[*Otros}– Ntra. Sra. del Rosario. Arte, devoción e historia en Sta. Cruz de La Palma / José G. Rodríguez Escudero

02-10-2011

Nuestra Señora del Rosario. Arte, devoción e historia en Santa Cruz de La Palma

José Guillermo Rodríguez Escudero

El fabuloso templo se erigió sobre la antigua iglesia del Convento dominico de San Miguel de Las Victorias, un cenobio que fue convertido en un verdadero panteón de conquistadores y descubridores del Nuevo Mundo.

Se levantó en los aledaños de la primitiva ermita fundada en 1530 por Fray Domingo de Mendoza, evangelizador del Nuevo Mundo, y dedicada por el Adelantado Fernández de Lugo al Patrón de la Isla.

Este suntuoso recinto cuenta con espléndidos retablos barrocos. El más antiguo es el de la capilla de la Virgen del Rosario, “muy aumentada en el aseo y riqueza de retablo, lámpara y otras alhajas”. Fue realizado en 1660 por Andrés del Rosario y su hijo, Lorenzo de Campos.

Por este magnífico trabajo recibieron 5.000 reales, “pagados con las limosnas de dinero, pan, vino azúcar que prometieron los hermanos de la cofradía”.

clip_image002

Para la elaboración del bello retablo se utilizaron 40 tozas de viñátigo y, como nos recuerda Pérez Morera, “cortadas en 1658 en los montes de Breña Baja”. El mismo profesor nos confirma: “su traza, claramente manierista, parece derivar de la portada del tratado de arquitectura de Andrea Palladio”.

En las cuentas que corresponden al 8 de agosto de 1666 se hace mención de adquirir oro para llevar a cabo el completo dorado del bello retablo de la Virgen. En 1675 hay constancia de su terminación y la Hermandad paga “por sentar 18 libros de oro marca mayor 900 reales, y por 109 libros marca menor, 2.725 reales, finalizándose así la obra…” Fernández García nos informa de que “la Esclavitud recibe del Hermano Don Pablo Lorenzo Monteverde, 20 libros de oro y 15 reales para el retablo”. Indica, así mismo, que había sido obtenido en una alcancía que había llevado a América

El ático tiene un cuadro de Dios Padre colocado en 1664-1666. Es posible apreciar la influencia, tanto en líneas como en decoración, de la cercana portada principal de la Parroquia Matriz de El Salvador (1585).

clip_image006

Prueba del antiguo fervor que el pueblo de La Palma dispensó a esta advocación del Rosario fue lo acontecido en noviembre de 1585, cuando el pirata Francis Drake intentó saquear la Isla.

La imagen antigua había sido escondida por los frailes dominicos por temor a que sufriese daño alguno, al igual que otros numerosos objetos importantes que se tenían en la ciudad.

Consta en documento de 19 de diciembre de 1586, fechado en Madrid, cómo se había encomendado la grave situación a la Virgen del Rosario, “en cuyo nombre fueron disparadas las primeras piezas de artillería a la nave capitana del inglés”. Vencido el enemigo, se procedió solemnemente a llevar a la iglesia a la venerada efigie

El capitán Pérez Pintado tuvo desde su niñez una especial devoción por la imagen de la Virgen del Rosario y su cofradía.

clip_image004

Ese fervor lo motivó a hacer a su costa “un trono que se compone de cuatro gradas y su basa en que se ponen las andas todo de madera todo dorado y plateado”, del cual hizo gracia y donación a dicha imagen bajo varias condiciones; la primera era que sólo debía de armarse en las fiestas de la Naval, el primer domingo de octubre, aunque también, por ser el día de Año Nuevo una de las solemnidades del convento, podría facilitarse a la comunidad previo pago a la cofradía del Rosario de la cantidad de 50 reales de limosna. Y la segunda, en las ocasiones que visitara la iglesia la milagrosa imagen de la Virgen de Las Nieves, excelsa Patrona de La Palma, en su Procesión General cada lustro (Archivo de Protocolos Notariales. Pedro de Mendoza Alvarado, 1694).

La planta de la iglesia se completó, a finales del siglo XVI, con la adición de la citada capilla de El Rosario, que es la segunda colateral de la Epístola. A su fábrica mandó Esperanza Fernández de Aguiar dos doblas en 1594.

