[*Opino}– Los españoles, los empresarios y el vivir del cuento

10-11-13

Carlos M. Padrón

El artículo que copio abajo me recuerda que César Vidal, entre muchos otros, ha dicho que el pecado capital de los españoles es la envidia, y además, la convicción generalizada de que el trabajo es algo que hay que evitar.

De ahí que, en general, detesten a los empresarios (a quienes suponen dueños de mucho dinero y, por ello, los consideran hijos de puta), y detesten el tener que trabajar.

Tal parece que lo que interesa es vivir bien sin dar golpe, o sea, un Estado de Bienestar a cargo totalmente del Estado. De dónde obtenga éste los reales para sufragarlo, no importa.

¿Capitalismo y economía de mercado? ¡Qué va! En los países donde impera eso come sólo el que trabaja, a menos que sea niño o anciano. ¡Que viva el funcionariato!

Seguramente creen que en países como Dinamarca, Finlandia, Suecia y Holanda se vive muy mal porque esa gente no sólo produce mucho sino que parece que les gusta hacerlo. ¡Esclavos!

¿Por qué el intervencionismo estatal no le aprieta las tuercas a los sindicatos?

¿Por qué no se preguntan estos españoles cómo van a echar hacia adelante si no quieren la empresa privada ni tampoco, por supuesto, el comunismo? ¿Tendrán respuestas a esto?

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2013-10-17

D. Soriano

¿Por qué los españoles no quieren a sus empresarios?

Nuestros conciudadanos no se fían de las compañías privadas ni perciben sus efectos beneficiosos en la economía.

Los empresarios españoles no tienen buena prensa. Y sus clientes, trabajadores y convecinos no les quieren. Al menos no tanto como daneses, finlandeses o estonios a los suyos.

El 43% de los españoles tienen una opinión negativa de la «influencia global de las empresas» en su país. Mientras, en Dinamarca, Suecia o Finlandia, este porcentaje no llega al 20%.

La Institución Futuro presentaba este miércoles su informe de octubre de 2013, «Apuntes sobre la aportación de las empresas a la economía», en el que recoge las conclusiones del Flash Eurobarometer que la Comisión Europea realizó en abril de este año.

En lo que respecta a España, las cifras concuerdan con las de otros estudios sobre las actitudes económicas y políticas conocidos este año: no nos fiamos del papel de los empresarios, y no valoramos su importancia en nuestra sociedad.

¿Capitalismo? No, gracias

Antes del verano, el BBVA presentaba el estudio internacional Values and Worldviews, realizado en diez grandes países europeos.

Según sus datos, los españoles eran los que menos nota daban a la pregunta de si se sentían «identificados con el capitalismo»; los segundos (tras los franceses) que más pedían la intervención del Estado en la economía; y los que menos apoyaban la frase «la economía de mercado es el sistema más conveniente para el país».

Y hace apenas un mes, la misma Fundación BBVA publicaba en español el informe de Tendencias Transatlánticas, en el que, de nuevo, los españoles aparecían a la cabeza en su rechazo al mercado libre y el apoyo al intervencionismo estatal: el 53% piensan que hay que seguir aumentando el gasto público. Es más, sólo el 32% apoyan la moneda única, y somos los europeos que menos aprecio le tenemos a Angela Merkel, dos respuestas en las que parece intuirse el rechazo hacia las decisiones de control de déficit público adoptadas por la UE en los últimos años.

El empresario

Con estos antecedentes, los resultados del informe de Futuro ya no son tan extraños.

De los 34 países en los que se hizo la encuesta de la CE, España es el 25º en la consideración del papel de las empresas: negativa en un 43% y positiva en un 50%.

Son unas cifras que contrastan, y mucho, con las habituales en otros países miembros de la UE, especialmente en el norte del continente. Por ejemplo, en Dinamarca, la opinión es negativa sólo para el 10% de la población, y positiva para el 85%; en Finlandia son 13% y 83%; en Estonia 16% y 70%; en Suecia 19% y 72%; y en Holanda, 20% y 74%.

No sólo eso, como puede verse en el siguiente gráfico, damos una puntuación peor que la media de la UE en todas las preguntas de la encuesta sobre los «efectos positivos» de los empresarios: creación de empleo, retorno a los inversores, desarrollo de productos innovadores,…

Es decir, los españoles no se acaban de creer que las compañías privadas sean beneficiosas para la sociedad. Por ejemplo, sólo el 27% creen que sean importantes para contribuir al «desarrollo económico del país».

