[*MiIT}– Computación Personal, herramienta indispensable. 6: La computadora rentable

Carlos M. Padrón

A partir de la ENIAC (1946) la computadoras tenía ya CPU (memoria y tiempos de procesamiento), Unidades de I/O (consola, lectora de tarjetas, cintas, discos, impresora), lenguajes de programación, compiladores, programas, y programa almacenado, elementos éstos que casi configuran una moderna PC.

Sin embargo, en comparación con una PC o con mainframes de hoy, las computadoras de la época eran muy grandes, pesadas, lentas, ocupaban mucho espacio, disipaban mucho calor (requerían sistemas de enfriamiento), consumían mucha energía, etc., y eran muy costosas. Se fabricaban para fines muy puntuales y contra pedido. Pero con el advenimiento del transistor en 1957 (más capacidad de memoria, menos espacio, menos calor y menor costo), en 1959 IBM lanzó al mercado la famosa computadora 140, que ilustra esta foto:

que, desarrollada con tecnología SMS (Standard Modular System) vino a representar para la computación lo que el avión DC-3 representó para la aviación comercial: la hizo rentable y marcó el inicio de su gran desarrollo. Por eso es famosa.

De la 1401, con capacidad de memoria de 4K, 8K ó 16K (un simple disquete de hoy tiene 90 veces 16K) y con I/O de consola, impresora de cadena, lectora de tarjetas y cintas (podía también usar discos), se vendieron más de mil unidades durante los primeros seis años, cifra impresionante para la fecha.

El lenguaje de programación más usado con la 1401era el Assembler, cuyos buenos programadores eran escasos y bien pagados en su medio, pero realmente se conocían de cabo a rabo todo lo relativo a la programación de esta computadora, hasta el último bit de su memoria y la última instrucción del programa.

Su mayor orgullo era lograr desarrollar un programa muy complejo que cupiera en la memoria disponible, que generalmente era de 4K. Algunos llevaron esto a extremos, y así el Gerente de Procesamiento de Datos (que así se llamaba entonces al más alto nivel del centro de cómputo) de un Banco, programador de vocación, ante la necesidad que se presentó de disponer de un programa clave, prometió a la alta gerencia que él lo desarrollaría de forma tal que cupiera en los 4K de memoria de su 1401, con lo cual le ahorraría al Banco el costo del módulo adicional de 4K, que, de no ser así, tendrían que comprar.

Este señor se dedicó a su tarea con tal devoción que no sólo descuidó sus responsabilidades gerenciales sino también las personales y familiares. Cuando en mis labores de venta me tocaba visitarlo, no me invitaba a tomar asiento, y, al igual que yo, se quedaba parado junto a su escritorio como un medio de ponerme presión para que mi visita fuera muy corta, y como un medio también de hacerme sentir su molestia porque yo le había dicho a la alta gerencia que el costo del tiempo que tomaría desarrollar el mencionado programa, más el salario de las personas que deberían dedicarse a las tareas que nuestro hombre había abandonado, más el valor de lo que el Banco estaba perdiendo en espera del tal programa, etc. era superior al costo del módulo adicional de 4K que permitiría disponer en poco tiempo del programa en cuestión. Pero cada vez que la gerencia mencionaba esto, el señor, actuando como programador y no como gerente, reiteraba con renovada fuerza sus promesas y compromisos.

Un día me molesté y fui a la visita semanal decidido a que, aunque no me invitara a sentarme ni se sentara él, yo permanecería en su oficina mientras pudiera. Por 48 largos minutos estuvimos ambos parados junto a su escritorio, hasta que tuvo que dejarme por una reunión urgente. El motivo de tal reunión fue anunciarle su despido, pues un gerente alto, víctima número 1 de la falta del programa clave, repasó el cálculo antes mencionado, concluyó que era cierto, y mandó a comprar de inmediato el módulo de 4K. Y ya, con base a 8K, un programador, de menor rango y menor salario, tuvo listo el programa para la fecha en que ese módulo fue instalado en la 1401.