En ella, el pueblo iba “mucho mas en la devoción a rezar el rosario, cuyo santo ejercicio ha permitido la misericordia de Dios que se haya restituido con tanto fervor que es el milagro de milagros…”.

Esta capilla sufrió varios arreglos en su pavimento, poniéndose de mosaicos y levantando el mismo, supliéndose de esta forma el de ladrillos rojos enmarcados con madera. En aquella época –desde 1906 a 1928- regentaban la iglesia los Padres Paúles.

El mármol empezó a ser colocado durante la reforma de 1955. Los gastos serían sufragados por la Hermandad aunque también hubo aportación de particulares, no acabándose esta obra hasta 1962.

Numerosas aportaciones de devotos fueron llegando al templo de diversas formas. Era común fundar capellanías de misas rezadas por las almas de los fallecidos cuyas fundaciones quedaban registradas ante notarios.

Uno de tantos ejemplos fue la disposición testamentaria de Miguel Pérez, quien, en el convento de Santo Domingo había instituido “dos misas cantadas con sus vísperas y procesión alrededor del claustro, una en honor del Santísimo Sacramento y otra a Nuestra Señora del Rosario, en su festividad o en su octava”.

También el doctor Pedro García Escudero de Segura, presbítero y Protonotario Apostólico de Su Santidad, instituyó sesenta misas: treinta de réquiem y otras treinta dedicada a la Virgen en sus festividades (A.P.N., 1687).

clip_image008

El Camarín de la Virgen fue construido entre 1697-1698 bajo la dirección del maestro Domingo Álvarez, “a quien los regidores del cabildo llamaron a sala en 1697 para que dispusiese por fuera la cañería que conducía el agua al puerto”.

Su costo total ascendió a 7.323 reales, sufragados en su mayor parte por las dádivas de los feligreses y vecinos en general. Esta acción de engrandecimiento transformó la iglesia y el convento en la más completa muestra del barroco de todo el Archipiélago.

En uno de los laterales de la capilla mariana se encuentra el exvoto pictórico marinero más antiguo de España, fechado en 1621 y cuyas medidas son 49 x 67,5 cms.

La imagen de la Virgen del Rosario aparece plasmada con el Niño Jesús al costado izquierdo, si bien la talla a la que imita no es la que preside la capilla.

En la escena del naufragio, aparece el barco que mandaba “Musiu Roso” que tuvo lugar el 21 de septiembre de 1621, entre las Islas de Martinica y las Bermudas.

Hubo otro en este templo, actualmente colgado en la iglesia parroquial de Teguise (Lanzarote); el segundo en antigüedad (1639) y otros cinco (1704, 1722, 1757, 1768 y 1867) aún cuelgan en el Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves. En la ermita del Santo Cristo de El Planto existen también otros cuatro: 1715, 1722, 1751 y 1757.

clip_image010

Otros cuadros exvotos se hallaban en esta capilla hasta principios de siglo pasado, perpetuando con ello las gracias y favores que la Virgen había concedido a los devotos. Fernández García nos recuerda uno de ellos, pintado en lienzo, en el que se representaba el milagro obrado en el pequeño Antonio Vicente, con graves imperfecciones físicas desde su nacimiento que lo impedían andar.

Su madre, desconsolada, había solicitado su ingreso en la Cofradía del Santísimo Rosario “y haciéndole rezar un tercio diariamente: a los ocho días se logró la mejoría por mandato sobrenatural de la Virgen, según refirió el menor, quien dijo que había visto una ‘cosa más linda que el cielo, la cara más blanca que la Luna vestida de blanco…” El milagroso suceso ocurría en enero de 1730.

Como curiosidad, digamos que en esta capilla está enterrado el ilustre hijo de La Palma, el abogado garafiano Anselmo Pérez de Brito (1728-1772).

Gracias a la mediación de este paladín de libertades, adelantado de su época, se logró que el Consejo de Castilla, por resolución de 3 de diciembre de 1771, aboliera el gobierno de los regidores perpetuos.

Esto derivó en que Santa Cruz de La Palma fuera la adelantada de la democracia, pues tuvo el primer Ayuntamiento de la España moderna elegido por voto popular.

La imagen de Nuestra Señora del Rosario había recibido hasta entonces la veneración popular en el altar de la capilla de La Soledad, costeada por Gonzalo de Carmona —mercader y almojarife de La Palma— y su sobrino, el licenciado Diego de Santa Cruz. Es la primera colateral del Evangelio, donde consta se hallaba en 1589.

