[*Drog}– Sufrir por amor

En el plano fisiológico, el enamoramiento implica, a menudo, sufrimiento. Aumenta los ritmos respiratorios y cardíacos, descarga azúcar en la sangre, produce palpitaciones, insomnio, pérdida de apetito, cambios de humor, etcétera. y, aún siendo esta sintomatología importante, lo más preocupante ocurre en el plano psicológico: el enamoramiento transforma por completo el campo perceptivo, de asociaciones, de la vida interior. La persona enamorada se vuelve sorda, ciega e imbécil (hay grados). No comprende nada que no se refiera al objeto de su pasión. Cumple la paradoja de Trischman, ésa que asegura que una pipa da tiempo a un hombre sabio para pensar. y a un tonto algo que ponerse en la boca. La persona amada no es diferente a las demás; tampoco lo es la enamorada. Es el tipo de relación que se establece entre ambos lo que la hace diferente. Los que no conocen esta enfermedad ven a los enamorados fuera de lugar, ¡como asnos en una subasta de purasangres!

No es de extrañar, pues, que muchos psicólogos consideren el enamoramiento como una forma de locura. Esta teoría está sustentada por el hecho de que la gente enamorada hace cosas irracionales, auténticas locuras (como las que hacen los cuerdos, pero éstos sin coartada). Los enamorados parecen estar dominados por fuerzas que no reconocen como suyas, que no pueden controlar, que los arrastran a actuar estúpidamente; incluso los pueden volver violentos.

Son bien conocidos los casos en que algunos enamorados son capaces hasta de matar al objeto de su deseo, especialmente si éste no les corresponde, o incluso suicidarse. A este estado de demencia e insensatez —pues no se puede estar enamorado y ser sensato al mismo tiempo— se llega, a veces, simplemente, por enamorarse de unos ojos o unos labios. ¡pero el enamorado comete el error de desear a la persona entera!.

***

NotaCMP.- En esto si estoy totalmente de acuerdo con la autora —pues creo que a estas alturas ya estarán de acuerdo en que se trata de una mujer—, y lo que me asombra cada vez más es que la sociedad de hoy, que tanto dice preocuparse por la salud física y emocional del ser humano, no haya hecho nada en este sentido. Tampoco lo ha hecho la educación, pues no sé de ninguna escuela, colegio o universidad en la que se expliquen los perniciosos efectos del drogamor y se enseñe cómo combatirlos.

[*Drog}– ¿Perjudica la salud enamorarse?

¡Ah!, el amor, el amor con mayúsculas. cuántos contradictorios sentimientos encierran estas cuatro letras. de la pasión a la decepción, del éxtasis a la desesperación. y, sin embargo, todos se empeñan en probar el dulce veneno, aunque de amor también se muere, y se mate por amor.

Enamorarse es un misterioso fenómeno que sume a las personas que lo atraviesan en un estado extraordinariamente explosivo, eufórico, efervescente e… inconsciente. Los enamorados viven casi en éxtasis. Como en una nube. por encima de las obligaciones y miserias cotidianas. Es una maravillosa sensación que muchos anhelan experimentar, pero pocos son conscientes de que enamorarse es también vivir una extraña mezcla de placer y dolor.

No es coincidencia que el día de los enamorados lo patrocine San Valentín, un tipo apaleado y decapitado por los antiguos romanos, que no se andaban con romanticismos. ¿Qué mejor patrón para los enamorados que un hombre íntimamente familiarizado con el dolor?. Porque aunque el enamoramiento es lo más fantástico que se conoce, también es, ¡ay!, una enfermedad que amenaza desequilibrarnos física y emocionalmente. y que no tiene antídoto ni tratamiento: el que la padece es como el que viaja en un avión en plena tormenta: ¡No puede hacer nada!

NotaCMP.- Viven drogados.

[FP}– 45 años de mi primera foto en y de Venezuela

Carlos M. Padrón

Ésta, la primera foto que tomé en Venezuela y de Venezuela, la hice en la mañana del 26/07/1961, hace hoy 45 años, cuando el ‘Bianca C’, el barco que nos trajo desde Tenerife, atracaba en el muelle de La Guaira.

Aún recuerdo la mala impresión que nos causó la vista general, pues habiendo salido del puerto de Santa Cruz de Tenerife, considerado entonces el más bello de España y uno de lo más ellos de Europa, el shock fue duro.

[*ElPaso}– Miguel el de Angelina

26-07-2006

Carlos M. Padrón

A decir de mi hija Elena, la psicóloga, en El Paso pocos tienen identidad propia, pues la mayoría de las personas “son” de alguien, ya que abundan los nombres como Pancho el de Tajuya, Pepe el de la Exclusiva, Luisa la del Morro, Fernando el de Avelina, Toto el de Carmelina, Juan José el de Benigno, etc.

Creo que la explicación a esta curiosa costumbre nominativa es que, por muchos años, El Paso fue un pueblo de unos 4 mil habitantes, y ubicado, por no decir que aislado, en todo el centro de la mitad del medio de la isla de La Palma. Por lógica, la mayoría de los matrimonios eran entre vecinos del pueblo (lo cual podría servir tal vez para explicar el origen y alto índice de cierto tipo de mortalidad que viene ocurriendo allí desde hace años).

Por igual motivo, los pocos apellidos se multiplicaron y se tornaron repetitivos haciendo que su uso sirviera de poco para identificar a quienes los llevaban, y así, decir Antonio Martín resultaba mucho menos preciso que decir Toto el de Carmelina, pues éste era sólo uno mientras que Antonio Martín había varios.