Hoy los programadores disponen de computadoras con gigabytes y más gigabytes de memoria. El precio a pagar es que, a diferencia de sus colegas de antes, los de ahora no pueden ya tener el profundo conocimiento de lo que ocurre hasta la última instrucción del programa y el último bit de la computadora, pues las de hoy no tienen la limitación de ejecutar sólo un programa a la vez; pueden ejecutar varios al mismo tiempo y con miles y miles de instrucciones cada uno, lo cual aumenta la necesidad de exactitud de que ya hablamos, pues si la 1401 nos daba basura si la alimentábamos con instrucciones y/o datos erróneos, las de ahora nos inundarían literalmente de basura porque, aunque más veloces, más rendidoras, más capaces, etc., siguen siendo tan tontas como sus antecesoras.

A partir de la ENIAC (1946) la computadoras tenía ya CPU (memoria y tiempos de procesamiento), Unidades de I/O (consola, lectora de tarjetas, cintas, discos, impresora), lenguajes de programación, compiladores, programas, y programa almacenado, elementos éstos que casi configuran una moderna PC.

Sin embargo, en comparación con una PC o con mainframes de hoy, las computadoras de la época eran muy grandes, pesadas, lentas, ocupaban mucho espacio, disipaban mucho calor (requerían sistemas de enfriamiento), consumían mucha energía, etc., y eran muy costosas. Se fabricaban para fines muy puntuales y contra pedido. Pero con el advenimiento del transistor en 1957 (más capacidad de memoria, menos espacio, menos calor y menor costo), en 1959 IBM lanzó al mercado la famosa computadora 140, que ilustra esta foto:

que, desarrollada con tecnología SMS (Standard Modular System) vino a representar para la computación lo que el avión DC-3 representó para la aviación comercial: la hizo rentable y marcó el inicio de su gran desarrollo. Por eso es famosa.

De la 1401, con capacidad de memoria de 4K, 8K ó 16K (un simple disquete de hoy tiene 90 veces 16K) y con I/O de consola, impresora de cadena, lectora de tarjetas y cintas (podía también usar discos), se vendieron más de mil unidades durante los primeros seis años, cifra impresionante para la fecha.

El lenguaje de programación más usado con la 1401era el Assembler, cuyos buenos programadores eran escasos y bien pagados en su medio, pero realmente se conocían de cabo a rabo todo lo relativo a la programación de esta computadora, hasta el último bit de su memoria y la última instrucción del programa.

Su mayor orgullo era lograr desarrollar un programa muy complejo que cupiera en la memoria disponible, que generalmente era de 4K. Algunos llevaron esto a extremos, y así el Gerente de Procesamiento de Datos (que así se llamaba entonces al más alto nivel del centro de cómputo) de un Banco, programador de vocación, ante la necesidad que se presentó de disponer de un programa clave, prometió a la alta gerencia que él lo desarrollaría de forma tal que cupiera en los 4K de memoria de su 1401, con lo cual le ahorraría al Banco el costo del módulo adicional de 4K, que, de no ser así, tendrían que comprar.

Este señor se dedicó a su tarea con tal devoción que no sólo descuidó sus responsabilidades gerenciales sino también las personales y familiares. Cuando en mis labores de venta me tocaba visitarlo, no me invitaba a tomar asiento, y, al igual que yo, se quedaba parado junto a su escritorio como un medio de ponerme presión para que mi visita fuera muy corta, y como un medio también de hacerme sentir su molestia porque yo le había dicho a la alta gerencia que el costo del tiempo que tomaría desarrollar el mencionado programa, más el salario de las personas que deberían dedicarse a las tareas que nuestro hombre había abandonado, más el valor de lo que el Banco estaba perdiendo en espera del tal programa, etc. era superior al costo del módulo adicional de 4K que permitiría disponer en poco tiempo del programa en cuestión. Pero cada vez que la gerencia mencionaba esto, el señor, actuando como programador y no como gerente, reiteraba con renovada fuerza sus promesas y compromisos.

