[*Opino}– Divorcios y ayuda del marido en el hogar

29/09/12

Carlos M. Padrón

No veo la relación entre el nivel de educación e ingreso de las mujeres, y el reparto equitativo de las tareas del hogar.

En cambio, lo que dice el artículo que sigue sí confirma lo que desde hace muchos años escuché: los divorcios son para los maridos complacientes.

Pero si en la ecuación incluimos que el 90% de los divorcios son iniciados por la mujer, entonces sí que cuenta mucho el nivel de ingresos de ellas.

~~~

29/09/2012

Un estudio noruego, que probablemente dará mucho de qué hablar, concluyó que cuanto más equitativa es la repartición de las tareas domésticas entre una pareja, más alto es el riesgo de divorcio.

Según Nova, el Instituto de Investigación en Ciencias Sociales, el porcentaje de divorcios en los hogares que comparten las tareas domésticas equitativamente es un 50% más alto que en aquellos en los que la mayor parte del trabajo es realizado por la mujer.

«Cuanto más ayuda un hombre en el hogar, más alto es el riesgo de divorcio», explicó a la AFP Thomas Hansen, coautor de un importante estudio titulado ‘La igualdad en el hogar’.

Para los investigadores no hay ninguna, o casi ninguna, causalidad, y esta correlación es más bien un signo de la «modernidad» de las parejas. «Las parejas modernas lo son a la vez en términos de distribución de las tareas domésticas, y en cuanto a su percepción del matrimonio», percepción que ahora es menos sagrada, explicó Hansen, señalando que es una cuestión de valores.

«En esas parejas modernas, las mujeres tienen a menudo un alto nivel de educación y un trabajo bien pagado, lo que las hace menos dependientes económicamente de sus maridos. Por lo tanto, pueden hacer frente con mayor facilidad en caso de divorcio», añadió.

En Noruega, la educación de los niños se reparte generalmente de manera equitativa entre el padre y la madre (siete de cada diez parejas), señaló Hansen, quien fue entrevistado en un parque mientras se ocupaba de sus hijos.

Sin embargo, en siete de cada diez casos, las mujeres dedican más tiempo que los hombres a las tareas domésticas.

Fuente: IBL News

[*Drog}– El divorcio está en los genes femeninos

28-02-12

Carlos M. Padrón

Esto viene a explicar lo que, sin saber el motivo, me dijo una dama de profesión abogada y especialista en divorcios: «En mis muchos años en este trabajo he comprobado que el 90% de los divorcios ocurren porque la mujer lo quiere».

A la explicación dada en el artículo que sigue, me atrevo a añadir la suposición de que esa baja de oxitocina ocurre más en mujeres que son madres, pues ya la Naturaleza consiguió usarlas —casi siempre vía drogamor— para lo que las quiere: para reproducir la especie.

El resto, incluida la relación de pareja, es circunstancial, y tal vez pueda sobrevivir si se usa la razón.

***

28/02/2012

La unión conyugal no está en crisis sólo por un cambio de mentalidad en la sociedad sino por una cuestión de herencia genética.

Un estudio sueco del Karolinska Institute asegura haber identificado el gen receptor de la oxitocina, una «hormona del amor» al que adjudican una gran responsabilidad en las separaciones actuales cuando ésta deja de hacer bien su trabajo, además de relacionarla con estados más depresivos cuando hay bajos niveles de esta hormona en el cerebro.

 

Los investigadores del Karolinska Institute han examinado el ADN de más de 1.800 parejas que llevaban juntas más de cinco años, llegando a la conclusión de que las mujeres que presentaban una variación significativa del gen receptor de la oxitocina hablaban de crisis matrimonial y divorcio en un 50% más respecto a las señoras con receptores normales para esta hormona.

La oxitocina, segregada por la hipófisis, desempeña un papel importante como estimulador de las células de los conductos lácteos de las mamas.

Es producida naturalmente por la mujer, sobre todo en el momento del nacimiento de un hijo y en el periodo de lactancia, y contribuye a mejorar la relación entre la mamá y bebe, como ha sido demostrado por estudios científicos sobre animales.

Sin embargo, las mujeres en las que se ha encontrado una variación del gen receptor de esta hormona son en general menos propensas a casarse y a establecer las relaciones afectivas.

