[SE}> Los 10 grandes mitos sobre cumplir años… y lo que la Ciencia dice sobre ellos 

05-12-2025

Carlos Manuel Sánchez

Los 10 grandes mitos sobre cumplir años… y lo que la ciencia dice sobre ellos

 Muchas de las ideas negativas asociadas al envejecimiento no son necesariamente ciertas. Es lo que revelan recientes estudios científicos que desmontan o matizan algunos de los mitos más extendidos sobre cumplir años.

Existe un momento en la vida en que empiezas a mentir sobre tu edad. No sumas, como hacías cuando eras adolescente y querías entrar en esa discoteca. Ahora es al revés. Porque, en algún momento, cumplir años deja de ser motivo de celebración para convertirse en síntoma de declive. Cuarenta y crisis existencial. Cincuenta y ya dejaste atrás lo mejor. Sesenta y notas que te explican las cosas como si dieran por hecho que no te enteras…

Las redes arden con el debate generacional: los millennials acusan a los boomers de no querer repartir el pastel; los boomers responden que los jóvenes no saben lo que es esforzarse; y la generación Z derroca gobiernos mientras ojea su TikTok. Y eso sin contar a los mayores de 65, a los que por algo los demógrafos llaman ‘la generación silenciosa’.

La satisfacción vital aumenta en las últimas décadas de la vida. En nuestro país, los mayores de 60 años se consideran a sí mismos más felices que los menores de 30

 Y es que la sociedad occidental mantiene con el paso del tiempo una relación bipolar. Por un lado, lo idealiza: la sabiduría acumulada, la experiencia… Por otro, lo teme: el deterioro físico, la dependencia… Esta contradicción genera lo que los investigadores denominan ‘el pantano’: un terreno de ideas contradictorias donde conviven veneración y miedo; admiración, rechazo y, lo peor, la invisibilidad.

Un macroestudio publicado en 2024 identificó el aislamiento social como uno de los principales factores de riesgo que explican hasta el 45 por ciento de los casos de demencia senil

 Esta narrativa dominante ignora un hecho fundamental: cumplir años no es un proceso uniforme. Si con los niños se monitoriza su desarrollo con percentiles y gráficas, con los adultos la edad cronológica resulta inútil para predecir capacidades, salud o funcionamiento cognitivo. La edad es solo un número, y uno bastante malo para saber cómo se desempeña una persona. Se nos olvida que envejecer es un proceso acumulativo. Se suman experiencias vitales impredecibles –pérdidas, enfermedades, oportunidades económicas o su ausencia, acceso a la Sanidad, redes sociales que se expanden o contraen, responsabilidades de cuidado, viviendas con o sin ascensor; todo cuenta– que interactúan con una genética única. El resultado es una diversidad enorme donde las generalizaciones se vuelven absurdas. Pues bien, resulta que la ciencia tiene bastante que decir al respecto. Estos son los diez grandes mitos sobre cumplir años que la investigación reciente desmonta sin piedad.

  1. Con los años pierdes capacidad cognitiva | VERDAD A MEDIAS

 Depende de qué capacidad hablemos. Es cierto que la ‘inteligencia fluida’ —capacidad de resolver problemas sobre la marcha— alcanza su pico a los 27 y luego declina. Así que, si tienes 45 y compites con tu sobrino de 20 en un juego que requiera pensar rápido, puede que pierdas. Pero existe otro tipo de inteligencia, la ‘cristalizada’: todo lo que aprendes a lo largo de tu vida. Vocabulario, conocimiento general, experiencia… No solo no disminuye con los años, sino que mejora hasta bien entrada la vejez. ¿Cómo preservarla? Las interacciones sociales estimulan la mente, conversar y participar en actividades intelectuales mantiene el cerebro activo. ¿Y cómo se va al garete? Un macroestudio publicado en 2024 en The Lancet identificó que el aislamiento social es uno de los principales factores de riesgo que explican hasta el 45 por ciento de los casos de demencia senil. El secreto para mantener el ‘coco’ fino: vida social activa, aprendizaje continuo y, sí, salir con los colegas cuenta.

