[*Otros}– Diez pueblos de Canarias que asombran tanto como las playas de ese archipiélago

16/12/2013

Guacimara Hernández

El archipiélago de las Afortunadas tiene algo más que sol y arena tentadora. Estos pueblos merecen un viaje.

1.- Betancuria (Fuerteventura)

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El convento, del que sólo se conservan los muros

Fue considerada la primera capital de Canarias, cuando no había acabado la Conquista, y su fundación data de 1405, obra del normando Jean de Bethencourt, del que deriva su particular nombre.

Con su escasa población de menos de mil habitantes, respira historia por sus cuatro costados, con el viejo convento franciscano, de 1423, del que se conservan sólo los muros como rincón preferido para los fotógrafos.

Pese a que su ubicación trataba de protegerla de los ataques, en 1593 el pirata Jaban penetró hasta Betancuria y la redujo a cenizas. Hoy luce reconstruida la iglesia de Santa María, foco de atracción junto con el museo arqueológico.

2.- Artenara (Las Palmas)

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Excavada en la montaña, la ermita de la Virgen es lugar de peregrinación

En la cumbre de Las Palmas se puede viajar en el tiempo y tener una idea de cómo vivían los aborígenes isleños.

Artenara da la posibilidad de apreciar los yacimientos arqueológicos de Acusa, constituido por cuevas habitacionales y funerarias, o visitar las cuevas de Caballero, zona de refugio de pastores prehispánicos.

La particular ermita de la Virgen de La Cuevita es también visita ineludible, ya que está excavada en un risco a 400 metros del casco del pueblo. Data del siglo XVIII, y posee todos los componentes necesarios para el culto religioso: altar, púlpito, confesionario y coro; todos labrados en la misma roca.

Si tiene la suerte de estar allí a mediados de agosto, podrá disfrutar de la fiesta patronal, en la que toda la isla parece desplazarse a este pueblo cumbrero.

3.- Tazacorte (La Palma)

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La Plaza de la Vica, lugar de reunión del pueblo

Por sus casonas solariegas de los siglos XVI y XVII, sus callejuelas rebosantes de macetas con flores y su buen clima, de 3.500 horas de sol anuales, Tazacorte brilla con luz propia en la isla de La Palma.

Situado en la costa oeste, ha sido durante largos años un municipio cuyo color dominante ha sido el verde de sus plataneras, aunque en los últimos años ha reorientado su actividad hacia el turismo.

El museo del plátano y del mojo dan cuenta de este interés por exhibir al visitante lo mejor de la tierra bagañete, que tal es el gentilicio de sus habitantes.

Su barrio pesquero trae aromas a aguas saladas del mar, frente al Barranco de las Angustias, que las trae de tierra adentro, de la impresionante Caldera de Taburiente, parque nacional desde 1954 y corazón natural de La Palma.

A la hora de comer, no se pierda los polines: plátanos (cambures) verdes guisados, generalmente acompañados de pescado salado con mojo.

4.- Tegueste (Tenerife)

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Casco de Tegueste, con la iglesia de San Marcos al fondo

La villa de Tegueste se extiende dentro de una amplia cuenca hidrográfica junto a la Cordillera de Anaga, característica que sustentó su consolidación como un lugar de gran tradición agrícola.

Tegueste debe su nombre a uno de los nueve menceyatos aborígenes, y su casco es una buena muestra de arquitectura tradicional canaria, conservada en muy buen estado.

La iglesia de San Marcos es el eje cada año de una de las grandes romerías de Canarias, celebración que se une a la Danza de las Flores, con más de cinco siglos de historia, o la representación de La Librea, que convierten a esta villa en la auténtica capital de las tradiciones de las Islas Canarias.

Además, es un cautivador escenario para los amantes del enogastroturismo, con viñedos y bodegas donde conocer el proceso desde sus orígenes, a la vez que disfrutar de su gastronomía típica.

5.- Moya (Las Palmas)

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Panorámica del casco de Moya visto desde el barranco

Entre palmerales y plataneras, entre los reductos de laurisilva o entre la medianía verde, Moya reúne en pocos kilómetros cuadrados una gran variedad de paisajes para atraer al visitante.

En su pintoresco casco, destaca el museo dedicado a Tomás Morales, el poeta que cantó «al sonoro Atlántico», que recoge objetos estrechamente vinculados al autor en sus diferentes salas.