Un día me molesté y fui a la visita semanal decidido a que, aunque no me invitara a sentarme ni se sentara él, yo permanecería en su oficina mientras pudiera. Por 48 largos minutos estuvimos ambos parados junto a su escritorio, hasta que tuvo que dejarme por una reunión urgente. El motivo de tal reunión fue anunciarle su despido, pues un gerente alto, víctima número 1 de la falta del programa clave, repasó el cálculo antes mencionado, concluyó que era cierto, y mandó a comprar de inmediato el módulo de 4K. Y ya, con base a 8K, un programador, de menor rango y menor salario, tuvo listo el programa para la fecha en que ese módulo fue instalado en la 1401.

Hoy los programadores disponen de computadoras con gigabytes y más gigabytes de memoria. El precio a pagar es que, a diferencia de sus colegas de antes, los de ahora no pueden ya tener el profundo conocimiento de lo que ocurre hasta la última instrucción del programa y el último bit de la computadora, pues las de hoy no tienen la limitación de ejecutar sólo un programa a la vez; pueden ejecutar varios al mismo tiempo y con miles y miles de instrucciones cada uno, lo cual aumenta la necesidad de exactitud de que ya hablamos, pues si la 1401 nos daba basura si la alimentábamos con instrucciones o datos erróneos, las de ahora nos inundarían literalmente de basura porque, aunque más veloces, más rendidoras, más capaces, etc., siguen siendo tan tontas como sus antecesoras.

[*Opino}– Un caso de aversión nacional y visceral

Carlos M. Padrón

Pasa el tiempo y mi alergia a términos como “fichero” y “ordenador” no desaparece. Tengo para mí que, sobre todo el segundo, es producto de un antigringuismo a ultranza, reflejo tal vez de un complejo de gentilicio, pues el computador como tal nació en USA, y también la computación.

Antes de la aparición del sistema operativo se usaban máquinas —que en muchos de los países hispanohablantes del otro lado del charco, donde hay unos cuantos millones más que en España, llamábamos “de registro directo”— que ejecutaban un programa por vez y trabajaban en base a tarjetas perforadas. El trabajo de tales máquinas se basaba principalmente en leer el contenido de las tarjetas perforadas, ordenarlo e imprimirlo; de ahí que podría aceptarse que se las llamara ‘ordenadores’, y que, como las tarjetas perforadas se guardaban en grandes gaveteros como si fueran fichas, a un conjunto dado de ellas se les llamara ‘fichero’. Por ejemplo, el fichero de nómina de enero/1956, que contenía las tarjetas perforadas con la información de lo que había que pagar por la nómina correspondiente a ese mes.

Pero con el advenimiento del sistema operativo apareció una máquina que hacía mucho, pero mucho más, que ordenar; que no se alimentaba con fichas —dejando así obsoleto lo de ‘fichero’— y a la que en inglés se le llamó “computer”, término que fue aceptado por las más de las lenguas del mundo excepto por algunas como la francesa y la española. Esto no obstante, el DRAE registra la palabra “computador” o “computadora” además de “ordenador”. ¿Por qué, entonces, usar ordenador?. Es aquí donde creo que aparece el antes mencionado complejo.

Lo paradójico del caso es que en relación con la informática o ciencia de la computación existen términos derivados de ‘computador’ que no hay modo de hacer que deriven de ‘ordenador’, y, por ello, a pesar de que en España insisten en llamar ‘ordenador’ al ‘computador’ (lo cual me resulta insultante para una máquina tan maravillosa como el computador o computadora, y de ahí mi alergia, por decir lo menos) tienen que usar términos como computación o computacional. ¿Qué sentido tiene decir que supercomputación o computacional derivan de ordenador? Vean, como muestra, este pasaje que apareció en no recuerdo qué medio español: ‘Para su estudio, en consecuencia, se emplean potentes sistemas computacionales donde se simulan sus componentes, sus conexiones y sus interacciones,…”. O el artículo que copio más abajo y que extraje del diario español ABC, URL http://www.abc.es/teknologica/index.asp).