  1. Tu cuerpo ya no está para muchos trotes | SOLO SI TE CONVIERTES EN UN MUEBLE

 Sí, las aptitudes físicas declinan con los años: después de los 60, la capacidad aeróbica puede caer más de un 20 por ciento por década. Pero esto les sucede a quienes se pasan los días en el sofá. Las personas mayores que hacen un ejercicio rutinario ganan hasta un 30 por ciento de movilidad, fuerza y equilibrio. El problema es que en España menos de la mitad de ellas realiza actividad física regular. Y el sobrepeso es muy prevalente: afecta a casi la mitad de los hombres y a más de un tercio de las mujeres. Pero algo está cambiando: basta con entrar en cualquier gimnasio para ver que ya no son territorio exclusivo de veinteañeros. El boom del fitness ha llegado también a los mayores. Empieces a la edad que empieces, el ejercicio funciona.

  1. La vejez es sinónimo de tristeza | PUES VA A SER QUE NO

 De hecho, pasa justo lo contrario. Múltiples estudios muestran que existe la ‘curva en U de la felicidad’: la satisfacción vital empieza alta en la juventud, se desploma en la mediana edad —cuando la vida está en todo su extenuante fragor— y vuelve a subir hasta alcanzar su pico en las últimas décadas. Una investigación reciente de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos sitúa el punto de inflexión alrededor de los 47 años. ¿Por qué pasa esto? Los científicos lo llaman el ‘sesgo de positividad’: con los años, el cerebro aprende a saborear las pequeñas alegrías del día a día y le presta menos atención a los disgustos. Dejas de compararte con los demás, dejas de perseguir objetivos imposibles… El último Informe mundial de la felicidad, publicado por Naciones Unidas, lo confirma: en España, los mayores de 60 años se consideran a sí mismos más felices que los menores de 30.

  1. Con los años, las enfermedades son inevitables | DEPENDE

 En España, el 73 por ciento de las personas mayores de 65 años tiene al menos una enfermedad crónica, pero la mayoría de estas dolencias son, en gran medida, prevenibles. Un estudio alemán de 2024, con más de 23.000 personas, encontró que cuatro hábitos saludables básicos —los de siempre: no fumar, mantener el peso, hacer ejercicio y comer sano— reducen el riesgo de diabetes en un 93 por ciento; 81 por ciento el de infarto; 50 por ciento el de ictus y 36 por ciento el de cáncer. Y otra investigación de Harvard encontró que las personas de 50 años que siguen esos mismos hábitos saludables de manera continuada vivirán 31 años libres de enfermedades crónicas, es decir, hasta los 81; ocho años más que los que no se preocupan de su salud.

  1. Ya nada te ilusiona | FALSO, CON MATICES

No pierdes la ilusión, la concentras. Es cierto que la curiosidad intelectual declina con los años: las personas mayores buscan menos novedad, tienen menos apertura a experiencias nuevas y prefieren lo familiar sobre lo desconocido. Pero esto no significa que se vuelvan apáticas. Lo que pasa, según los psicólogos, es que con los años te vuelves más selectivo. Cuando eres joven, tienes todo el tiempo del mundo y tu cerebro dice: «Hay que probarlo todo». Cuando eres mayor y sabes que el tiempo es limitado, tu cerebro dice: «Voy a centrarme en lo que de verdad me importa». Lo que sí puede suceder es que tengas la sensación de que has perdido el paso ante la avalancha de novedades, sobre todo tecnológicas. Pero el problema no es falta de interés, sino barreras reales: interfaces diseñadas por ingenieros que no piensan en alguien con artritis o peor vista.

  1. Te vas quedando solo | VERDAD INCÓMODA, AUNQUE NO INEVITABLE

 Una de cada tres personas mayores se siente sola. En España, el aislamiento social se ha convertido en uno de los grandes retos de la salud pública. En cierto modo es ley de vida: con la jubilación pierdes contacto diario con compañeros, muerte de amigos y pareja, problemas de salud que dificultan salir, hijos que se mudan lejos y una sociedad cada vez más individualista. Pero no es inevitable ni universal. Las amistades en esas décadas, cuando las tienes, son especialmente valiosas. No necesitas un montón de amigos, con dos o tres buenos ya vale. Aquí las mujeres tienen más facilidad para socializar. Y estudios epidemiológicos señalan que las redes femeninas de amistad son un factor que influye en esos cinco o seis años que viven más de media que los hombres.

