[El Paso}> Humor en casos verídicos. Dieta de galletitas inglesas

09-07-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.

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Honorio era un pasense que había cursado estudios y gozaba de buena posición social y económica, pero se había dado a la bebida y era frecuente verlo ebrio.

Reunidos un día varios parroquianos en el restaurante Las Piedras, que para entonces estaba de moda, quedaron todos mudos por la sorpresa que les causó ver entrar a Honorio acompañado de Flor, la peor prostituta del pueblo.

Poco importó a Honorio el total silencio que se hizo y, cogiendo de la mano a Flor e ignorando a todos, se encaminó hasta el fondo del restaurante donde había visto una mesa vacía.

Al pasar frente a Juanelo, amigo suyo desde la infancia, éste, con mal contenido tono de ira, casi le gritó:

—Coño, Honorio, ¿cómo es posible que teniendo tú una mujer decente, educada y guapa andes enredado con esta puta?

Honorio paró en seco, guardó silencio por unos segundos y mirando luego a su amigo le dijo:

Mira, Juanelo, si a ti te dan todos los días galletitas inglesas, galletitas inglesas y galletitas inglesas, el día que te enseñen un lebrillo de gofio te botas a él de cabezas.

 

 

 

 

 

 

 

 

[El Paso}> Humor en casos verídicos. Afeitanto el vello púbico

02-07-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.

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Manuel Delgado sufrió en El Paso los efectos de la represión sexual a la que nos sometió el dúo Iglesia-franquismo desde el final de la Guerra Civil y hasta la muerte de Franco, momento que marcó el reemplazo de esa nefasta represión por lo que se dio en llamar ‘El destape’. Por tanto, el sexo era para Manuel muy importante, y todo vinculado a él le excitaba con el morbo que da el violar algo prohibido.

Un día debió ser hospitalizado para una operación de próstata, lo cual requería afeitarle el vello púbico, y cuando la enfermera encargada de hacer esa tarea levantó el pene de Manuel y, sin soltarlo, lo bajó, lo levantó, volvió a bajarlo y a levantarlo de nuevo para completar el afeitado, Manuel tuvo una enorme erección y le dijo a la enfermera:

—Suéltalo que ya no se cae.

[El Paso}> Humor en casos verídicos. Novedades en la familia

04-06-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres son ficticios.

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Candelaria y Amelia eran dos vecinas que, aunque sus casas estaban no muy distantes, sí lo estaban lo suficiente para que el habla entre estas vecinas tuviera que ser a gritos. Aún así, la practicaban a diario porque Candelaria, cuya vivienda estaba más alta que la de Amelia, sabía a qué hora salía Amelia a barrer su patio, y entonces Candelaria salía al suyo para intercambiar, a gritos con Amelia, las novedades del día.

En uno de estos intercambios, que escuchaban todos los vecinos, Candelaria, un tanto excitada, le dijo a su vecina:

Amelia, ¡ya mi hija fue a París!

En el lenguaje represivo de la época, esto quería decir que su hija había tenido la primera regla.

Y, para rematar, Amelia añadió:

Y la cabra me dio ayer más de dos litros de leche. ¡Esta cabra mía es una eminencia!

 

 

 

[El Paso}> Humor en casos verídicos. Consejos de una ‘sabia’ anciana

22-05-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.

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Doña Flor, dama ya anciana para aquellos tiempos, era una viuda que desconfiaba de los hombres. A pesar de su edad, asistía a las clases de costura que dictaba una vecina, clases que compartía con varias jóvenes casamenteras,

Un día en que el tema de conversación de estas jóvenes versaba sobre cómo eran, o querían ellas que fueran, las relaciones con sus novios, doña Flor, visiblemente molesta, interrumpió la conversa y les dijo:

Ustedes pueden aceptar besos, abrazos y otros amapuches, ¡pero nunca abran la jaula!

[El Paso}> Humor en casos verídicos. El temido ‘qué dirán’

09-04-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.

