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Cortesía de Eleuterio Sicilia
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Cortesía de Eleuterio Sicilia
25 de marzo de 2013
Texto y fotos: Patricia Osuna I.
Más conocida por sus playas, bosques de laurisilva y ciudades coloniales, Tenerife conserva también un destacado legado aborigen.
Recorremos los barrancos, pueblos, cuevas y museos donde aún resuenan los ecos guanches siguiendo la trama de «Búscame donde nacen los dragos», última novela de la periodista Emma Lira.
El drago milenario de Icod de los Vinos. | Fotografía: P. Osuna
Tenerife, la última isla del archipiélago canario en ser colonizada, es el escenario escogido por la periodista y trotamundos Emma Lira para situar la trama de su novela «Búscame donde nacen los dragos» (Plaza&Janés, 2013). Una historia de encuentros y desencuentros, pero, sobre todo, de aventuras, pasión por una civilización —la guanche— y descubrimientos que traspasan las barreras del tiempo y del espacio.
La lectura de la obra de Emma Lira nos inspira para visitar el norte de Tenerife con otros ojos, los de Marina —protagonista de la novela— y aproximarnos al legado guanche a través de sus barrancos, museos, cuevas,…
1. Icod de los Vinos

Los dragos a los que hace referencia el título no se encuentran en Canarias —y hasta ahí podemos leer— pero sí que tienen un vínculo muy especial con el drago milenario de Icod de los Vinos.
Milenario pese a que no supera los 600 años de vida. Detalle baladí cuando uno lo contempla en toda su gloria: 17 metros de altura y 20 de diámetro en la base, con un aire a medio camino entre guardián y superviviente.
El drago era sagrado para los guanches, quienes lo veneraban y empleaban su savia y corteza para los embalsamamientos, además de elaborar pócimas medicinales.
2. Cueva del Viento
Los tubos volcánicos juegan un papel decisivo en la novela.
Emma Lira se inspiró para su trama en el complejo subterráneo Cueva del Viento-Sobrado, el mayor tubo volcánico de la Unión Europea, y el cuarto del mundo, sólo superado por otros tres en Hawaii.
Su origen se debe a las coladas del volcán Pico Viejo, junto al Teide. Una visita a su interior pertrechado con calzado adecuado, casco y frontal, permite contemplar las caprichosas formas de la lava.
En sus más de 17 kilómetros de extensión se encuentran tres niveles de pasadizos diferentes, aunque, de forma oficiosa, se cree que tiene hasta 18. Además de su gran importancia vulcanológica, tiene un gran interés biológico —en la cueva habitan varias especies endémicas— y paleontológico, pues se han encontrado restos no sólo de guanches, sino de Lacerta goliath y Canariomys bravoi, un lagarto y una rata gigante hoy extintos.
3. Museo de la Naturaleza y el Hombre
Buena parte de lo que se sabe de la cultura guanche guarda relación con los enterramientos, y este museo, antiguo Hospital Civil de Santa Cruz, reúne doce momias completas, del siglo III d.C., y más de 140 extremidades, troncos y cabezas.
El Museo de la Naturaleza y el Hombre es, además, un ejemplo destacado de la arquitectura neoclásica de las islas, y está a cinco minutos a pie del pintoresco Mercado de Nuestra Señora de África, del Espacio de las Artes TEA, y de la calle Antonio Domínguez Alfonso, más conocida como calle Noria, ideal para hacer un alto alrededor de unas cañas y unas tapas.
4. Teide
(Foto cortesía de Roberto González Rodríguez)
No podemos hablar de volcanes y pasar por alto El Volcán, con mayúsculas, de Tenerife, que es además el pico más alto de España (3.718 metros).
Los guanches ya lo consideraban un lugar de culto, y entregaban gran número de ofrendas al Teide para aplacar la ira del demonio Guayota, su morador.
Se han encontrado ánforas y vasijas en recovecos de la planicie más baja del volcán, que hoy se pueden contemplar en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz.
5. Tegueste
Este municipio, al norte de Tenerife, fue hasta el siglo XV uno de los nueve menceyatos (divisiones territoriales y políticas bajo el liderazgo de un mencey) en que estaba organizado Tenerife.
Y es probablemente la zona arqueológica más importante de la isla, en la que se han hallado desde momias a paneles con grabados, cuevas sepulcrales y otras tantas de habitación.
Uno de los parajes a tener en cuenta es el barranco del Agua de Dios, donde se han contabilizado hasta 300 yacimientos, muchos de ellos alterados por el expolio o la reutilización histórica.