Ese aislamiento contribuyó también a la formación de un léxico muy particular que ha caído en desuso y resulta ininteligible para los miembros de la generación actual, razón por la cual he decidido rescatarlo en lo posible y tal vez lo publique algún día.

También podría yo publicar algo de la biografía de Don Pedro Castillo —considerado el maestro por excelencia de El Paso— y del proceso de obtención de la seda natural, proceso que casi cae en el campo de lo fascinante. En uno de los pasos de tal proceso aparece una pequeña mariposa a la que, al igual que a las llamadas “de luz”, a los abejorros o a todo animalito volador de pequeño tamaño con cuerpo en forma de fuselaje de avión y con dos alas, los “magos” —léase campesinos incultos— llamaban ‘barboleto’.

El lector se preguntará cuál es la relación entre los nombres con “de”, Don Pedro Castillo y las pequeñas mariposas llamadas barboletos en léxico pasense. Allá voy.

En la escuela de Don Pedro Castillo, única existente para la época, se enseñaba a leer usando un silabario, o sea, un libro o cartilla en la que aparecía, por ejemplo, la figura de un martillo y debajo de ella su nombre descompuesto en sílabas, así:

(Figura de un martillo)
M-A-R: Mar
T-I….. : ti
L-L-O.: llo
MARTILLO

En presencia del profesor, en un caso como el del ejemplo el alumno debía mirar primero la figura y leer luego las cuatro líneas asegurándose de pronunciar correctamente la palabra de la línea final que correspondía al nombre de la figura que encabezaba la página.

Miguel el de Angelina, siendo apenas un muchacho, asistía a la escuela de Don Pedro Castillo y estaba aprendiendo a leer, pero entre las virtudes de Don Pedro no estaba la paciencia, y entre las de Miguel no estaba la lucidez mental, y este cóctel hizo explosión el día que Don Pedro le puso a Miguel, ante toda la clase, un examen personal de lectura.

Le presentó una página del silabario en la que se veía muy clara la figura de una hermosa mariposa, y debajo,

M-A: Ma
R-I..: ri
P-O.: po
S-A.: sa
MARIPOSA

Miguel leyó correctamente las cuatro primeras líneas, pero al llegar a la final, y a pesar de que en ella estaba escrito Mariposa, dijo BARBOLETO, pues ése era, para él, el nombre del animal que representaba la figura en la cabeza de la página.

La explosión de Don Pedro, maestro de los que aplicaba la regla de que “la letra, con sangre entra”, fue, como diríamos hoy, “de película”.

***

Estando ya Miguel en sus veintes, pasó por su casa Ramón, un vecino, que iba camino a otro barrio, y fue abordado por Angelina, la madre de Miguel, mientras éste, armado de unas largas tenazas de madera, arrancaba los tunos maduros que había en una tunera frente a la casa, y que era cuidada con mucho mimo. (Para quienes no sepan a qué llamamos en Canarias tunera y tunos —los frutos de la tunera—, adjunto foto).

Angelina le preguntó a Ramón si por fin había asistido a las fiestas de la Bajada de la Virgen, celebradas la semana anterior en Santa Cruz de La Palma y a las que Ramón había ido a pie atravesando la llamada Cumbre Nueva. A la respuesta afirmativa de Ramón siguió la pregunta de qué había encontrado de nuevo, a lo que, con toda segunda intención, Ramón respondió que muchas “flores de camino”, un eufemismo para excremento por deposiciones humanas, pues, a falta de baños, los caminantes hacían sus necesidades a la orilla del camino.

La carcajada de Angelina no se hizo esperar, y eso desató la curiosidad de Miguel que, haciendo un alto en su tarea, pregunto intrigado: “¿Qué son flores de camino?”.

Ante tal pregunta, tonta por demás en opinión de Angelina, ésta se rió aún más y le respondió “Mierda, Miguel”, lo cual desató las iras de Miguel, que se consideró insultado —pues ‘mierda’ era una respuesta grosera habitual a preguntas indiscretas a las que uno no quería contestar—, y enarbolando las tenazas la emprendió a golpes contra las tuneras llenas de frutos mientras gritaba “¡O me dices qué son flores de camino o te destrozo las tuneras!”.

Desesperada, Angelina gritaba una y otra vez, “¡¡Mierda, Miguel, mieeeerda!!” pero sólo conseguía que Miguel, como un Don Quijote contra los molinos de viento, arremetiera cada vez con más denuedo contra las preciadas tuneras.

***

Creo que fue el año 1989 cuando, de regreso a Venezuela después de terminar un trabajo en Londres, hice escala en Canarias y me fui a El Paso unos días. En mi obligado —y por demás agradable— tour de visitas incluí una a Angelina y Miguel, para entonces ya sesentón.

Cuando llegué a la puerta de su casa eran las 2 de la tarde de un día tan radiante que la luz casi hería los ojos, y el sol simplemente quemaba.

A esa hora y bajo tales condiciones, los más de los vecinos estaban haciendo siesta. Con el puño di tres golpes en la puerta, a medias entreabierta, de la casa de Angelina, y al rato oí ruido de pasos que se acercaban. Una mano abrió completamente la puerta y ante mí apareció Miguel —torso desnudo, descalzo y con una toalla al hombro— que se quedó mirándome con cara de póquer y sin decir palabra.

Yo, parado frente a la puerta en actitud muy formal, adrede guardé silencio por unos segundos enfrentando su mirada, y luego, con tono muy seco, le dije:

—¡Buenas noches!

Miguel no se inmutó. Siguió allí parado, mirándome inexpresivo, mudo y sin siquiera pestañear.