  1. Pierdes interés por el sexo | ¿EN SERIO?

 Seis de cada diez hombres y cuatro de cada diez mujeres mayores de 65 años en España siguen siendo sexualmente activos, según la última Encuesta nacional de salud y sexualidad. Uno de cada cuatro tiene más de cinco relaciones sexuales al mes. Las prácticas más habituales son los besos, las caricias, el coito y la masturbación. Los factores que sí limitan la actividad sexual son reales pero tratables: disfunción eréctil en hombres, sequedad vaginal en mujeres, enfermedades crónicas, medicación y sobre todo la falta de pareja, que el 65 por ciento de las personas inactivas señala como causa principal. Paradójicamente, estudios recientes muestran que la satisfacción sexual puede mejorar con los años: las relaciones se vuelven más íntimas, más divertidas, menos centradas en el rendimiento.

  1. Te vuelves miedoso | NO NECESARIAMENTE

 Cumplir años trae algunos miedos, la mayoría justificados. El más documentado es el miedo a caer. Y no es irracional porque el 60 por ciento de los mayores no recupera su nivel de movilidad previo después de una caída. Pero los estudios muestran que muchas personas desarrollan más capacidad de aceptar la incertidumbre y gestionar mejor el estrés que en la juventud. La experiencia acumulada ayuda a distinguir mejor entre riesgos reales y temores exagerados, y a apoyarse en estrategias que ya han funcionado otras veces: humor, apoyo social, relativizar, pedir ayuda a tiempo…

  1. Te obsesionas con la muerte | SORPRESA: NO TANTO

 La ansiedad que nos genera nuestra propia mortalidad (y la de nuestros seres queridos) alcanza su pico en la mediana edad y luego disminuye. ¿Por qué? Porque la muerte deja de ser una abstracción lejana y se convierte en parte de la realidad cotidiana, y paradójicamente eso la hace menos aterradora. Además, con los años te centras más en el presente, en lo que te da satisfacción inmediata: no estás planificando los próximos 40 años, estás disfrutando el café de esta mañana. Eso reduce la ansiedad existencial.

  1. Ya no haces planes | MENTIRA… Y MÁS TE VALE HACERLOS

 Éste es quizá el mito más pernicioso. Los estudios muestran que las personas que tienen planes, objetivos y proyectos viven más y mejor que las que se resignan a «esperar el final». Tener metas en cualquier etapa está asociado con mejor salud física, mejor función cognitiva y menor riesgo de demencia. Una investigación de Harvard confirma que mantener objetivos vitales está vinculado a la longevidad y la calidad de vida. No hablamos de «conquistar el mundo», sino de objetivos adaptados: aprender algo nuevo, viajar, completar un proyecto personal, mimar una relación. Los planes cambian con los años, pero siguen siendo planes, formas de dar estructura y significado a la vida. El problema es pensar «ya para qué». Esa actitud acelera el deterioro.

Fuente

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[SE}> Agua bendita a la venezolana / Soledad Morillo Belloso

02-09-2025

Soledad Morillo Belloso

Agua bendita a la venezolana

La mañana del bautizo amaneció con el gallo desafinado y la abuela ya en faena y regañando al tío Chicho por olvidar las velas. El sol  despuntaba y ya la casa olía a litros de limpiador de lavanda y a nervios de mamá primeriza.

La bebé, Marianita del Carmen, estaba vestida como virgen de procesión: faldellín de encajes que picaban más que chisme de vecina, escarpines apretados y una cinta en la cabeza que parecía antena de señal celestial. Lloraba con fuerza, como si intuyera que la iban a sumergir en agua bendita sin consulta previa.

La madrina, la prima Elena —experta en llegar tarde pero siempre maquillada como para fiesta de quince años— apareció con un rosario enredado en el brazo y una bolsa de regalo que parecía más para una despedida de soltera que para un bautizo. El padrino, Ramón José, llegó con una botella de cocuy “por si el cura se anima”.

