Cuando se es víctima de la incomprensión y de la injusta acusación a ultranza, el poder manifestarse, aún sin garantía de respuesta, es un desahogo necesario. Y aunque sé que si no pregunto me hará menos daño que no me contesten, si no pido me hará menos daño que no me den, y si no llamo me hará menos daño que no me respondan, siempre mantendré la esperanza.
Pero siempre quedará la duda. Se dice comúnmente que «la peor gestión es la que no se hace».
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