[LE}– Origen de dichos y expresiones: Estar en la luna de Valencia

19-08-14

Aunque hay diversas versiones sobre su origen, la que tiene más posibilidades de ser real es la que lo vincula con las antiguas murallas de la ciudad, cuyas puertas cerraban al caer la noche.

Aquellos rezagados que llegaban tras el cierre no podían pasar al interior y, por lo tanto, no tenían posibilidad de ir a dormir a sus casas. Debían pasar el resto de la noche al raso, a la luna de Valencia.

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[*IBM}– Del baúl de los recuerdos: TeleProceso (TP), Aeromortal, el Sr. Polling, y el “Paquete en línea” / Ramón López, Leo Masina, Antonio Lalaguna

03-09-2003

Ramón López

En el año 1958 instalé la primera máquina de teleproceso en toda América Latina. Fue la Data Transceiver 066/067, y la instale en la Creole, entre Caracas y Quiriquire, usando un canal de audio del sistema de microondas que tenia instalado la Creole.

Para determinar la factibilidad del teleproceso hicimos varias pruebas de líneas telefónicas y de microonda por toda Venezuela, con un aparato que se llamaba el Trend Tester.

Nos íbamos a Maracaibo y otros lugares y probábamos con Caracas transmitiendo a velocidades de 128 ó 240 bps (bits por segundo), y no 100 kbps como ahora. Y para alcanzar esta velocidad tuvimos que ecualizar algunas líneas,… que años más tarde llegaron a 1.200 ó 2.400.

La 066 que tenían en Quiriquire transmitía el contenido de tarjetas perforadas y, si la estación de destino no lo recibía bien, mandaba su señal de “NAK” (No Acknowledgement) y la 066 volvía a transmitir toda la tarjeta.

Por supuesto que la máquina era de tubos y constaba de dos muebles, uno era el módem y el otro la receptora/transmisora, perforadora y lectora.

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08-09-2003

Ramón López

Un día en que íbamos a hacer unas pruebas de líneas entre Maracaibo y Caracas, me fui con Simón Meléndez a Maracaibo, y en Caracas se quedó un chileno, Jorge Troncoso, para enviar y recibir data con el famoso Trend Tester.

El avión en que volamos a Maracaibo era un Jet Caravel. Cuando despegó se escuchó un ruido muy grande, y el avión bajó y empezó a volar a muy poca altura sobre el mar. La cosa estaba muy fea y el comentario de Meléndez fue: “¡Qué buena broma le vamos a echar a Troncoso! ¡Se va a quedar todo el día esperándonos!”.

El avión dio la vuelta y enfilo hacia Maiquetía. Cuando llegamos, la pista estaba llena de ambulancias y carros de bomberos. Aterrizamos bien, y lo que había pasado era que, al despegar, se había roto una rueda y el caucho desprendido de la rueda se había metido en la turbina.

No sé cuántas veces he visto cerca el más allá en esos vuelos de Aeropostal y otros, pero parece que tenía que seguir cumpliendo con mi misión en el mundo.

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12-09-2003

Leonardo Masina

Este relato de Ramón me hizo recordar un vuelo, también con AEROMORTAL, —como llamábamos a la Línea Aeropostal Venezolana—, y también hacia Maracaibo con escala en Mérida. Pero el avión era un turbohélice.

A poco de salir de Maiquetía estaba yo tieso de frío, buscaba las salidas del aire para cerrarlas pero no conseguía ninguna, Llamé a la azafata y le pregunté cómo se podía cerrar, y muy tranquila me contestó:

—En este avión las salidas de aire no se pueden cerrar, pero el aire frío que usted siente viene de afuera, ¡es que este avión está lleno de fisuras y grietas y por eso hace tanto frío!

Para colmo, al rato empezó a llover, y aparte del frío entraba una escarcha tan helada que los pasajeros tuvimos que recurrir a unas mantas para taparnos, y parecíamos todos unos indios norteamericanos.

Cuando llegamos a Maracaibo, los pocos pasajeros que éramos tardamos bastante en bajar debido al alto grado de hibernación en que nos encontrábamos.

La vuelta a Caracas no fue mejor.

Coincidía con la fiesta de La Chinita y no había vuelos. AEROMORTAL puso unos vuelos extra y, en efecto, me llamaron al hotel de madrugada para decirme que me habían conseguido plaza en un vuelo que salía a las 7:00 de la mañana.

Temprano llegué al aeropuerto y, aunque llovía a cántaros, nos embarcaron en hora, arrancaron el avión —que era otro turbohélice— y de repente un motor empezó a hacer ruido.

Apareció un tipo con una escalera y una lona para taparse, y empezó a meterle mano al motor. A la media hora nos mandaron a bajar a todos.

Como a las 9:00 am nos volvieron a embarcar, y el avión despegó, pero al rato se le paró de nuevo el motor.

