “Andrés Bello», segunda clase (1980)—, y de Rosa Díaz Rodríguez, ambos casados y con sucesión.
En Santa Cruz de La Palma fue nuevamente hecho preso y permaneció en la Cárcel del Partido, desde el 21 hasta el 28 de diciembre de 1947, cuando finalmente fue puesto en libertad y, luego de varios meses, obtuvo la nacionalidad española, evitando así una nueva expulsión del país, y en La Palma allí se consagró a actividades mercantiles.
En 1978, en viaje de placer y acompañado por su señora esposa, visitó nuevamente a Venezuela, en cuya oportunidad fue agasajado por el Hogar Canario Venezolano.
Su quehacer en el servicio exterior de Venezuela le fue reconocido por el Gobierno de dicha República, que lo condecoró con la Orden “Francisco de Miranda», tercera clase (1980), la cual le fue impuesta por el ex-presidente de la República, Dr. Rafael Caldera Rodríguez.
En los últimos años publicó sus memorias, con el título de “Once cárceles y destierro” (Santa Cruz de Tenerife, Litografía A. Romero S. A., 1980), con prólogo de José Pérez Sicilia, libro en el que, como hombre liberal, nos narra con estilo sencillo la síntesis de los presidios que padeció y de su lucha en favor de la libertad, así como su estancia en Venezuela y los hechos que le tocó vivir, entre ellos el derrocamiento del Gral. Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945.
Esta obra la había concluido el 28 de diciembre de 1972, pero por razones políticas no la pudo editar hasta el 27 de diciembre de 1980.
Ya viudo, rodeado del cariño de sus hijos, de sus nietos y de sus amigos, el 15 de octubre de 1993 falleció en Santa Cruz de La Palma este palmero que vivió en Venezuela, donde dejó obra significativa.