Angelina, que sí estaba haciendo la siesta, lógicamente preocupada porque después de escuchar los golpes en su puerta no oyó nada más, gritó desde su cama:

—¡Migueeel, ¿quién está ahí?!

Y Miguel, sin dejar de mirarme ni alterar su posición ni su actitud, contestó:

—Aquí hay un hombre que dice ‘buenas noches’.

—¿¡Cómo que buenas noches, Miguel, si son las dos de la tarde!?—fue la airada respuesta de Angelina, dicha con retintín de fastidio.

De inmediato escuché unos pasos apresurados y a los pocos segundos se presentó Angelina, que al verme puso cara de pascuas, me dio un gran abrazo y luego, volviéndose a Miguel, que había contemplado la escena sin acusar cambio alguno, le dijo en tono de reprimenda:

—Pero, ¿¡tú eres bobo!? ¿¡No ves que éste es Carlos Padrón!?

Y como si eso fuera el desenlace decepcionante de algún enigma, Miguel giró sobre sus talones y con un sonoro «¡Déjame ir a lavarme las patas!» se alejó y dio por cerrada la sesión, acabando así con mis esperanzas de una amena visita.

[*ElPaso}– La Palma, mi isla

23-07-2006

Carlos M. Padrón

Un breve vistazo a la isla de La Palma (Canarias).

Desde un satélite, la isla de La Palma se ve así,

y puede apreciarse que, como dije en el artículo Agonía en La Caldera – Cincuenta aniversario de una excursión que pudo ser mortal, la Isla es prácticamente el cráter de La Caldera, ese enorme hueco bordeado por altas montañas que se ve en el centro de la mitad norte.

En esta foto, una vista parcial del interior de La Caldera,

que, por su forma, resulta imposible fotografiar desde tierra en su totalidad, y una foto aérea no mostraría la perspectiva de las alturas y los precipicios.

En el tope del borde noroeste de La Caldera, a 2.426 metros de altura, en el punto conocido como Roque de Los Muchachos, está enclavado el observatorio astronómico del mismo nombre, pues el cielo de La Palma se cuenta entre los más despejados del hemisferio norte.

El sitio es uno de los lugares más privilegiados para la observación en la Tierra. Las edificaciones que muestra esta foto

son, de izquierda a derecha, el telescopio Carlsberg Meridian; el telescopio, de 4.2-metros, William Herschel; el telescopio Dutch Open; el Swedish Solar Tower; el telescopio, de 2.5 metros, Isaac Newton; y el telescopio, de 1 metro, Jacobus Kapteyn.

Aquí, otra vista del observatorio.

A fin de reducir las interferencias a los telescopios en sus observaciones nocturnas, el alumbrado público de la Isla es de color amarillento.

***

Después de la erupción del Cumbre Vieja, en 1949 (ver El volcán Cumbre Vieja: trágico pero espectacular), en 1971 hizo erupción el volcán Teneguía, en el municipio de Fuencaliente, en el extremo sur de la Isla. El cráter, ilustrado en la foto que sigue,

está tan cerca de la carretera principal, la de circunvalación, que el turismo se dio banquete tomando fotos y películas desde esa carretera, que está más alta que el cráter. De hecho, esta foto fue tomada desde esa carretera.

Esta otra foto, que corresponde a la erupción del Teneguía,

es imagen común en pasajes que han aparecido en muchas películas, de corto y largo metraje, como erupción atribuida a algún volcán de ficción. Y es lógico que así sea porque no creo que nunca haya conseguido Hollywood que un volcán de verdad se le presente en tan buenas condiciones para ser filmado.

***

Pero además de lava y fuego, también en La Palma tenemos nieve y frío.

Los bordes norte y noreste de La Caldera —y parte de la cordillera, llamada Cumbre Nueva, que es la prolongación del borde Este— se cubren de nieve en invierno. Cumbre Nueva, límite Este de El Paso, es la cordillera que se ve al fondo de esta foto

que muestra el Valle de Aridane, cuyo extremo más alto está En El Paso, en el centro de la Isla, y el más bajo en el mar, al oeste.

En ese valle hay tres pueblos: Tazacorte, en la costa (no aparece en la foto); Los Llanos, al centro y en la parte más plana más plana del valle (una vista parcial en el primer plano); y El Paso, en la parte más alta y más montañosa (parte de él se ve al fondo, pegado a la Cumbre Nueva). Los vacíos de caseríos que por siglos hubo entre estos tres pueblos, ya están casi poblados.

Creo haber dicho que el castigo de El Paso es el clima, pues tenemos un fenómeno meteorológico, al que alguien de humor macabro bautizó como “La brisa”, que se presenta cuando le da la real gana, no importa la estación del año. Es un banco corrido de nube densa y muy blanca que aparece por detrás de la Cumbre Nueva, y en un efecto sin fin cae constantemente por su frente hacia El Paso como si fuera cascada interminable de agua.

En esta foto puede verse cómo ha cubierto toda la Cumbre Nueva y está a caballo sobre ella.

Si bien es una belleza para la vista, “La brisa” no hace honor a su nombre, pues el común de los mortales entiende que brisa es un aire suave y acariciante que resulta casi siempre agradable, pero nuestra “brisa” trae consigo un ventarrón infernal y anárquico que no deja títere con cabeza, y puede llegar a derribar árboles, arruinar plantaciones de plátanos (cambures), hacer volar muy lejos los techos de los invernaderos, y acabar con sembradíos como el que se ve en esta foto

de una vieja casa típica, de las que había muchas en toda la Isla, y, al lado, las huertas en las que se cultivaban papas, maíz, tabaco, tomates, cebollas, etc.