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Una vecina de Camino Viejo vino una vez a mi casa a pedirle a mi padre que le prestara unas gafas pya que tenía que ir a Tenerife y eso requería llevar gafas porque, si no, qué diría la gente.

El mismo temor y por el mismo motivo asaltó a Genaro, un campesino que nunca usó calzoncillos pero, como tenía que ir a Tenerife, convencido de que debía llevar calzoncillos, fue a casa de un amigo que sí los usaba y le pidió que le prestara unos.

El amigo accedió, y cuando Genaro se retiraba con los calzoncillos en la mano, le gritó:

¡Lo canelo va pa’trás!

[El Paso}> Humor en casos verídicos. Falta casual de pudor

19-02-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios. Ver antes ÉSTE.

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Contaba también mi madre que, cuando el tiempo lo permitía, las damas de Las Santinas salían al patio de la casa y, a la sombra, se sentaban en círculo a bordar.

Un día en que mi madre y dos vecinas se les unieron, frente a ellas tomó asiento Rosa Santina y, a poco de estar bordando y dándole a la “sin hueso”, Rosa Santina quiso levantarse, perdió el equilibrio y, con las piernas abiertas, cayó hacia atrás.

Como dedujo que las vecinas habían visto bien lo muy oculto (y así fue), apesadumbrada exclamó mientras se levantaba:

¡Y esto tuvo que ocurrirme hoy que no me puse bragas!

[El Paso}> Humor en casos verídicos. Empatía ante todo

12-03-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios. Ver antes ÉSTE.

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Contaba también mi madre que cuando murió un vecino que no era del barrio, pero tenía relación con Las Santinas, Rosa Santina fue al velorio, se sentó junto a Pepa, la inconsolable viuda y, no sabiendo cómo darle ánimo, suspirando, le dijo:

—Pepa, siempre ocurren cosas malas: hoy la gallina me movió un huevo.

<[El Paso}> Humor en casos verídicos. Intercambio solidario

05-03-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.

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Contaba mi madre que en sus años mozos tenía como vecina cercana a una familia compuesta sólo de damas a las que apodaban Las Santinas, y a su matrona llamaban Rosa la Santina.

En esos lejanos tiempos, al igual que en los míos en El Paso, unas mujeres a las que llamaban barqueras subían a diario caminando desde El Puerto de Tazacorte hasta El Paso cargando en su cabeza una cesta grande llena de pescado que querían vender comenzando desde la partevbajade El Paso y voceando su mercancía a medida que subían en la esperanza de que los vecinos salieran a comprarla, pero, si llegando al final de su recorrido habitual no habían conseguido venderla toda, antes que botarla o tener que regresar con ella a Tazacorte, la ofrecían a precios muy bajos.

Así, voceando el precio de saldo, bajó un día por Tenerra una barquera. A la calle salió La Santina, interceptó a la barquera y le hizo una contraoferta: “Un kilo de sardinas por un kilo de tunos frescos”.

A regañadientes la barquera aceptó, y cuando ya iba de regreso con los tunos, Rosa le gritó:

—¡Me traes mañana las cascaritas que las necesito para el cochino!

Mejor no publico la respuesta de la barquera.

[El Paso}> Humor en casos verídicos. El temido ‘qué dirán’

12-02-2025

Carlos M. Padrón

Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.

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Una vecina de Camino Viejo vino una vez a mi casa a pedirle a mi padre que le prestara unas gafas porque tenía que ir a Tenerife y eso requería llevar gafas porque, si no, qué diría la gente.

El mismo temor y por el mismo motivo asaltó a Genaro, un campesino que nunca usó calzoncillos pero, como tenía que ir a Tenerife, convencido de que debía llevar calzoncillos, fue a casa de un amigo que sí los usaba y le pidió que le prestara unos. El amigo accedió y, cuando Genaro se retiraba con los calzoncillos en la mano, le gritó:

¡Lo canelo va pa’trás!