[*Opino}– SALUD: De la chikungunya poco se sabe, y sus daños están infravalorados

08-12-14

Carlos M. Padrón

En los artículos Diferencias entre ébola, dengue y chikungunya y El chikungunya y las armas biológicas no letales hablé ya de esta enfermedad que, dado el número de infectados que por ella hay en Venezuela, ha llegado a ser epidemia en este país.

Luego, en el diario español EL MUNDO encontré el artículo titulado Enfermos por un insecto que, como su título indica, contiene un cuadro explicativo de las diferentes enfermedades causadas por insectos, y entre ellas está, por supuesto, la chikungunya.

Para llegar a lo que acerca de ella dice el cuadro, una vez abierto éste hay que clicar en Mosquito > Mosquitos Aedes > Chikungunya.

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Al ver lo que sobre la chikungunya se dice aquí no pude menos que enfadarme, pues para quien haya sufrido los rigores de esa plaga esto es, cuando menos, ofensivo.

Seguro estoy de que quien preparó este cuadro no ha «disfrutado de las delicias» de la chikungunya. Tal vez la explicación sea que de ésta existen varias «versiones» —como, por ejemplo, ligera, mediana y completa—, y el cuadro se refiere sólo a la primera. O tal vez que el cuadro sólo menciona síntomas, pero no efectos o consecuencias.

Sea como fuere, creo que la versión que nosotros —mis nietos, mi mujer y yo— hemos tenido es la completa; la mía cumplió hoy un mes.

Sí está claro que causa dolor en músculos y articulaciones, y fiebre. Pero, por ejemplo, en cuanto a la piel, lo de «enrojecida» suena a eufemismo, pues lo que causa son ampollas rojas, como si al paciente lo hubieran picado las avispas, según puede verse en esta foto.

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¿Esto es algo más que piel enrojecida, no?

No basta con decir «dolor en músculos y en articulaciones», pues ésos podrían ser leves, moderados o fuertes, pasajeros, duraderos, aislados, etc. Pero no, al principio son simultáneos y fuertes, y, al menos durante las primeras 36 horas, llevan a tal grado de inmovilidad que hacen que el paciente se sienta prisionero en su propio cuerpo.

Y sí, hay fiebre, pero fiebre rebelde que parece no hacerle caso a «remedios» como el acetaminofén (paracetamol) que es lo que los médicos recomiendan tomar (y que ya aquí no se consigue), al igual que recomiendan que mientras haya fiebre no se tomen antiinflamatorios aunque al paciente se le hayan inflamado las articulaciones.

En el cuadro no se mencionan los dolores estomacales, la pérdida de apetito, las alteraciones del sueño y del humor, la debilidad general, los mareos, las náuseas, el dulzor en la boca que presagia vómito, los vómitos ocasionales, la pérdida momentánea del sentido de ubicación (uno despierta y no sabe donde está, o se cae de la cama), ni la peligrosa cualidad, sorpresiva e imprevisible, de la reaparición relámpago de los mareos, fallas en el sentido de ubicación, o dolores en músculos y articulaciones que, por ejemplo, pueden presentarse en dos situaciones peligrosas:

  1. Mientras uno maneja un vehículo. En dos oportunidades, al deber girar el volante a la izquierda para tomar una curva, tuve un lapsus fugaz y no lo giré tanto como debí hacerlo. Por suerte no pasó nada grave, pero pudo haber pasado. ¿Por qué las dos veces ocurrió al deber tomar una curva a la izquierda? ¿Casualidad o alguna relación con la pérdida del sentido de ubicación?
  2. Al bajar una escalera. Creo que ya esto lo conté, pero igual lo repito dada su importancia. La pierna de apoyo en un escalón falla a causa del dolor que el peso del cuerpo reactiva, y el paciente cae aunque haya tomado la precaución de sujetarse al pasamanos, pues en la mano —y también en el brazo correspondiente— con que se sujetó quedan latentes residuos del dolor que, al igual que lo ocurrido con el pie y la pierna, se activará, a veces sorpresivamente, por el esfuerzo de tratar de sostener el peso del cuerpo.