Desde el comienzo de la computación, el afán que los español por traducir lo intraducible h sido proverbial y rozado lo rid;iculo, y cuando parecía que comenzaba imponerse en esto un cierto grado de sensatez, este 13/08/2006 acaba de aparecer un artículo, del que más abajo copio un párrafo, en el que aún dicen octeto donde deberían decir, lo que me recuerda que una vez, para referirse al llamdo ‘linkage editor’ decían ‘compaginador de vinculación’ o ‘vinculador de enlace’; etc. Con el tiempo, y sobre todo con la expansión de Internet, no han tenido más remedio que aceptar términos como ‘byte’ (aunque ya veo que vuelven con él a las andadas), ‘online’, ‘phising’, ‘web’, ‘blog’, ‘cookie’ y muchos otros, pero insisten en traducir ‘email’ con el ridículo nombre de ‘emilio’ o ‘emilia’. Huelgan los comentarios.

Lamentablemente para los que así proceden, les guste o no, el idioma de la computación es el inglés, y por más que instalen en su computadora programas que supuestamente están en español, incluido el Windows, siempre aparecerán en pantalla mensajes en inglés, Y además, como la traducción al español de un término en inglés ocupa generalmente mucho más espacio que éste pero ambos aparecen enmarcados en un espacio de igual tamaño calculado para que quepan bien los términos en inglés, hay que arreglárselas para poder leer sus traducciones al español que muchas veces son, además de ininteligibles, risibles.

Por mi parte, seguiré,
— poniendo computador donde digan ordenador.
— poniendo archivo donde digan fichero. Aún no he logrado dos explicaciones iguales y con sentido sobre la diferencia entre ambos términos, pues usan los dos.
— poniendo byte donde diga octeto,… y se trate de computación.

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Un superordenador realiza la más precisa simulación informática de los «agujeros negros»

MADRID. Investigadores de la NASA han alcanzado un nuevo hito en supercomputación con el que ha sido posible reconstruir cómo se comportan y qué apariencia tienen las ondas gravitatorias ….. Otros equipos de investigadores habían intentado ese mismo objetivo, pero fracasaron en su intento. La NASA anunció ayer que, con ayuda de su más potente superordenador, este equipo sí ha logrado con éxito culminar su simulación informática.

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Párrafo de un artículo aparecido el 13 de agosto de 2006 en Yahoo! de España (sospecho que eso de darle a una compañía el nombre de YAHOO!, con exclamación al final, es producto de una deficiencia hormonal) en el que aún, y aunque parezca mentira, se habla de octetos en vez de bytes. ¡Simplemente PATÉTICO!.

13 de agosto de 2006

El primer PC: pesado, lento y terriblemente caro.

SAN FRANCISCO (AFP) – ….. el aparato puesto a la venta el 12 de agosto de 1981 había sido bautizado con un nombre tan poco atractivo como ‘IBM 5150 PC’, llevaba en una pantalla monocromada (NotaCMP.- O sea, monocromática) verde, un procesador Intel de 4,77 megahertzios y una memoria de 16 kilo-octetos)

[*ElPaso}– Mujer importada

13-08-2006

Carlos M. Padrón

Antonio, un muchacho de El Paso, emigró a Venezuela a comienzos de los 50, y Nieves, su novia, una muchacha también de El Paso, espigada y de buen ver sin ser una belleza, quedó esperando a que Antonio regresara a casarse con ella, o a que se casaran por poder y fuera ella a Venezuela a reunirse con él, según un trámite que fue bastante usado durante las décadas de los 50 y 60.

Por años, y como hicieron muchas otras muchachas, Nieves le “guardó la ausencia” a Antonio, o sea, se alejó de la vida social y sólo iba a misa, a funerales y a la boda de algún familiar cercano, pero nada de bailes, cine ni diversiones de ningún tipo.

Pero como el amor y la distancia no suelen hacer buenas migas, Antonio se casó en Venezuela con una mujer que poco tenía que agradecer a Dios por su físico, pues pequeña, regordeta y hasta con algo de joroba, no tenía ninguno de los atributos que hacen atractiva a una fémina. Y Nieves quedó para vestir santos, lo cual Doña Andrea, la madre de Nieves, nunca le perdonó a Antonio.