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En realidad, viendo la siguiente pregunta, casi parecen lógicos estos resultados. España es el país de la UE en el que un mayor porcentaje de sus ciudadanos afirman que «no disponen de información» para conocer «qué hacen las empresas para comportarse responsablemente ante la sociedad».

Tampoco es extraño para quien conozca la realidad española.

De hecho, en los últimos años, la misma palabra empresario se utiliza en los medios casi en exclusiva en noticias negativas: de fraude fiscal, empleo negro o escándalos societarios. Incluso se ha sustituido el término por el de «emprendedor», para darle a éste (en realidad un empresario nuevo, que empieza) un tono positivo que se deriva del hecho de que lo pasa mal o incluso pierde dinero.

Un enfoque que es mucho más difícil encontrar en el caso de exitosos hombres de negocios que han levantado compañías con miles de empleados.

¿Qué aportan?

Para deshacer este equívoco, Futuro dedica la segunda parte de su informe a explicar «Qué aporta la empresa privada a la sociedad». Y en este apartado, junto a cuestiones como la formación de los empleados o su participación en actividades de patrocinio de actividades culturales, se explica una realidad que, aunque afecta a casi todos los trabajadores, es desconocida por buena parte de ellos: el costo del empleo.

En España, de cada 100 euros que paga un empresario, al trabajador le llegan apenas 58,6 euros. El resto se van en contribuciones a la Seguridad Social (28) y el pago del IRPF (13,5).

De esta manera, el empleado puede tener la percepción de que el neto que le llega a su cuenta del Banco es muy bajo; y al mismo tiempo su jefe puede pensar que le sale muy caro mantener ese puesto.

En todos los países de la OCDE estos costos asociados son muy importantes, pero no es baladí señalar que España supera la media, está muy cerca de países como Finlandia o Suecia (mucho más productivos y ricos) y por encima de otros como Dinamarca, Holanda o Noruega. España es el séptimo país de la OCDE con mayores contribuciones patronales sobre el salario bruto.

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Evidentemente, los impuestos que pagan las empresas españolas no se quedan ahí. El Impuesto de Sociedades efectivo es el quinto más alto de la UE, sólo por detrás de Alemania, Reino Unido, Italia y Holanda.

Y en cuanto al IVA, que normalmente estaba por debajo de la media europea y daba cierto margen al empresario nacional, ya se ha equiparado, tras las subidas de los últimos años, al nivel normal del resto de los socios comunitarios.

Fuente

[*Opino}– España. La banca, el fraude fiscal, y el New York Times

08-05-12

Carlos M. Padrón

Como no leo el New York Times, ignoro si lo que sigue es o no cierto, pero no me extraña que lo sea porque encaja muy bien dentro del cuadro que acerca de España describe César Vidal en su serie de artículos titulados «España. Las razones de una diferencia», especialmente en los titulados así:

  • (24) ¿Hay salida? (XII): El nepotismo, entre la familia y la ‘famiglia’
  • (25) ¿Hay salida? (XIII): Sagrado localismo
  • (26) ¿Hay salida? (XIV): La secta
  • (27) ¿Hay salida? (XV): La secta II o el imperio del monopolio

En ellos se habla de algo que puede explicar lo que cuenta el artículo que copio abajo y que me hizo recordar lo que una vez escuché decir a un personaje político y exguerrillero. Cuando un periodista le preguntó su opinión sobre una fuga de presos ocurrida el día anterior, este personaje contestó. «El deber de todo preso es fugarse».

Si aplicamos esto a la materia impositiva, el deber de todo ciudadano es no pagar impuestos. Como esto es algo que hoy día resulta casi irrealizable, entonces los ciudadanos se las arreglan para pagar la menor cantidad posible, cosa que, hasta donde sé, hace todo el mundo.

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21-10-2011

La banca, el fraude fiscal, y el New York Times

El New York Times ha ido publicando una serie de artículos sobre Emilio Botín, presentado por tal rotativo como el banquero más influyente de España, y Presidente del Banco de Santander, que tienen inversiones financieras de gran peso en Brasil, en Gran Bretaña y en Estados Unidos, además de en España.

En EEUU, el Banco de Santander es propietario de Sovereign Bank.

Lo que le interesa al rotativo estadounidense no es, sin embargo, el comportamiento bancario del Santander, sino el de su presidente y el de su familia, así como su enorme influencia política y mediática en España.

Un indicador de esto último es que ninguno de los cinco rotativos más importantes de España ha citado o hecho comentarios sobre esta serie de artículos publicados en el diario más influyente de EEUU, y uno de los más influyentes del mundo. Es de suponer que, si se escribieran artículos semejantes, por ejemplo, sobre el Presidente Zapatero, tales reportajes serían noticia. No así en el caso de Emilio Botín.