Y cuando deciden dar el paso hacia el altar, tienen el doble de posibilidades de «naufragar», según este estudio sueco.

Hasse Walum, quien ha liderado la investigación del Karolinska Institute de Estocolomo, señala el importante papel de la oxitocina en la propensión a relacionarse con la pareja. Tanto es así que, durante el orgasmo, su cantidad en sangre llega a ser cinco veces superior que en una situación normal.

En el caso de los hombres, la «hormona del amor» se llama vasopresina y tiene un papel importante en las infidelidades y las separaciones, así como en el acercamiento a la pareja.

Según un estudio análogo realizado por este instituto hace cuatro años, el papel de la vasopresina en los comportamientos sociales es determinante.

Fuente: ABC

[*ElPaso}– Eficaz alternativa al divorcio

21-03-2011

Carlos M. Padrón

Mientras duró el régimen franquista, el divorcio no existía en España, pero eso no era cura contra las disputas y desavenencias conyugales, ni podía evitar la separación de cuerpos, a la que, a pesar de la condena de la sociedad, llegaban algunas parejas para evitar males mayores.

Esa especie de prisión propició la búsqueda y ejecución de vías de escape —se dice que el deber de todo preso es escaparse—, que ante los críticos ojos de la sociedad del pueblo justificaran al menos la tal separación de cuerpos.

De las «soluciones innovadoras» que al respecto se usaron, sólo recuerdo la ideada y puesta en práctica por el marido de una tal Pepita, un hombre al que llamaré Juan porque, en realidad, ni lo conocí ni sé cómo se llamaba. A Pepita sí la conocí.

Juan, que además de mujeriego se daba a la bebida —tal vez por aquello de «ahogar en alcohol» los problemas que le causaba su matrimonio— solía llegar a su casa tarde y borracho, lo cual enfurecía a Pepita.

Una noche llegó no sólo más borracho que de costumbre, según parecía, sino, además, agresivo, e inició contra Pepita un ataque verbal al que ella replicó también de forma verbalmente agresiva.

Ante esto, Juan enarboló un cuchillo y se fue contra Pepita. Ella, aterrada, saltó de la cama matrimonial —que era alta, como las de entonces— mientras Pepita emitía los gritos a los que ya estaban acostumbrados los vecinos, corría por la habitación, esquivaba a Juan haciendo cabriolas sobre la cama, o pasaba por sobre ella para huir al otro lado.

Enardecido, Juan optó por separar de la pared la cabecera de la cama para poder aumentar las posibilidades de alcanzar a Pepita, quien entonces optó por huir circundando el lecho conyugal para que Juan no la alcanzara.

Cansada ya de las circunvalaciones, a veces en un sentido y a veces en el contrario, dependiendo de cómo atacara Juan, Pepita optó por la única alternativa que le quedaba, y en una ágil maniobra se metió debajo de la cama.

Apenas conseguirlo soltó un grito de un tono e intensidad tales que los vecinos, entendiendo que había ocurrido algo fuera de lo habitual y muy grave, corrieron hacia la casa para ayudar a Pepita.

Al llegar sacaron de la habitación a un Juan que ya no tenía cuchillo, y de debajo de la cama sacaron a una aterrorizada Pepita que al ser preguntada por el motivo de su horripilante grito, sin poder articular palabra señalaba hacia el lugar de donde la habían sacado.

Entendiendo que algo habría allí, uno de los vecinos se inclinó a mirar y encontró la explicación al terror de Pepita: bajo la cama había un féretro, forrado en negro y abierto, como listo para un «inquilino».

¿Cómo fue eso posible?

Juan y Pepita vivían cerca de la carpintería en la que, con madera de pino, se fabricaban los ataúdes usados en el pueblo, de los cuales tenía siempre el carpintero varios listos por cuanto hay muertes repentinas.

De alguna forma Juan se las ingenió para —sin que nadie lo viera, y mucho menos Pepita— sacar de esa carpintería uno de los ataúdes y meterlo bajo la cama.

Luego, con la llegada tarde y fingiendo estar borracho, propició la situación que obligó a Pepita a buscar refugio bajo la cama, donde encontró el «regalo» que allí había dejado Juan para ella.

Por supuesto, la opinión pública y legal fue que se separaran, y así Juan se fue a Tenerife y Pepita quedó en La Palma, llegando a un final como el famoso «Que era lo que se quería demostrar», usado en matemáticas, pero que en este caso fue «Que era lo que Juan quería».