Pasaron los años, y un buen día Antonio regresó a El Paso trayendo consigo a su mujer «importada».

Como con cualquier otro “indiano” (así llamaban a los que venían de Venezuela, como llamaron antes a los que venían de Cuba), la noticia de su llegada corrió por todo el pueblo, que se hizo planes para asistir a la misa mayor del domingo inmediato siguiente a la llegada de Antonio, ya que era ley no escrita que él y su mujer debían ir a esa misa y, a la salida, saludar a todos los que allí iban a reunirse para ese fin, aunque fingiendo que no.

Y así ocurrió. Antonio y su mujer fueron a la misa mayor del domingo, y terminada la misa pasaron algún tiempo saludando, aún dentro de la iglesia, a los parientes y más conocidos, que por serlo se acercaron a ellos de inmediato.

El tiempo que dedicaron a esto lo aprovechó el resto de la gente para tomar posiciones afuera, frente a la puerta de la iglesia, y en particular lo aprovechó el “Consejo de Ancianas” cuya misión, implícitamente aceptada pero jamás declarada, era evaluar a la mujer de Antonio ya que ella no era de El Paso.

Un miembro distinguido de ese consejo era Doña Andrea.

Cuando por fin salieron Antonio y su mujer, comenzaron a saludar a unos y a otros hasta que dieron con la fila cerrada que formaban las ancianas del Consejo. Antonio fue presentando a su mujer a cada una de ellas, y al llegar a Doña Andrea —momento que todos esperaban con ansia—, ésta dio un paso atrás, con ojo crítico escaneó de arriba a abajo a la mujer de Antonio y, mirándolo luego a él directamente a los ojos, le dijo bien alto, para que todos pudieran oír:

—Pues para conseguir algo como esto no había que ir tan lejos.

[*MiIT}– Computación Personal, herramienta indispensable. 5: Lenguajes y programas.

Carlos M. Padrón

Un programa está compuesto por instrucciones que le dicen a la computadora, paso por paso, lo que debe hacer para obtener lo que de ella se quiere. Estas instrucciones se le daban inicialmente de una en una (MARK I) y luego, al aumentar la capacidad de memoria (ENIAC), se pudo almacenar en ella un programa completo, siempre y cuando el total de instrucciones de que constaba el programa cupiera en la memoria que la computadora tenía disponible para ese fin.

Con el concepto de programa apareció el de Lenguaje de Programación, o conjunto de comandos ideado para escribir programas destinados a obtener soluciones en un área específica —como el FORTRAN (FORmula TRANslation), para matemáticas; o el COBOL (COmmon Business Oriented Language) para negocios— o, para ahorrar espacio de memoria, el ASSEMBLER, llamado también en español Ensamblador.

Así, para un científico resultaría más apropiado y fácil programar en Fortran que en Cobol, pero para un especialista financiero sería mejor el Cobol que el Fortran. Con el tiempo surgieron más y más lenguajes (Pascal, Algol, PL/1, Basic, C, C+, etc.). Y en muchos casos era posible —y sigue siéndolo con los lenguajes en uso hoy— que para programar la solución a un determinado problema, un programador usara Fortran, otro Cobol, otro Assembler, etc.., y todos obtuvieran el mismo resultado.

Los lenguajes de programación se dividen, además de por la especialización, por su grado de aproximación al lenguaje humano. Si son parecidos a éste, se les califica como orientados al usuario, pero sin son más parecidos al lenguaje de las computadoras que al humano, se les califica como orientados a la computadora, o “lenguajes de máquina”.

Los primeros, que generalmente son más fáciles de aprender y usar, requieren de un traductor ya que, al fin y al cabo, la computadora sólo entiende su propio lenguaje, y si esperamos que entienda el nuestro necesitaremos lo mismo que cuando, si no hablamos chino, queremos que un chino nos entienda: un traductor.

El traductor, o “compilador”, no es más que otro programa que traduce a lenguaje de máquina los lenguajes de otro tipo, y que, si bien antes efectuaban su trabajo de traducción en una operación aparte y dedicada sólo a eso, desde principios de los años 60 se les comenzó a almacenar, al igual que los programas que ellos deben traducir, en la memoria de la computadora.