Situada a pocos minutos de la ciudad de Las Palmas, Moya es asimismo lugar de peregrinación de los amantes de la buena mesa, en la que destaca el cherne Canario o la vieja, siempre con papas arrugadas.

6.- La Restinga (El Hierro)

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Los barcos pesqueros y el muelle, una postal de La Restinga

El pueblo costero de La Restinga se ha vuelto famoso desde que hace dos años erupcionase frente a sus costas un volcán submarino, que tuvo en vilo a toda España ya que se hablaba incluso de que podría surgir una nueva isla.

Sin embargo, todo se mantuvo bajo el agua, y hoy sus habitantes han vuelto a la calma tradicional que recorre sus calles, con sus restaurantes donde se puede comer el mejor pescado de toda Canarias (así lo aseguran).

Pueblo marinero, el espectáculo de su muelle es disfrutable desde las terrazas donde se puede acompañar con una caña el lento atardecer herreño.

Desde La Restinga, además, se desarrolla una intensa actividad de submarinismo, con un certamen anual de fotografía que lleva hasta los fondos del Mar de las Calmas a visitantes del mundo entero.

7.- Teguise (Lanzarote)

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El blanco de sus casas, signo distintivo de Teguise

Antigua capital de la isla conejera, la villa de Teguise es uno de los pocos entramados urbanos de esta isla que conservan su estructura arquitectónica. Su casco peatonal empedrado le confiere un aire rústico que coincide con su parsimonioso día a día.

Desde su nacimiento, en 1418, Teguise fue villa noble y señorial bajo la dinastía Bethencourt y Herrera, períodos en los que se construyó un rico conjunto arquitectónico.

De obligada visita son la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, el Palacio Spínola, y el Convento de Santo Domingo. En la cúspide de la montaña Guanapay, que cobija a La Villa, se encuentra la fortaleza más antigua de Lanzarote, el Castillo de Santa Bárbara, construida por Sancho Herrera en la primera mitad del siglo XVI.

Refugio de los frecuentes ataques de piratas de la época, desde 1991 se constituyó en la sede del interesante Museo del Emigrante, que cuenta con una importante colección documental sobre la emigración canaria de los siglos XVIII y XIX.

8.- Chipude (La Gomera)

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La iglesia de la Virgen de Candelaria

Chipude es un encantador caserío situado junto a la iglesia parroquial de La Candelaria y su conjunto de viviendas tradicionales, donde destaca la hacienda de los Ayala, uno de los pocos grupos hacendísticos conservados en la isla de La Gomera.

La Fortaleza de Chipude, un roque con forma de meseta y 1.240 metros de altura, era considerado espacio sagrado por los antiguos isleños, y estaba dedicado a rituales religiosos, pero también ha sido utilizado posteriormente como refugio de pastores, y son innumerables los yacimientos arqueológicos hallados en su entorno.

Actualmente, el camino para alcanzar su cima es un estrecho paraje que en ocasiones puede verse interrumpido por desprendimientos o cúmulos de piedras.

Para disfrutar de la actividad con mayor seguridad, es importante informarse en el Centro de Visitantes o en las Oficinas de Turismo, acerca del estado en que se encuentra el camino y de las posibles visitas guiadas que se ofrecen.

9.- Antigua (Fuerteventura)

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La iglesia de Nuestra Señora, en Antigua

Antigua, uno de los primeros pueblos que se formaron en Fuerteventura, recuerda a la Mancha Castellana, con su suave llanura interrumpida por los molinos de viento. Su pintoresca iglesia fue construida en 1785 y se alza entre árboles y arbustos.

Tierra de viento y sol, no extraña, pues, que uno de sus viejos molinos haya sido totalmente restaurado y convertido actualmente en centro cultural y de atracción turística donde se exhiben y venden artesanías típicas majoreras, como se les llama a los originarios de Fuerteventura.

Los amantes de las películas de terror se interesarán por «La luz de Mafasca», un extraño fenómeno que con frecuencia se produce en esta zona, entre los meses de noviembre y febrero, especialmente en los años lluviosos.

Esta luz, que ha inspirado ya películas, aparece tanto en las noches despejadas como en las nubladas, y las descripciones acerca de la misma difieren algo, pero todos destacan su luminosidad, que pasa del azul al rojo y luego desaparece.

