04-09-12
Carlos M. Padrón
Esta entrevista salió publicada en el número de enero/1978 de la revista Mensaje, número que estuvo dedicado a los 40 años de IBM en Venezuela, y buena parte de su contenido me llegó como cortesía de Roberto Alibardi por vía de Leonardo Masina.

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Jadwiga Jungk, una compañera incansable
Dinámica, veloz, siempre activa. Su nombre es Jadwiga, pero para la gran mayoría es la Sra. Jungk, y para sus amigos más cercanos, Vicky.
Su cargo: Gerente de Administración de Educación DP, y su carrera en IBM, variada y exitosa.
—Háblanos un poco de tu trayectoria en la compañía.
—Comencé como secretaria suplente en el Departamento de Educación. De eso hace ya… bueno, hace ya algunos años. Al quedar como empleada fija pasé a secretaria de Servicios DP a nivel internacional. En marzo del mismo año fui nombrada Coordinadora Nacional de Literatura, y desde mayo de 1976 me desempeño en mi posición actual.
—Vicky sonríe pícaramente y, por supuesto, no podemos resistir la tentación de preguntarle por qué lo hace.
—Me acabo de acordar de algo que me sucedió cuando trabajaba con carácter temporal en el Departamento de Educación.
Yo ya conocía muy bien a las personas que tenían mayor contacto con ese departamento, bien fueran empleados de IBM o clientes, pero en una oportunidad en que me quedé trabajando al mediodía entró al departamento un señor a quien yo nunca había visto, y me preguntó por alguien que no se encontraba allí.
Así se lo informé, pero él, lejos de retirarse, se acercó a uno de los archivadores que estaba semiabierto e hizo ademán de mirar en él.
Como allí se guardaban los exámenes, ni corta ni perezosa le dije que eso era material confidencial, y cerré la gaveta, montando además la combinación, pero el señor no se dio por aludido. Simplemente comentó: “Usted es nueva aquí, ¿verdad?”, le contesté que sí pero él seguía mirando alrededor y aumentando mis temores de que se enterara de la información confidencial que tenía en el escritorio, ante lo cual le dije: “Señor, éstas no son horas de oficina, tenga la bondad de salir inmediatamente de aquí y, si no lo hace, pediré ayuda”.
El señor se retiró, y en seguida me puse a averiguar su identidad, la cual me fue dada sin titubeos: “¿Cómo, no lo conoces? Es el Sr. Rodrigo Herrera Mata, Gerente General”.
Ese día no comí, ni dormí por la noche, ni me volvió el alma al cuerpo hasta varios días después, cuando me lo encontré en un pasillo y me dijo: “Secretarias como usted hacen falta en IBM”.
—Me supongo que tendrás muchas anécdotas
—Así es. Ya te las contaré algún día. Hay material como para llenar un libro.
—¿En cuál de tus ocupaciones te has sentido más realizada?
—Siento gran satisfacción en todas las responsabilidades de mi cargo actual, y también tuve muchas satisfacciones como Coordinadora Nacional de Literatura, ya que fue un cargo creado por mí.
—Tengo entendido que hablas varios idiomas. ¿Podrías decirnos cuáles?
—Bueno, hablo chino, inglés, italiano, ruso (el cual, dicho sea de paso, me permite comunicarme en polaco, yugoeslavo y hasta rumano (por la raíz eslovena), francés, alemán y… algo de castellano.
— ¿Y cómo te las arreglaste para aprender tantos idiomas?
—Tuve la suerte de vivir en todos y cada uno de estos países. No hay mejor escuela que verse obligado a comunicarse con la gente. Al principio es un enredo: uno pide mantequilla y le traen azúcar, pero poco a poco se va progresando, sobre todo cuando uno tiene, como me pasa a mí, la constante necesidad de comunicarse.
—Una última pregunta, Vicky: ¿cómo te las arreglas para atender tanto tu hogar como tu trabajo en la oficina?
—Esto es algo difícil de contestar porque es sumamente complicado. En principio se puede hacer o una cosa o la otra y, si se hacen ambas, se supone que es a medias, y yo no hago nada a medias. Tengo mucha colaboración por parte de mi familia. Ronald es muy comprensivo, y quizás es tan comprensivo sólo porque me quiere.
También los niños me facilitan mucho las cosas. Yo creo que esto es lo más importante porque lo demás se arregla, pero, si no contara con la ayuda de estas personas, no podría llevar a cabo ninguna de las dos labores.
La saludamos con un “Hasta luego”. Sus múltiples ocupaciones la reclamaban nuevamente.