Si “La brisa” aparece en primavera o invierno hace que la temperatura baje varios grados y causa un frío que, empujado por el viento, se cuela por debajo de puertas y resquicios de ventanas, y de poco valen los abrigos.

Pero, eso sí, cuando cae por Cumbre Nueva esa espesa cascada de nube y aún no comienza a soplar el viento que trae consigo, proporciona un espectáculo bellísimo, en particular a la puesta del sol, pues la cascada, blanca de día, se tiñe entonces de diferentes tonos entre rojo y anaranjado.

***

Ubicada al centro del borde Este de la Isla, al fondo de una ensenada que forma la costa y que se aprecia bien en la foto tomada desde el satélite, está la capital, Santa Cruz de La Palma,

que fue por siglos la ciudad más importante de Canarias, en cuyo puerto, que hoy luce así,

hacían escala, a la ida y a la vuelta, los barcos que cubrían la ruta entre Europa y América.

En mis tiempos, el puerto era sólo la parte ancha que se ve en la foto. La parte más estrecha es reciente y debe haber sido hecha con alguna técnica de ingeniería muy especial, porque todas las varias veces que por años se intentó prolongar el muelle, el mar se llevó la prolongación, incluso antes de que fuera completada.

La pared montañosa de color rojizo que se ve a la izquierda es la del Risco de La Concepción. Entra al mar en forma perpendicular, así como muestra la foto, y por ello ese punto sirvió para que durante la Segunda Guerra Mundial se acercaran a él submarinos alemanes cuyos tripulantes o pasajeros necesitaban reunirse.

Los submarinos salían a la superficie muy cerca del risco, los tripulantes bajaban a tierra, iban a la central eléctrica que estaba a pocos metros, “bajaban las cuchillas” —o sea, cortaban la electricidad a toda la Isla—, hacían su reunión, conectaban de nuevo la electricidad, dejaban de regalo cajas de cigarrillos, botellas de licor y otras cosas difíciles de conseguir en tiempos de guerra, abordaban sus naves, se sumergían y se iban,… hasta la próxima visita, muy ansiada por quienes trabajaban en la central eléctrica.

***

Quiera Dios que La Palma, apodada La Isla Bonita, la más verde y rica en agua de todas las Canarias, nos dure mucho y haga quedar mal a los profetas de su hundimiento. Alguien la esquematizó en este bello logo:

representando fuego y lava incandescente en la cumbre, verde en los valles, y lava sólida y oscura, como la arena de sus pocas playas, al llegar al mar.

En pocos días espero pisar su querido suelo.

(Fotos enviadas desde El Paso por María del Carmen Taño Padrón)

[*FP}– La Palma, mi isla

Carlos M. Padrón

Un breve vistazo a la isla de La Palma (Canarias).

Desde un satélite, la isla de La Palma se ve así,

y puede apreciarse que, como dije en el artículo Agonía en La Caldera – Cincuenta aniversario de una excursión que pudo ser mortal, la Isla es prácticamente el cráter de La Caldera, ese enorme hueco bordeado por altas montañas que se ve en el centro de la mitad norte.

En esta foto, una vista parcial del interior de La Caldera,

que, por su forma, resulta imposible fotografiar desde tierra en su totalidad, y una foto aérea no mostraría la perspectiva de las alturas y los precipicios.

En el tope del borde noroeste de La Caldera, a 2.426 metros de altura, en el punto conocido como Roque de Los Muchachos, está enclavado el observatorio astronómico del mismo nombre, pues el cielo de La Palma se cuenta entre los más despejados del hemisferio norte.

El sitio es uno de los lugares más privilegiados para la observación en la Tierra. Las edificaciones que muestra esta foto

son, de izquierda a derecha, el telescopio Carlsberg Meridian; el telescopio, de 4.2-metros, William Herschel; el telescopio Dutch Open; el Swedish Solar Tower; el telescopio, de 2.5 metros, Isaac Newton; y el telescopio, de 1 metro, Jacobus Kapteyn.

Aquí, otra vista del observatorio.

A fin de reducir las interferencias a los telescopios en sus observaciones nocturnas, el alumbrado público de la Isla es de color amarillento.

***

Después de la erupción del Cumbre Vieja, en 1949 (ver El volcán Cumbre Vieja: trágico pero espectacular), en 1971 hizo erupción el volcán Teneguía, en el municipio de Fuencaliente, en el extremo sur de la Isla. El cráter, ilustrado en la foto que sigue,

 

 

 

 

 

 

 

 

está tan cerca de la carretera principal, la de circunvalación, que el turismo se dio banquete tomando fotos y películas desde esa carretera, que está más alta que el cráter. De hecho, esta foto fue tomada desde esa carretera.

Esta otra foto, que corresponde a la erupción del Teneguía,

es imagen común en pasajes que han aparecido en muchas películas, de corto y largo metraje, como erupción atribuida a algún volcán de ficción. Y es lógico que así sea porque no creo que nunca haya conseguido Hollywood que un volcán de verdad se le presente en tan buenas condiciones para ser filmado.

***

Pero además de lava y fuego, también en La Palma tenemos nieve y frío.

Los bordes norte y noreste de La Caldera —y parte de la cordillera, llamada Cumbre Nueva, que es la prolongación del borde Este— se cubren de nieve en invierno. Cumbre Nueva, límite Este de El Paso, es la cordillera que se ve al fondo de esta foto

que muestra el Valle de Aridane, cuyo extremo más alto está En El Paso, en el centro de la Isla, y el más bajo en el mar, al oeste.