Es común que oigamos decir que ciertos lenguajes ocupan más memoria que otros, pero en realidad es el compilador de ese lenguaje —cada lenguaje necesita su propio compilador— el que ocupa la memoria, pues éste recibe el programa en forma “fuente” (tal y como lo escribió el programador), y lo convierte a forma “objeto” (a lenguaje de máquina), forma ésta que ocupa menos memoria.

Un compilador será tanto más complejo y ocupará tanta más memoria cuanto más parecido al lenguaje humano sea el lenguaje de programación que debe traducir. Y, en general, un programador necesitará menos tiempo, pero usará más memoria de la computadora, cuando programa en un lenguaje orientado al usuario.

Pero hoy día, dada la abundancia de memoria y su bajo precio, las complejidades antes descritas son casi “transparentes” para el programador —o sea, no le causan mayor problema—, pues resulta más barato comprar memoria en abundancia que pagar el tiempo de programación que requeriría el uso de lenguajes de máquina. De aquí que los lenguajes de programación sean cada vez más orientados al usuario, y con comandos que son términos del lenguaje humano común, como podrían ser “Ve a”, “Transfiere”, “Imprime”, “Almacena”.

La ya referida abundancia de memoria permitió que en el ámbito de los lenguajes y compiladores se crearan las macro-instrucciones, que son instrucciones complejas que desatan la ejecución de cientos o miles de instrucciones simples, algo equivalente a cuando entrenamos a un perro para que, p.ej., a nuestra orden de “periódico”,
1) se pare
2) vaya hacia la puerta
3) se alce sobre las patas traseras
4) abra la puerta

5) salga al jardín
6) ubique en qué lugar cayó el periódico esa mañana
7) lo tome con sus mandíbulas
8) y nos lo traiga.

Antes, el programador tenían que ocuparse de dar, una a una y correctamente, estas 8 instrucciones; ahora basta con que use la macro “periódico” porque ya el perro está “programado” para desarrollarla, ejecutando, una a una y en perfecta secuencia, las 8 instrucciones que la componen.

Al igual que el perrito del ejemplo operan las computadoras: sólo obedecen instrucciones. A muy alta velocidad, pero sólo hacen eso. Y si se les da basura (instrucciones o datos erróneos), entregarán basura.

[*Opino}– La guerra de los sexos: 9 – Travestidas para triunfar

Carlos M. Padrón

Acerca del artículo que copio abajo.

¿Quién las obliga a invertir importantes sumas de dinero en vestidos, cosméticos, gimnasios, dietas y otros calvarios, para conseguir un mayor atractivo? Nadie.

¿Quién a tratar de alargar la esclavitud derivada de eso? Nadie.
¿Alguien sería capaz de decir que no les gusta hacerlo? No lo creo; lo hacen porque les gusta hacerlo.

No estoy de acuerdo en que “sólo mediante este transformismo teatrero las mujeres han conseguido avanzar en sus carreras profesionales”, pero sí he visto que muchas de las tales travestidas creen que con sólo disfrazarse así ya tienen los requisitos para la posición; o sea, creen que el hábito hace al monje.

Mi experiencia al respecto es que, salvo excepciones, las mujeres que han avanzado en posiciones dentro de un empresa lo han hecho porque, sin dejar de ser mujeres ni esconder su feminidad, han sabido enseriarse y dejar de lado los típicos mohines, los gestos de mimo y coqueteo, el tono de niña desvalida y mimada, y un sinnúmero de otros ardides que usados en el ambiente empresarial sólo producen desconfianza y crean la impresión de que ocultan una grave incompetencia.