Ya se sabe lo que a ciertas edades implica una caída. Después de haber estado sentado o acostado por un rato, no sólo sufro molestias y dolores al levantarme —para lo cual necesito a veces varios intentos, y hasta ayuda de otra persona si mis rodillas quedaron más altas que mi cadera—, sino que, cuando ya en pie comienzo a moverme, lo hago como mi madre cuando tenía 90 años,… y aún me falta bastante para llegar a esa edad.

Cuando el dolor en el brazo derecho se reactiva —porque le da la gana, como me ocurrió el jueves y viernes pasado—, no puedo llevar ese brazo más atrás del lateral derecho del cuerpo, y, por tanto, no puedo meter la mano en el bolsillo delantero derecho del pantalón, y mucho menos en el bolsillo trasero del mismo lado, ni puedo sacarme una chaqueta o la camisa. Y mejor no hablar de lo que ocurre si tengo que ir al baño.

Se dice que las molestias residuales, y también las reapariciones sorpresivas e imprevisibles, pueden durar meses o hasta años. Espero que esto tampoco sea cierto porque, de serlo, lo que me espera no sólo es muy poco agradable sino que es peligroso porque el temor a esos imprevistos causa una inseguridad que incrementa los riesgos.

Se dice que la chikunguya no se contagia entre humanos, pero hemos sabido de casos en que una persona que en su lugar de trabajo se sintió con síntomas de chikungunya se fue a su casa, donde llegó ya «inválida», y a los pocos días todos en esa casa tenían chikungunya.

Como ya expliqué, a esta plaga no se asocian los efectos que arriba mencioné, y de ahí el título de este artículo: de la chikunguya se sabe poco, y lo poco que se sabe no parece ser siempre cierto ni parece haber sido comprobado, y, de lo aquí contado y de lo que dice el cuadro arriba mencionado, los daños que esta enfermedad puede causar están infravalorados.

Según parece, los efectos no sólo varían según la «versión» arriba mencionada sino también según sexo y edad, pero los repentinos cambios de humor —principalmente irritabilidad, abatimiento y desesperación— son una constante en las víctimas de la chikungunya, al menos en las de la «versión» completa.

Para la visita de chequeo anual que hice el pasado viernes a mi urólogo, y la que hoy hice a mi endocrinólogo, tuve que llevar, entre otros exámenes, lo que aquí llamamos un Perfil 20 Masculino, que es un bastante completo conjunto de análisis. Para mi consternación, nada en ese perfil indica que yo haya tenido, o tenga aún, chikungunya.

En mi ignorancia de la ciencia médica concluyo que, cuando no se conoce un mal, es muy difícil buscarlo y encontrarlo. O sea, que en realidad no se sabe qué tipo de «veneno» —sé que así lo han calificado algunos médicos— es el que la chikungunya inocula y mantiene en nuestro cuerpo, y, mientras eso no se sepa, veo poco probable que los análisis tradicionales lo detecten, pues es muy difícil combatir al enemigo cuando no se sabe cómo es ni dónde está.

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COMENTARIOS

 

[*Opino}– Una buena mala noticica: la chikungunya ya afectó a una celebridad – Padronel
[…] Eso de que “La mayoría de los pacientes se recuperan completamente” es algo que no he visto en las muchas víctimas —creo más apropiado usar este término— que hasta ahora he conocido, así que lo de esa total recuperación se trata de otra píldora más como las soltadas en el artículo que comenté AQUÍ. […]

José Antonio Rodríguez Perera
Posiblemente para la primavera o verano próximos tendremos en Europa la visita de chikungunya (CHIK), no creo que con la virulencia que ha atacado Centro y Suramérica. Me explico.

CHIK es una enfermedad vírica cuya expansión —prácticamente mundial, zona tropical y templada— ha sido debido a la globalización (facilidad de transporte) tanto del virus como del vector o agente transmisor. Hemos de tener en cuenta que la primera epidemia documentada ocurrió en el sur de Tanzania en 1952.