10.- La Esperanza (Tenerife)

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El magnífico lagar que se conserva en la exuberante plaza de La Esperanza

Olvídese del tradicional clima templado Canario, pues en La Esperanza suele hacer frío. Pero ésta es la mejor excusa para visitar este bonito pueblo rodeado por el verdor del cinturón forestal del interior de Tenerife, ya que el frío se puede combatir con unas caminatas por su casco, o hacer de él el punto de partida y llegada para las muchas rutas senderistas que de allí salen.

Merece una visita la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, de estilo Canario, que nació de la necesidad de buscar un lugar para que los peregrinos que realizaban el camino hasta Candelaria se protegieran de las inclemencias del tiempo.

Muy cerca de allí se conserva la «Casa del Pirata», donde se dice que vivió el corsario Amaro Pargo.

La bien ganada fama gastronómica de La Esperanza hace que el visitante precavido reserve su mejor apetito para alguno de los muy buenos restaurantes de la zona, donde la carne de cabra, el conejo y las garbanzas aportan las calorías necesarias para enfrentarse al fresco.

Fuente

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COMENTARIOS

CMP
En respuesta a Roberto.

Me too, Roberto.

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Roberto
Para gustos hay colores. A mí me asombran otros.

[*Otros}– San Borondón, la misteriosa isla Canaria, fue fotografiada ante testigos

14-12-2011

Mi paisano y amigo Juan Antonio Pino Capote me ha hecho llegar un interesante material que recibió de su amigo Paco Toledo —palmero y catedrático de Radiología— sobre San Borondón, la isla fantasma que de vez en cuando aparece en ciertos lugares del mar del archipiélago de las Canarias.

Por la bibliografía que aparece al final del escrito, éste es obra de María Victoria Hernández, hoy cronista oficial de Los Llanos de Aridane (La Palma), a quien corresponde el crédito y de quien ya he publicado en este blog tres artículos,

Y la excelente, casi insólita foto, fue tomada por el fotógrafo profesional Manuel Rodríguez Quintero, quien aparece en ella y quien, al menos en mis tiempos —década de los ’50s— tenía su estudio en la parte Este, la más alta, de Los Llanos de Aridane, y era por todos conocido por el apodo de Cernícalo, tal vez porque el cernícalo —un ave rapaz— tiene una excelente vista a la que no escapa nada, y Manuel Rodríguez Quintero tenía también un ojo excelente para la fotografía.

Don Antonio Pino, el poeta pasense cuyos poemas aparecen en el libro titulado Dándole vueltas al viento, y que ya publiqué en este blog, dedicó a Manuel Rodríguez Quintero uno de ellos: Luz en la sombra.

Nunca pensé que la esquiva y misteriosa isla de San Borondón, que he visto un par de veces frente a Las Breñas (La Palma), había sido fotografiada, y nada menos que por un excelente profesional de la fotografía.

La explicación más común acerca de San Borondón es que se trata de un espejismo porque al calentarse las capas atmosféricas, éstas hacen como de lente y mandan hacia ciertas partes de Canarias el reflejo de otra isla.

Ante esto, las primeras preguntas que se me ocurren son dos:

  1. ¿De cuál isla?
  2. ¿Por qué siempre al oeste de La Palma, aunque no exactamente en el mismo lugar?

Y ahora, al ver la foto tomada por Cernícalo, me pregunto también por qué nadie ha ubicado una isla real, o un trozo de tierra real, cuya figura sea la que aparece en la foto.

Seguiremos disfrutando del misterio.

Mis gracias a Juan Antonio Pino Capote por hacerme llegar esta joya.

Carlos M. Padrón

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Una tarde de 1958 —o, tal vez, de 1957—, Manuel Rodríguez Quintero (1897-1971) deambulaba, con su inseparable cámara fotográfica, por las Martelas de Arriba, en Los Llanos de Aridane.

En las represas-estanques propiedad de Gregorio Camacho Gómez estaban bañándose tres niños, entre ellos Arístides Sánchez y Evaristo Pérez Barreto.

Era un día de horizonte y cielo limpio, y, de pronto, una isla se dibujó mar afuera; apareció de repente.

No era El Hierro, pues la isla llamada del meridiano estaría más al sur, a la altura de Fuencaliente. Era la isla encantada de San Borondón; no podía ser otra.

Rodríguez Quintero tomó conciencia de la importancia de aquella visión y disparó su cámara fotográfica en dirección oeste, sobre Las Martelas de Abajo y en la costa próximo al barrio de San Borondón en Tazacorte.