La misa fue un espectáculo. El padre Clemente, con más bautizos encima que años de sotana, soltó su sermón con voz de locutor de radio AM:

“Hoy esta criatura entra al redil del Señor, aunque llore como si la metieran en el corral de los cochinos”.

Cuando le cayó el agua bendita, Marianita pegó un grito que hizo temblar los vitrales. La abuela soltó: “¡Esa bebé tiene carácter, igualita a la bisabuela Domitila!” y todos aplaudieron como si acabara de ganar el Miss Venezuela.

La merienda fue un festín. Sobre el mantel de angelitos tropicales se alineaban empanaditas sudadas de orgullo, pastelitos de queso que se deshacían con sólo mirarlos,  bollitos de maíz envueltos en hojas de plátano como reliquias ancestrales y tequeños en suficiente cantidad para que no hubiera pleito.

La torta, una obra de arquitectura azucarada, tenía tres pisos y una palomita de fondant que parecía más loro que símbolo de paz. La abuela, al verla, soltó: “¡Eso no es paloma, eso es un animal mitológico!” y el primo Juanito le tomó foto con su celular y procedió a postearla como si fuera digna de publicación en el  National Geographic.

Los niños, con las caras pintadas de chocolate corrían entre las piernas de los adultos como si el patio fuera parque de diversiones. Uno se metió debajo de la mesa y salió con una empanada en la mano y una servilleta en la cabeza, gritando que era “el monaguillo ninja”.

No faltó bebida: jugo de guayaba, papelón con limón en vasos de cotillón que decían “Feliz Bautizo”, y el infaltable café negro servido en tacitas desparejadas, porque “bautizo sin café es como arepa sin relleno”. Y claro, una tizana de color extraño y ron para los guarapazos y brindar como Dios manda.

Entre mordiscos, tragos y carcajadas, se tejían las historias. La tía Milagros recordaba cómo en su bautizo se cayó la pila, el compadre Ramón José juraba haber visto una paloma  sobrevolando la casa el día de su confirmación, y la madrina lloraba otra vez, esta vez porque “la torta le recordó a su primer amor”.

Los regalos para la bebé llegaron como bendiciones envueltas en papel brillante y lazos exagerados. Había de todo: vestiditos bordados con florecitas que parecían salidos de novela de época, zapatitos tan pequeños que daban ternura sólo de verlos, y mantas tejida por  monjitas del colegio que juraban haber usado “lana bendecida por San Blas”.

No faltaron los clásicos: el set de cucharita y tenedor plateado, el marco para la foto del bautizo con espacio para poner un mechón de pelo, el inevitable peluche gigante que terminó ocupando más espacio que el coche y un florerito horroroso con dibujos de  dragones chinos.

Algunos regalos venían con tarjetas escritas en cursiva, deseándole a Marianita del Carmen “una vida llena de luz y amor”. La abuela, con ojo clínico, iba clasificando todo: lo útil, lo simbólico y lo que “se guarda por si acaso algún día se hace una rifa”. Porque en bautizo venezolano, cada regalo es parte del anecdotario familiar.

Los recuerditos de salida estaban alineados sobre una mesita primorosamente adornada con florecitas de papel crepé, como si fueran tesoros esperando ser reclamados. Cada uno venía en su bolsita de celofán, una estampita de la Virgen, una velita decorada con cinta dorada, y un mini frasquito de agua bendita que la abuela había llenado personalmente “con fe y con pulso de cirujano”. Algunos incluían una medallita que decía “Gracias por acompañarnos en el bautizo de Marianita del Carmen”, escrita con letra que parecía sacada de manual  de caligrafía.

Los niños se peleaban por los que traían caramelitos, y los adultos los guardaban como reliquias, sabiendo que en casa, junto al televisor o en el escaparate, ese recuerdito se convertiría en testigo de una tarde de bendiciones.

Caida la tarde, con el último pastelito devorado y el café comenzando a perder fuerza, ya idos  los convidados, abuelos, papás y padrinos cayeron redondos en los sofás como soldados después de batalla.