En ese valle hay tres pueblos: Tazacorte, en la costa (no aparece en la foto); Los Llanos, al centro y en la parte más plana más plana del valle (una vista parcial en el primer plano); y El Paso, en la parte más alta y más montañosa (parte de él se ve al fondo, pegado a la Cumbre Nueva). Los vacíos de caseríos que por siglos hubo entre estos tres pueblos, ya están casi poblados.

Creo haber dicho que el castigo de El Paso es el clima, pues tenemos un fenómeno meteorológico, al que alguien de humor macabro bautizó como “La brisa”, que se presenta cuando le da la real gana, no importa la estación del año. Es un banco corrido de nube densa y muy blanca que aparece por detrás de la Cumbre Nueva, y en un efecto sin fin cae constantemente por su frente hacia El Paso como si fuera cascada interminable de agua.

En esta foto puede verse cómo ha cubierto toda la Cumbre Nueva y está a caballo sobre ella.

Si bien es una belleza para la vista, “La brisa” no hace honor a su nombre, pues el común de los mortales entiende que brisa es un aire suave y acariciante que resulta casi siempre agradable, pero nuestra “brisa” trae consigo un ventarrón infernal y anárquico que no deja títere con cabeza, y puede llegar a derribar árboles, arruinar plantaciones de plátanos (cambures), hacer volar muy lejos los techos de los invernaderos, y acabar con sembradíos como el que se ve en esta foto

de una vieja casa típica, de las que había muchas en toda la Isla, y, al lado, las huertas en las que se cultivaban papas, maíz, tabaco, tomates, cebollas, etc.

Si “La brisa” aparece en primavera o invierno hace que la temperatura baje varios grados y causa un frío que, empujado por el viento, se cuela por debajo de puertas y resquicios de ventanas, y de poco valen los abrigos.

Pero, eso sí, cuando cae por Cumbre Nueva esa espesa cascada de nube y aún no comienza a soplar el viento que trae consigo, proporciona un espectáculo bellísimo, en particular a la puesta del sol, pues la cascada, blanca de día, se tiñe entonces de diferentes tonos entre rojo y anaranjado.

***

Ubicada al centro del borde Este de la Isla, al fondo de una ensenada que forma la costa y que se aprecia bien en la foto tomada desde el satélite, está la capital, Santa Cruz de La Palma,

que fue por siglos la ciudad más importante de Canarias, en cuyo puerto, que hoy luce así,

hacían escala, a la ida y a la vuelta, los barcos que cubrían la ruta entre Europa y América.

En mis tiempos, el puerto era sólo la parte ancha que se ve en la foto. La parte más estrecha es reciente y debe haber sido hecha con alguna técnica de ingeniería muy especial, porque todas las varias veces que por años se intentó prolongar el muelle, el mar se llevó la prolongación, incluso antes de que fuera completada.

La pared montañosa de color rojizo que se ve a la izquierda es la del Risco de La Concepción. Entra al mar en forma perpendicular, así como muestra la foto, y por ello ese punto sirvió para que durante la Segunda Guerra Mundial se acercaran a él submarinos alemanes cuyos tripulantes o pasajeros necesitaban reunirse.

Los submarinos salían a la superficie muy cerca del risco, los tripulantes bajaban a tierra, iban a la central eléctrica que estaba a pocos metros, “bajaban las cuchillas” —o sea, cortaban la electricidad a toda la Isla—, hacían su reunión, conectaban de nuevo la electricidad, dejaban de regalo cajas de cigarrillos, botellas de licor y otras cosas difíciles de conseguir en tiempos de guerra, abordaban sus naves, se sumergían y se iban,… hasta la próxima visita, muy ansiada por quienes trabajaban en la central eléctrica.

***

Quiera Dios que La Palma, apodada La Isla Bonita, la más verde y rica en agua de todas las Canarias, nos dure mucho y haga quedar mal a los profetas de su hundimiento. Alguien la esquematizó en este bello logo:

representando fuego y lava incandescente en la cumbre, verde en los valles, y lava sólida y oscura, como la arena de sus pocas playas, al llegar al mar.

En pocos días espero pisar su querido suelo.

(Fotos enviadas desde El Paso por María del Carmen Taño Padrón)

[*Opino}– La guerra de los sexos: Introducción.

Los expertos aseguran que los graves conflictos por los que atraviesa la pareja se han acentuado desde que la mujer ha accedido al mercado de trabajo y ha tomado conciencia de su nuevo papel en la sociedad. Incluso, las feministas se apoyan en algunos datos científicos para asegurar que la mujer está más evolucionada que el hombre y debe relegar a éste a la condición de ser inferior.

Las armas están afiladas y ya se está elucubrando sobre dónde se desarrollará la próxima batalla.

NotaCMP.- En las próximas 9 entregas, una cadena de argumentos, y con sólo leer un par de entregas ya sabrán de qué sexo es la persona que las escribió y en qué bando milita. Con ella sí estoy de acuerdo en algo: en que eso que llama amor, y yo llamo drogamor, es una drogadicción, de ahí el hombre que le di. No estoy de acuerdo en que no tenga antídoto ni tratamiento, pero en su momento ya trataré más sobre esto.