Uno de los más fervientes devotos de la Virgen fue el prior del monasterio, muerto en loor de santidad en 1716, Fray Francisco de Lima y Roxas, quien también contribuyó al majestuoso acabado del templo con su exquisito gusto.

Así mismo sucedía con Fray Andrés Perera, fallecido en 1708, dejando entre sus bienes 100 libros de oro, 50 de plata y 400 pesos escudos, a fin de finalizar el dorado de los altares del sagrado recinto.

Recordemos que, a principios del siglo XVIII, el templo de San Miguel de Las Victorias se convertía en uno de los más suntuosos de las islas, con cátedras de filosofía, teología, brillando también en las artes y las letras.

En los últimos tiempos ha cobrado mucho interés las andas de baldaquino —las más antiguas de Canarias— que pertenecen a la Virgen del Rosario, ejecutadas en el último trienio el siglo XVII.

Se trata de una bella pieza en la que encontramos, quizá, el precedente en el que Pedro Merín se basó para su tabernáculo de Santo Domingo de La Laguna.

La importancia de esta obra ha sido expuesta por la profesora Constanza Negrín, quien restituye uno a uno a todos los artesanos que tuvieron que ver en la misma. En 1633 se había construido un trono de madera, ejecutado por el afamado Antonio de Orbarán, que sustituía otro anterior.

Lo que suscita mayor interés, aparte de su elegantísima factura y de su posterior importancia para la plata Canaria, es que, a los autores a los que tradicionalmente se había atribuido, Silvestre y Diego Viñoli —orotavenses afincados en Santa Cruz de La Palma—, hay que unir al platero Diego Agustín de la Torre Betancur, que realiza la peana, los brazos y las estrellas del cielo.

Este autor, del que no se conoce más obra documentada, podría ser, así mismo, la mano hacedora de piezas similares, tanto en La Palma como en otras Islas, dando así al descubrimiento de la mencionada profesora el interés de haber abierto un nuevo foco de investigación.

La cabeza y las manos de la actual y preciosa imagen de candelero fueron talladas en 1832 en madera policromada por el prestigioso y afamado imaginero orotavense Fernando Estévez del Sacramento (1788-1854). El maestro —“que había llegado a la plenitud de su arte”— atendía así el encargo del mayordomo de la “Hermandad del Rosario” Francisco de Amarante y el resto de la comunidad de Padres Predicadores.

El artista había recibido por su trabajo 80 pesos. El cuerpo o candelero había sido confeccionado en esta ciudad “recibiendo el oficial de carpintería y su ayudante, 2 pesos, 7 reales 5 cuartos”.

Los dominicos habían establecido ya en 1530 la devoción por la advocación del Rosario, aunque es en el siglo XVII donde se funda la mencionada Hermandad.

A ella pertenecieron ricas y notables familias que aportaron grandes donativos y prestigio a fin de favorecer el culto y la suntuosidad necesarios para que la devoción a la Virgen se arraigara aún más entre la población.

clip_image012

Tras una época de decadencia tras la suspensión temporal de conventos en 1821 —aunque la definitiva vendría en 1835—, se volvió a reorganizar en 1858 gracias a la devoción que un grupo de vecinos de esta ciudad tenía a la Virgen.

Tras otra época de crisis, desde 1910 hasta 1923, la Confraternidad vuelve a organizarse, acordándose por unanimidad enviar la petición a S. M. Alfonso XIII para que fuese Hermano Mayor honorario, atendiendo a la gracia que su abuela había otorgado.

Fuentes Pérez publica que fueron 80 pesos los que se “dieron al escultor por hechura de la cabeza y manos como consta de su recibo”. Así se desprende de la factura número 13 anotada en el Libro de la Cofradía del Rosario, sección «descargos».

Un gasto adicional de 14 reales tuvo que hacerse para la “hechura de un cajón de madera” que sirviera para transportar a la imagen desde La Orotava hasta el Puerto de la Cruz. Allí se embarcó rumbo a la capital palmera el 6 de septiembre de 1833.

La bella imagen —de estilo clasicista, de 1,62 mts. de altura— sustituyó a otra antigua de la misma advocación que se venera actualmente en la capilla del lado del Evangelio en la Parroquia de San Blas de Villa de Mazo.