En una gran mayoría de mujeres existen manifestaciones de coquetería y vanidad, deseos de lucirse, de ostentar, de llamar la atención y de causar envidia en sus congéneres, pues, salvo en casos puntuales de caza del varón, ellas no se maquillan, trajean, enjoyan, se hacen cirugía estética, etc. para gustar a los hombres sino para ver de deslumbrar y “darle casquillo” a otras mujeres. Esa pelea que la autora se empeña en montar entre mujeres y hombres es en realidad entre sólo mujeres, y tal vez por ello es por lo que, en general, una mujer siempre preferirá tener por jefe a un hombre que no tener por jefe a otra una mujer. Con eso se ahrra muchas intrigas y competencias extenuantes.

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F. Gavilán

Decía Aristóteles que «la belleza es la mejor carta de presentación». No parece faltarle razón al filósofo a juzgar por los millones de personas, especialmente mujeres, preocupadas por la apariencia física. Ésta juega un importante papel en nuestras vidas y ofrece múltiples ventajas. Sin embargo, el atractivo femenino se convierte en una clara desventaja cuando las mujeres aspiran a ocupar puestos directivos tradicionalmente masculinos.

Deslumbrados por la belleza de la nueva secretaria, dos ejecutivos decidieron ponerla al tanto del funcionamiento de la empresa. «Tú enséñale lo que está bien, y yo le enseñaré lo que está mal», apuntó el más osado. Tan célere y lujuriosa predisposición tiene su explicación. Si se le pregunta a la gente qué es lo que más le atrae de los demás en un primer encuentro, la mayoría responderá que la inteligencia, la personalidad o el sentido del humor.

Pero, seguramente, se engaña a sí misma, pues la característica que más impresiona es el atractivo físico. La célebre cantante Madonna lo expresa así de claro: «Lo que más me gusta del hombre es la inteligencia, el sentido del humor y un cuerpo fantástico. ¡pero si tiene un cuerpo fantástico, puedo olvidar lo demás!».

El influjo de la belleza se observa, prácticamente, en todos los ámbitos y todas las situaciones. Desde las más intranscendentes —permitir, por ejemplo, que alguien atractivo se salte la cola de hacer fotocopias— hasta las más importantes: optar a puestos de trabajo, elegir amigos, parejas o amantes. Incluso puede afectar positivamente los resultados de exámenes o el veredicto de un jurado, por poner más ejemplos. Esto puede parecer injusto e irracional. pero a menudo es así. Las personas atractivas son, por lo general, más preferidas que las menos agraciadas.

Y es que, según muchos experimentos, la gente percibe a los atractivos como más felices, más sensibles, más cálidos, más sociables. En suma: más interesantes. La belleza vende. No en balde los fabricantes de automóviles (al igual que otros) tratan de seducir a sus potenciales compradores ¡más por las líneas femeninas que por las del propio auto!.

La apariencia física juega, pues, un importante papel. No sólo en los juicios que la gente hace de los demás, sino porque también ofrece muchas ventajas en la vida. Así, no es de extrañar que millones de personas —principalmente mujeres— inviertan importantes sumas de dinero en vestidos, cosméticos, gimnasios, dietas y otros calvarios, para conseguir un mayor atractivo.

Decía Sócrates que «la belleza es una tiranía de corta duración», pero la mayoría de las mujeres trata de alargar esta esclavitud por todos los medios posibles. Alguna, incluso tiene la suerte de heredar los atractivos físicos del padre ¡cuando éste es cirujano plástico!

Pero, en contra de lo que pudiera parecer, no siempre es una ventaja para las mujeres su atractivo físico, especialmente en el entorno laboral, donde los estereotipos sexuales pueden entrar en conflicto. Ahí las mujeres bellas tienen una clara desventaja cuando aspiran a ocupar puestos directivos tradicionalmente masculinos. Ésos en los que los perfiles requeridos se basan en la energía, la independencia y la agresividad por vía genital para imponerse a los demás. Los hombres que poseen estos atributos no tienen que preocuparse ni por los buitres. ¡No se comen a los colegas!.