[ElPaso}— El volcán Cumbre Vieja: trágico, pero espectacular

16-07-2006

Carlos M. Padrón

En junio de 1949 “disfruté” en la isla de La Palma (Canarias) —en vivo, en directo y en primera fila— de todo el ciclo del volcán llamado entonces “de Nambroque” (por el nombre de la montaña por donde erupcionó) o «de San Juan» (porque rupcionó un 24 de junio, día de San Juan), pero que pasó a la historia como Cumbre Vieja, y con ese nombre se le menciona en los reportajes, escritos y de TV, que hablan del posible hundimiento de una parte de la isla de La Palma, y la consiguiente formación de un gigantesco tsunami que arrasaría la costa este de USA, si ese volcán entrara en erupción de nuevo.

El Cumbre Vieja hizo erupción el viernes 24 de junio de 1949 entre las 10 y 11 de la mañana. Ese día fue la Fiesta del Sagrado, y medio pueblo estaba en la iglesia en la misa especial, llamada “función” por lo solemne, con motivo de tal fiesta.

Al grito de “¡Reventó un volcán!” en boca de alguien que entró de improviso a la iglesia en plena misa, nos echamos a la calle, y sobre las montañas conocidas como Cumbre Vieja se veía una columna de humo negro que se proyectaba hacia el cielo, y tan densa que no parecía moverse.

Desde meses antes habíamos sufrido sismos entre muy leves hasta muy fuertes. Eran los prolegómenos de lo que comenzaría ese 24 de junio.

El aviso, y con él la alarma que nos sacó de la iglesia, llegó por boca de un cabrero (pastor de cabras) que mientras dejaba que sus cabras pastaran tranquilamente cerca de la montaña de Mambroque, vio abruptamente interrumpida la tranquilidad cuando, sin causa aparente, las cabras, todas al unísono, alzaron la cabeza, miraron hacia la montaña y echaron a correr, despavoridas, hacia el pueblo, no dejando al cabrero otra opción que correr tras de ellas.

Cuando apenas se habían alejado un par de kilómetros, dice el cabrero que la tierra comenzó a temblar bajo sus pies, y al rato hubo un estruendo ensordecedor proveniente de la montaña que habían dejado a sus espaldas.

Se volvió a mirar y vio la columna de humo que ya ascendía y se expandía, y, vinculando eso a los frecuentes sismos de los meses anteriores, dedujo acertadamente que se trataba de un volcán, y dio la alarma apenas llegar a zona poblada.

Ninguno de los residentes en la isla había visto nunca un volcán en erupción aunque la isla está surcada de brazos de lava, llamados allí “malpaíses” (tierra inútil para el cultivo), producto de erupciones anteriores, la más próxima en el año 1800 y tantos.

Nuestro viejos de entonces decían que los viejos de sus tiempos les habían contado que “delante de un volcán se puede hacer calceta”, cosa que nos sonaba por demás oscura por poco inteligible.

Mientras duró el ciclo del Cumbre Vieja la vida casi se suspendió para nosotros. Aunque yo estaba por cumplir los 10 años, recuerdo claramente el ambiente de desaliento general y de falta de interés en el quehacer diario, algo insólito en aquel pueblo.

Pero, el saberse en una isla, sin una escapatoria posible y segura en caso de siniestro, hizo que la gente casi abandonara los campos y otras tareas, y se limitara a comer para vivir y para aposentarse sobre algún lugar alto cercano a su casa desde donde pudiera ver la columna de humo, como esperando que de un momento a otro sucediera la catástrofe final.

El gobierno contrató los servicios de un y que vulcanólogo francés que luego de hacerse acompañar por algunos campesinos locales hasta las estribaciones del Nambroque, apenas se tornó intenso el olor a azufré se retiró apresuradamente, convocó una reunión en Monterrey —teatro y salón de baile del pueblo— y declaró que la Isla se hundiría en el mar porque su base era como un cono invertido que no resistiría los violentos movimientos producidos por la erupción, y que él recomendaría al Gobierno que lo había contratado una inmediata evacuación total de La Palma.

Acto seguido, puso pies en polvorosa,…. y nunca se supo que el Gobierno intentara ni evacuación ni ningún otro tipo de ayuda. Quedamos, y nos sentimos, abandonados a nuestra suerte, lo cual contribuyó a aumentar el desánimo general.

Cada semana, el Cumbre Vieja cambiaba su “repertorio”. Después de una semana de humo negro, comenzó a lanzar proyectiles incandescentes que en se veían claramente en las noches subiendo por entre la columna de humo, y, pasados unos segundos, nos llegaba el sonido de la correspondiente explosión, como si se tratara de macabros fuegos artificiales.

Nos íbamos a la cama muy tarde, y a veces a dormir en lugares improvisados porque tal vez el techo del dormitorio habitual no ofrecía mayores garantías de resistir los frecuentes sismos. A la mañana siguiente, despiertos desde muy temprano —y por vía natural, sin ayuda de despertador—, de nuevo a lo básico para subsistir, y enseguida a la rutina de silenciosa observación.

Pero una mañana, la vía natural, que era la luz solar, hizo que despertáramos muy tarde. Recuerdo que mi despertar lo causó una maldición proferida por mi padre cuando al abrir la puerta para salir de la casa en la mañana —se despertaba a las 06:00 pero ese día lo hizo a las 09:00— se encontró con que el sol, que debería verse radiante, se veía como un pequeño globo naranja, como se le ve a través de un vidrio ahumado; y que todo —el patio, los techos y las huertas; todo— estaba cubierto de un polvo de consistencia de cemento pero de color muy oscuro, casi negro, que en forma de lluvia muy fina no paraba de caer desde una nube ancha que cruzaba el cielo y que era la causante de que la luz del sol apenas nos llegara.

El desánimo se tornó en miedo porque era claro que si esa lluvia continuaba moriríamos todos ahogados en el polvo que no paraba de caer.