Lo que sí parece claro es que, en periodos epidémicos, el reservorio es el hombre, y, fuera de éstos, los animales salvajes. El vector transmisor es la picadura de los mosquitos del género Aedes, que en España sería el Aedes Albopictus, conocido aquí como “Mosquito Tigre”, que apareció en Europa en Albania en 1979.

Los primeros casos autóctonos de CHIK se dieron en Ravenna en 2007. Se le ha hecho un seguimiento a este mosquito y actualmente está ya por toda la costa mediterránea.

En cuanto a las medidas preventivas se centran en la lucha contra el vector, educación sanitaria, uso de insecticidas, repelentes, mosquiteras etc., y evitar que los ya enfermos sean picados (transmisión).

Las medidas preventivas en el Tercer Mundo son muy difíciles de llevar a cabo, y esto es fundamental. Vacuna y tratamiento específico no existen, sólo tratamiento sintomático y lo que en Medicina se llaman medidas generales (reposo, alimentación, etc.).

En cuanto a la clínica, los especialistas que redactan los textos de tratados de Medicina Interna (Harrison, Farreras, Cecil, etc.) deben leer la descripción que ha hecho Carlos de este proceso: perfecto.

Jaime
Hola, Carlos.

Realmente estoy impresionado por la chikungunya. Me atrevo a decir que es una epidemia, independientemente de sus consecuencias, que por tus descripciones y la de otros afectados son, como dices, muy fuertes.

Jamás me había encontrado con tantos familiares y amigos infectados. Solamente en mis círculos hay más de 15 personas contaminadas, y eso no es haciendo ninguna encuesta, sino simplemente que lo he sabido por haber hablado con ellas o, como en este caso, leyendo tu artículo.

CMP
En respuesta a Juan Antonio Pino Capote.

Gracias a ti, Juan Antonio, por guiarme y darme pistas que me ayudaron a ver “por dónde iban los tiros”. Lo que llamas presencia de voluntad es sólo un recurso para no desesperar más de lo que ya estaba, pues lo del blog me pone a pensar en otra cosa y, por fortuna, aunque los dolores en las manos me molestaban, no me impedían escribir.

Seguro estoy de si la chinkungunya “versión completa” le da a aglún investigador farmacéutico va a lamentar mucho que su industria no se haya ocupado de este mal.

Juan Antonio Pino Capote
En primer lugar, Carlos, he de reconocer tu fuerza de voluntad y tu presencia de ánimo para que, en medio de tales males, te sientas con fuerzas para seguir deleitándonos, puntualmente y con toda corrección, con tu blog. Creo que todos debemos darte doblemente las gracias.

Te diré que sí hay pruebas para evidenciar la presencia del virus, y si aún no hay fármacos adecuados es porque afecta a una población que no es un mercado rico que pueda pagar grandes facturas farmacéuticas, como ha ocurrido con la malaria y otras epidemias de países pobres. Quiera Dios que el mosquito Aedes o egyptius no llegue a USA, aunque sirviera para un mejor estudio y tratamiento de la enfermedad.

Lo de la foto son auténticos habones urticariales. Creo que hay grandes descargas de histamina.

Finalmente, tengo que felicitarte por la magnífica descripción realista de lo que pasa. Ya la copiarán algunos investigadores,… si es que alguno se presta a estudiar bien la enfermedad.

Gracias, Carlos, y que te mejores pronto.

[*Opino}– La chikungunya y las armas biológicas no letales

12/11/2014

Carlos M. Padrón

Justo hoy, cuando en la prensa digital ha aparecido el artículo que copio abajo, creo haber superado la etapa crítica de la chikungunya, también llamada chikunguña.

Sus efectos me tienen aún asombrado porque, como no soy ni médico ni biólogo, no logro entender que algo que inocule un mosquito pueda ser tan selectivo como para atacar, con tan alta precisión y efectividad, a las articulaciones de las cuatro extremidades, incluidas las de los dedos de manos y pies, consiguiendo así inmovilizar casi totalmente a un ser humano.