En los documentos de la Hermandad del Rosario de este templo macense, hay constancia de estar ya trasladada la antigua imagen el 2 de agosto de 1853. Fernández García nos decía que “no hemos podido hallar el nombre del artista que la esculpió ni fecha en que fue tallada, ya que esto debiera estar consignado en el libro primero de la Hermandad, el que desde antiguo no existe”.

Una vez entronizada la nueva imagen en el extinto convento dominico de San Miguel de Las Victorias y, siguiendo el relato de Fuentes Pérez, “un oficial de carpinteros y un mozo de oficio prepararon el maniquí de madera con lienzo y engrudo para formar el cuerpo de la imagen y asegurar la cabeza y manos”.

Unos diecisiete años después de su llegada, algún incidente o inconveniente surgió para que el Beneficiado Manuel Díaz, en unos apuntes sobre el estado de los templos de La Palma de 1850 y en poder del archivo de El Salvador, proponía que se llevara a cabo la ejecución de una nueva talla de escultura, similar a la “Virgen del Carmen”, también de Estévez, venerada en aquel templo matriz.

En el informe, el Cura Díaz opinaba que, teniendo la imagen de la Virgen “ricos vestidos, prendas y alhajas de algún valor: que repetidos y tristes hechos tienen acreditado que nada hay sagrado para codiciosos e infames ladrones; y que por lo mismo convendría que se venda todo y se haga una imagen de talla aprovechando para esto el rostro y manos que actualmente tiene y construyó pocos años hace el inteligente artista D. Fernando Estevez: aplicando lo demás a lo que mejor convenga para la decencia y ornato de la Capilla altar y retablo en que se venera…”

Este intento no fructificó. Por ello la “Virgen del Rosario” recibió nuevos y valiosos mantos, joyas y vestiduras. El Niño Jesús, que pertenecía a la anterior imagen, fue enviado a Estévez para que el maestro lo reformase.

Fernández García nos aclara que, la reforma fue tan grande “que el artista hizo puesto que al contemplarlo hoy podemos admirar una obra más por él realizada. Posteriormente la Hermandad determina esculpir nuevo niño en tamaño mayor con objeto de que guardara mejores proporciones con la Virgen”.

Ya Estévez había fallecido cuando se decidió a tallar al Infante, por lo que el encargo recayó en el palmero Aurelio Carmona (1821-1901), el escultor más sobresaliente de todos los que florecieron en La Palma en la segunda mitad del siglo XIX , “quién realizó una copia del que sostiene la Virgen del Carmen…” de El Salvador.

clip_image014

Fuentes detalla que “el rostro de María, sobre un cuello de cisne, se muestra severamente frío, muy académico, carente del toque angelical tan propio del escultor orotavense. El modelado es correcto, partiendo de ejemplos clásicos”.

La preciosa efigie se halla rodeada por una enorme aureola de plata, un sol elíptico de ráfagas muy prietas. Va revestida con amplios ropajes y gran manto y un valioso rostrillo. Lleva lujosas prendas, dádivas de devotos agradecidos por su intersección ante conflictos personales.

Era costumbre donar alhajas a la Virgen, y así se dejaba constancia en los testamentos. Uno de los primeros donativos en joyas del que se tiene referencia, lo hace el vecino Pantaleón Pintor en 1643, y consistió en una cruz de perlas.

Otro ejemplo fue el de Leonor González, muerta el 18 de enero de 1656, quien mandó que se diera “una gargantilla de oro compuesta por veinticuatro cuentas grandes y seis pequeñas”. (A.P.N., 1656).

Luis de Consuegra, sin descendencia, había dejado en una cláusula testamentaria a “Nuestra Señora del Rosario del Convento de Santo Domingo una corona de rosario engarzada en oro de frutilla” (A.P.N., 1678).

Y así una larga lista de donaciones.

En 1717 se menciona por primera vez la magnífica corona de plata repujada y sobredorada, atribuida al orfebre Silvestre Viñoli (según Fernández García). En el inventario que hace el padre prior don Pedro Massieu y Sotomayor, Caballero de la Orden de Santiago, el 20 de noviembre de 1798, hay constancia de un importante número de joyas.

Entre el catálogo sobresale un valioso rostrillo que estaba formado por 113 perlas y 53 esmeraldas, todo engastado en oro. Se enumera, además, numerosos broches, collaretes, anillos, cruces, rosarios…

La primera noticia que se tiene del cargo de Camarera de la Virgen la ofrece el libro de la Hermandad, en fecha 2 de febrero de 1721, cuando el Padre Predicador General fray Mateo Camacho hace “entrega a María Camacho, como Camarera de la imagen, de una sortija con nueve esmeraldas que le había donado un devoto”.