Afortunadamente, la lluvia cesó antes de la semana “reglamentaria”. Las cosechas se perdieron bajo el manto del oscuro cemento, y algunos vecinos, queriendo ver una oportunidad en lo malo que era esa crisis, llenaron vasijas de ese polvo y lo guardaron porque notaron que los llamadores metálicos de las puertas exteriores, las que los tenían, estaban relucientes como oro por causa del contacto con el polvo. Después de algún tiempo perdieron completamente su baño porque el polvo era altamente abrasivo.

La columna de humo pasó a ser blanca aunque igualmente densa y casi inmóvil, y un buen día el volcán comenzó a vomitar lava y cesaron los sismos.

Primero fue una especie de monstruosa culebra de tal vez unos 10 metros de grosor y unos 4 de altura, formada como de peñascos muy negros que avanzaba de forma lenta, crujiente e implacable.

Los peñascos negros eran sólo la caparazón exterior, pues cuando de la cresta frontal caían al piso, al desprenderse del conjunto dejaban ver por un momento el rojo intenso de la lava líquida y espesa que había en el interior de “la culebra”.

Al contacto con el aire, en el hueco dejado por el peñasco se formaba otro que tapaba esa visión, y así, cayendo peñasco tras peñasco desde la cresta, avanzaba inexorable “la culebra”,… y por fin entendimos por qué “delante de un volcán se puede hacer calceta”.

Las autoridades comenzaron a evacuar todas las casas ubicadas en la zona por la que, dada la topografía del terreno, pasaría el brazo de lava. Era espeluznante ver la carretera llena de muebles de todo tipo, animales domésticos y gente llorando.

Y más espeluznante era ver cómo el brazo de lava, que por lo visto se “comía” el oxígeno a su alrededor, literalmente chupaba hacia sí los árboles varios metros antes de llegar a ellos, y los evaporaba; y cuando llegaba lentamente a la pared de una casa, iba ganando altura por la presión contra un obstáculo, y en apenas minutos la pared cedía y el brazo de lava caía de golpe sobre ella y la hacía desaparecer completamente, continuando luego su implacable avance.

Hubo un par de casos, por demás dramáticos, en que el dueño de la casa evacuada y que a todas luces iba a desaparecer, se negó a dejarla, dispuesto a morir con ella porque era lo único que tenía, y tuvo que ser sacado a la fuerza por la Guardia Civil.

En la Isla había entonces una vía asfaltada de casi circunvalación, y digo casi porque no cubría una parte del lado noroccidental. Como el brazo de lava avanzaba ladera abajo hacia el mar, era claro que, a menos que se detuviera, cortaría la carretera asfaltada que nos unía con el norte y el lado este de la Isla, donde está la capital.

Y no se detuvo sino que avanzaba en dirección a Las Manchas, un barrio de El Paso. Para el momento en que estaba a pocos metros de la carretera, autoridades del lado oeste y del lado este se despidieron con un apretón de manos, y a los pocos minutos el brazo de lava pasó sobre la carretera y nos dejó por años sin esa vía.

Cuando al fin alcanzó el mar, una columna de vapor de agua se elevó a los cielos como un geyser y así continuó mientras al mar entraba más y más lava hirviente.

Un buen día, y como dando muestras de que ya había llegado a destino, o tocado fondo, el brazo de lava, que al inicio tenía unos 10 metros, se ensanchó hasta tal vez 100, y se hizo como un canal por el que corría lava líquida como si se tratara de un río siniestro. Y así permaneció por semanas.

A pesar de que la isla de La Palma es tal vez el trozo de tierra que en relación a su superficie (poco más de 700 k cuadrados) tiene las mayores alturas (más de 2.400 m), y por ello sus costas entran al mar casi en forma vertical, fue tanta la lava, que la tierra firme de la Isla ganó un espacio triangular de unos 3 kilómetros, medidos desde el vértice de ese triángulo hasta el lugar donde antes del volcán estuvo el borde de la costa.

Dos veces organizaron los vecinos de mi casa, y mi familia con ellos, un viaje en camión a Las Manchas para ver la lava. El primer viaje fue de día —cuando pude ver los muebles y demás enseres amontonados en la carretera, y escuchar los lamentos de sus dueños—, y el segundo fue de noche, cuando ya corría el río de lava.

Aunque la montaña donde estaba el cráter no era visible desde la carretera de Las Manchas, el cielo sobre él se veía iluminado de un rojizo intenso por la cantidad de lava que del cráter brotaba, y el río por ella formado comenzaba a verse cuando, majestuoso, aparecía, alto en la cumbre, bordeando una montaña. Desde ahí descendía y pasaba ante nosotros hacia el mar. Era algo así como lo que se ve en esta foto, que corresponde, según BBC Mundo, al volcán Tungurahua, en Ecuador y activo desde 1999:

Al contacto con el aire, en la superficie de la lava incandescente se iban formando rocas negras que enseguida se hundían en la lava y se licuaban de nuevo, y ese proceso creaba unas figuras como de caras humanas que brotaran de la lava líquida y fueran forzadas a regresar a ella de nuevo.

Mi madre dijo que eso le recordaba la idea de lo que sería el Infierno, y creo que hasta Dante la hubiera corroborado.

Aparte lo trágico, éste es el espectáculo natural más bello que he visto en mi vida. Imposible de ser descrito con palabras, fotos, película o cualquier otro medio. Simplemene, hay que verlo.

