[Col}> Claridad / Soledad Morillo Belloso

18-07-2025

Soledad Morillo Belloso

Claridad

Cierro mis ojos. Veo mejor. No porque la realidad desaparezca, sino porque se transforma. En la oscuridad, los límites se difuminan, los detalles innecesarios se disuelven y lo esencial cobra vida con una claridad inesperada. Es en este espacio donde lo que no se ve con los ojos brilla con fuerza: los recuerdos, los deseos, las verdades que el mundo tiende a ocultar bajo su ruido incansable y las luces que encandilan.

Cierro mis ojos. Las sombras se vuelven contornos suaves, la luz deja de deslumbrar y lo que realmente importa se dibuja con nitidez. Es en este silencio visual donde escucho mejor, donde los pensamientos adquieren forma sin interferencias, donde los sentimientos no tienen que vestirse con ropajes. Aquí veo con el alma, con la intuición, con la sensibilidad.

Y entonces, por un rato con sabor a eterno, me quedo en esta oscuridad voluntaria, en esta pausa gentil donde todo se comprende sin la distracción del mundo visible. Con los ojos cerrados, veo lo que el ruido esconde, lo que las miradas rápidas pasan por alto, lo que sólo el corazón sabe reconocer. Y en ese instante, por fin, veo mejor.

Cierro mis ojos. Las distancias dejan de importar. No hay fronteras entre el pensamiento y la emoción, entre la memoria y la imaginación. Lo que antes parecía lejano ahora está al alcance, lo que creía perdido regresa con una nitidez que no necesita luz para existir.  Las cosas adquieren su verdadera forma, lejos de distracciones que distorsionan.

Las sombras se convierten en refugio en lugar de infundir temor. En ellas se esconde lo que no me atrevo a ver cuando la luz exige respuestas inmediatas. Pero en este espacio sin colores, sin contornos definidos, el tiempo se detiene lo suficiente para que todo se revele sin prisa. Los miedos, las verdades que esquivo, los sueños que olvidé, todos surgen con una dulzura inesperada, como si supieran que  ahora estoy lista para mirarlos de frente.

Cada latido resuena más fuerte, cada pensamiento encuentra su eco sin interrupciones. Y en este silencio, en esta penumbra, comprendo lo que tantas veces pasé por alto. El mundo no desaparece, apenas se transforma en lo que siempre debió ser: un espacio donde el alma por fin puede ver con diafanidad.

Cierro mis ojos. Comprendo que la  visión no depende de la luz, sino de la voluntad de mirar más allá. En esta oscuridad quieta donde el mundo se disuelve y sólo queda la esencia de las cosas, descubro que no necesito ver para entender, que no necesito mirar para sentir. Porque en el silencio de mis ojos cerrados todo lo invisible se revela con absoluta claridad.

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