[*ElPaso}– Personajes de mi pueblo, disminuidos pero no olvidados: El Catalino

31-12-2007

Carlos M. Padrón

Tampoco era de El Paso y tampoco sé de dónde vino; creo recordar que alguien dijo que era de un pueblo del norte de la isla.

Ocupó el kiosco que por años estuvo en la Plaza Nueva frente a la entrada principal de la iglesia. Era dado a la bebida, y cuando se le pasaba la mano se tornaba belicoso.

Un día de Semana Santa, terminada la procesión del Santo Entierro la gente se retiraba a sus casas, y luego regresaban La Plaza aquéllos que querían asistir a la Procesión del Retiro.

Yo fui uno de los que regresé, pero bastante antes de la hora de esa procesión, y al llegar al cruce de calles en la esquina de la Plaza Vieja, justo cuando subía a la acera donde, también por años, estuvo el mojón del kilómetro 1, noté que alguien venía corriendo, y gritando, por la calle donde estaba la barbería de don Pedro Gabino. Me detuve en espera de que apareciera, pero en cuanto lo hizo me lanzó una piedra que me golpeó en el costado izquierdo, a la altura de la cintura, y me noqueó instantáneamente. De haberme alcanzado en la cabeza me habría matado.

Las personas que me auxiliaron me dijeron, cuando medio desperté, que la piedra me la había lanzado El Catalino porque creyó que yo era uno de los muchachos que lo habían estado molestando por largo rato.

Éste tuvo también su anécdota romántica, pues estando un día cierta señora parada en la puerta de la venta de don Vicente Pino, en la Cruz Grande, vio que por la cuesta venía subiendo El Catalino. Como ella era, según entonces se decía, muy “zafada” (o sea, que decía y hacía cosas consideradas impropias de una dama), cuando El Catalino pasó frente a ella, y estando la venta llena de parroquianos, le dijo:

—Oye, Catalino, ¿quieres dormir conmigo esta noche?

Sin titubear ni inmutarse en lo más mínimo, El Catalino le respondió:

—No, gracias. Estoy comprometido.

Creo que de las anécdotas acaecidas en el pueblo, ésta era la que más risa le causaba a mi madre.

Refiere el amigo Juan Antonio Pino que su padre, don Antonio Pino, le contaba que El Catalino era tan fanático de todo lo frito que decía “¡Fritos me como yo hasta los moñigos de burro!». Y que un día, por algo como una afección intestinal, hubo de ser hospitalizado en estado grave, pero por más que el personal sanitario se esforzó no consiguió que El Catalino diera del cuerpo. Informado de que era necesario que lo hiciera, pidió que en el suelo, junto a su cama, le pusieran un saco.

Así lo hicieron, y entonces, con la debida ayuda, bajó de la cama, se puso de cuclillas sobre el saco y cagó a placer, mientras decía: “¡Muero en mi ley!”.

[*FP}– De Carpádrez: "Rehacer la vida"

1997

La mayoría de las mujeres con quienes he hablado al respecto opinan que un hombre como yo, al igual que cualquier otro en mi condición ─divorciado y muy cerca de los 60─ debe buscar pareja estable o, para usar la expresión que ellas más usan, debe ‘rehacer su vida’.

Salvo contadas excepciones, las razones que me dan son cuatro:

Por lo menos hasta el momento ni siquiera las cuatro razones juntas justifican para mí la formalización de un vínculo de pareja estable, pues lo que yo espero de ésta es algo más, algo de índole menos material y más elevada, menos de actitudes y más de valores.

Lo que hay tras esas cuatro razones es, aunque válido, algo que se puede fingir y comprar; lo que hay tras lo que yo busco, no.

Carlos M. Padrón

[*Otros}– Palmeros en América / David W. Fernández: Diógenes Díaz Cabrera

DIÓGENES DÍAZ CABRERA
(1904-1993)

Diógenes Díaz Cabrera, cónsul y funcionario de la cancillería venezolana, memorialista y francmasón, en cuyas actividades llevó a cabo substantiva labor, es uno de los palmeros representativos de la emigración a Venezuela en la primera mitad de nuestro siglo XX.

Nació en Santa Cruz de La Palma el 10 de febrero de 1904, hijo de Antonio Díaz Paz y de Rosario Cabrera Martín; nieto por linea paterna de Juan Antonio Díaz Calderón y de Josefa de Paz Álvarez; y nieto por línea materna de Urbano Carera Álvarez y de Isabel Martín de León, todos ellos naturales de Santa Cruz de La Palma.