Este cargo había sido encomendado a varias damas que pertenecían a la Confraternidad, siendo una de las últimas doña Carmen Kábana y Valcárcel, que también hizo a la imagen una valiosa donación en joyas.

Si bien la onomástica de la Virgen se celebra cada 7 de octubre, la fiesta más suntuosa se le dedicaba el primer domingo de octubre.

En la antigüedad la celebración más importante consistía en una solemne función, tras la cual se tenía la procesión de la imagen por el interior del templo y el claustro del monasterio. En 1638 el obispo autoriza a que la procesión saliera en torno al cenobio de las catalinas en cuyo itinerario tenían lugar las comedias, a cargo del Hermano Mayor o Mayordomo de la Esclavitud de la Virgen. En 1644 dejaron de hacerse por la dificultad que suponía su puesta en escena.

Desde muy antiguo también se ha venido celebrando, hasta algunas décadas, otra fiesta muy importante que se hacía en torno de la imagen del Rosario: la novena “de la rosa”.

clip_image016

El hermano Andrés del Rosario dejaba constancia en las cuentas de 1672 de los 50 reales que se dieron por diez libras de cera destinadas a los cirios y velas destinadas a iluminar el trono de la Virgen en el primer domingo de mayo, “fiesta de la Rosa”.

La Hermandad trasladó la celebración para el último domingo de ese mes puesto que había coincidencia con las fiestas de la Cruz, Patrona de la Ciudad.

Se ignora la fecha exacta de la fundación de la Cofradía del Santo Rosario, encargada de hacer la “Fiesta de la Naval” con procesión por las calles y su octava; “salve y letanía todos los primeros domingos de mes, por la tarde, y los entierros de sus congregantes con un aniversario general por los mismos”.

En 1729, por ejemplo, en testamento de Cristobalina Márquez, se desprende que “…acuerdo de la Hermandad y con la carga y obligación que lo ha de tener perpetuamente dicho cajon de encender y enramar uno de los dias de la infraoctava de la festividad de Nuestra Señora del Rosario que dicen de Naval en la forma que hoy se acostumbra hacer en los demas días…”

Sus nuevas constituciones fueron aprobadas por Real Orden de 4 de abril de 1862, “en las cuales se hace protesta de que, al reorganizarse bajo nuevas reglas, se hace con la antigüedad del año de 1530”.

Su Majestad la Reina doña Isabel II, en Real Orden de 11 de septiembre de 1862, se dignó aceptar el cargo de Hermana y Camarera Honoraria que le fue propuesto por esta Real Hermandad del Santísimo Rosario.

La solicitud de la Hermandad había sido dirigida a Antonio María Claret, Arzobispo de Cuba y Confesor de Su Majestad, nombrado Santo tras su canonización el 7 de mayo de 1950. Desde la aceptación de la Reina y tras recibir la Real Cédula, la Hermandad pasó a llamarse “Real y Venerable Hermandad del Santísimo Rosario”.

El día 5 de octubre de 1729 comenzó a hacerse en esta ciudad la procesión de la Virgen hasta la Cruz del Tercero, en la Plaza de la Alameda; se originaron varios pleitos porque “los frailes se excedieron de su territorio, saliendo del círculo acostumbrado”.

El Provisor y Gobernador del Obispado, Luis Manrique de Lara mandó que los frailes eligiesen las calles y que, elegidas, quedasen demarcadas para siempre. Así, los religiosos señalaron “las que se han venido siguiendo, que son las mismas de cualquier procesión general”.

El 4 de noviembre de 1709 la Hermandad de la Virgen acordó hacer la fiesta de octava de Naval a la que se obligaba a participar en los actos de la mañana y de la tarde. Luego, Pedro Massieu Monteverde, Oidor de la Real Audiencia de Sevilla, llegó a hacerse cargo voluntariamente de esta festividad desde 1713.