A efectos prácticos, así es, porque los dolores en esas articulaciones son tales que —al menos en mi caso y en el de muchas otras víctimas de las que he sabido— no podía cepillarme los dientes, no podía levantarme si estaba en una posición en que las rodillas quedaran más altas que las caderas, no podía llevarme un cubierto a la boca, no podía caminar con seguridad —porque de pronto el dolor extremo en un pie dejaba flácida la pierna correspondiente y yo me venía al suelo, no siendo de gran ayuda que tuviera de qué agarrarme porque mis brazos carecían de fuerza para que el agarre resultara efectivo—, no podía incorporarme de la cama, no podía vestirme ni calzarme,….. En fin, que durante un par de días fui como un prisionero en mi propio cuerpo.

Ante algo así se me ocurre que, debidamente perfeccionado —como para que, por ejemplo, inmovilice por más tiempo— este virus podría ser —¿o ya está en vías de serlo?— el arma biológica ideal para paralizar, de forma masiva y sin causar la muerte, a sus víctimas, a menos que éstas no tomaran los cuidados pertinentes.

Los miembros de un ejército que en el campo de batalla padecieran los síntomas que describí, no podrían sostener un arma, disparar con puntería, lanzar una granada, atisbar por unos prismáticos, manejar un tanque, un radar o una computadora, pilotar un helicóptero, escapar de un peligro, etc. Sólo serían espectadores impotentes de lo que ante ellos ocurriera.

Quien diga que no es impresionante es porque no ha «disfrutado» de la chikungunya.

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12/11/2014

Gonzalo López Sánchez

Armas biológicas de destrucción masiva: silenciosas y letales

Los microorganismos que causan la peste, el ébola, el carbunco o la viruela, pueden ser usados como armas, y muchos países ya cuentan con medidas de defensa frente a ellos.

12 de marzo de 2009. Una investigadora alemana trabaja en el Instituto Bernard Nocht de Medicina Tropical, en Hamburgo. Manipula muestras con virus ébola activo para inyectárselas a animales de experimentación y, por ello, está protegida con una escafandra de nivel 4 de bioseguridad, que impide que ninguna parte de su cuerpo, ni tan siquiera el aire que respira, entre en contacto con el resto del laboratorio.

Pero entonces, una de las agujas con que trabaja atraviesa la goma de su guante y se clava en su piel. En un instante, puede haberse inyectado millones de partículas virales capaces de multiplicarse y atacar sus capilares, su sistema inmune y su hígado. Saltan todas las alarmas, y un equipo internacional decide inyectarle con urgencia una vacuna experimental.

La doctora sufre una ligera subida de fiebre horas después, pero finalmente se salva, quizás gracias a la vacuna, o quizás porque tuvo suerte y no se inyectó suficiente cantidad de virus. En 2004 un científico ruso no tuvo tanta suerte.

En la fecha en que esta investigadora tuvo aquel accidente, se cumplían alrededor de 30 años de investigación en el temible virus ébola, un microorganismo muy letal pero que apenas había causado 2.000 infecciones, gracias a su escasa capacidad de contagio. ¿Por qué se estaba investigando entonces, a costa de la inversión de millones y millones de dólares y en las condiciones más estrictas de seguridad?

El motivo fundamental es que se le consideraba como uno de los microorganismos más peligrosos para el ser humano, y que además podía ser usado como arma biológica en una acción de bioterrorismo.

¿Qué es el bioterrorismo?

«Consiste en el uso intencionado de un patógeno o producto biológico para producir daño a personas, animales, plantas u otros organismos, para influir sobre la conducta de los gobiernos o intimidar a la población civil», según el «Model State Emergency Health Powers Act», un informe elaborado por dos importantes universidades estadounidenses con el objetivo de ayudar en la elaboración de leyes y respuestas a epidemias y ataques de bioterrorismo en Estados Unidos.

¿Qué son las armas biológicas?