El fotógrafo debió darse cuenta de que difícilmente cuando mostrara la foto a los convecinos éstos iban a admitir que hubiera obtenido una fotografía de la «encantada», «errante», «encubierta» y mítica isla de San Borondón.

Así que, a gritos, llamó a los niños, que se daban un remojón veraniego en la represa de agua, y les hizo mirar hacia abajo donde estaba, y se apreciaba perfectamente, la silueta de San Borondón.

Los niños se convirtieron, junto al fotógrafo, en testigos de aquella visión única de la antigua leyenda, y años más tarde los entrevistábamos y así lo confirmaron.

Evaristo [a. Lepanto] en 1982 nos decía:

«Cuando eso yo tenía 11 años, pero lo recuerdo perfectamente… La vimos durante más de veinte minutos hasta que desapareció. Quintero nos dijo que miráramos aquello que quizás no lo íbamos a ver nunca más» […] «Era la silueta de una isla, muy alta; luces no había».

Por su parte, Arístides también lo corroboraba:

«Recuerdo que estábamos bañándonos en la represa junto a dos compañeros más. De repente, don Manuel nos llamó para que viéramos algo. Cuando miramos, era verdad: allí en el mar había una isla. Quintero se fue a la carretera y paraba a todos los coches y camiones que pasaban para Puerto Naos, y así otras personas la vieron, como nosotros, pero no sé quiénes fueron».

La copia de la entrevista se encuentra en el Archivo General del Cabildo Insular de La Palma.

Quintero, no conforme con el testimonio verbal que pudieran dar los niños bañistas, los captó con su cámara, vistiendo los tres bañador.

El fotógrafo disparó dos instantáneas a la misteriosa isla, y una, la tercera, a los niños. Correlativamente se conservan todas en el cliché que hoy guarda su familia, los también fotógrafos Lonque y Ángeles Rodríguez Castro (Foto Helénica) en Los Llanos de Aridane, y aparecen —además de la foto del propio Quintero, y de una ilustración de la ballena mencionada más abajo— en este histórico collage:

 

La constancia de esa «aparición» de la isla «errante» fue visionada por numerosos vecinos de Tazacorte, que aún hoy lo recuerdan y dan detalles del hecho.

Debió ser por esos años una gran novelería en el Valle de Aridane.

La fotografía debió ser entregada o remitida al recordado arqueólogo catalán, afincado en Tenerife, Luis Diego Cuscoy (1907-1987).

Cuscoy preparó un documentado artículo que se publicó en el periódico de Madrid, ABC [10-08-1958 pág. 6 y 7]. Un gran reportaje en dos páginas con las ilustraciones de la foto de San Borondón, otra de la costa occidental de La Palma en que se que aprecia Tazacorte y su barrio de San Borondón, ambas de Quintero, y un dibujo geográfico de Canarias con marcas de las últimas apariciones de la Isla errante.

Hasta ese momento la cartografía de la isla errante abarcaba siglos en mapas y portulanos.

El referido artículo de ABC se publicó bajo el título: «La Isla Errante de San Borondón. Ha sido fotografiada por primera vez«.

En el desarrollo del texto Cuscoy refiere:

«Hace unos días, a los cinco años de su última aparición, la islita ha surgido a sotavento de La Palma, como antes, como siempre. El último dibujo de la silueta de San Borondón fue trazado en el siglo XVII. Y, lo que son los tiempos: tres siglos después, San Borondón ha sido fotografiado.

Al atardecer, quebrado de luces el poniente, en colisión el fiel alisio con vientos que, ya cálidos, ya fríos, mejor es no saber de dónde vienen, frente a un pueblecito del occidente de La Palma, San Borondón ha surgido con una silueta muy semejante a la se trazó en el siglo XVII. Y ha surgido —tal es la fidelidad— frente a un caserío que lleva el nombre de San Borondón, entre Tazacorte y Los Llanos de Aridane.

La geografía no inventa, y la toponimia es memoria vigilante. Los habitantes del caserío San Borondón, desde las ventanas tocadas dulcemente por la luz del atardecer, han podido contemplar cómo la islita errante dejaba que el crepúsculo se disolviese en el mar para sumirse ella de nuevo en el misterio.

El afortunado fotógrafo, verdadero testigo de excepción, ha dejado fiel constancia del hecho. Uno más que ha creído, hasta última hora, en la realidad de esa tierra fluctuante».