Las Fiestas en honor a la Virgen, llamadas de “Naval”, llegaron a ser unas de las más alegres, espectaculares y multitudinarias de cuantas se celebraban en la Isla, después de las de la Bajada de la Virgen. Se llamaron así en conmemoración del triunfo conseguido en el Golfo de Lepanto “contra el enemigo, por el poder taumatúrgico del Santo Rosario que, en rogativas, se rezaba en Roma”.

clip_image018

En la capital palmera hay constancia ya de la celebración de la “Fiesta de Naval” desde 1635. Como nos recuerda Fernández García, “especificándose así en las constituciones que se conservan las que fueron aprobadas por el Vicario General fray Diego de Flores y firmadas por fray Juan de Rebolledo y fray Pedro de Vandale”.

Un hijo de La Palma, Francisco Díaz Pimienta, precisamente, había tomado parte activa en la célebre Batalla de Lepanto, luchando encarnizadamente junto a don Juan de Austria.

La plaza de Santo Domingo, por dichas fiestas, se iluminaba con hachos de tea y montoncitos de serrín y brea que se repartían por toda ella y se le colocaban unos palos con brazos de hierro en forma de “ese” asemejando un gigantesco candelabro, rematados por farolillos con velas.

Pero luego llegó la luz eléctrica. Ocurría en diciembre de 1893. Éste es otro dato curioso que nos da una idea de la importancia que tuvieron estos festejos. “El Electrón”, fundada en la capital palmera para el suministro de luz eléctrica a la población, debía encender el alumbrado público: “en dos de los tres días de Carnaval, Domingo de Piñata, Nochebuena, Vísperas de las Fiestas de La Naval y San Francisco… incluso los festejos que se celebraran cada cinco años con motivo de la Bajada de la Virgen…”.

Recordemos que Santa Cruz de La Palma fue la pionera en Canarias en tener, entre tantos otros avances, luz eléctrica. Fue la sexta ciudad del mundo en poseerla: Paris, 1879; Nueva York, 1882; Londres, 1886; Barcelona, 1888 (iluminación de la Exposición Universal); Madrid, 1891; Santa Cruz de La Palma, 1893.

Con ello, las fiestas se vieron mejoradas en todos los aspectos. Eran realmente espectaculares. Como también lo eran los “paseos de gala”, en los que las damas estrenaban y lucían los complicados atuendos a la última moda. La plaza de Santo Domingo se convertía en el centro neurálgico de las reuniones de la capital palmera. Ésta lucía los más vistosos adornos.

Con motivo de una epidemia de viruela en el vecino Barrio de San Telmo, las fiestas fueron suspendidas en 1897. Tan sólo se celebró el programa de actos religiosos.

Con la apertura de la plaza a la calle de San Telmo (finales del siglo XIX y principios del XX) se dio inicio al plantado de los laureles y la plaza cobró aún más belleza. La autorización para las obras la dio el arcipreste Benigno Mascareño.

Lamentablemente, en nuestros días fueron cortados y tan sólo quedan un par de ejemplares. Un triste fin para unos magníficos árboles y una espléndida plaza. No queda ya el menor vestigio de su esplendor. Una histórica plaza convertida en una explanada.

Por esa época, la imagen mariana comienza a hacer su salida por el mencionado Barrio de San Telmo en la víspera de su onomástica, iniciándose gracias a la generosidad de Miguel Lorenzo González, una vez éste regresó de Venezuela.

clip_image020

También el Barrio de San Sebastián quiso que la procesión pasara por sus calles en la misma víspera, asunto que ocasionó algún que otro disgusto a los de San Telmo. La Hermandad decidió que en 1902 la Virgen ascendiera por primera vez las engalanadas calles del Barrio de “La Canela”, como popularmente se empezó a conocer a partir de entonces al de San Sebastián.

Las calles parecían un bosque de faya por la frondosidad de las ramas cortadas para adornarla. En la fuente de El Dornajo, al final de la pendiente, se colocó un pabellón diseñado por el artista madrileño Ubaldo Bordanova bajo el cual se situó el trono para que la imagen recibiera el canto de loas y fuegos de artificio.

Una vez la procesión llegaba a la abarrotada plaza, la Virgen era colocada detrás de un gigantesco arco formado por piezas de pirotecnia, dando la sensación de que la Virgen estaba nimbada de fuegos de artificio.

Luego se iniciaban los acordes del aria “Rosario de María de misterioso emblema…” cuya letra se debe al poeta palmero Domingo Carmona Pérez, y cuya música es obra de Victoriano Rodas (1827-1916).

