[*ElPaso]– Clara Rita y Julito, contradicciones del drogamor

Carlos M. Padrón

Clara Rita era una muchacha de El Paso de físico espectacular, pero, como se dice hoy en este lado del charco, muy zanahoria —cándida e ingenua, en cristiano,… y naïve en gomero—. Era la novia oficial de Julito, igualmente de El Paso, quien bebía los vientos por ella.

Un día que Julito estaba jugando billar con un amigo en el Bar Central, ubicado en el centro del pueblo, el amigo, que recostado cerca de la puerta más cercana a la mesa de billar esperaba su turno al taco, dijo con tono de excitación: “¡Ahí viene subiendo Clara Rita!”.

De inmediato Julito dejó sobre la mesa el taco y corrió a apostarse en el centro del marco de la tal puerta para ver pasar a su adorado tormento que, efectivamente, venía subiendo por la acera de enfrente al bar, pues ninguna mujer que se preciara pasaba por la acera pegada al bar mientras éste estuviera abierto o hubiera hombres en él.

Era lo más que con respecto a su novia podía hacer Julito ese día, pues, aunque el noviazgo era formal, no siendo jueves ni domingo ellos no podían “enamorar”, o sea, reunirse para dialogar, pasear, etc. Eso era actividad reservada para jueves y domingos.

Julito clavó en Clara Rita una embelesada mirada que la siguió imperturbable hasta que la muchacha, un tanto errática en su andar porque se sabía observada, llegó al final de la calle, dobló a la derecha y dejó de ser visible para Julito. Y entonces, en un arrebato casi histérico, Julito pateó contra la puerta, estando aún parado bajo su marco, y gritó:

—¡Es que no, no puede ser! ¡¡No puedo ni imaginármelo!!

Sorprendido, el amigo le preguntó a qué se refería, y Julito, con acento atribulado, contestó:

—Que yo no puedo pensar que Clara Rita cague. ¡¡No puedo imaginármela cagando!!

Una prueba de cómo el drogamor idealiza y crea su propia realidad.

Los viejos de El Paso llamaban a eso “jozar mierda”, donde ‘jozar’ era una mala pronunciación de ‘hozar’ (= mover y levantar la tierra con el hocico), que es lo que suelen hacer los cochinos,… pero con su propio excremento. Los cubanos son más directos al respecto y acuñaron el término ‘comer mierda’, del cual deriva el adjetivo ‘comemierda’, y eso, comer mierda, era lo que Julito hacía con respecto a su novia, como hace todo drogamorado bajo los efectos de su drogamoramiento.

Es el caso que por boca de una amiga Clara Rita supo lo de la competición vulvística que ya conté en Concurso clandestino e insólito de una C3, e intrigada interrogó a su amiga acerca de por qué las competidoras llegaron al para ella tan insólito tópico de conversación.

Sea lo que fuere que recibió como explicación, Clara Rita se encerró en su dormitorio, en presencia de su amiga, abrió bien la ventana que daba a la calle (no corría riesgo de que desde afuera la vieran porque su dormitorio estaba en el segundo piso y no había cerca casas tan altas), se desnudó de medio abajo, se sentó en la cama, de frente a la ventana para que le diera bien la luz del día, dobló sus piernas, abrió sus muslos, alzó su pelvis y, tomando un espejo, lo enfocó de forma que, reflejada claramente en él, pudo ser su propia vulva.

Después que la examinó en detalle, frunciendo cada vez más el ceño, alzó la vista hacia su amiga y, con expresión de perplejidad, exclamó:

—¿¡Y por “esto” se vuelven locos los hombres!? ¿¡¡Pues no sé qué es lo que le ven!!?

P.D.: Fue la propia Clara Rita quien después contó esta historia, buscando, según se comentaba, que alguien le explicara por qué los hombres enloquecían por algo tan feo como una vulva femenina.

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