El atractivo de los hombres, en cambio, siempre es una ventaja, tanto para ocupar puestos de dirección como de subordinación. El de las mujeres, por contra, sólo es ventajoso cuando aspiran a cargos no directivos (secretaria, relaciones públicas, etc.). Son precisamente las mujeres menos agraciadas las que gozan de mayores posibilidades de asumir altas responsabilidades desempeñadas históricamente por hombres. Mucho más aún si, por naturaleza, ya poseen rasgos de personalidad masculinos. como la energía o la dominación antes citados. Como los de esa esposa cuyo marido comentaba a un amigo: «Estábamos con el psicólogo para ver si mi mujer es dominante o no. Primero, ella contó su parte de la historia. ¡y, después, contó mi parte de la historia!».

Con el propósito de paliar el grave inconveniente que la belleza supone para la mujer ambiciosa, ésta se ha visto obligada a practicar lo que podría denominarse «travestismo laboral». Este fenómeno consiste en camuflar su propia imagen para parecer menos atractiva, menos femenina y algo más masculina. Sólo mediante este transformismo teatrero las mujeres han conseguido avanzar en sus carreras profesionales hasta alcanzar las posiciones de poder que ahora ostentan. Pero las más miméticas han cosechado, a veces, hasta reproches maritales, como el de ese directivo que, al contemplar la varonil guisa de su mujer, le espeta: «¡Yo no me casé para acostarme con otro ejecutivo!».

Y es que la forma en que una mujer hermosa se arregla afecta de manera determinante su posibilidad de emplearse en puestos de mando. A priori, casi ningún seleccionador de personal admitiría que mujeres con vestidos típicamente femeninos —ésos que responden al «deseo de revelar y la necesidad de ocultar»—, enjoyadas, maquilladas, con largas uñas pintadas y peinadas con estilo profesional, pudieran ser potenciales directivos de empresa.

Diversos estudios psicológicos han demostrado que las candidatas al más puro estilo femenino son percibidas con menor aptitud de mando, menos interesadas en el trabajo, dependientes de los otros, más sexys —por tanto, proclives al flirteo—, menos asertivas y seguras que las que se travistieron. Con sus prejuicios machistas, muchos hombres no sólo parecen querer tumbar la autoestima de las bellas mujeres sino también sus cuerpos,… sobre el diván de cualquier solitario despacho.

Pero si estas mismas mujeres practican el «travestismo laboral», la percepción que se tiene de ellas es completamente diferente. Si visten trajes de chaqueta impersonales, con corbata o pañuelo, sin apenas maquillaje, con peinados nada sofisticados o con melena corta, serán elegidas posibles candidatas para cargos directivos. La realidad sugiere, pues, que las mujeres con apariencia menos femenina o más masculina son consideradas más competentes y con mayores opciones para triunfar en altos niveles del organigrama empresarial. También alcanzan mejores salarios, mayor aceptación y credibilidad social que las que se presentan acicaladas al modo tradicional femenino. Desgraciadamente, los hechos confirman lo que toda mujer hace tiempo sospecha: si quiere tener éxito en el mundo de los negocios, ha de travestirse para no mostrarse «demasiado femenina». Las bellas, además, a diferencia de las que tienen en la cara una verruga como rasgo más hermoso, sienten inseguridad y desconfianza ante los hombres. No en vano su atractivo puede invitar a indeseados acosos sexuales. Incluso simples secretarias se defienden de ellos practicando también el travestismo.

Es curioso comprobar cómo muchas personas —hombres y mujeres— que se ofenden por las actitudes sexistas de nuestra sociedad, nunca se cuestionan la injusticia de la fórmula del «travestismo laboral». Porque, como se ve, la mentalidad empresarial sigue manteniendo diferentes patrones para hombres y mujeres. Es cierto que los hombres deben seguir también ciertas normas formales de vestir, pero ninguna respecto a su masculinidad. Nadie espera de él que se peine de una forma en la oficina y de otra distinta para acudir a la cita de una cena, por poner un ejemplo. Es lamentable que las mujeres hayan de imitar detestables patrones masculinos para escalar puestos de mayor responsabilidad, en vez de intentar crear otras pautas de relación.

Pero parece que los prejuicios machistas son más difíciles de eliminar que un chicle pegado a un suéter de angora. Tanto, que uno justifica el travestismo y se pregunta: ¿cómo se las hubieran apañado las mujeres si no?

Fuente