Más tarde, el músico Manuel Henríquez Arozena (1888-1920) compuso la loa que se ha venido cantando en los últimos años. También Domingo Santos Rodríguez en 1927 dedicó a la Virgen otra partitura, junto con su letra.

Fernández García nos describía —con profusión de detalles en la prensa local de 1963— cómo la plaza de Santo Domingo se convertía en una especie de “gran salón” en el que llegó a interpretarse para estas fiestas en 1940, un Carro de la Bajada de la Virgen titulado “Reina de La Paz”. Esto nos da una idea de su importancia.

Como hemos visto, la Virgen desfilaba procesionalmente por las empedradas y empinadas calles de los barrios colindantes a la iglesia en los días 6 y 7 de octubre de todos los años.

En estas últimas ediciones tan sólo lo ha hecho el día de su onomástica. Todo un espectáculo artístico que se ha desarrollado entre la devoción ancestral de un pueblo que, ambiguamente, no olvida sus tradiciones pero, lamentablemente, sí las deja morir.

Aquellas “Fiestas de Naval” competían en espectacularidad con las de San Francisco de Asís, también de la capital palmera. Esta “pugna” generó muchas anécdotas curiosas a lo largo de los años.

Los Hermanos del Rosario enviaron un ramo de flores a los Hermanos de la Venerable O. T. de San Francisco en la víspera la onomástica de este santo. “La Orden Tercera entendió prontamente la suave ironía que encerraba, pero las flores fueron colocadas en la iglesia. al terminar la fiesta, al día siguiente de la octava, estando ya completamente secos los ramos, fueron devueltos a la Real Hermandad con una emotiva cuarteta compuesta por el Capitán Comandante graduado Don José Fernández Felipe (825-1883) que había heredado esta afición de su padre, el poeta Don José Fernández Herrera. Decía así: Imitemos la humildad/ que el seráfico siguió/ que en su santa caridad/ de lo que dieron, dio.”

Eran tiempos de loas, cuadros plásticos, banderas, mantones, altares efímeros, comparsas de “gigantes y cabezudos”, reuniones vecinales para limpiar las calles y embellecerlas con gallardetes y damascos, etc., en un tiempo donde el pueblo orgulloso y diferente se unía en este dulce “pique” para demostrar a propios y extraños de lo que era capaz.

Lamentablemente esto ya se ha ido acabando. El pueblo palmero, poco a poco, está perdiendo su identidad y esto, irremediablemente, llevará a convertirlo en uno más, en una copia clonada de otro pueblo cualquiera falto de la gloriosa historia que el nuestro sí ha tenido.

***

BIBLIOGRAFÍA

  • Archivo de Protocolos Notariales de Santa Cruz de La Palma, (A.P.N.), Andrés de Chavez, 1630; Blas González Ximénez, 1656; Pedro de Escobar, 1678; Pedro Dávila Marroquí, 1687; José Albertos Álvarez, 1742
  • CALERO RUIZ, Clementina; QUESADA ACOSTA, Ana María. La escultura hasta 1900. Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1990.
  • CONCEPCIÓN RODRÍGUEZ, José. «Exvotos pintados en Canarias», en IX Coloquio de Historia Canario-Americana, tomo II, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990
  • FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José: «La Esclavitud y Hermandad del Santísimo Rosario». Diario de Avisos, (24 de octubre de 1963).
  • FUENTES PÉREZ, Gerardo. Canarias: el Clasicismo en la Escultura, Aula de Cultura de Tenerife, Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, 1990.
  • VV.AA.: Gran Enciclopedia del Arte en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canaria, Gobierno de Canarias, 1998
  • LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista: Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, t. I y II, 1975-1997.
  • PADRÓN ACOSTA, Sebastián. El escultor canario D. Fernando Estévez (1788-1854), Santa Cruz de Tenerife, 1943.
  • PÉREZ GARCÍA, Jaime: Los Carmona de La Palma. Artistas y artesanos. Servicios de Publicaciones de Caja Canarias, Excmo Cabildo de La Palma, 2001.
  • Idem. Casas y familias de una ciudad histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma. Madrid, 1995
  • – Idem. Fastos biográficos de La Palma, Madrid, 2009
  • PÉREZ MORERA, Jesús: Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad. CajaCanarias, publicación nº 242, Arte 27, 2000
  • Idem. Bernardo Manuel de Silva, Biblioteca de Artistas Canarios, Viceconsejería de Cultura y Deportes, Gobierno de Canarias, 1994.