6. Barranco de Badajoz
También conocido como antiguo Barranco de Chamoco, este paraje supuso para los guanches un refugio en el este de Tenerife (actual municipio de Güímar).
Los manantiales les proveían de agua; la abundante vegetación, entre la que se contaban árboles frutales, de alimento; y su abrupta y escarpada geografía, sumada a la abundancia de cuevas, les ofrecía escondite y alojamiento.
Hasta bien entrado el siglo XVIII algunos guanches vivieron allí dedicándose principalmente al pastoreo.
7. Candelaria
En el municipio de Candelaria, muy cerca de Santa Cruz, un conjunto de esculturas de bronce de gran tamaño representa la figura de los nueve últimos menceyes, la mayoría portando sus añepas (bastón de mando propio de los guanches).
Las esculturas se levantan de espaldas al mar, junto a la basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, patrona de las Islas Canarias.
8. La Orotava
Además de atesorar uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos y mejor conservados del archipiélago, La Orotava se enmarca en un valle habitado en el pasado por los guanches. Era aquí donde encontraban fácilmente los alimentos y medios para su subsistencia.
Numerosos son los restos arqueológicos de la época guanche, como las cuevas sepulcrales de Roque Blanco, y Barranco de la Arena, los yacimientos arqueológicos de Playa del Bollullo, Tingayga o Montaña de los Pinos.
Fuente: El Mundo
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COMENTARIOS
Estela
En verdad cada lugar tiene su historia, y siempre de gran significación para los que la descubren para guardarla como gran tesoro. Del Teide guardo una piedra, entre otras, y se distingue por su color oscuro. Me la trajo una pariente que precisamente vive en La Orotava.
Otro foto de Lucy de Armas Padrón.

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Cortesía de Jaime Tejeiro
13-02-12
Carlos M. Padrón
En algún lugar de este blog escribí que, cuando yo estudiaba bachillerato, dejé de lado el francés y opté por el inglés.
Fue a comienzos de la década de los ’50s, y muchos calificaron de locura esa mi decisión por cuanto no había disponibles en El Paso profesores de inglés, pero me las arreglé con sólo libros.
Los tales libros no eran realmente de texto escolar, sino dos que mis dos hermanos —un libro cada uno— me habían enviado desde Venezuela.
Uno era de Berlitz, que no me gustó, y el otro, cuyo autor no recuerdo, tenía formato apaisado, tapas duras de color rojo oscuro, muy buen papel, y nítida impresión.
Comoquiera que desde siempre he reparado más en el fondo que en las formas, no creo que este libro me gustara por esas características físicas —que en algo ayudaron— sino más bien creo que me enganchó por las excelentes explicaciones y los muy buenos ejemplos ilustrados que contenía.
El caso es que con este libro aprendí lo básico de la gramática y el vocabulario inglés, pero, por supuesto, no su pronunciación, lo cual, como también dije en este blog, es un problema que arrastro hasta hoy y que se manifiesta en mi dificultad para entender el inglés hablado cuando no estoy frente a quien lo habla.
Con el inglés escrito no tengo mayor problema.
Cuando durante esa época iba yo a Tenerife a presentar exámenes, estaba ya aumentado la afluencia de turismo a esa isla.
Venía masivamente en barcos que atracaban en el puerto de Santa Cruz, y luego los turistas, que para entonces eran ingleses en su mayoría, se trasladaban por carretera hasta Puerto de la Cruz, en el norte de la isla, que fue el primer centro turístico de Tenerife, tal vez porque entre esa ciudad y su muy cercana vecina La Orotava reunían una mezcla única de excepcionales paisajes de montaña y mar, y clima frío, templado y cálido.
Mucho me habría gustado tener la oportunidad de entablar conversación con esos turistas, pero, por motivos de edad y de falta de recursos, no podía yo ir a Puerto de La Cruz.
Sin embargo, sí pude cuando a finales de 1957 me fui a vivir y a trabajar en Santa Cruz de Tenerife.
Entonces pude pagarme un viaje en guagua (autobús) hasta Puerto de La Cruz, y buscar la forma de hablar allá con cualquier turista, de cualquier sexo o edad, que aceptará cruzar conmigo algunas palabras.
Y digo que con cualquier turista porque todos, ya fueran ingleses, alemanes, daneses, etc., hablaban inglés.