Pero su padre —que había residido muchos años en Venezuela, donde realizó importantes empresas mercantiles y obtuvo la nacionalidad venezolana— al nacer su hijo lo inscribió, como venezolano por nacimiento, en el consulado de Venezuela.

En su ciudad natal recibió la enseñanza primaria en la escuela de don Régulo Arocena Díaz, así como otros aprendizajes que le permitieron desempeñarse como comerciante y cónsul de Venezuela en La Palma, cargo para el que fue nombrado por el Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, y el cual desempeñó desde noviembre de 1927 hasta marzo de 1941.

También, desde muy joven, militó en la francmasonería, y ya en 1935 figuraba en la Logia Abora Num. 2, de Santa Cruz de La Palma, como secretario con el nombre simbólico de Nakens.

Su padre había pertenecido ya en 1889 con el nombre simbólico Guatire, tanto en la Logia Abona Num. 91 (1875-1900), como en la Logia Abona Num. 331 (1911-1923), ambas también en Santa Cruz de La Palma, y en esta última era Segundo Vigilante (1914).

Posteriormente realizó cursos de inglés, cuyo idioma logró dominar con perfecta pronunciación.

Al iniciarse el alzamiento del Gral. Franco, el 18 de julio de 1936, se le empieza a perseguir ideológicamente por su pensamiento republicano, y el gobierno dictatorial lo declara persona no grata por su actuación en el desempeño consular y por pertenecer a la francmasonería con el grado tercero, por ello se le encarcela y, juzgado por un Consejo de Guerra, el 28 de noviembre de 1941, sufre once prisiones: Prisión de Fyffes, en Santa Cniz de Tenerife; Cárcel Provincial, de Cádiz; Cárcel Modema, de Sevilla; Córdoba, Linares (Jaén); Alcázar de San Juan (Ciudad Real); Torrijos (Madrid); Porlier (Madrid); Puerto de Santa María (Cádiz); y Burgos, donde fue puesto en libertad y expulsado del país.

Posteriormente será encarcelado una vez más, como veremos.

Repatriado por el gobierno venezolano, al salir de la prisión de Burgos partió del puerto de Cádiz a bordo del vapor “Cabo de Homos” y arribó a Puerto Cabello (Estado Carabobo, Venezuela) el 6 de agosto de 1943.

A su llegada a Venezuela se le nombró funcionario de la Dirección de Consulados y Administración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, desde el 1° de septiembre de 1943. Y en 1944, al ser fraccionada ésta en dos direcciones, la de Consulados y la de Administración, pasó a esta última, permaneciendo en ella hasta el retorno a su archipiélago natal.

Fueron entonces Ministros de Relaciones Exteriores el Dr. Caracciolo Parra Pérez (1941-1945), el Dr. Gustavo Herrera (1945) y el Dr. Carlos Morales Fernández (1945-1947); y Director General del Ministerio don Henrique Díaz Fortoul y Macadet.

Durante su permanencia en Caracas fue presidente del Centro Canario (1941-1944) del que fue asimismo Secretario de la Comisión de Propaganda de su Junta Permanente que tuvo a su cargo la fundación y publicación de la revista “Canarias” (1943-1944), que bajo la dirección de José Pérez Sicilia abogó por la defensa de los intereses de la colonia isleña en Venezuela.

Posteriormente regresó a la isla de su nacimiento. Partió de Puerto Cabello a bordo del vapor “Santa Cruz», el 2 de octubre de 1947, y con escala en Willemstad (Curaçao) y La Habana (Cuba), arribó a Santa Cruz de Tenerife el 7 de noviembre del mismo año, y finalmente a Santa Cruz de La Palma, donde había quedado su esposa, doña Rosa Rodríguez Hernández, hija de don Manuel Rodríguez Acosta y de doña Evangelina Hernández, al cuidado de éstos y de sus propios hijos: Antonio Manuel Díaz Rodríguez —quien también fuera cónsul de Venezuela en La Palma, y galardonado por el Gobierno de Venezuela con la Orden “Andrés Bello», segunda clase (1980)—, y de Rosa Díaz Rodríguez, ambos casados y con sucesión.