Un buen día la lava líquida dejó de fluir, pero pasaron años antes de que su cauce se enfriara. Se dio el caso de que una mujer venida de afuera quiso subir por la pared del cauce para ver su interior, y sus zapatos de rafia —material que entonces estaba de moda para hacer calzado— se incendiaron.

Años después, cuando por fin la temperatura lo permitió, las máquina excavadoras comenzaron a remover lava para tratar de llegar hasta la superficie de la carretera por ella cubierta, pero fue imposible, pues a medida que profundizaban en la lava ésta se revelaba más y más sólida, y la nueva carretera se hizo entonces a nivel más alto que el que tuvo la vieja.

El proceso de cambio semanal de repertorio duró un mes: erupción y humo negro, expulsión al aire de rocas incandescentes, nube de polvo o cenizas, y humo blanco y expulsión de lava. No recuerdo cuánto duró este último episodio, sólo sé que, en total, fueron 37 días: desde el 24 de junio al 10 de agosto de 1949.

Aunque el volcán causó muchas pérdidas materiales, no hubo pérdida de vidas humanas, pero sí fortuna para al menos una persona que de verdad vio la forma de convertir una crisis en una oportunidad, y aprovechó ésta al máximo haciendo rentable el triángulo de malpaís que el volcán añadió a la superficie de la Isla. Tal vez un día me anime a escribir sobre esto.

[*FP}– Cuatro frases que hicieron mella

Carlos M. Padrón

A lo largo de mi vida, diferentes personas me han dedicado, en diferentes épocas, algunas frases que me hicieron mella ya sea por proféticas, por reveladoras de facetas de mi carácter en las que yo no había reparado, o por algún otro motivo.

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*1*

En El Paso, allá por las años 50, en la vía entre la academia y mi casa había tres tabaqueros (o torcedores de tabaco, los que hacían a mano cigarros puros) que trabajaban en la casa de habitación de uno de ellos.

Al final de las labores del campo, algunos hombres ya mayores los visitaban en las tardes para hacerles compañía, echar cuentos, comentar chismes o hechos reales, etc. Y algunas de esas tardes, al final de las clases y en camino a mi casa, solía yo entrar a pasar un rato con el grupo, y allí me tiraban de la lengua para saber de mis preferencias en materia femenina: qué muchachas me llamaban la atención, cuáles no y por qué, etc.

Entre los tabaqueros había uno más intelectual que el resto y que cuando decía algo lo hacía con la solemnidad de un oráculo. Y fue éste el que una de esas tardes en que yo conté sobre las muchachas que me gustaban y las que no, sin levantar la vista del cigarro puro al que en ese momento le ponía capa, me dijo:

“Carlos, en tu vida tendrás un problema con las mujeres, pues las que te lo darían no te gustan, y las que te gustan no te lo darán”.

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*2*

Cuando en septiembre de 1957 dejé la casa en que nací y me crié —o sea, que “abandoné el nido”, como dijo mi padre— y llevando por todo equipaje una maleta de cartón caminaba yo cuesta abajo a tomar el autobús hasta el puerto de Santa Cruz de La Palma desde donde viajaría esa noche en barco a Santa Cruz de Tenerife, un vecino —que sólo había estado unos años en Venezuela y regresado luego al pueblo— convencido, supongo, del importante cambio que ese día iniciaba yo en mi vida, me salió al paso y, a guisa de despedida, me dijo:

“Cuidado con la maleta; crea hábito”.

En ese tiempo, ni en sueños se me habría ocurrido que yo pasaría años de mi vida montado en un avión y entrando y saliendo de hoteles, siempre con mi inseparable maleta, lo que me llevaría a visitar, hasta hoy, más de 50 regiones o países de este mundo, y a volar en 55 diferentes líneas aéreas (solamente en dos de ellas, Pan American y American Airlines, acumulé casi un millón de millas), que varias veces extraviaron mi maleta,… pero ésta, muy fiel, volvió siempre a mí.

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*3*

A comienzos de los 70, la Sucursal Finanzas de IBM de Venezuela —donde yo trabajaba— operaba en la Torre Capriles en un espacio abierto en el que teníamos nuestros escritorios tanto analistas como vendedores y administrativos. A veces, cuando después de horas de oficina regresábamos al lugar a llenar reportes o hacer alguna tarea urgente, nos quedábamos luego hablando de todo un poco.

Un día entramos en una discusión un tanto filosófica que tocó preferencias personales, maneras de pensar y sentir, etc., tema en el que me explayé por un rato. Cuando lo di por terminado e iba saliendo para dejar el lugar, una señora de origen europeo que trabajaba en el área administrativa y que, en silencio, había escuchado todo, alzó su vista a mi paso y me dijo:

“Carlos, tú no eres planta tropical”.

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*4*

Cuando en 1976 compré la casa en la que aún vivo, alguien de mi grupo social llegó a la peregrina conclusión de que yo era rico y que, por tanto, además de comprar la casa debería también comprar carros nuevos, renovar cada pocos meses mi vestuario y el de mi familia, frecuentar restaurantes y clubes de lujo, etc. Cuando no hice tal, esa persona me dijo:

“Eres mal rico”.

Una vez que entendí a qué se refería, y aunque yo no tenía las riquezas que esa persona me atribuía, concluí que no le faltaba razón porque aunque yo fuera billonario continuaría con mi mismo estilo de vida.

Eso sí, crearía y subvencionaría una institución que, hurgando en la Historia desde los tiempos de Colón, se encargara de determinar y cuantificar la cuota de participación y responsabilidad de los canarios —también llamados isleños— en el desmadre que a través del tiempo se ha ido acabando con Venezuela.