Tuvimos que aterrizar en Valera. Allí también llovía y se repitió la misma escena: un mecánico con su escalera, pero esta vez tenía un ayudante con paraguas. Tardaron casi una hora en repararlo, así que, como a las 10:30 am, volvimos a arrancar, pero casi 40% de los pasajeros no quisieron volver a embarcar.

Arrancamos, y al rato otra vez se paró el motor, así que aterrizamos de emergencia en Barquisimeto y, de nuevo, la misma historia. Todos los pasajeros nos fuimos a la terminal a buscar una solución alternativa para volver, pero no hubo suerte.

Como a las 12:00 p.m. volvieron a montar a los que quedábamos, ya que éramos cada vez menos, y despegamos. Pero lo mismo, aunque esta vez el tramo fue más corto, pero no sé dónde nos paramos, si en Valencia o en otro lugar, sólo sé que no era un aeropuerto normal, pues no había aviones de línea sino sólo avionetas, y no nos dejaron bajar.

A causa de los nervios, a la mayoría de los pasajeros les dio cagantina, y el único baño que tenía el avión estaba ya inservible, pues de sólo acercarse a la puerta la hediondez podía matar a uno.

El desfile de mecánicos fue impresionante. Cada uno metiéndole mano al motor como si de una puta se tratara, pero él no se dejaba. La azafata nos informó que habían solicitado un autobús para trasladarnos a Caracas, pero que tardaría en llegar.

De repente apareció un negro que parecía un armario: medía como dos metros y medio de alto, tenía tremendas espaldas de luchador, y casi no necesitaba la escalera para llegar al motor. Con un martillo en mano se metió en el motor, le dio un par de martillazos y le dijo al piloto: «¡ARRANCA!».

Milagrosamente, el motor arrancó. Lo dejaron en marcha un buen rato y, como siguió funcionando, decidieron intentar despegar. El avión despegó y logró llegar hasta Maiquetía cuando eran ya como las 2:30 de la tarde.

Tengo que admitir que cuando llegué a casa me pasé casi una hora en el baño. ¡Solté hasta lo que no tenía!

Creo que ese vuelo no se me olvidará jamás y, como bien dice Ramón, ¡se ve que nuestra misión no tenía que terminar en un avión!   

NotaCMP.- Las siglas de Línea Aeropostal Venezolana eran LAV, a las que la chispa popular dio el significado de «Le Aseguramos Velorio».

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16-10-2033

Antonio Lalaguna

Lo de la señora que rompió la funda del diskette me trae a la memoria cuando para el TP en el Banco del Caribe, bajo la gestión de Francisco Rodríguez, arrancamos en línea simultáneamente las oficinas de Valencia y Maracay, con los terminales 1060.

Ésta fue la primera instalación que en Venezuela llevó el servicio en línea fuera de Caracas.

En el devenir de la operación se presentó un problema. Me puse al teléfono con el VP del área y le pregunté:

–¿Ya llegó polling*?

El señor se dirigió al gerente de la sucursal y le transmitió la pregunta, a la cual éste contestó:

–¡Todavía no ha llegado ese señor!

Y a continuación preguntó:

–¿Mando a alguien a buscarlo hasta el peaje?

Me hicieron la misma pregunta y yo les dije que sí, que el tal señor andaba en un carro con el logo de IBM, y dicho y hecho, inmediatamente mandaron a un pobre chico a buscarlo hasta el peaje.

Siguiendo con esta aventura, al cabo de un rato, y viendo que en Caracas ya había polling pero no transacciones, le pregunté al sub-gerente, que en ese momento estaba al teléfono:

–¿Ya abrieron el terminal?? (Me refería a introducir el código de inicio de operaciones)

Su respuesta fue:

–Sí, ¡cómo no! Lo único es que tuve problemas con una de las puertas, pero las otras se han abierto muy bien.

En otra oportunidad, un técnico, armado de un poderoso osciloscopio Tektronic, estaba en la agencia de Villa de Cura con un problema de línea. Le preguntamos cómo llegaba y qué nivel tenía la señal, y él, muy orondo, contestó:

–Como un pocotón de mediecitos, y hasta del mismo tamaño.

Y, para empeorar la cosa, en el Banco de Venezuela el señor encargado de mantenimiento (teléfonos, etc.) se llamaba Polín (quien por el color de su braga fue bautizado por el Sr. Castro, VP de Tabulación, como “Comandante de los Azules”).

¡Imagínense cuando había algún problema la confusión que se generaba entre el Sr. Polín y el Polling!

(*) NotaCMP.- Lo que se pregunta es si ya llegó al terminal la señal de que éste está conectado para trabajar online. Podría compararse al tono de discado que emite un teléfono cuando se levanta el auricular y hay línea. Más información sobre polling.