En Santa Cruz de La Palma fue nuevamente hecho preso y permaneció en la Cárcel del Partido, desde el 21 hasta el 28 de diciembre de 1947, cuando finalmente fue puesto en libertad y, luego de varios meses, obtuvo la nacionalidad española, evitando así una nueva expulsión del país, y en La Palma allí se consagró a actividades mercantiles.

En 1978, en viaje de placer y acompañado por su señora esposa, visitó nuevamente a Venezuela, en cuya oportunidad fue agasajado por el Hogar Canario Venezolano.

Su quehacer en el servicio exterior de Venezuela le fue reconocido por el Gobierno de dicha República, que lo condecoró con la Orden “Francisco de Miranda», tercera clase (1980), la cual le fue impuesta por el ex-presidente de la República, Dr. Rafael Caldera Rodríguez.

En los últimos años publicó sus memorias, con el título de “Once cárceles y destierro” (Santa Cruz de Tenerife, Litografía A. Romero S. A., 1980), con prólogo de José Pérez Sicilia, libro en el que, como hombre liberal, nos narra con estilo sencillo la síntesis de los presidios que padeció y de su lucha en favor de la libertad, así como su estancia en Venezuela y los hechos que le tocó vivir, entre ellos el derrocamiento del Gral. Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945.

Esta obra la había concluido el 28 de diciembre de 1972, pero por razones políticas no la pudo editar hasta el 27 de diciembre de 1980.

Ya viudo, rodeado del cariño de sus hijos, de sus nietos y de sus amigos, el 15 de octubre de 1993 falleció en Santa Cruz de La Palma este palmero que vivió en Venezuela, donde dejó obra significativa.

[*Opino}– Un bello rostro de mujer

Ignoro quién es la muchacha de esta foto que encontré en una publicidad puesta en Internet, pero si sé que esta muchacha tiene, en conjunto, el rostro de mujer más bello y menos frívolo que he visto últimamente.

Por supuesto, no responde a los estándares que sobre belleza rigen ahora, pero esa expresión de serena tristeza, esa mira límpida, la perfección del rostro, y la ausencia, al menos aparente, de maquillaje, me parecen seductores.

[*ElPaso}– Personajes de mi pueblo, disminuidos pero no olvidados: Josefita

24-12-2007

Carlos M. Padrón

La conocí como una viejita solterona, que vivía en el Camino Viejo y siempre vestía de negro y portaba una pequeña caja metálica en la que llevaba tabaco en polvo, pues su vicio era “fullar” (= inhalar) ese producto (como se ve, lo de inhalar coca tampoco es tan nuevo) y siempre tenía la nariz impregnada de él.

No era una pordiosera ni pedía limosna. Su rasgo folclórico consistía en que si alguien que la encontrara en la calle le pedía que cantara, ella contestaba que no podía porque andaba con prisas. Pero esto no pasaba de ser una excusa para hacerse de rogar, y a la segunda o tercera petición, guardaba en un bolsillo la cajita metálica, se acercaba a una pared y poniendo sobre ella los sarmentosos dedos de sus arrugadas manos comenzaba a accionar como si tocara el piano al tiempo que cantaba “Canta, pajarito, canta; canta al son del piano. Cai, cai”, como muy bien la representa Wifredo Ramos en este dibujo,

Y ahí finalizaba el concierto.

Al parecer, alguien desconsiderado, que no faltaba quien abusara de estas gentes, la tomó una vez por su cabellera y la introdujo por la boca de una aljibe como si fuera a soltarla para que cayera el fondo y se ahogara, y por eso cuando le preguntaban si creía en las brujas contestaba:

—Sí creo porque a mí me agarró una por los pelos y quería botarme en la aljibe.

Esther Padrón me recuerda algo que me dejé en el tintero: cuando a Josefita le preguntaban cuántos años tenía, su respuesta —muy femenina, por cierto— era siempre la misma:

—¡Veinticinco virando pa’quince!

[*ElPaso}– “Dándole vueltas al viento” / Poemas de Antonio Pino Pérez: Brisa en la cumbre

De nuevo es la brisa el tema de otro hermoso poema de este autor. A uno publicado antes, Mensajera la brisa, adjunté una fotos de nuestra muy típica brisa; a éste adjunto otra, cortesía de Roberto González, tomada desde lo alto del Bidigoyo en el momento en que la bruma corona la Cumbre Nueva, y antes de comenzar a “caer” hacia el Llano de las Cuevas, extremo Este y más alto del Valle de Aridane.