Algunos con los zapatos en la mano, otros con la barriga llena y la mirada perdida en el techo, contemplaban el reguero como quien ve una obra de arte abstracto: platos sucios, servilletas arrugadas, tazas huérfanas y una empanada solitaria sobre el televisor.

En aquel silencio casi sagrado, nadie se atrevía a decir “hay que recoger”, aunque todos lo pensaban. La abuela, con los pies hinchados y el delantal manchado de torta, se acomodó en su butaca con un suspiro que parecía oración.

El compadre Ramón José roncaba con ritmo de tambora, y la madrina Elena dormía con la boca abierta y el rosario enredado en el moño.

Y justo cuando parecía que el descanso iba a durar al menos diez minutos, se oyó el berrido agudo, sentido, como si la bebé reclamara atención divina. La abuela se levantó con una agilidad que desafiaba la lógica y la ciática. “¡Mejor los berridos que el reguero!”, pensó mientras caminaba al cuarto, dejando atrás el campo de batalla doméstico.

Y entre bostezos y risas, los demás quedan a cargo de la recogedera;  limpiar, acomodar, y seguir queriendo.

No sé para ustedes, pero para mí esto basta y sobra para levantar la voz, para plantarse con firmeza y decir que este país, con sus rituales, sus risas, sus sabores y sus saberes, merece ser defendido.

El país no se trata sólo de geografía ni de bandera: se trata de la gente, de gestos sencillos que nos definen, de abrazos que no necesitan palabras, de bautizos que terminan en fiesta y de abuelas que se levantan impulsadas por amor.

Por todo eso, yo abrazo el país que somos. Y lo defiendo, con memoria viva, con alegría terca y con la certeza de que aquí, incluso en medio del reguero, hay belleza que no se rinde.

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[LE}> «Forfait», sin cursiva ni comillas

03-12-2025

La palabra forfait, que alude a un tipo de abono turístico o deportivo, se considera adaptada al español y no necesita comillas ni cursiva.

Uso adecuado

  • El precio de los forfaits en Europa sube hasta un 40 % y convierte el esquí en un lujo.
  • León y Asturias prolongan hasta 2026 el forfait conjunto para sus cuatro estaciones de esquí.
  • A la venta el forfait que permite esquiar en 97 estaciones de Suiza, Francia e Italia.

Aunque tenga su origen en el francés, el término forfait se considera un vocablo plenamente incorporado al español y, por tanto, tal y como explica el Diccionario panhispánico de dudas, se pronuncia /forfáit/ y no, como corresponde en la lengua de la que procede, de modo similar a /forfé/. Dado que se adapta a las pautas ortográficas generales, sin secuencias gráficas ajenas al español, se escribe en redonda y sin ningún tipo de resalte.

Su plural es forfaits. Se recuerda que ni el singular ni el plural llevan tilde porque son palabras agudas terminadas en consonante distinta de n y s, y en grupo consonántico, respectivamente.

De acuerdo con la obra mencionada anteriormente, se emplea con los sentidos ‘abono para utilizar los remontes en una estación de esquí’ y ‘abono que se paga por anticipado, a un precio global convenido, para el uso de un conjunto de servicios o de instalaciones’, y, en función del contexto, se puede sustituir por abono (para remontes) o paquete (turístico).

Además de este uso, también existe la construcción a forfait, que tampoco es preciso escribir en cursiva y que, según el diccionario académico, significa ‘mediante el procedimiento de comprar o vender un conjunto de cosas o servicios conviniendo anticipadamente un precio global’. En este caso, es posible hablar de a tanto alzado o a precio global acordado.

Fuente

[His}> La reflexión de Pérez-Reverte: «El franquismo se apropió los mitos españoles y la izquierda, en democracia, en vez de limpiarlos, los rechazó»

La reflexión de Pérez-Reverte: «El franquismo se apropió los mitos españoles y la izquierda, en democracia, en vez de limpiarlos, los rechazó»

El novelista defendió que la historia española no puede entenderse sin dos figuras literarias: Quevedo y Cervantes