22-05-2025
Carlos M. Padrón
Ocurrió tal y como lo cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.
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Doña Flor, dama ya anciana para aquellos tiempos, era una viuda que desconfiaba de los hombres. A pesar de su edad, asistía a las clases de costura que dictaba una vecina, clases que compartía con varias jóvenes casamenteras,
Un día en que el tema de conversación de estas jóvenes versaba sobre cómo eran, o querían ellas que fueran, las relaciones con sus novios, doña Flor, visiblemente molesta, interrumpió la conversa y les dijo:
— Ustedes pueden aceptar besos, abrazos y otros amapuches, ¡pero nunca abran la jaula!