Carlos M. Padrón

***

BRISA EN LA CUMBRE

Para A. Gómez Felipe, cordialmente.

En la quieta molicie de la tarde infinita
me llamaron las rosas de las nubes volantes,
la cascada de bruma de los vientos reinantes
que regaron la tierra con la lluvia bendita.

Bidigoyo y Behenauno, los eternos puntales,
Limitaron el río de la brisa impetuosa,
Que por toda la cumbre —mar de nubes— rebosa,
Cual la comba de gloria de los arcos triunfales.

Va cayendo en vellones de blancura celeste
con la gracia increíble de promesas aladas.
Tiene todo el encanto de las cimas nevadas,
Trae todas las furias de los vientos del Este.

Va cayendo y no cae… en riada incesante,
llega en lenguas de nubes al Santuario del Pino,
y lo besa y lo envuelve en fugaz torbellino
que se eleva a los cielos en la tarde inquietante.

Cataratas de espuma de los mares del cielo
perfumadas de lluvia y alocadas al viento,
os lleváis el mensaje del mejor pensamiento
y pasáis como sombras en el triunfo del vuelo.

Alumbráis con ensueños de blancura indecible,
como rayos de luna de las fuentes astrales,
y caéis con fulgores de luces siderales
en sonrisa de brumas de belleza increíble.

En la brisa despierta, que amanece en las vidas,
—agitada, revuelta, cantarina, soñada—
la hemos visto en las flores del almendro cuajada
y en las blancas mejillas de rubor encendidas.

Yo la he visto en las noches de mi vida andariega
luminosa cayendo sobre el Valle dormido,
y cantar en los árboles el vibrante alarido
de una fuerza sin nombre que de lejos nos llega.

Bienhechora del Valle, curandera de alturas
que en los mares ahogas impurezas de males.
¡Yo quisiera embarcarme en tus fuerzas vitales
y embrujar en tus nieblas mis soñadas locuras!

Y sentir la caricia de tus plumas ligeras
y el concierto solemne de tus músicas rudas
que llevaron las hojas de tus ramas desnudas
y los pétalos muertos de las rosas postreras.

1949

[Otros}– Encuentran en La Palma (Canarias) una especie de lagarto gigante que se creía extinguida

19.12.07

SAN SEBASTIÁN DE LA GOMERA.- El lagarto gigante de La Palma —Gallotia auaritae— es una especie que se creía extinguida. Sin embargo, José Antonio Mateo, biólogo del Centro de Recuperación del lagarto gigante de La Gomera, ha obtenido fotografías de uno de esos ejemplares endémicos de la isla.

Con ser importante, no sería un descubrimiento demasiado original. Hace un cuarto de siglo se pensaba que la única especie de lagarto gigante que había sobrevivido a la llegada de los españoles era el de Gran Canaria. Pero desde entonces se han ido encontrando pequeñas colonias de lagartos de Tenerife, La Gomera y El Hierro. Ahora le ha tocado el turno a La Palma.

Según el relato de Mateo, el 13 de julio de este año Luis Enrique Mínguez, del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), en un recorrido a pie por el noreste de La Palma, se topó con un lagarto de gran tamaño junto a una pista forestal a 45 metros sobre el nivel del mar. El reptil apenas se inquietó, y se limitó a caminar sin sobresaltos hacia la vegetación próxima al camino, de forma que le pudo hacer varias fotografías.

Las imágenes muestran a un macho de lagarto canario de coloración dorsal muy oscura y sin manchas de colores. Por las referencias visuales del lugar (piedras y plantas), Mateo y el equipo de expertos que se desplazaron a La Palma creen que el animal tendría entre 157 y 167 milímetros desde el hocico a la cloaca, con una longitud total de entre 301 y 312 milímetros. Por el tamaño podría tratarse de un animal de unos cuatro años, y de unos 170 gramos de peso.

Sin embargo, el equipo no pudo obtener nuevas evidencias de su presencia en la isla. En declaraciones a ELMUNDO.ES, Mateo afirmó que, por la edad y el lugar en el que fue avistado “lo más probable es que esté ‘en dispersión’»; es decir, buscando un nuevo lugar de asentamiento, que no estará a más de 500 ó 1.000 metros del sitio en el que se le hicieron las fotografías. En su opinión, ahora lo más importante es desarrollar un programa intensivo de búsqueda.

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