En los últimos años la fotografía de San Borondón ha sido publicada en numerosas monografías de conocidos investigadores, entre ellos el profesor medievalista y Secretario de la Real Academia de la Historia, Eloy Benito Ruano.

El último gran trabajo monográfico «La Isla perdida. Memorias de San Borondón desde La Palma», lo firman Manuel Poggio Capote y Luis Regueira Benítez, publicado por la editorial palmera Cartas Diferentes Ediciones, 2009.

En este trabajo se fecha la fotografía de Quintero en el mes de septiembre de 1957. Ignoramos lo que debió suceder para que Diego Cuscoy, un año después, dijera, en el periódico ABC, 1958*: «Hace unos días, a los cinco años de su última aparición, la islita ha surgido a sotavento de La Palma».

Es lo menos importante ante la constancia documental fotográfica de la isla de San Borondón.

Memoria de la leyenda

Mito, leyenda, tradición y misterio oceánico que deambula errante por los mares de La Palma.

En el año 480 de la Era del Señor nació Brandán en Irlanda. Desde muy joven entra en la orden benedictina.

Cuentan que un día que navegaba en busca de tierras que evangelizar, cuando el crepúscu­lo se apoderaba de la noche, encontró una isla.

Los navegantes saltaron a esa supuesta tierra firme a descansar de jornadas en un mar tenebroso y desconocido.

El silencio y la oscuridad atrajeron a los marineros que se entregaron al sueño y, mientras, Brandán rezaba, observaba el cielo y el camino de los astros, hasta que se dio cuenta de que lo que creía que era tierra firme se movía hacia Oriente.

Con el alba reunió a sus compañeros y les dijo: «No dejemos de dar gracias al Soberano y Dueño de todas las cosas, a este Dios cuya Providencia nos ha deparado en medio de los mares un nuevo bajel que no tiene necesidad ni de nuestras velas, ni de nuestros remos».

Estaban navegando sobre el lomo de una gran ballena.

El viaje continuó lentamente, durante 40 días, por mares abiertos y confiados en la Divina Providencia.

Por fin la ballena, a la cual llamaban Jasconius, les arribó a una isla exuberante, altanera, con alegres cantos de mirlos y otros pájaros desconoci­dos, y aguas de mar cristalinas donde los peces de mil colores jugaban con la espuma.

Todo era quietud, paz, soledad en esa isla de limpias arenas negras, surcada por riachuelos, con extraños carneros, poblada de ricos frutos y de gratos aromas.

¿Sería el Paraíso? Durante siete años la habitaron.

Y a ese paraíso de isla la leyenda le puso el nombre de San Barandán o San Borondón. Y el mito y el misterio siguió corriendo los siglos, hasta que el mismísimo Cristóbal Colón, en su diario de a bordo, anotaba, el 9 de agosto de 1492, que juraban muchos hombres honrados «que cada año veían tierra al Oeste de las Canarias, que es al Poniente; y otros de La Gomera afirmaban otro tanto, con juramento».

Y el almirante puso rumbo al Poniente, por donde aparecía San Borondón, en busca de tierras firmes.

La isla aparece y desaparece llamando a navegantes y aventureros. Se hicieron expediciones en su busca que afirmaban haber estado en ella.

Errante, viajera, inestable y misteriosa. Unas veces la han visto por el poniente de La Palma, más al norte o al sur, entre El Hierro y La Palma, y otras frente al Puerto de Tazacorte.

Los palmeros continúan mirando al horizonte en busca de esa isla de aves y plantas exóticas, seres extraños, arroyos cristali­nos, aromas dulces, tiempos aplacibles y frescos, nieve en el reino del aire, mar limpio repleto de peces de mil tonalida­des, gigantescos dragos que parecen dragones, montañas de formas redondas, y barrancos abismales.

La toponimia insular quiso llamar San Borondón a un lugar del municipio de Tazacorte, y ahora uno duda: ¿Será La Palma la misteriosa y mítica isla de San Borondón, ­y la otra, que aparece y desaparece en el horizonte, un espejismo?

Leyenda o realidad; dejémoslo en leyenda.

***

Bibliografía

  • Hernández Pérez, María Victoria. «Manuel Rodríguez Quintero: El fotógrafo de San Borondón», Día de Fiesta: suplemento dominical de «El Día» (Santa Cruz de Tenerife, 28 de marzo de 1982), p. i.
  • Hernández Pérez, María Victoria. «La leyenda San Borondón y el fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero», Diario de Avisos (Santa Cruz de Tenerife, 13 de mayo de 2001), p. 28.