«Se trata de virus, bacterias u otros gérmenes que normalmente se encuentran en la Naturaleza pero que en ocasiones han sido modificados en laboratorio para aumentar su capacidad de dispersión, de resistir los tratamientos médicos o ser más dañinos», según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, el CDC, un organismo a la vanguardia mundial en la lucha contra epidemias y en salud pública.

Los expertos consideran que las armas biológicas son fáciles de desarrollar, que son más letales y más baratas que las químicas y más difíciles de detectar que las nucleares. Además, se pueden dispersar a través del aire, del agua, de la comida o entre personas. Pueden resultar difíciles de detectar, y causar la enfermedad después de tiempos de incubación muy variables.

¿Cuáles son las más peligrosas?

El CDC clasifica las armas biológicas en tres categorías, de la A a la C. Las más peligrosas son de la categoría A, y todas ellas tienen alguna de estas características:

  • Ser fácilmente diseminables o transmisibles entre personas.
  • Tener elevadas dosis de mortalidad y un fuerte impacto en la salud pública.
  • Provocar pánico colectivo y afectar a la estabilidad social.
  • Requieren una respuesta y una preparación especiales por parte de las autoridades sanitarias.

Dentro de la categoría A, se encuentran los microorganismos que causan las siguientes enfermedades:

Fiebres hemorrágicas

Causadas por filovirus (ébola y marburgo) y arenavirus. Provocan fallos multiorgánicos y hemorragias al atacar al sistema circulatorio. Los filovirus resultan especialmente peligrosos debido a sus elevadas tasas de mortalidad y al hecho de que no se conozca con exactitud cuál es el animal que actúa como reservorio de estos microorganismos. Por su parte, los arenavirus están divididos en dos grupos, los del Viejo Mundo y los del Nuevo Mundo, y provocan enfermedades como la fiebre de Lassa o la fiebre de Argentina.

Carbunco (en inglés, «Anthrax»)

Se trata de una seria enfermedad que puede llevar a la muerte y que está causada por una bacteria llamada Bacillus anthracis, que puede estar presente en el suelo o en animales. La infección se produce cuando se ingieren esporas presentes en suelos, pasto o agua contaminada, o bien cuando estas llegan a la piel o al pelo y luego se ingieren, por lo que el contagio entre personas es complicado.

Sin embargo, es uno de los mejores candidatos a arma biológica porque sus esporas se encuentran fácilmente en la Naturaleza en muchos lugares, pueden resistir durante mucho tiempo en el medio ambiente, y pueden ser liberadas a través de comida, agua o sprays sin llamar la atención.

En 2001, 5 personas murieron en Estados Unidos a causa de un ataque con esta bacteria a través de cartas.

Peste neumónica

Aparece cuando la bacteria Yersinia pestis es inhalada y llega a los pulmones. Los síntomas (fiebre, debilidad, dolor de cabeza, neumonía, producción de esputos sanguinolentos y fallo pulmonar) aparecen entre uno y seis días después del contagio, y pueden llevar a la muerte si no se suministran antibióticos en un plazo de un día después de la aparición de los síntomas.

Se trata de una peligrosa arma porque la bacteria está presente en la Naturaleza y se puede producir en el laboratorio, y las personas pueden portarla durante varios días sin experimentar síntomas, con lo que la dispersión de la enfermedad puede aumentar considerablemente.

Cuando esta bacteria es transmitida a través de la picadura de pulgas, se produce la llamada peste bubónica (que asoló Europa en el siglo XIV durante el episodio de la peste negra). Produce bubones (hinchazón de ganglios linfáticos), gangrena (manchas negras en la piel por muerte de tejidos) y septicemia (infección generalizada).

Esta última no es contagiosa entre humanos si no es a través de las pulgas, pero puede infectar a los pulmones y convertirse en la variedad neumónica, que sí es contagiosa.

Botulismo

Es una enfermedad que paraliza los músculos y que puede llevar a la muerte por fallo respiratorio. Es producida por una bacteria llamada Clostridium botulinum, que puede transmitirse a través de la comida, el agua o el aire.