(Paseo de San Telmo)
Los lugares más fáciles para conseguir lo que yo buscaba eran el paseo de San Telmo, las terrazas de algunos bares, y la playa Martiánez, una playa que, al igual que las de La Palma, mi isla natal, es de arena negra dado su origen volcánico.
El Puerto de La Cruz de entonces muy poco se parecía al de ahora.
En 1958 eran pocos, y no muy buenos, los hoteles que allí había, pero desde hace varios años son muchos, y muy variados, los hoteles que hay en Puerto de La Cruz; algunos con las mejores calificaciones en estrellas.
(Puerto de La Cruz. Hoteles al borde del mar. Foto cortesía de Lucy de Armas Padrón)
Tal vez para recordar viejos tiempos, o para disfrutar de los excelentes paisajes, cada una de las muchas veces que, después de vivir en América, he ido a Tenerife, mi paisano y buen amigo de la infancia, Gilberto Cruz —a quien en El Paso llamábamos Bero—, me lleva, en su auto —o mejor digo que nos lleva, pues últimamente he ido con Chepina, mi mujer—, bien a algún lugar específico de la isla o bien a darle la vuelta a toda ella.
El 90% de las veces toma la ruta del norte, e infaliblemente nos detenemos en Cuesta de La Villa en el llamado Mirador Humboldt, y desde allí disfrutamos del impresionante paisaje del Valle de La Orotava, que cubre desde el Teide hasta el mar
(Valle de La Orotava, con el pico Teide, nevado, al fondo. Foto cortesía de Ramón López)
Desde ese mirador contemplamos alelados lo que admiró Humboldt en 1799, aunque entonces no estaba en ese paisaje el núcleo urbano del hoy espectacular Puerto de La Cruz.
De noche es frecuente ir también a «El Puerto», que es como en Tenerife se le llama a Puerto de La Cruz, a disfrutar de lo que ofrecen muchos de esos hoteles, como discoteca, restaurante, bar interno, o servicio en terraza externa.
El turismo creció mucho en Tenerife desde entonces y se expandió por el sur de la Isla, pero ésa es un área distinta, pues, a diferencia de la parte norte —o sea, del Valle de La Orotava— no cuenta con diferentes climas entre los que escoger; no es verde sino más bien seca; y no tiene los paisajes de montaña que abundan en el norte.
El sur de Tenerife es más una zona residencial en la que han proliferado urbanizaciones cuyas casas están habitadas mayormente por extranjeros que una vez llegaron a Tenerife como turistas.
Para pasar una o dos semanas, el lugar es El Puerto. Y desde allí se puede dar vuelta completa a la isla, visitar el pico Teide —o al menos el Valle de Ucanca— y, si se quiere, detenerse a conocer las playas del sur y, por supuesto, la capital de la isla: Santa Cruz de Tenerife.
Las vías para completar este periplo son todas muy buenas, y es aconsejable llevar algo de ropa de abrigo porque los cambios de clima podrían ser bruscos y pronunciados.
Por mi parte, cada vez que voy a El Puerto, o lo contemplo desde lejos, recuerdo mis «peninos» con el idioma inglés, ése que luego me fue de gran utilidad en mi vida profesional, y que lo sigue siendo en la social, familiar y cibernética.
COMENTRARIOS
CMP
En respuesta a Juan Antonio Pino Capote.
Entonces, Juan Antonio, somos dos los que no hemos vuelto a ver a Olguita (Perera es su apellido) desde que dejamos El Paso.
Ella fue mi compañera de infortunio frente al sádico Moncada, de quienes ambos éramos víctimas preferidas para humillación, burla y escarnio.
Según escuché en el seno de mi familia, el padre de Olguita, conocido como Mazo Perera, fue un hombre muy querido que murió a edad temprana. Yo no lo recuerdo.
Juan Antonio Pino Capote
Yo era un poco mayor que el grupo de D. Santiago, grupo al que le tenía envidia por la calidez de este buen hombre y también por una alumna que yo admiraba. A Olguita la tuve por una niña siempre sonriente y entrañable. Gracias, Carlos, por recordarme esa foto.
Roberto, creo que después que me fui de El Paso no he vuelto a ver a Olguita. Por las anteriores característica se tiene muy merecido lo de Olguita, mucho mejor que Olga. En El Paso no hacía falta decir su apellido, todo el mundo sabía quién era Olguita.
CMP
En respuesta a Roberto.
¡Vaya, vaya! Eres más joven de lo que pensé. Olguita, a quien siempre tuve mucho aprecio, estudió conmigo varios años de bachillerato; una prueba es la foto que puedes ver AQUÍ.