***

(*): NotaCMP. Me inclino por 1957, pues  ahora, al leer este artículo de María Victoria Hdez., creo recordar que en septiembre de 1957, antes de yo dejar El Paso para ir a establecerme en Santa Cruz de Tenerife, escuché algo sobre este caso.

Cabe pensar que el error se deba a una confusión del linotipista quien al estar montando el artículo en 1958, le puso ese año en vez de 1957.

[*Otros}– Diálogo entre Baldomero y Eulogia, una pareja de campesinos de Tazacorte (La Palma)

—¿De ande vienes tan alberejao, Baldo?

—Vengo del Puerto, Ulogia, y hablando ahí con uno ¡me dio una idea del carajo!

—¡Babaaan! Cuando tú me vienes con una idea mejor me echo corré por la serventía p’alantre

—Que no, Ulogia, que estuve hablando con mi compadre «el enturriao» y me dijo que por qué no
acotejamos el pajero y alquilamos los cuartos a gente de pa’fuera.

—Baldo, ¿¡tú tas loco!? ¿Y ande nos quedamos a dormir nosostros?

—Ulogia, nos quedamos en el cuarto chico que está detrás del pajero.

—Baldo, el cuarto chico está too lleno ‘e trafallos y tarecos, ¡¡buena chuscáa!!

—Eso s’acoteja y verás cómo nos cabe el catre y la mesa noche, Ulogia.

—¿Y la perra??

La perra se quea por fuera.

—¡¡Y una mierdaaa!!

—Yo le aquello una caseta tapaa con badana, y un dornajo por fuera y tú verás lo bien que está la perra, Ulogia.

—Pos no, ¡¡pa’too está!!

—Ulogia, que esto es el futuro, el turismo rurá que le dicen, y eso senefica unos tintines más pa’ nosotros.

—Pos yo no lo veo claro, Baldo, ¡eso de meté gente ajena en el pajero!

—Ulogia,… Y si m’apuras acotejo la cueva de los cochinos, como hizo El Vikingo en el Time, y la alquilo también.

—Baldo, tú, desde que te diste el samagaso en los plátanos regando al calabazo, ¡¡no andas bien del totiso!!

—Pos yo estoy embelecaito con la idea, Ulogia.

—¡Mía tú pa’rai! ¡Quién te vería a ti de empresario! Y mira que dejaste las lonas encima del muro de la cochinera y se te abicaron pa’dentro.

—¡Indito sía Dió! ¡Ay, que me las juran los cochinos, y son las que tengo pa’ dir a trabajar!

—No te aquelles, Manolo, que los cochinos se botaron pa’fuera del fatume que tenían las confiscaas lonas.

Cortesía de Roberto González Rodríguez

NotaCMP.- Por un módico precio mandaré por e-mail la traducción a quien me la pida.

 

[*Opino}– La Palma en la memoria – 1949

Por cortesía de Nina Domínguez Brito he recibido este link que lleva a un documental de 1949 acerca de algunos pueblos de la Isla de La Palma, entre ellos El Paso.

Hay que tener en cuenta que en la fecha en que fue hecho el documental imperaba el franquismo y lo católico era casi obligatorio. Eso explica la mala calidad de la filmación (es de hace 62 años) y los aspectos que en ella se destacan. Aún así, es algo para guardar. Aunque no lo conozco, doy las gracias a José Antonio Lorenzo Pérez quien hizo el montaje.

Tal vez porque en El Paso no se dan los plátanos, por este documental he venido a saber que, al menos en Tazacorte, las mujeres eran las que cargaban hasta los camiones las piñas de plátanos que los hombres cortaban.

La fábrica de cigarrillos y cigarros puros hace tiempo que desapareció. Su historia confirmó la teoría de que si se toma como primera generación la que funda una empresa, la segunda la lleva a su esplendor, y la tercera acaba con ella.

Esa fábrica fue por muchos años la gran fuente de trabajo para los hombres y mujeres de El Paso.

La erupción a la que este documental se refiere es la que mencioné en el post El volcán Cumbre Vieja: trágico pero espectacular. A ese volcán se le conoce por varios nombres.

Si tienes problemas con el link que di al comienzo, puedes bajar/ver el documental clicando de AQUÍ.

Carlos M. Padrón