Viruela

Es una enfermedad grave y muy contagiosa que puede llevar a la muerte de los pacientes. Ha acompañado al ser humano durante miles de años, pero el último enfermo de viruela se diagnosticó en 1977 y se considera que está erradicada desde 1980 gracias a una extensa campaña de vacunación. Sin embargo, existen reservas con este virus en dos instalaciones de alta seguridad para futuras investigaciones, puesto que se cree que podría haber muestras de este microorganismo en manos de terroristas.

Hay una variante de la enfermedad más grave, que alcanza una letalidad del 30%, y otra menor, que apenas llega al 1%. Provoca fiebre, dolor, vómitos, sarpullidos, la aparición de pústulas y a veces ceguera.

Tularemia

Es una enfermedad muy contagiosa causada por una bacteria llamada Francisella tularensis. Se encuentra en la Naturaleza y podría ser usada como arma biológica al aplicarla en forma de aerosol. Se transmite por vía aérea y provoca una grave neumonía y una infección sistémica.

¿Se han usado alguna vez?

Las armas biológicas comenzaron a investigarse durante la Gran Guerra y sufrieron un desarrollo importante durante la Segunda Guerra Mundial (se estima que 10.000 prisioneros murieron en campos de concentración japoneses a causa de las pruebas que realizaron con ellos).

Entre 1950 y 1970, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética produjeron importantes arsenales de armas biológicas, el primero produjo municiones con al menos siete tipo de agentes biológicos, pero a partir de entonces ambas naciones ratificaron acuerdos para evitar su proliferación y destruir sus reservas.

Con todo, hasta 1999 se registraron 100 incidentes relacionados con armas biológicas, con un total de 990 muertes. Desde entonces, se han producido desde intentos de contaminar los alimentos de un buffé de ensaladas (en el que se infectaron 750 personas) a un ataque con la bacteria causante del carbunco en Estados Unidos («Anthrax» en inglés), que en 2001 infectó a 22 personas y mató a 5 a través de las cartas enviadas por el servicio postal.

En Japón, el ya extinto grupo terrorista «Aum Shinrikyo», que perpetró un ataque con gas sarín en las ciudades de Tokio y Matsumoto (Japón), también intentó realizar varios ataques con las bacterias del carbunco y del botulismo, e incluso viajó a Zaire para conseguir muestras de virus ébola.

¿Hay que temer un ataque bioterrorista?

«No es necesario vivir con un constante temor por un ataque bioterrorista. Basta con permanecer vigilante y preparado», explica Joanne Cono, portavoz del CDC, en un vídeo institucional. El grado de preparación varía entre los países, pero pasa por acumular antibióticos, antivirales y vacunas, si los hay, preparar planes de respuesta o incluso mensajes para ser enviados a través de radio y otros medios de comunicación en caso de emergencia.

Aunque muchos de los agentes biológicos que pueden ser usados como armas son fáciles de conseguir, lo más difícil es producirlos en elevadas cantidades y después liberarlos de forma efectiva en el suministro de agua o en forma de aerosol.

Mientras que harían falta varias toneladas de toxinas para hacer un ataque a través del viento, bastaría con un kilogramo de Bacillus anthracis para cubrir una zona de 100 kilómetros cuadrados y provocar una letalidad del 50%, según el Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de los Estados Unidos.

Los microbios más letales

Los virus y las bacterias son esenciales para la vida en la Tierra, tal y como la conocemos, (son los seres vivos más numerosos, responsables de la aparición de organismos superiores y los que oxigenaron la atmósfera, entre otras cosas). Muy lejos de las humildes cifras cosechadas por las armas biológicas, los microbios son asesinos temibles para el ser humano en su entorno natural.

Por ejemplo, la viruela, los resfriados, la peste y la gripe mataron al 95% de la población nativa americana, desde la colonización española, la peste negra mató a alrededor de un cuarto de la población europea en el siglo XIV, y la pandemia de la gripe española mató a un número de personas comprendido entre los 20 y los 50 millones después de la Primera Guerra Mundial.

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