Una discusión importante de tales artículos es el ocultamiento, por parte de Emilio Botín y de su familia, de unas cuentas secretas establecidas desde la Guerra Civil en la Banca suiza HSBC.

Por lo visto, en las cuentas de tal Banco había 2.000 millones de euros que nunca se habían declarado a las autoridades tributarias del Estado español. Pero, un empleado del HSBC, despechado por el maltrato recibido por ese Banco, decidió publicar los nombres de las personas que depositaban allí su dinero sin nunca declararlo en sus propios países. Entre esas personas había nada menos que 569 españoles, incluyendo a Emilio Botín y su familia, más grandes nombres de la vida política y empresarial.

Según el New York Times, esta práctica es muy común entre las grandes familias, las grandes empresas y la gran Banca. El fraude fiscal en estos sectores es enorme. Según la propia Agencia Tributaria española, el 74% del fraude fiscal se centra en estos grupos, con un total de 44.000 millones de euros que el Estado español (incluido el central y los autonómicos) no ingresa.

Esta cantidad, por cierto, casi alcanza la cifra del déficit de gasto público social de España respecto la media de la UE-15 (66.000 millones de euros), es decir, lo que España debería gastarse en su Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios a personas con dependencia, y otros) por el nivel de desarrollo económico que tiene, y que no se gasta porque el Estado no recoge tales fondos.

Y una de las causas de que no se recojan es precisamente el fraude fiscal realizado por estos colectivos citados en el New York Times. El resultado de su influencia es que el Estado no se atreve a recogerlos. En realidad, la gran mayoría de investigaciones de fraude fiscal de la Agencia Tributaria se centra en los autónomos y profesionales liberales, cuyo fraude fiscal representa —según los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español— sólo el 8% del total.

Es también conocida la intervención de autoridades públicas para proteger al Sr. Emilio Botín de las pesquisas de la propia Agencia Tributaria.

El caso más conocido es la gestión realizada por la exvicepresidenta del Gobierno español, la Sra. De la Vega, para interrumpir una de tales investigaciones.

Pero el Sr. Botín no es el único. Como señala el New York Times, hace dos años, César Alierta, presidente de Telefónica, que estaba siendo investigado, dejó de estarlo. Como escribe el New York Times con cierta ironía, “el Tribunal desistió de continuar estudiando el caso porque, según el juez, ya había pasado demasiado tiempo entre el momento de los hechos y su presentación al tribunal”.

Una medida que juega a favor de los fraudulentos es la ineficacia del Estado, así como su temor a realizar la investigación. Fue nada menos que el Presidente del Gobierno español, el Sr. José Mª Aznar, quien en un momento de franqueza admitió que “los ricos no pagan impuestos en España”.

Tal tolerancia por parte del Estado con el fraude fiscal de los súper ricos se justifica con el argumento de que, aún cuando no pagan impuestos, las consecuencias de ello son limitadas porque son pocos. El Presidente de la Generalitat de Catalunya, el Sr. Artur Mas, ha indicado que la subida de impuestos de los ricos y súper ricos tiene más un valor testimonial que práctico, pues su número es escaso.

La solidez de tal argumento, sin embargo, es nula; en realidad, alcanza niveles de frivolidad, pues ignora la enorme concentración de las rentas y de la propiedad existente en España (y en Cataluña), uno de los países donde las desigualdades sociales son mayores y el impacto redistributivo del Estado es menor.

Los 44.000 millones de euros al año que no se recaudan de los súper ricos por parte del Estado hubieran evitado los enormes recortes de gasto público social que el Estado español está hoy realizando.

Pero otra observación que hace el New York Times sobre el fraude fiscal y la Banca es el silencio que sobre ello existe en los medios de información.

Tal rotativo cita a Salvador Arancibia, un periodista de temas financieros en Madrid, que trabajó para el Banco Santander, que señala como causas de este silencio el hecho de que el Banco Santander gasta mucho dinero en anuncios comerciales, siendo la Banca uno de los sectores más importantes en la financiación de los medios, no sólo comprando espacio de anuncios comerciales, sino también proveyendo créditos. Aclara el Sr. Salvador Arancibia que éstas son “….medidas de enorme importancia en un momento como el actual, donde los medios están en una situación financiera muy delicada”.

De ahí que tenga que agradecer al diario que se atreva a publicarlo, porque hoy, artículos como los que publica el New York Times y el mío propio, no tienen fácil publicación en nuestro país. Es lo que llaman “libertad de prensa”.

Fuente: Sott.net

Cortesía de Mary Carmen Barbuzano