Todas las veces que, estando yo ya en América, he vuelto a El Paso, la he buscado “como palito de romero”, pero sin éxito, lo cual me ha puesto de muy mal humor, pero sólo logro explicármelo con lo que también me ocurrió buscando a Carmensa durante 26 años. ¡Es increíble!
Si aún tienes contacto con ella, dile esto, por favor (pues tal vez nadie se lo haya dicho, y dale un abrazo de mi parte. Y dale mi dirección por si acaso quier escribirme.
Gracias.
Roberto
¡Es una maravilla lo que cuentan los dos!
Por cierto, ¿alguno de ustedes estudió con “Olguita”? Ella fue quién me inició a mi en el camino del inglés.
CMP
En respuesta a Juan Antonio Pino Capote.
No sabía, Juan Antonio, que tus inicios con el inglés habían sido en El Paso. Tal vez mi ignorancia en esto se deba a que cuando Moncada se autoproclamó profesor de inglés, ya hacía tiempo que yo me había librado de ese sádico, y más de un año que me había dedicado al inglés por mi cuenta. Sí recuerdo que impartía las clases en los altos de donde estuvo la farmacia de Don Miguel Jurado, lugar al que nunca entré.
Mi principal punto de aversión al inglés, aparte de que me lo “enseñaba” Moncada, no fueron, ni son, los verbos, sino la oscura y machacona fonética de ese idioma, y hasta la forma en que hay que pronunciar ciertas sílabas.
Lo de la turista de Monterrey me ha hecho gracia, pues puedo imaginar el caso y el alcance de tu reacción.
Sí recuerdo a Manolito Julián, pero de él no sé tanto como para poder escribir algo.
En mi caos, el inglés me fue útil desde un trabajo que tuve en Santa Criz de Tenerife, y luego, por supuesto, en todos los que tuve en Venezuela, en espeical e IBM, empresa en la que, como useña que es, poco futuro tienes si no hablas inglés. Así que mi decisión de dar la espalda al francés y dedicarme al inglés fue una de las buenas que tomé en mi vida.
Juan Antonio Pino Capote
Bonito y, para mí, evocador relato. Ya somos tres de El Paso los que elegimos el idioma inglés, que yo sepa.
Yo lo elegí para librarme de los antipáticos verbos y gramática francesa. El inglés lo estudié con el bachiller Adolfo Moncada, de triste recuerdo. No sé cuál era su nivel real de conocimiento del inglés ni de otras materias, pero nos hizo aprender vocabulario en cantidad.
No sé si por sus conocimientos o por mi gran afición al inglés, pero me dieron tres sobresalientes en los exámenes, en el Instituto de Santa Cruz de La Palma. Los otros tres alumnos de la clase no obtuvieron el sobresaliente. Algo había en mi interés particular.
Yo también buscaba el contacto con los turistas, y hasta serví de camarero en Monterrey cuando comían allí muchos de ellos. La verdad es que esto era sólo ocasional, pero era mucho para El Paso. No tuve ocasión de intercambiar muchas palabras con ellos pero sí aluciné con una turista joven que llevaba un enorme escote, como nunca había yo visto. Casi le derramo la sopa.
Se veía desde arriba, al estar yo de pie y ella sentada. Y ésta también era mucho para El Paso.
El tercer pasense, que yo recuerde, era Manolito Julián. El peculiar hermano de las “Adolias”, también peculiares ellas, Adolia y Carmen Dora.
Manolito Julián, que presumía de tener un libro de inglés, nos decía palabras sueltas con una pronunciación especial como ‘ru-moni’ (por good morning) y ‘a litle’ (por a little). No sé si lo incluiste en los bobos de El Paso en tu blog, pero no era tonto del todo.
A mí me fue muy útil el inglés para especializarme en Inglaterra, y luego para seguir leyendo las revistas especializadas del más alto nivel científico.
Un vistazo a las maravillosas y ya legendarias alfombras que para el Corpus se hacen en La Orotava .
Tiene sonido.
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Cortesía de Mary Carmen Barbuzano
Impresionante foto tomada por Lucy desde el Pris (Tacoronte).
Abajo a la izquierda, parte del propio Pris.
Luego, a todo lo ancho, el Valle de la Orotava con la ciudad de Puerto de la Cruz al centro.
Y al fondo, la imponente silueta del Teide, cubierto de nieve.
Si quieres agrandar la foto para verla mejor y en más detalle, haz esto: